Imprimir Republish

Ciencia

Los límites del mar

Un estudio muestra la excesiva explotación de los recursos pesqueros en Brasil

eduardo cesar

El cangrejo de profundidad: pesa hasta 2 kiloseduardo cesar

Este año puede ser decisivo para los destinos de la pesca marítima en Brasil, especialmente aquélla que se realiza en aguas profundas. Desde ahora y hasta diciembre, una red integrada por 150 especialistas de 40 instituciones nacionales de investigación comienza a entregar una serie de reportes, que permitirán delinear con inédita precisión una estrategia para la explotación y preservación del aún poco conocido potencial pesquero de la costa brasileña.

Al concluir los estudios, el gobierno federal, que financia esta iniciativa, que deberá consumir más de 15 millones de reales, reunirá informaciones que permitirán redimensionar y reorientar, siempre que sea necesario, el esfuerzo dedicado a la captura de especies marinas dentro de un área oceánica equivalente a poco más del 40% del territorio continental del país. De manera simplificada, esta amplia radiografía pretende responder -siempre con los mejores datos científico disponibles, y sin contrariar el principio básico de la explotación racional de las especies acuáticas- a las siguientes indagaciones de índole práctica: qué, cuánto, dónde, cuándo y cómo pescar dentro de esa enorme franja marítima bajo jurisdicción brasileña.

El amplio y ambicioso Programa de Evaluación del Potencial Sostenible de Recursos Vivos de la Zona Económica Exclusiva (Revizee), el nombre formal de este proyecto, aún no ha establecido un veredicto final sobre la situación de las existencias de los principales tipos de peces y otros animales de valor comercial que habitan el área oceánica en cuestión. Aunque la conclusión del proyecto se ha prorrogado para el final de este año, el mismo ya ha producido resultados sobre la situación de especies de gran interés comercial. Estos datos preliminares muestran que difícilmente sea posible hacer que se incremente de manera significativa -y no predatoria- la cantidad de pescados marinos capturado por Brasil en su Zona Económica Exclusiva (ZEE).

Dicho término define un nuevo concepto internacional, en vigor desde 1994, que ordena la utilización de los recursos oceánicos en una franja que comienza en donde finaliza el mar territorial de un país -a 12 millas náuticas de la costa (22 kilómetros)- y se extiende otras 188 millas náuticas (cerca de 350 kilómetros) mar adentro. En Brasil la ZEE abarca 3,5 millones de kilómetros cuadrados. Para mantener los derechos exclusivos de explotación de los recursos en dicha área, el país debe demostrar que tiene capacidad para explotarlos de manera sostenida, sin necesidad de abrir sus aguas a otros países. El programa Revizee surgió en 1997 para servir como guía para el accionar brasileño en esa nueva e inmensa porción marítima. Sus datos iniciales sugieren que los recursos marítimos en aguas nacionales que son objeto de pesca sistemática, ya sea en forma industrial o artesanal, se encuentran al límite máximo de explotación económica, o incluso han transpuesto ese punto.

Se pueden mencionar algunos ejemplos de esa tendencia a la extracción exagerada de los recursos del mar. En la costa sur-sudeste, porción del litoral brasileño que empieza en Chuí, extremo sur de Río Grande do Sul, y se extiende hasta el Cabo de São Tomé, en el norte de Río de Janeiro, los resultados de los estudios sobre el potencial de captura de tres especies de relevancia económica -el rape o pejesapo (Lophius gastrophysus), el ‘batata’ (Lopholatillus villarii) y el cangrejo de las profundidades (del género Chaceon)- recomiendan la disminución de la pesca de dichos recursos. “Muchas veces, los barcos pesqueros descubren nuevas existencias de una especie en una región y empiezan a explotarla tan rápidamente que ni siquiera tenemos tiempo de estudiar en detalle el volumen de esos recursos”, dice Carmen Rossi-Wongtschowski, del Instituto Oceanográfico de la Universidad de São Paulo (IO/ USP), coordinadora del Revizee en esa franja del litoral, de donde sale la mitad del total de pescados marinos capturados en Brasil.

Un poco más arriba, en la fracción central de la costa brasileña, ubicada entre el Cabo de São Tomé y Salvador, el panorama no es muy distinto. El análisis de la situación de las diez especies más explotadas en los fondos de los arrecifes y bancos coralinos también ha revelado datos preocupantes. “Nuestros modelos numéricos y matemáticos indicaron que ocho de esas especies están siendo plenamente explotadas o superexplotadas económicamente”, dice el biólogo marino Jean Valentin, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), coordinador de los trabajos realizados en ese tramo de la costa brasileña. Aun en los casos de dos especies que todavía exhiben aparentemente algún potencial extra de explotación -el dorado (Coryphaena hyppurus) y el jurel o serviola (Seriola dumerilli)-, los investigadores no creen que estén dadas las condiciones para elevar sus niveles de captura.

Subiendo todavía más, a lo largo de la plataforma marítima de los restantes estados del nordeste, en donde la pesca sigue siendo fundamentalmente artesanal, los datos tampoco dan margen para un incremento de la actividad pesquera. “Contamos con peces de calidad en la región, pero la cantidad de recursos es escasa”, sintetiza Rosângela Lessa, de la Universidad Federal Rural de Pernambuco (UFRPE), encargada de la dinámica de las poblaciones y de la evaluación de las existencias en la costa nordeste, que se extiende desde Salvador hasta la desembocadura del río Parnaíba, en el límite entre los estados de Piauí y Maranhão, y abarca los archipiélagos de Fernando de Noronha, São Pedro y São Paulo y el Atolón de las Rocas. “De los peces explotados económicamente en la actualidad, como en los casos de los rojos y el dorado, ninguno debe ser pescado más de lo que se lo está haciendo actualmente”.

En la costa norte, que extiende desde la desembocadura del río Parnaíba hasta el río Oiapoque, en Amapá, los recursos marinos están igualmente con sus poblaciones bajo presión, como resultado de la pesquería excesiva. “Todo se encuentra en su límite máximo: tanto la captura industrial del langostino o camarón rosado (especies del género Penaeus), de la piramutaba (Brachyplatystoma vaillantti) y del pargo (Pagrus pagrus), como la artesanal de la pescada amarilla y del guarijuba (Tachysurus luniscutis)”, dice Rosalia Cutrim Souza, de la Facultad de Ciencias Agrarias de Belém, una de las investigadoras del Revizee que actúan en la costa norte.

Según Rosalia, la flota destinada a la explotación industrial del langostino rosado suma 200 embarcaciones, pero no debería sobrepasar las 150. La pesca profesional de la piramutaba -el bagre de agua dulce y la salobra, de hasta 1,2 metros, que ya llegó a ser la tercera especie más pescada en el país en importancia- estaba tan descontrolada que, del 1º de octubre al 30 de noviembre del año pasado, el Ibama instituyó por primera vez la veda de la especie en la desembocadura del Amazonas. La veda es la prohibición de la pesca de una especie en la época más importante para su reproducción.

En el marco del Revizee, más de 30 tipos de peces y crustáceos son objeto de estudios para determinar el tamaño de sus poblaciones en puntos variados de la costa brasileña, y para verificar si se dan las condiciones para el incremento de su pesca o si en realidad es necesario restringirla aún más. Los científicos han dado preferencia a especies poco investigadas.

Esta elección lleva a que recursos de gran importancia comercial, que ya han sido objeto de innumerables trabajos científicos, como la sardina en la costa sur-sudeste y la langosta en el nordeste, no vuelvan a ser objeto de trabajos detallados del Revizee. Pero ocurre que tanto las existencias de sardinas como las de langostas están sufriendo una acentuada merma debido a la captura excesiva. La cantidad de sardinas retirada de las aguas de la costa sudeste cayó de 200 mil toneladas anuales a finales de la década del 70 a cerca de 20 mil toneladas en 2000. Y especies pescadas en aguas internacionales, como el atún, también han quedado almargen de los trabajos del Revizee.

Claro que, para contrabalancear el cuadro de agotamiento de los recursos pesqueros explotados en demasía actualmente, los investigadores del Revizee han descubierto existencias hasta ahora desconocidas de nuevas o antiguas especies marinas. Uno de los puntos salientes del proyecto es precisamente el hecho de impulsar estudios sobre los recursos marítimos existentes en profundidades prácticamente inexploradas por la ciencia nacional. “Nunca habíamos trabajado por debajo de los 200 metros de profundidad, y en algunos casos, ahora hemos llegado hasta los 1.800 metros”, comenta Carmen Wongtschowski. “Gracias al Revizee, contamos actualmente con una mejor fotografía de toda esa región”. El proyecto ha contribuido decisivamente para obtener un mejor mapeamiento de los llamados recursos demersales de la costa brasileña: los peces y otros seres que viven cerca del fondo del océano (las especies que permanecen más cerca de la superficie del agua se denominan pelágicas).

En términos de nuevas existencias, algunos resultados de esta inédita prospección de fondo ya saltan a la vista. En la costa sur-sudeste, por ejemplo, llama la atención la existencia de un stock estimado en un millón de toneladas anuales de Maurolicus stehmani, el popular pez linterna. Dicha especie, de apenas 5 centímetros de largo, carece de valor comercial, pero debido a que es el alimento común de los atunes, es un indicador de la posibilidad de grandes cardúmenes de esos valiosos peces. En el nordeste, también fueron identificadas poblaciones aún no explotadas económicamente de los llamados cangrejos de profundidad, de una especie del género Chaceon, el mismo de los cangrejos hallados en grandes cantidades y capturados en la región sur-sudeste.

En la porción central de la costa, cruceros de investigación exploraron aguas de una profundidad de entre 60 y 750 metros, que hicieron posible el descubrimiento de existencias de ‘batata’, abadejo o negrillo (Epinephelus niveatus), catuá (Cephalopholis fulva) y pargo criolloo lunar (Lutjanus analis). “Pero acá los niveles de rendimiento de esas especies son considerablemente más bajos que los que se obtienen en la costa sur-sudeste y en otras partes del mundo”, dice Paulo Alberto Silva da Costa, de la Universidad de Río de Janeiro (Unirio), responsable del área de dinámica pesquera del Revizee en la costa central. “Por eso no representan una posibilidad concreta de incremento de la flota (pesquera) local, que las explota de manera artesanal.”

Brasil retira actualmente alrededor de 470 mil toneladas anuales de pescado, incluidos allí los crustáceos y moluscos. Si se suman a ello los recursos de origen fluvial y los proyectos de acuicultura de agua dulce y salada, ese número asciende a 840 mil toneladas anuales de pescado. ¿Y eso es poco o es mucho? Basta decir que toda la producción brasileña es alrededor de cinco veces menor que la de Chile y menos de un décimo de la de Perú, países con grandes existencias de pescado. Contando desde las diminutas canoas hasta los barcos de gran porte, la flota pesquera brasileña cuenta con cerca de 25 mil embarcaciones, sin contar los 50 barcos que componen la flota arrendada, integrada por buques extranjeros que operan legalmente en el país, contratados por la industria pesquera local.

Alrededor de 800 mil personas trabajan en el sector pesquero brasileño, sobre el cual existen escasos datos relativos a su facturación total. Con todo, se sabe que en 2001 ese segmento de la economía produjo un superávit en su balanza comercial del orden de los 25 millones de dólares -las exportaciones de pescado sumaron 270 millones de dólares, y las importaciones se ubicaron en alrededor de 245 millones de dólares.

Es probable que el peso del sector pesquero nacional sea un poco mayor de lo que se desprende de las estadísticas disponibles. Los números referentes a la captura artesanal, en pequeña escala, realizada en la zona cercana a la costa por las comunidades locales, son en general subestimados. “El caso de Río de Janeiro es paradigmático con relación a lo que sucede en todo el país”, dice Carmen Wongtschowski. “Los trabajos realizados en el litoral norte del estado de Río de Janeiro y en la Bahía de Guanabara demuestran que los datos de desembarque representan tan solo alrededor del 30% de lo que se saca efectivamente del mar”. Pero, para fines oficiales, lo que cuenta es la cifra disponible, de 840 mil toneladas anuales. De cualquier manera, el consumo de pescado en el país es bajo: alrededor de 6 kilos anuales per cápita; es decir, unas seis veces menor que el de carne bovina y de pollo, las carnes más apreciadas.

Los neófitos, sin sólidos conocimientos oceanográficos, no entienden cómo puede ser que Brasil, con un litoral de cerca de 8 mil kilómetros de extensión, no es una nación pesquera por excelencia. Pero las aguas brasileñas, aunque son ricas en biodiversidad, no reúnen condiciones que permitan la existencia de muchos peces. Debido a una serie de peculiaridades, tales como la presencia de menos nutrientes que los hallados en las aguas templadas, no hay grandes cardúmenes a lo largo del litoral brasileño. Ése es un dato inmutable de la realidad pesquera nacional, que explica en parte el modesto tamaño del sector.

Pero, ¿existen perspectivas reales de crecimiento de la pesca en el país sin presionar sobre las existencias de las especies marinas? Pocas y limitadas, de acuerdo con los especialistas. Cuando se inició el Revizee, en 1997, se estimaba que el potencial pesquero de la ZEE brasileña fuese alrededor de 1,5 millones de toneladas de pescado por año. En términos de pesquería costera, generalmente artesanal, la exploración se encuentra en su límite máximo. “Con relación a los recursos de aguas profundas, por debajo delos 200 metros, existe alguna posibilidad de crecimiento, pero en niveles que jamás superarán las 100 mil toneladas”, opina Fábio Hazin, de la Universidad Federal Rural de Pernambuco (UFRPE), coordinador del Revizee en la costa nordeste.

Con relación a la captura de peces que viven en aguas oceánicas más cercanas a la superficie (pelágicos), tales como los atunes, agujones, tiburones, anchoítas y calamares, Hazin cree que el aumento puede ser un poco más significativo. “Pero, de cualquier manera, no creo que logremos llegar a la marca de 1,5 millones de toneladas anuales de pescado”, afirma el investigador de la UFRPE.

Una salida puede ser pescar en otras regiones, como la Antártida o el Atlántico Norte. Otra alternativa sería invertir en la cría de peces en agua dulce y salada. “Pero el crecimiento de la acuicultura se da de manera desordenada, sin una planificación adecuada, que tenga en cuenta los procesos biológicos, hidrológicos, sociales y económicos relativos a su área de implantación”, acota Carmen Wongtschowski.

Víctimas de la carrera del oro

La disminución del tamaño de las existencias de dos recursos intensamente explotados en la costa sur-sudeste de Brasil -el cangrejo de profundidad y el rape o pejesapo- ilustra de manera casi que didáctica el tipo de relación que la industria pesquera nacional suele mantener con la especies marinas de valor comercial. Las historias de esas dos nuevas ‘vedettes’ de la pesca de exportación realizada en aguas profundas son bastante parecidas y representativas de la carrera del oro (término empleado por algunos científicos), que transcurre en el mar siempre que alguien “descubre” un pez o un crustáceo valioso, aparentemente abundante y hasta entonces poco o nada explotado económicamente. El cangrejo y el pejesapo (o rape, o tamboril), casi desconocidos de los consumidores brasileños, pero muy apreciados en el exterior, empezaron a ser capturados de manera más sistemática en la segunda mitad de la década pasada.

En conjunto, el stock promedio de las dos especies de cangrejo de profundidad -el Chaceon notialis y el Chaceon ramosae, crustáceos que pueden pesar más de 2 kilos e integran ese tipo de recurso en la costa sur-sudeste- es de 23,6 mil toneladas, de acuerdo con Alessandro Athiê, estudiante de doctorado del Instituto Oceanográfico de la USP, que realizó un trabajo específico sobre ese cangrejo. “De acuerdo a nuestros cálculos, la explotación racional de esa población equivale al retiro anual de 1.150 toneladas de cangrejo, como máximo”, dice Athiê, que en 1999 pasó un mes en el barco japonés Kimpo Maru, el mayor de los cinco buques arrendados que se dedican actualmente a la captura de ese crustáceo en aguas brasileñas.

La recomendación de los informes del Revizee choca con la realidad, pues solamente Kimpo Maru retira cada 12 meses esa cantidad de cangrejo. Actualmente la captura de esa especie se lleva a cabo con gran eficacia, generalmente en profundidades superiores a los 200 metros, con el auxilio de un tipo de trampa circular llamada ‘covo’. “Para complicar aún más ese cuadro, el stock de cangrejos de la especie C. notialis, hallada en el extremo sur del país, es compartido con Uruguay”, comenta Athiê.

El caso del pejesapo -tan feo como delicioso, como aseguran aquéllos que, al igual que los europeos, ya ha probado la carne de esa extraña exquisitez marina, que puede superar el medio metro de largo- es igualmente preocupante. Un trabajo llevado a cabo por investigadores de la Universidad del Valle do Itajaí (Univali), institución privada de Santa Catarina, estimó que la existencias promedio de Lophius gastrophysus en la costa sur-sudeste eran de 61 mil toneladas hace dos años. Según dicho estudio, alrededor de 8.600 toneladas de rape, aproximadamente un 15% de la población total de la especie, fueron capturadas en una sola temporada, en 2001.

Otra estimación, efectuada por biólogos involucrados en el Revizee, señala que la cantidad de esos recursos en el mismo tramo del litoral es aún menor. Con base en esos dos estudios, al final del año pasado, científicos, industriales y el Ministerio de Agricultura, que legisla la actividad pesquera, arribaron a un consenso para disminuir la pesca predatoria del rape. Entre las medidas acordadas se destacan la imposición de un límite de 1.500 toneladas para la captura de ese recurso en 2003 y la demarcación de dos zonas de exclusión, en las cuales no se podrá extraer la especie, normalmente pescada con redes de arrastre y otras variedades de redes, en profundidades que superan los 200 metros.

Para estimar la dimensión de las existencias de una especie y la cantidad de dicha población que puede ser pescada anualmente en forma sostenible, los investigadores del Revizee producirán o relevarán una serie de datos biológicos sobre cada recurso analizado. Es necesario conocer, por ejemplo, su expectativa de vida, su ciclo reproductivo, los sitios de desove y el hábitat preferido, entre otras informaciones relevantes. De acuerdo con los especialistas, también es imprescindible disponer de un conocimiento minucioso sobre el grado de eficiencia de los métodos de pesquería utilizados para apoderarse de cada recurso. Esto puede obtenerse mediante el análisis de los datos oficiales de captura de la especie estudiada o con informaciones recolectada sin situ por científicos que participan de cruceros de investigación.

Republicar