Estudios preliminares realizados por geógrafos de la Universidad de São Paulo (USP), apuntan que en la ciudad de São Paulo la energía generada por las actividades humanas –sobre todo aquélla resultante de la quema del combustible de los automóviles– corresponde por lo menos a un décimo de la radiación solar. En consecuencia, aquello que puede ser llamado como calor humano, en este caso sin ninguna metáfora, interfiere evidentemente en la temperatura de la ciudad e, inesperadamente, en el régimen de lluvias: de una manera general, llueve menos durante los finales de semana y más durante la semana. El seguimiento de las condiciones climáticas de hora en hora muestra que no se trata de una coincidencia, sino que es un probable reflejo del movimiento de los coches (6 millones de automóviles de paseo y 600 mil camiones y ómnibus) y de la operación de las industrias (30 mil) de la región metropolitana o conurbano.
El flujo de calor es uno de los temas abordados en Os Climas na Cidade de São Paulo – Teoria e Prática, organizado por José Roberto Tarifa y Tarik Rezende de Azevedo, con los estudios más relevantes realizados a lo largo de 30 años en el Laboratorio de Climatología y Biogeografía del Departamento de Geografia de la USP. En este libro se ve que, desde el punto de vista climático, São Paulo es una ciudad peculiar también debido a que presenta esos contrastes tan pronunciados. En el centro, existen islas de frío –áreas que no reciben luz solar en prácticamente ningún momento del día, como consecuencia de la proliferación de edificios y viaductos, como el Elevado Costa e Silva. Entretanto, en la favela Heliópolis, las casas con tejado de amianto, las calles asfaltadas sin arborización y los lotes pequeños mantienen la temperatura por encima de los 30ºC durante todo el año. El confort térmico y ambiental puede encontrarse en el Parque Ibirapuera, en los llamados barrios verdes (Pacaembu, Alto da Lapa y Jardins) y, lógicamente, en los shopping centers.
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