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ENTREVISTA

Luiz Bevilacqua: Puentes para la interdisciplinariedad

El precursor del Coppe-UFRJ y mentor del modelo de la Universidad Federal del ABC cuenta cómo marcó a Brasil el desarrollo de la investigación en ingeniería

Ana Carolina Fernandes

Con 84 años recién cumplidos, el ingeniero carioca Luiz Bevilacqua evoca, desde un sitial privilegiado, el desarrollo de la ciencia y de Brasil durante las últimas seis décadas. Cuando se graduó como ingeniero en la Universidad Federal do Río de Janeiro (UFRJ) en 1959, decidió dedicarse a la investigación en una época em que esta solo era incipiente en el país. Experto en puentes y grandes estructuras, tuvo pasos por Alemania y Estados Unidos y fue el responsable de los programas de ingeniería civil e ingeniería mecánica, en los albores del Instituto Alberto Luiz Coimbra de Posgrado e Investigación en Ingeniería (Coppe), vinculado a la UFRJ y una de las instituciones nacionales más productivas orientadas a la investigación en ingeniería.

Diversificó sus intereses de investigación para atender a las demandas que grandes empresas le planteaban al Coppe, pero a mediados de la década de 1970 se alejó de la institución cuando esta fue intervenida. Se marchó a trabajar en Promon, la empresa que estaba a cargo de los proyectos de ingeniería de las centrales nucleares Angra 1 y 2. Retomó su carrera académica en la década de 1980, realizando una gran contribución a la administración académica, que lo llevó a la gestión del sistema universitario y de ciencia y tecnología en diferentes gobiernos. Fue secretario ejecutivo del Ministerio de Ciencia y Tecnología (1992-1993), creador del comité de investigación interdisciplinaria de la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior, la Capes (1999), y director de la Agencia Espacial Brasileña (2003-2004). Más recientemente, fue el rector (2006-2008) y uno de los mentores del modelo transdisciplinario y sin departamentos de la Universidad Federal del ABC (UFABC), que en sus 20 años de existencia se ha transformado en un renombrado instituto de investigación. En la entrevista que se lee a continuación, Bevilacqua recuerda su trayectoria.

Edad 84 años
Especialidad
Ingeniería civil y mecánica
Estudios
Título de grado en ingeniería (UFRJ-1959), especialización en estructuras (Universidad de Tecnología de Stuttgart), libre docencia (UFRJ-1966), doctorado (Universidad Stanford-1971)
Producción
52 artículos, 10 capítulos de libros

Usted se graduó en 1959, una época en la que la investigación en ingeniería era escasa en Brasil. ¿Cómo surgió su interés por la investigación?
Siempre estuve bastante interesado en explorar el conocimiento y por eso ingresé en la Escuela de Ingeniería. No era una escuela de investigación. Era una excelente carrera profesional, con docentes excepcionales, grandes profesionales. El área de matemática constituía un lugar aparte, donde entre los profesores había algunos investigadores de alto nivel, pero mayormente centrados en la creación del Instituto de Matemática Pura y Aplicada, el Impa. Entre ellos estaban Maurício Matos Peixoto [1921-2019], su esposa, Marília Chaves Peixoto [1921-1961], Lindolpho de Carvalho Dias [1930-1984], Leopoldo Nachbin [1922-1993]. Pero yo quería investigar en el área de la ingeniería. El profesor Roger Castier, que había estudiado en Alemania, intentó abrir un laboratorio, pero no había instalaciones ni gente que lo ayudara y finalmente acabó desistiendo. Mis maestros del área de estructuras recomendaban lo siguiente: “¿Quieren saber lo que ocurre en el mundo? Lean revistas, especialmente las alemanas”.

Por aquella época fue que estuvo en Alemania, ¿cierto?
Fui a Stuttgart, donde no participé en proyectos de investigación, pero en los cursos que hice aprendí mucho. Por entonces, inicié un trabajo que logré concluir cinco años después, en Río, con el que obtuve la libre docencia. Cuando retorné a Brasil, entré a trabajar en la empresa Geotécnica, y a la noche desarrollaba mi tesis. Durante el día trabajaba en el área de proyectos. Construimos una carretera en Paraguay, que unía las ciudades de Concepción y Asunción. Por las noches me dedicaba a mi tesis. También tenía un cargo como profesor adjunto de la cátedra de Resistencia de Materiales de la Escuela de Ingeniería. Salía del trabajo y me iba enseguida para allá. Daba clases y luego regresaba al trabajo. A los directores de las empresas les gustaba que algunos de sus ingenieros fueran docentes en la facultad, porque eso daba prestigio. En 1965 presenté mi tesis de libre docencia en la UFRJ.

Luego dejó la empresa y se marchó a trabajar en la PUC-RJ. ¿Por qué?
Porque acepté una invitación que me hicieron. Ahí estuve un año, pero enseguida me enteré que en la UFRJ se estaba armando el Coppe y decidí irme a trabajar ahí.

¿Cuál fue la línea de investigación que desarrolló?
La cátedra donde yo enseñaba era Resistencia de Materiales, que tenía que ver con las estructuras. Fui ahí para fundar el Programa de Ingeniería Civil, del cual fui jefe, y traje al Coppe a Fernando Lobo Carneiro [1913-2001]. Él no era docente, sino investigador del Instituto Nacional de Tecnología [INT]. La Escuela de Ingeniería no disponía de un laboratorio de investigación y el INT era un laboratorio. Hacía ensayos de vigas, de estructuras estáticas y dinámicas. Lobo Carneiro abrió varios laboratorios en el Coppe. Además, estaba el Programa de Mecánica, que no contaba con un responsable, y entonces Alberto Luiz Coimbra [1923-2018] quien era el director del Coppe, me pidió que también me hiciera cargo del mismo.

Estamos hablando de una época de crecimiento del país, en la que se hacían grandes obras. ¿Cuál fue el aporte del Coppe?
La mayor demanda provenía de Petrobras. El hallazgo de las reservas de petróleo en aguas profundas generó un gran impacto, porque no había nadie en todo el mundo trabajando en ello. O Petrobras lo resolvía localmente o no habría forma de explotar ese petróleo. Fue una oportunidad maravillosa, porque se firmaron convenios y contratos con el Coppe en el área de estructuras para la explotación del petróleo. Para entonces, Lobo Carneiro había armado un excelente laboratorio de ensayos estructurales. Cooperamos en el proyecto del puente Río-Niterói. El Coppe también contribuyó al desarrollo de métodos numéricos para el cálculo de estructuras. Hacia el final de los años 1960 o principios de los años 1970, conseguimos una computadora IBM-1130, que tenía menos memoria que cualquier celular actual, pero ocupaba un salón enorme. Fue fantástico. Pudimos iniciar el desarrollo de varios métodos numéricos. El Programa de Ingeniería Civil encabezó el análisis con métodos computacionales debido a la gran complejidad de las estructuras. Entre 1968 y 1971 me fui a estudiar a la Universidad Stanford, en Estados Unidos, y allá hice un doctorado muy interesante. En aquella época, el desarrollo en Brasil no disponía del sostén matemático suficiente. Me dediqué a lo que se denomina cálculo de variaciones para el análisis de estructuras. Y fue un buen aporte. Sirvió para determinar técnicas de modelado, técnicas de desarrollo de cálculo con una fuerte base científica y analítica.

Coppe/UFRJ En 2019, Bevilacqua imparte la clase inaugural del programa de Ingeniería Química del Coppe/UFRJCoppe/UFRJ

En el doctorado en Stanford, su tesis abordaba la propagación de las ondas en los sólidos, ¿no es así?
Exactamente. Me fascinaba la parte dinámica de las estructuras, la propagación de las ondas en los sólidos. Cuando regresé a Brasil, pude desarrollar con dos de mis alumnos algo de esta área y ellos continuaron con esa línea. Pero también tuve que dedicarme mucho más a los métodos variacionales, porque era lo que Brasil estaba necesitando.

¿Qué opina del papel que tuvo su generación en el ámbito de la ingeniería?
Mi generación implementó la investigación, capacitó a la generación siguiente, participó en la gestión académica, y tuvo que hacerlo todo simultáneamente. Fue como hacer malabarismos con platos sin dejar caer ninguno. La mayoría de los colegas de mi generación no siguieron el mismo camino que yo. Se dedicaron a trabajar como ingenieros. Cuando empecé a dedicarme a la investigación, me topé con compañeros más jóvenes. Ellos venían directamente al posgrado desde la carrera de ingeniería, sin haber trabajado en empresas. Esto me habilitó a encarar la investigación desde otra perspectiva. Percibía cómo podía lograr aplicaciones y la importancia que eso tenía, incluso para la formación de nuevos investigadores. Había una conexión directa entre nuestra investigación y lo que se estaba llevando a cabo. En Petrobras, ambos extremos se conectaban. La industria aeroespacial también lo hacía; la industria química aún lo hace. Desgraciadamente, surgió un obstáculo para esa cooperación. Varias empresas brasileñas fueron desmanteladas en las últimas décadas y eso nos dejó en desventaja. Ahora China construirá un puente en Bahía, que conectará el continente con la isla de Itaparica. Antes, Brasil construía puentes maravillosos. Ahora importamos el proyecto. Es triste.

Usted dejó el Coppe luego de una intervención al programa. ¿Qué fue lo que sucedió?
En 1973, el profesor Coimbra fue encarcelado. Alguien que daba clases sobre el estudio de los problemas brasileños elaboró un informe donde lo denunciaba por tener ideas de izquierda. Y Coimbra tenía sus convicciones, era más de izquierda que de derecha, pero no planeaba implantar ninguna idea. En el Coppe, lo que se hacía era ciencia. Pero su salida fue trágica para el instituto. El profesor Sidney Santos, de la Escuela de Ingeniería, fue designado en la dirección. Lo llamaban interventor, pero llevaba las cosas suavemente. Al cabo de un año, o un año y medio, en una de las reuniones me armé de coraje y dije: “Ya es hora de hacer una reunión del consejo del Coppe y designar un nuevo director”. Incluso podía ser él, pero debía ser designado, a lo que se mostró indignado, pero aceptó. Se eligió una terna que fue elevada al rector y yo formaba parte de la misma. Eso fue en enero. Pasaron febrero, marzo, abril, y entonces me comuniqué por teléfono con el rector y le dije: “¿Tiene alguna duda, desea charlar conmigo?”. Él me respondió: “No lo conozco, no voy a nombrarlo director del Coppe. Primero lo pondré a cargo de un comité de posgrado de la rectoría para evaluar cómo se desempeña y luego decidiré si lo nombro”. Le retruqué: “No me han postulado para ese comité, elija para eso a otra persona”. Todo eso me desgastó mucho y solicité una licencia legal por seis meses. Tras eso, como aún no se había resuelto nada favorable, le pedí al nuevo rector una licencia por tiempo indeterminado y me la denegó. Entonces tomé una decisión radical: presenté mi renuncia al cargo. Ya tenía una invitación que me había cursado Décio Leal de Zagottis, que estaba trabajando en la empresa Promon, y la acepté. Pasé cinco años felices en Promon, en los cuales resolvimos problemas importantes en el proyecto de tuberías y recipientes a presión propios de su clase para las centrales nucleares de Angra 1 y Angra 2.

¿Cuál fue su participación en esos proyectos?
Había que desarrollar los proyectos de los dispositivos. Eran kilómetros de tuberías de varios diámetros, en donde no podía producirse absolutamente ninguna fuga. Desarrollamos ciertos modelos estándar de configuraciones de tuberías. Con ellos, se pudo trabajar mucho más velozmente en los proyectos de las mismas. Si se aprobaba un modelo, continuábamos con el tramo siguiente. En Angra 1 había un problema importante. En un segmento, era necesario reducir la presión en la tubería a un valor equivalente a unos 600 metros de altura de columna de agua. Y mantenerla en un tramo de algo más de 1 metro. No había ningún dispositivo que funcionara. Siempre se rompía. Diseñamos un proyecto de 6 metros, introduciendo en cada tramo del tubo una placa con un orificio, que iba reduciendo la presión a medida que pasaba de un agujero a otro y eso funcionó. La empresa podría haberlo patentado, pero Westinghouse, la compañía que proyectó Angra 1, aparentemente utilizó el mismo proyecto en centrales similares en otros países.

Luego regresó nuevamente a la vida académica a través de la PUC-RJ y solo después al Coppe. ¿Qué fue a hacer en la PUC-RJ?
Mi trabajo en Promon se había estabilizado bastante. Décio Leal se había ido. La gente del departamento de mecánica de la PUC empezó a insistirme. Querían contar con mi colaboración, que incluía los conocimientos adquiridos en los proyectos de Angra 1 y 2. Y acepté. A los pocos meses de entrar, la rectoría de la PUC me pidió que aceptara el puesto de vicerrector académico. No pude negarme y desde ese lugar, me propuse hacer de la PUC una universidad más integrada. Realizamos una nueva revisión académica de la PUC. Por la misma época, resulté electo como presidente de la Asociación Brasileña de Ciencias Mecánicas [ABCM]. No había ninguna revista brasileña técnica en el área de la mecánica, entonces, junto a otros 10 socios, fundé la Revista Brasileira de Ciências Mecânicas (RBCM). Desde entonces, se la edita regularmente. Tiene un muy buen factor de impacto para ser una revista de ingeniería: 1,7. En la actualidad, su publicación corre por cuenta de la editorial Springer, pero la ABCM conserva el control editorial.

¿Y cómo fue su retorno al Coppe?
Volví como profesor invitado, porque ya no formaba parte de la administración pública. Tuve que volver a rendir todos los concursos, para docente adjunto y para titular, para volver a ser admitido en la carrera estatutaria de la UFRJ. Ni bien llegué, me pidieron que asumiera en la Dirección de Desarrollo. En aquel momento, Petrobras aún mantenía una cooperación intensa con el Coppe y necesitaba un vehículo sumergible de operación remota. Era necesario realizar inspecciones a grandes profundidades, algo imposible para los buzos. Iniciamos un proyecto interdisciplinario, con profesionales de varias ramas de la ingeniería, mecánica, civil, eléctrica y de sistemas. Ese grupo comenzó con el desarrollo de motores, tecnología de sensores, brazos y manos robóticas, propulsión. Todo eso se hizo en conjunto con una empresa brasileña muy competente, Consub, que estaba desarrollando un vehículo de operación remota y que también tenía contrato con Petrobras. Pero ocurrió algo que, desgraciadamente se convirtió en algo habitual en Brasil. Suecia también había desarrollado un sumergible teledirigido. Cuando Petrobras lo supo, canceló el proyecto y se lo compró a ellos. Si hubieran perseverado, hoy tendríamos una empresa de vehículos de operación remota y el Coppe se habría desarrollado más en ese campo. El grupo conformado para ese fin continuó trabajando con el concepto de manipuladores y vehículos autónomos. En 2014 desarrollaron un vehículo para ayudar a desmontar dispositivos peligrosos o explosivos. Eso fue así porque para la Copa Mundial de 2014, la Fifa le exigió al país contar con esa capacidad para evitar atentados terroristas. Ese desarrollo se llevó a cabo mediante una asociación con una empresa que se instaló en el nordeste del país, con financiación de la Finep [Financiadora de Estudios y Proyectos]. ¿Y saben qué ocurrió? Vino una empresa extranjera, adquirió a la empresa brasileña y cerró la planta en Brasil. Eso me causó un profundo disgusto.

El hallazgo de petróleo en aguas profundas causó un gran impacto. O Petrobras lo resolvía aquí o no tenía cómo explotarlo

En 1991, casi 20 años después, ¿usted se convirtió en el director del Coppe?
Quien por entonces era el director, el profesor Nelson Maculan, fue elegido como rector, y como yo era su vice, asumí en el cargo. Pero no me mantuve ahí por mucho tiempo. En 1992, el señor Fernando Collor era el presidente de la Nación y el ministro de Ciencia y Tecnología era un gran profesor del área de las ciencias humanas, Hélio Jaguaribe. Algunos amigos suyos, que eran de la PUC-RJ, me dijeron: “Tú deberías ser su secretario ejecutivo. Él es un gran politólogo, pero necesita de alguien que entienda de tecnología”. Congenié muy bien con él, una persona maravillosa. En abril de 1992 empecé a trabajar en el ministerio. El país estaba trabajando en la organización de la Río-92, la gran conferencia ambiental. Al mismo tiempo, el gobierno estadounidense había propuesto la creación del IAI [Inter-American Institute for Global Change Research] y quería que Itamaraty [el Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil] promoviera un encuentro en Río. No se podían hacer las dos cosas simultáneamente. Entonces Uruguay se hizo cargo de ese pedido y la primera reunión se acordó realizarla en Montevideo. Me designaron para participar en la reunión. Se conformó una comisión de la cual fui miembro desde 1992 hasta 2002. Esa fue una de las posibilidades de aprendizaje de la convergencia de disciplinas, porque los temas ambientales solo pueden resolverse con la participación de gente de varias áreas del conocimiento y técnicas de observación de la Tierra.

¿Esa experiencia le fue útil para luego implementar el área interdisciplinaria en la Capes?
Cuando el profesor Abílio Baeta Neves dirigía la Capes había recibido tres o cuatro propuestas que no encajaban en ningún programa y me convocó para que elaborara un análisis. Entonces armé una comisión que evaluó esos proyectos y formuló la propuesta de crear un área interdisciplinaria. La primera rama que se destacó fue la de las ciencias ambientales. Cuando asistí a la reunión del IAI, quedó en evidencia que ciertos problemas emergentes para la preservación del planeta, de nuestra sociedad y de la vida en la Tierra, exigían soluciones que no era posible lograr partiendo de un solo campo del conocimiento. Uno no puede ocuparse de la biología de la Amazonia, por ejemplo, sin conocer su clima, porque eso afecta directamente a la totalidad de los asuntos ambientales. Por otra parte, también debe contemplarse la presencia indígena en la Amazonia. ¿Cómo se puede extraer de ese conocimiento que es milenario, pero básicamente intuitivo, algo con mayor rigor científico? Esa convergencia es de gran importancia. Yo mismo me puse a trabajar en otro aspecto, el de la dinámica de la población, a partir de la expansión del paludismo.

¿Qué tal le fue en su experiencia como director de la Agencia Espacial Brasileña?
Nuestro país participaba en el proyecto de la Estación Espacial Internacional y se había comprometido a destinar 60 millones de dólares para ese proyecto. Pero no teníamos ese dinero. En mi primera semana al frente, se comunicó conmigo por teléfono uno de los directores de la Nasa para felicitarme y preguntar cuánto íbamos a invertir en el proyecto de la estación. Le respondí: “2 millones de dólares”. ¿Saben lo que me dijo? “Al fin alguien me dice la verdad, porque se decía que eran 60 millones y después me salían con 500.000”. Él me propuso que en lugar de poner dinero, fabricáramos ciertos equipos y partes de la estación en Brasil y aportáramos eso. Eso fue bueno, porque fomentó nuestra industria.

Durante su gestión, en 2004, se produjo la explosión de la lanzadera de satélites en la base espacial de Alcântara, en la que murieron 21 personas. ¿Cómo afrontaron esa tragedia?
Ese fue un golpe tremendo. La Agencia Espacial Brasileña no posee un cuerpo tecnocientífico, pero está a cargo de la coordinación. Delega tareas. El responsable de la ejecución de los lanzamientos era el Centro Tecnológico de Aeronáutica [CTA]. Ellos trabajaban con total dedicación. Tras el accidente, mi propuesta fue transferir la ejecución del proyecto a una empresa especializada. Conversé con la gente del CTA y les propuse: “Ustedes podrán seguir haciendo el desarrollo científico y tecnológico de los propulsores, de los tipos de combustibles, pero la ejecución de un proyecto de gran envergadura es una actividad industrial, vamos a delegarlo a una empresa que tenga experiencia en el tema”. Se estaba discutiendo eso, pero entonces surgieron problemas internos en la agencia con el ministro al frente en ese momento, y yo me fui. No sé si la Aeronáutica lo hubiera aceptado, pero todavía creo que es la mejor solución. Solo que ahora se ha puesto difícil, porque ya no tenemos la Base de Alcântara.

¿Cómo se gestó la UFABC?
En 1998 se llevó a cabo un evento en Angra dos Reis para debatir un proyecto de universidad moderna y ahí se habló de la necesidad de ampliar el diálogo interdisciplinario. Otro momento clave fue un intento que hicimos en la UFRJ junto a otros docentes, con Leopoldo de Meis [1938-2014], Antônio Paes de Carvalho, Moysés Nussenzveig, entre otros, para instaurar una licenciatura con dos etapas. Le presentamos el proyecto al rector, pero el consejo universitario no se avino a discutirlo y entonces desistimos. En esa época el rector era Nelson Maculan. A él le agradaba la idea. En 2014, cuando Maculan era Secretario de Educación Superior del MEC, me telefoneó para decirme que el proyecto de una universidad federal en el ABC debía concretarse y que ya era hora de implementar aquellas ideas. Acepté. Montamos un comité que elaboró el proyecto de una universidad sin departamentos, con tres centros y un núcleo de cognición, porque me parecía que los procesos cognitivos tendrían cada vez mayor influencia en esas áreas científicas.

Al sector empresarial le falta audacia y voluntad para desempeñar un rol protagónico en el desarrollo tecnológico

¿Cómo se estructuró la formación de los alumnos?
Primero, tres años de licenciatura y uno o dos más de formación profesional, dependiendo del área. Segundo: la base educativa ya no sería física 1, 2, 3 y 4, sino materia y energía, procesos de información y comunicación, humanidades, matemática y modelado computacional. Esas serían las líneas principales, sin departamentos. Empezamos a contratar a un buen número de excelentes docentes. Por cierto, la UFABC es la USP y la Unicamp, porque el 70 % de los profesores de la UFABC provienen de esas dos instituciones. Yo conversaba con todos los candidatos: “Ustedes se van a encontrar con una universidad diferente”. Al principio todos estaban de acuerdo, pero después algunos se ofuscaban. Las mayores protestas surgieron entre los ingenieros. Ellos son más reaccionarios, pero después se fueron asimilando. Según una evaluación efectuada por la empresa Clarivate Analytics, la UFABC figura en el primer puesto en el país en cuanto a publicaciones e impacto científico. Un análisis de la revista Nature ubicó a la UFABC en el quinto puesto. No tiene importancia, las primeras son la USP, la Unicamp, la UFRN, la UFRJ y después viene la UFABC, fantástico. La contribución de la UFABC a la ciencia es innegable, ya que tiene cómo demostrarlo.

Pero, ¿hubo dificultades para implementarla?
Los docentes de los cursillos de preingreso les decían a los alumnos: “No vayan a esa universidad, no va a funcionar”. Y ellos no se postulaban para ingresar a la UFABC. La prensa repicaba en los medios que aquello era la UniLula, que era una farsa. Nosotros impartimos un curso de actualización para los docentes de la enseñanza media y ellos se mostraron encantados con la UFABC. Ahí cambió la perspectiva en los cursillos. Y cuando el periódico Folha de S.Paulo comenzó a implementar el modelo de evaluación de la internacionalización en las universidades, ¿cuál figuraba siempre en primer lugar? La UFABC. Todos tuvieron que reconocer que no era lo que pensaban. Pero eso no resolvió todos los problemas. Los estudiantes que buscan entrar a esta universidad no son los que tuvieron el mejor desempeño en la enseñanza media. Pero hay alumnos muy buenos. La apreciación de las empresas que los contratan es la siguiente: “Conocen muy bien lo que hacen, y cuando les planteamos problemas que no han aprendido a solucionar, saben dónde buscar”. Esta ventaja de tener independencia intelectual es algo muy bueno.

Y la formación de un ingeniero, ¿cómo debería ser?
Acabo de participar en un nuevo proyecto curricular que será presentado por la Academia Nacional de Ingeniería. El camino es: una formación básica sólida, que incluya los temas fundamentales para el ejercicio de la profesión y mantenerse en conexión con la evolución de varios campos del conocimiento, y luego una formación específica. En la Universidad Harvard es así: áreas fundamentales, otras tres complementarias y una más, que es matemática. Muchos consideran que esa es una educación inadecuada, centrada en formar generalistas. Yo no lo veo así. Hay que pensar en simultáneo nuestra formación como ciudadanos y como profesionales. También proponemos que ciertas materias prácticas no sean impartidas por docentes con dedicación exclusiva, sino por profesionales de la industria. Uno no puede dar clases sobre puentes estudiándolo en un libro. Para enseñar esa asignatura se necesita haber proyectado y construido puentes. Otro ítem es acabar con el Consejo Regional de Ingeniería y Arquitectura [Crea] tal como ahora está configurado. El Crea se inmiscuye en las materias que se enseñan. Deben dejar que la universidad haga lo que crea conveniente. Pero para acreditarse como ingeniero, hay que rendir un examen de idoneidad en el Crea. Eso es legítimo. Deberían darle libertad a la universidad para que funcione como considere oportuno para la formación del ciudadano y del ingeniero, y libertad a los consejos profesionales para autorizar el ejercicio de la profesión.

Los empresarios también tienen interés en la formación de los ingenieros.
Es cierto, pero al sector empresarial le falta audacia. A nuestras empresas les falta voluntad para desempeñar un rol protagónico en el desarrollo tecnológico. Hoy en día, el volumen de publicaciones referentes a patentes en Brasil es absolutamente ridículo.

ACI/UFABC Bevilacqua (a la der.) junto al entonces rector de la UFABC, Helio Waldman, en una ceremonia en la universidad, en 2013ACI/UFABC

¿Cuál es su vínculo con el Coppe en la actualidad? ¿Supervisa alumnos?
Tengo algunos reparos, porque hay tantos docentes jóvenes que necesitan alumnos. Trato de ayudar a aquellos que están dirigiendo a otros alumnos. Me sumo, colaboro. Y con China, porque tengo un exalumno chino, Maosheng Jiang, que en 2017 concluyó el doctorado y regresó a China. Este año nos aceptaron dos artículos para publicación y durante este primer semestre saldrán otras dos contribuciones.

¿Cuáles son sus intereses actuales?
Me he dedicado mayormente a la investigación, algo que siempre me ha fascinado, pero que a menudo tuve que interrumpir para abocarme a otras actividades. Estoy trabajando en dos temas con aplicaciones interesantes. Uno trata sobre la difusión con flujos múltiples, que sirve para elaborar modelos sobre el desplazamiento de las poblaciones, epidemias y flujo de capitales. También permite evaluar cómo un sueldo se transforma en gastos y si uno está ganando o perdiendo. El otro tema está relacionado con la geometría de las curvas, que pueden representar, por ejemplo, árboles o vasos sanguíneos o membranas biológicas. La vida académica, la curiosidad, no se acaban nunca. Eso nunca envejece.

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