Antropólogos de Brasil y del Reino Unido han reunido elementos que permiten afirmar que Rituais e festas Bororo, la película filmada por el mayor Luiz Thomaz Reis (1879-1940) en 1916 a pedido de Cândido Mariano da Silva Rondon –el mariscal Rondon–, podría haber sido el primer documental etnográfico de la historia, antes incluso de la existencia de ese término. Hasta ahora, Nanook of the North, producido por el cineasta estadounidense Robert Flaherty (1884-1951) en 1922, era tenido como tal en esa tradición ligada a una frontera disciplinaria situada entre la antropología y el cine.
Rituais e festas Bororo fue un filme concluido y proyectado por primera vez en Brasil en 1917. Algunas de sus escenas se exhibieron en un evento en el Carnegie Hall, en Nueva York, durante un viaje de Reis a Estados Unidos, en 1918. En la década de 1990, antropólogos franceses llegaron a ver el documental, en tanto que en el Reino Unido este trabajo era poco conocido. La película sólo empezó a cobrar estatus de pionera de la etnografía a partir de un proceso que hizo posible redimensionar su importancia y que se inició a mediados de los años 1990.
La antropóloga Patrícia Monte-Mór, docente del Departamento de Antropología de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (Uerj) y curadora de la Muestra Internacional de Cine Etnográfico, comenta que este proceso tuvo su hito inicial en el trabajo del antropólogo francés Pierre Jordan, quien publicó en 1992 el libro intitulado Cinéma – Premier contact, premier regard, donde mapeó los primeros registros fílmicos de la historia en los diversos continentes y utilizó una imagen de la película de Reis en la portada, pasando a sostener su carácter inédito en el universo del documental etnográfico. En 1993, Rituais e festas bororo se exhibió durante la primera Muestra Internacional de Cine Etnográfico en Río de Janeiro, y suscitó el interés de antropólogos, documentalistas e investigadores de cine. “Pero esta película aún no circulaba y pertenecía a la colección del Museo Indígena. En el festival exhibimos una copia en VHS”, recuerda la profesora.
A finales de la década de 1990 y comienzos de la década siguiente, el antropólogo Fernando de Tacca, en la actualidad docente del Instituto de Artes de la Universidad de Campinas (IA-Unicamp), y la especialista en preservación y organización de colecciones documentales Denise Portugal Lasmar, quien fuera responsable del sector audiovisual del Museo Indígena, analizaron las imágenes de la Comisión Rondon y pusieron de relieve las innovaciones que aportaba el documental de Reis. El antropólogo y cineasta francés Marc Piault, de la L’École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), publicó Cinéma et anthropology (Nathan, 2000), libro en el cual analiza el trabajo de Reis con base en investigaciones realizadas en Brasil, y realza el valor de la película como primer documental etnográfico.
El antropólogo inglés Paul Henley, director del Granada Center for Visual Anthropology, de la Universidad de Manchester, en el Reino Unido, recibió en 2014 una beca de investigación concedida por la fundación privada Leverhulme Trust, con sede en Londres, para un proyecto investigativo sobre los primeros documentales etnográficos, especialmente de Brasil y de Francia. Experto en asuntos etnográficos de la Amazonia y con formación en cine, Henley estudió la filmografía del mayor Thomaz Reis en los archivos del Museo Indígena, de la Cinemateca y del Museo Histórico Nacional. En Brasil, trabajó con la antropóloga Sylvia Caiuby Novaes, docente del Departamento de Antropología de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP) –quien investiga a los indígenas de la etnia bororo desde hace más de 30 años y realizó una pasantía posdoctoral bajo la supervisión de Henley en 1995–, y con Edgar Teodoro da Cunha, antropólogo y docente del Departamento de Antropología, Política y Filosofía de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), en su campus de la localidad de Araraquara. Da Cunha había sido dirigido por Caiuby Novaes en su doctorado sobre los bororos y los archivos visuales. Los tres dieron comienzo a investigaciones en el área de antropología visual, especialmente en referencia a la filmografía realizada sobre la etnia bororo, y suscriben el artículo sobre la película de Reis publicado este año en la revista Visual Anthropology.
Los hermanos Lumière
El militar Thomaz Reis creó la Sección de Cinematografía y Fotografía de la Comisión Rondon en 1912. En 1914, viajó a Francia y compró cámaras con los hermanos Auguste y Louis Lumière, los inventores del cinematógrafo. El mariscal Rondon le encargó filmar a los alrededor de 350 nativos bororos que vivían en una aldea situada a orillas del río São Lourenço, a 100 kilómetros de la ciudad de Cuiabá, en Mato Grosso. La Comisión Rondon fue una agencia del gobierno brasileño creada en 1907 para establecer un sistema de comunicación telegráfica entre las más grandes ciudades del noroeste del país. En las expediciones que organizó Rondon, tomaban parte botánicos, zoólogos y otros científicos, que realizaban estudios sobre la fauna y la flora de los territorios recorridos y también investigaciones etnográficas de la cultura material de los grupos de pueblos originarios, como así también efectuaban mediciones antropométricas de esos pueblos.
El documental, rodado entre julio y octubre de 1916, muestra la ceremonia fúnebre de una mujer. “Rondon tenía ascendencia bororo, y sabía que los aborígenes se estaban muriendo como consecuencia de las epidemias. Tenía plena conciencia acerca de la importancia del ritual fúnebre en la cultura de la etnia, pues había asistido e incluso había participado en algunos”, comenta Caiuby Novaes. La película, con una duración de 30 minutos, se divide en tres partes que muestran diversas actividades relacionadas con el ritual, entre ellas una expedición de pesca, la simulación de la caza de un yaguareté y danzas que los indios ejecutan ataviados con vestimentas tradicionales. El filme culmina con una secuencia que muestra el cuerpo de la mujer fallecida enrollado en una esterilla. Luego es enterrada en una sepultura poco profunda.
En sus estudios sobre la película, Fernando de Tacca analizó diarios y documentos que muestran que Reis invirtió las escenas del ritual para volverlo más agradable ante el público. Los rituales fúnebres bororos son largos. Tras la muerte, el cuerpo es ubicado en el centro de la aldea, en una sepultura temporal. La tumba es regada diariamente para acelerar la putrefacción. Tras la descomposición del cuerpo, se limpian los huesos, se los ornamenta y se los coloca en una gran cesta funeraria. Y allí permanecen durante alrededor de una semana, en la aldea, hasta que se los transporta hasta una laguna en donde la cesta será sumergida en el agua. Todo este proceso puede extenderse durante entre uno y tres meses. Y en el transcurso de todo ese lapso de tiempo, se celebran numerosos rituales en honor al muerto. Reis no pudo filmar algunos aspectos de los mismos y cortó algunas escenas, “reorganizando el material filmado”, según dice Da Cunha. “La ceremonia fúnebre se lleva a cabo hasta los días actuales de la misma manera y es esencial para los bororos, en la medida en que también simboliza la recreación de su sociedad”, detalla Caiuby Novaes, quien ha presenciado más de 40 funerales.
Para la investigadora, la película puede designarse como un documental etnográfico pues se la filmó en el transcurso de 10 semanas, lo que le permitió al director tener un tiempo de vivencia de la cultura bororo, para posteriormente retratarla en su filme, que también pasó por procesos de edición y montaje. “Un documental etnográfico es un película realizada con base en una larga convivencia entre cineastas y pueblos nativos, en la cual se procura captar el punto de vista de los que son filmados. En la actualidad, estos trabajos también comprenden la participación activa de las personas que están retratándose, ya sea en el guion, en la captación de imágenes, en el sonido o en la edición”, explica Caiuby Novaes. Según la estudiosa, la película de Reis contiene un eje narrativo, a diferencia de los filmes de viajes de la época –tales como los realizados por Silvino Simões Santos Silva o Edgar Roquette-Pinto– en los cuales los directores organizaban las imágenes de acuerdo con el desarrollo de sus viajes y no se detenían a filmar eventos puntuales. “En Rituais e festas Bororo, Reis no hace referencia a la expedición que dio origen al filme, sino que centra el relato en la ceremonia fúnebre”, compara la investigadora.
La película tiene una duración de 30 minutos y se divide en tres partes, que muestran diversas actividades relacionadas con el ritual fúnebre
Otro aspecto importante que distingue a esta película de Reis de los filmes de viajes de esa época es su abordaje documental, aliado a una forma narrativa claramente desarrollada. “Y también su compromiso con una descripción visual de la cultura bororo, apuntando hacia un público más amplio, lo que permitiría su filiación dentro de una tradición a la que posteriormente se dio en llamar de cine etnográfico”, explica Da Cunha. Para Paul Henley, otra diferencia reside en que las películas de viajes realizadas durante ese mismo período no contaban con una autonomía narrativa de las imágenes: a menudo requerían la participación de una persona que, en el momento de la proyección, se ubicaba frente a la pantalla y contextualizaba las imágenes, que se pasaban como diapositivas. “En tanto, la película de Reis efectúa un tratamiento interno del relato mediante la inclusión de subtítulos para explicar o conectar situaciones”, aclara el investigador británico.
Henley explica que en el mundo anglófono, el término “documental” se consolidó a comienzos de los años 1930 para referirse a los trabajos de Robert Flaherty, en particular Nanook of the North y Moana, producidos en la década de 1920. “Esas películas trabajan con la dramatización de sucesos, la invención de situaciones y las interferencias constantes del director. Debido a ello, si se las realizara actualmente, no se las aceptaría como documentales”, afirma. A excepción de algunas escenas puntuales, en las cuales se instruye a los indígenas a mostrarse de perfil, por ejemplo, la cinematografía de la película de Reis es observacional en términos contemporáneos: la cámara solamente acompaña las acciones, sin interferencia aparente del director.
Caiuby Novaes sostiene que Reis tenía conciencia acerca del potencial estético de su película. Un ejemplo de ello es la escena de apertura, cuando filma a un grupo de hombres pescando en medio de arbustos ciliares, en lugar de mostrarlos directamente en primer plano. Para los investigadores, esa opción aumenta el interés del espectador por saber qué hacían los indios en aquella situación. Otra escena inusual en los documentales del período transcurre cuando el director posiciona la cámara delante de nativos que danzan, y así le permite al espectador observar detalles de la ornamentación de los cuerpos y ofrece una visión íntima de lo que ocurre en aquel momento del ritual.
Según los investigadores, otras películas de la época realizadas en contextos etnográficos, tales como los trabajos pioneros de los antropólogos británicos Alfred Haddon y Baldwin Spencer y el del austríaco Rudolf Pöch, se plasman a partir de tomas únicas, carecen de ejes narrativos entre las escenas y ofrecen una visión literal y cronológica de los hechos. “Resulta impresionante que tan sólo 20 años después de la primera exhibición de cine a cargo de los hermanos Lumière, en 1885, Reis haya realizado un película con un lenguaje cinematográfico complejo”, sostiene Caiuby Novaes. A su vez, Patrícia Monte-Mór, de la Uerj, recuerda que Reis introdujo aspectos de la vida de la comunidad indígena en la película, hizo tomas panorámicas de la región y presentó rituales que preceden al rito fúnebre, al margen del funeral en sí. “Filmes etnográficos anteriores registraban una danza o a un aborigen elaborando cerámica sin la menor pretensión narrativa”, refuerza.
Eduardo Victorio Morettin, docente de historia audiovisual de la Escuela de Comunicación y Artes de la USP, recuerda que trabajos como el de Reis tuvieron un alcance restringido, mientras que las películas de Flaherty circularon en forma más vasta y llegaron a un público masivo. “De los filmes realizados en Brasil desde finales del siglo XIX hasta comienzos de los años 1930, sobrevivieron menos del 10%”, afirma. Para Morettin, el estatus de Rituais e festas Bororo como primer documental etnográfico debe plantearse como una posibilidad y no necesariamente como una afirmación. “Dada la pequeña cantidad de películas brasileñas remanentes, el situar una obra u otra como la primera siempre lleva aparejado un riesgo, pues no tenemos pleno conocimiento de la producción que circuló durante ese período.”
El documentalista Aurélio Michiles, quien realizó una película para rescatar la trayectoria de Silvino Santos (1886-1970) –uno de los pioneros en el universo de los documentales y autor de la película No país das Amazonas, de 1922–, asevera que los trabajos de Flaherty no pueden efectivamente caracterizarse como etnográficos, en la medida en que recrean la atmósfera de una cultura más que registrarlos mediante una postura observacional. “Por otra parte, hoy en día podemos afirmar que todas las películas (de ficción o documentales), cuando se las guarda en una cinemateca, se convierten en fuentes de referencias antropológicas y etnográficas”, afirma. Y alega que los filmes de Flaherty deben pensarse como documentales precisamente porque le ofrecen al espectador una visión de aquel universo cultural, aun considerando las intervenciones del director en la realidad que pretendía retratar. “Todo documentalista interviene en la realidad. Las personas filmadas nunca son las mismas frente a una cámara”, justifica. Michiles explica a su vez que la filmografía de Reis se preservó, en comparación con los trabajos de otros cineastas como Silvino Santos, lo cual favorece la realización de investigaciones que rescaten la importancia de su trayectoria fílmica. Otras películas que Reis realizó fueron Os sertões de Matto-Grosso (1912), Ronuro, selvas do Xingu (1924); Viaje ao Roraima (1927); Parimã, fronteiras do Brasil (1927); Os Carajás (1932); Ao redor do Brasil – Aspectos do interior e das fronteiras brasileiras (1932), e Inspetoria de fronteiras (1938).
La disputa con los salesianos
Da Cunha explica que la película, debido a su singularidad fílmica y narrativa, debe pensarse a la luz de la situación de conflicto vivida por la Comisión Rondon con los misioneros salesianos. “Los periódicos de comienzos del siglo XX contienen artículos de Rondon en los cuales critica a los misioneros. Había una disputa por la opinión pública con relación a qué debería hacer el Estado con los indígenas”, comenta el investigador. En ese contexto, recuerda que el documental de Reis exhibe a los bororos poniendo énfasis en su cultura tradicional, con el propósito de difundir imágenes de esos aborígenes como no domesticados y puros en su autenticidad salvaje. Estos elementos contrariaban los preceptos salesianos, quienes apuntaban a borrar las manifestaciones de la cultura indígena y a incorporar a los nativos a un proyecto de nación mestiza, trabajadora y cristiana.
Chiara Vangelista, historiadora de la antropología latinoamericana de la Università degli Studi di Genova, en Italia, y especialista en la historia bororo, especialmente en lo que hace a la relación que los indígenas tuvieron con la Comisión Rondon y con los misioneros salesianos, comenta que tanto el proyecto de Rondon como el de la congregación tenían la finalidad de proteger a los nativos y crear las condiciones como para que se convirtiesen en ciudadanos brasileños. “No obstante ello, los proyectos eran absolutamente contrapuestos”, comenta Vangelista. La iniciativa de Rondon estaba inmersa en el pensamiento positivista, sumamente difundido entre los militares de la época, que planteaba la creación de una libre federación de estados independientes divididos en dos categorías: los occidentales, derivados de la unión de los elementos europeos, africanos y americanos, y los llamados americanos-brasileños, constituidos por las etnias tribales.
Debe pensarse este documental a la luz de la situación de conflicto existente entre la Comisión Rondon y los misioneros salesianos
“En los escritos de Rondon y de los principales protagonistas de su proyecto es constante la afirmación del deber de proteger, pero no de dirigir a los grupos tribales”, compara Vangelista. En tanto, en la visión de los curas salesianos, la adquisición de la ciudadanía brasileña pasaba por el abandono completo de la cultura bororo, por su “civilización” y su conversión al catolicismo (a lo que Rondon se oponía), y por la inserción en el mundo de los blancos como trabajadores asalariados. “Las relaciones entre Rondon y los salesianos se mantuvieron en un clima de ‘paz tensa’ y las visitas de los militares a las misiones tenían un cierto sabor a inspección”, concluye.
Artículo científico
CAIUBY NOVAES, S., CUNHA, E. T., HENLEY, P. The first ethnographic documentary? Luiz Thomaz Reis, the Rondon Commission and the making of Rituais e festas Borôro (1917). Visual Anthropology. v. 30, n. 2, p. 1-43. 2017.
Libros
TACCA, Fernando de. A imagética da Comissão Rondon. São Paulo: Papirus, 2001.
LASMAR, D. P. O acervo imagético da Comissão Rondon no Museu do índio: 1890-1938. Río de Janeiro: Museu do Índio, 2008.
Película
Rituais e festas Bororo