ALVARO CRÓSTA/UNICAMPSe denomina Cerro do Jarau a una cadena de morros de alrededor de 200 metros de altura, que se destaca entre las pequeñas colinas de las Pampas del municipio de Cuaraí, oeste de Río Grande do Sul, prácticamente en la frontera de Brasil con Uruguay. El origen de estos morros, que vistos desde el cielo forman una hilera en forma de semicírculo, siempre intrigó a los “gaúchos”, los habitantes del estado, y incluso llegó a ser el origen de leyendas sobre la formación de su pueblo. Pero ahora el misterio sobre el surgimiento de los mismos parece haber llegando a su fin. Un estudio llevado a cabo por los geólogos Alvaro Crósta y Fernanda Lourenço, del Instituto de Geociencias de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), halló pruebas de que estas elevaciones se formaron como consecuencia del impacto de un meteorito que cayó en la zona hace millones de años y abrió un gran cráter.
Aquéllos que no tienen la mirada entrenada de los expertos difícilmente verían allí un cráter. A decir verdad, lo que se ve no es el agujero cavado por la violencia del impacto, sino sus bordes, que se elevaron como las olas que forma una piedra al caer en una piscina. Y ni siquiera esos bordes se encuentran tan preservados como ya lo estuvieron alguna vez. En el transcurso de millones de años, el viento, la lluvia y el movimiento de la superficie del planeta corroyeron los bordes de los moros del Jarau dejándolos con la altura de 200 metros actuales. Rocas que forman un anillo de 3,5 kilómetros de diámetro marcan la región más central del cráter, lugar donde posiblemente se produjo el impacto.
Hace dos años, Crósta y Fernanda, en ese entonces su alumna de la carrera geología de la Unicamp, hicieron una expedición al Jarau en busca de señales del choque del meteorito. Durante diez días subieron y bajaron de los morros recolectando muestras de rocas que después se llevaron a Campinas. El análisis de las rocas en el microscopio permitió confirmar que solamente pueden haberse formado a temperaturas y presiones altísimas como las generadas por la caída de un cuerpo celeste.
El resultado al que el equipo de la Unicamp arribó corrobora la hipótesis planteada alrededor de 20 años antes por una pareja de investigadores de la Universidad Federal de Río Grande do Sul (UFRGS). A finales de los años 1980, los geólogos Nelson Amoretti Lisboa, de la UFRGS, y Marisa Terezinha Garcia de Oliveira Schuck, que a la sazón trabajaba también en dicha universidad, analizaron imágenes de satélite y el relieve (la geomorfología) de la región y plantearon que Cerro do Jarau se habría formado por el impacto de un meteorito. “Levantamos a liebre”, comenta Lisboa. “Pero no disponíamos de los recursos técnicos necesarios como para examinar los minerales.”
Al evaluar la estructura de las rocas en el propio cerro y la composición mineral de las mismas, Crósta y Fernanda hallaron dos indicaciones del choque de un cuerpo celeste. La primera fue la localización en el Jarau de las llamadas brechas de impacto, rocas formadas por fragmentos de otras rocas. “Las brechas pueden tener distintos orígenes, volcánicos por ejemplo”, explica Crósta. “Pero las que encontramos en el Jarau tienen las características de las formadas por el impacto de un meteorito”, comenta el geólogo de la Unicamp, quien ya ha ayudado a identificar otros cráteres de impacto existentes en el país.
La segunda y más contundente evidencia surgió a través del examen de las rocas en el laboratorio. En el microscopio, Crósta y Fernanda vieron que los granos de cuarzo de las rocas sufrieron la acción de un fenómeno conocido como fracturamiento planar. Estas señales aparecen como rasgos paralelos de material vitrificado, diferentes de la estructura natural de los cristales de cuarzo. “Ésta es una evidencia irrefutable, que se genera únicamente debido a la deformación por impacto”, afirma Crósta.
El geólogo de la Unicamp explica que estos granos se forman en niveles de presión muy superiores a los encontrados en la corteza terrestre. Solamente en regiones más profundas del planeta, como en el manto, que va de los 30 kilómetros a los 2.900 mil kilómetros debajo de la superficie, la temperatura de miles de grados Celsius y la presión centenas de miles de veces superior a la de la atmósfera hace posible la formación de estructuras equivalentes a las encontradas en cráteres de impacto. Pero las rocas del Jarau tenían características de rocas de superficie y no de manto. Según Crósta, solamente la energía liberada en el choque de un cuerpo como un meteorito produce la presión y la temperatura necesarias como para causar este tipo de deformación en el cuarzo de la superficie del planeta.
Los resultados de Crósta y Fernanda ubican al cráter de Cerro do Jarau como el sexto cráter de impacto –o astroblema, según la expresión griega que significa “cicatriz dejada por un astro”– detectado en Brasil (vea el mapa). Esta cantidad es pequeña, pero tiende a aumentar con el tiempo. No es que vayan a caer otros meteoritos en los próximos años sobre en el país. Pero lo que sí aumentará es el conocimiento sobre los que cayeron en Brasil en un pasado remoto. Los geólogos creen que la cantidad de astroblemas conocidos en el Hemisferio Sur del planeta es pequeña debido a que se carece de estudios geológicos más vastos.
Las conclusiones del grupo de la Unicamp saldrán publicadas en breve en el libro Large meteorite impacts IV, editado por la Sociedad Geológica de América. Pero ése no será el único libro que se referirá al Cerro do Jarau. A comienzos del siglo XX, el escritor “gaúcho” João Simões Lopes Neto inmortalizó a la región en el libro Lendas do Sul, de 1913. En el cuento “La Salamandra del Jarau”, Lopes Neto narra una historia muy antigua, de cuando a los árabes los expulsaron de España. Entre los que se refugiaron en el sur de Brasil, habría venido una hermosa princesa mora que, luego de un pacto con Anhangá-pitã (el demonio de los indios), se transformó en una salamandra con cabeza de piedra “la Teiniaguá” y se escondió en el Cerro do Jarau. A esa princesa mitológica, que volvió a transformarse en mujer gracias al amor de un sacristán, se le adjudica el origen de los rasgos mestizos del pueblo “gaúcho”.
La leyenda y la guerra
Esa leyenda se mezcló con la historia nacional en la Revolución Farroupilha, a mediados del siglo XIX, cuando rebeldes “gaúchos” enfrentaron a las fuerzas del Imperio de Brasil. Los autodenominados farrapos usaron el Cerro do Jarau, situado en propiedad del general farroupilha Bento Manuel Ribeiro, como puesto privilegiado de observación de las Pampas. El sitio, que quedó conocido como Centinela del Jarau, no fue escenario de conflictos, pero ayudó a crear una continuación de la antigua leyenda de Teiniaguá. Se comenta por ahí que Bento Ribeiro habría hecho un pacto con la criatura del Jarau para protegerse contra los peligros del conflicto.
La confirmación del origen de las montañas del Jarau es tan sólo el comienzo de un largo trabajo. Durante los próximos años los geólogos pretenden determinar las dimensiones reales del cráter y del astro que lo originó, por ejemplo. “Estimamos que el cráter original habría tenido aproximadamente 13 kilómetros de diámetro, pero es difícil saberlo con precisión porque el borde está completamente erosionado”, dice Crósta.
Ésa es una información fundamental para calcular con precisión el tamaño del meteorito que cayó en la zona. Los investigadores de la Unicamp suponen que fue una roca de entre 600 y 700 metros de diámetro. Pero el propio Crósta advierte: “Es una estimación realizada arriba de otra estimación”.
Otra cuestión que se encuentra entre las prioridades del geólogo de la Unicamp es descubrir cuándo se produjo dicho impacto, una pregunta nada sencilla de responder. Para determinar la edad del cráter, se hará necesario encontrar muestras de rocas que se hayan fundido exactamente en el momento del impacto y medir la proporción de isótopos del elemento químico argón que tengan. El problema es que las rocas fundidas en el momento del impacto pueden ser muy similares a las que componen la mayor parte del terreno de Cerro do Jarau; básicamente basalto, una roca ígnea formada a altas temperaturas, como las del interior de los volcanes. Encontrarla será como encontrar una aguja en un pajar. “La muestra que buscamos puede medir milímetros de longitud y debemos encontrarla en un área de un diámetro de 13 kilómetros [equivalente al de un municipio como Americana, interior de São Paulo]”, afirma el investigador.
Mientras no se encuentran esas rocas, se cuenta una vez más únicamente con una estimación. “Tenemos una edad máxima que es la de las rocas más jóvenes [basaltos] afectadas por el impacto, que tienen más o menos 135 millones de años”, dice Crósta. Como los bordes del cráter fueron bastante desgastados por la erosión, cabe imaginar que no es demasiado reciente y que debe tener algunas decenas o una centena de millones de años.
Esta datación es importante, porque puede revelar otra historia oculta en los registros geológicos. Un impacto de tamaña escala puede haber tenidos efectos severos sobre la vida de la región sur del continente sudamericano, causando extinciones locales considerables. “No sería comparable al evento que acaeció hace 65 millones de años [y produjo el cráter de Chichxulub, ubicado bajo el mar en el Golfo de México], cuando se extinguieron los grandes reptiles y más del 60% de la vida en la Tierra, pero habría tenido un impacto regional considerable”, afirma Crósta.
Los grandes morros que conforman el Jarau pueden aún revelar más que el pasado de la Tierra. Es posible que el choque de meteoritos en rocas basálticas cause transformaciones específicas, que permitirían diferenciar la evolución de éstas de las de otros tipos de roca, e incluso ayudar a comprender detalles acerca de cómo se formaron otros planetas rocosos como Marte y Venus, donde hay mucho basalto. Es probable que en los próximos años las historias del Jarau vuelvan a cobrar vida. En este caso, de la mano de los investigadores.
Capítulo de libro
CRÓSTA, A. P. et al. Cerro do Jarau, Rio Grande do Sul: a posible new impact structure in southern Brazil. In: Large meteorite impacts IV. The Geological Society of America.