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Entrevista

Luiz Eugênio Mello: Lo que es bueno aún puede mejorarse

El nuevo director científico de la FAPESP habla de sus planes y de los desafíos que le impone la pandemia a la actividad de investigación científica

Léo Ramos Chaves

El 27 de abril, sin grandes pompas y en medio de la pandemia de covid-19, el neurocientífico Luiz Eugênio Mello asumió el cargo de director científico de la FAPESP. Mello sustituye al físico e ingeniero Carlos Henrique de Brito Cruz, quien ocupó el cargo desde 2005. Su trayectoria de conjuga actividades de investigación y administrativas en la universidad y también su desempeño en empresas privadas. Profesor titular de fisiología en la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), fue prorrector de Grado (2005-2008), siendo partícipe de la expansión de esa institución. En 2009 se hizo cargo del área de innovación en la minera Vale e implementó el Instituto Tecnológico Vale (ITV), integrado por dos filiales de investigación ubicadas en los estados de Minas Gerais y de Pará. Recientemente, ocupó el cargo de director de Investigación y Desarrollo en el Instituto D’Or de Pesquisa e Ensino. Miembro de la Academia Brasileña de Ciencias, también fue vicepresidente de la Asociación Nacional de Investigación y Desarrollo de Empresas Innovadoras (Anpei).

A su juicio, aunque la pandemia revista la categoría de “urgencia”, incidiendo en todo lo que tiene que ver con el corto plazo, la crisis del nuevo coronavirus le imprime valor a la ciencia ante la sociedad, porque de ella es que están surgiendo las respuestas. “No debemos generar falsas expectativas ni la esperanza de ‘balas mágicas’. Disponemos de una oportunidad única para hacer que la gente entienda algunos conceptos fundamentales de la ciencia y recuperar en parte su prestigio. En tanto y en cuanto los datos, la evidencia científica y el método científico sean los pilares, tanto más exitosos seremos en esta estrategia de revalorar a la ciencia”. En lo que atañe a la categoría de “importante”, a largo plazo, él no prevé cambios y define como su objetivo el de tornar a la Fundación en una agencia aún mejor.

Mello sigue con preocupación la crisis de financiamiento de la actividad de investigación científica que enfrentan los organismos del gobierno federal, lo que a su juico provoca que el sistema esté desapareciendo progresivamente. Para él, la actividad conjunta que se desarrolla con otras unidades de la federación brasileña es muy relevante para el éxito de la investigación científica hecha en São Paulo. E impulsa que la FAPESP fortalezca sus colaboraciones nacionales e internacionales, con un amplio abanico de colaboradores. “Cuando hablamos de Europa, por ejemplo, nos vienen a la memoria los países de siempre: Inglaterra, Alemania, Francia… ¿Cuántas veces pensamos en Bulgaria o en Rumania? En esos países seguramente hay muchos trabajos de calidad en curso”. En la misma sintonía plantea: “¿Por qué no podemos lograr colaboraciones de fuste con estados tales como Pará, Acre o Rio Grande do Norte?”. En su opinión, cuanto más amplio sea el conjunto de regiones o de países, mayor será el potencial de actuación y la atracción de talentos, beneficiando con ello a la ciencia y a la tecnología paulista.

Poco antes de asumir el cargo, Mello concedió por videoconferencia, desde su casa en São Paulo, la entrevista que puede leerse a continuación, en la que se explayó sobre la innovación, los planes para la FAPESP, la pandemia y su visión al respecto de la ciencia y la tecnología.

Edad 62 años
Especialidad
Biología molecular, neurociencia, gestión científica y tecnología
Institución
Universidad Federal de São Paulo (Unifesp)
Estudios
Título de grado en medicina, maestría y doctorado en biología molecular concedidos por la Unifesp
Producción
155 artículos

¿Cuál es su visión sobre el rol actual de la FAPESP y cómo podría perfeccionarlo durante su gestión?
La FAPESP es una de las mejores, si no es la mejor agencia de fomento de la investigación científica en actividad en el estado de São Paulo. Este argumento no se basa en una opinión, sino en la regularidad de su aporte de recursos, en la estabilidad de procesos y normas, en el volumen significativo de dinero, en los plazos de tramitación de expedientes y en una serie de otros aspectos que permiten definir esa calificación. Hay mérito y evidencias concretas. Independientemente de estas cualidades innegables, siempre existen aspectos que pueden mejorarse. Por más que los plazos de la FAPESP ya sean muy buenos actualmente, si se los compara con otras instituciones del país y del exterior, aún podrían mejorarse. Tengo la impresión de que es posible introducir modificaciones importantes en cuanto a la simplificación de procesos, reducción de algunos grados de control, o de lo que podríamos denominar como burocracia, que tal vez contribuyan a una mayor eficiencia. En la iniciativa privada existe un dicho muy interesante. La iniciativa privada evidentemente se basa en la rentabilidad y en una mayor eficiencia, en cuanto a lo económico. El proverbio expresa: “El costo es como las uñas y el cabello, crece continuamente y, si no se lo corta, lo único que hace es aumentar, aumentar y aumentar”. Yo diría que su analogía con el entorno público podría ser que la burocracia crece permanentemente y, si no se la frena, solo aumenta. Hay razones para todo, tanto para que el costo o para que la burocracia se incremente. Pero, por supuesto, las cosas no suceden sin una lógica; pero debemos confrontarla y generar mayor eficiencia. El aumento de la eficiencia es un punto importante. Para simplificar el argumento, podríamos resumirlo todo en que la FAPESP ya es muy buena y podría mejorar aún más. ¿La FAPESP podría ser la mayor agencia de fomento de la investigación científica? Eso no será posible, ni siquiera en Brasil. ¿Pero podría ser la mejor agencia? Ese puede ser un objetivo estratégico: que la FAPESP sea una de las mejores agencias de fomento de la investigación científica del mundo. ¿Qué hacer para lograrlo? Tendremos que estudiar y conocer mejor a la Fundación por dentro para planificarlo minuciosamente, actuar, verificar y ajustar.

Si las agencias de fomento, como es el caso de la FAPESP, no financiaran la investigación básica, nadie lo haría

¿Cuánto de sus planes se vio afectado por la coyuntura actual?
Hay dos temas ahí. Uno de ellos suele separarse en dos palabras: urgente e importante. A menudo lo urgente ocupa el lugar de lo importante. En general, lo importante son las ideas a largo plazo, estructurales. Sucede que ellas son atropelladas en el día a día por lo urgente. Esto vale para cualquier organización, y la FAPESP no es la excepción. Evidentemente, si no tomamos precauciones frente a un incendio, ya no tendremos un hogar, no sirve de nada planificar una hermosa arquitectura a largo plazo. Yo diría que la coyuntura actual, que pasa por afrontar la pandemia, es algo que no afecta en nada a los principios estructurales. El impacto se traducirá en el aspecto práctico cotidiano. Cualquier decisión que se tome va a conformar y agradar a algunos y a desagradar y dejar disconformes a otros, eso es inevitable. Aún debemos verificar cuáles son los ajustes que deben hacerse en la FAPESP. Ellos se tornaron urgentes, no podemos dejar de hacerlos. Pero los mismos no deberían impactar sobre la estrategia a largo plazo, que es lo importante para la meta mayor de transformar a la Fundación en una agencia aún mejor.

Si nos abstraemos de la crisis, ¿cuáles serían concretamente las estrategias previstas para su período en la Dirección Científica?
Para eso citaré ejemplos, algunos de los cuales Brito [Carlos Henrique de Brito Cruz, el director científico hasta el día 26 de abril de 2020] ya había empezado a poner en marcha. En general, el proceso de elección de asesores es manual. La Coordinación de Área le sugiere nombres a la Coordinación Adjunta, que valida esos nombres, y luego el proceso se le envía a un asesor externo para que dé su dictamen. Todo ese trámite tarda un tiempo, “come” tiempo. ¿No podríamos hacerlo en forma electrónica? De hecho es posible, en realidad, el sistema ya está listo. De Brito Cruz empezó a testearlo en algunas coordinaciones de área y, aparentemente, funciona bien. Tal vez se lo pueda perfeccionar, mejorarlo, y acaso aún exista intervención humana en alguna etapa que no sea necesaria. ¿Acaso no podríamos disponer de una computadora que resuelva si hay o no un conflicto de intereses, que determine quién es el mejor asesor para un tema determinado, teniendo en cuenta los plazos y la expertise en el área, y envíe en forma automática el proyecto para su análisis? Podríamos ganar en eficiencia, en tiempo y, posiblemente, en calidad en la totalidad del proceso. Debemos testearlo, evaluarlo, perfeccionarlo y, si fuera el caso, implementarlo. Se pueden hacer cambios mucho más radicales, verificar cuáles son las mejores prácticas en todo el mundo y evaluar, mediante estudios piloto, aquello que funciona y cómo evolucionar. Existe un volumen muy grande de trabajo en la FAPESP a partir de informes que deben analizarse. Por ejemplo, informes de iniciación a la investigación científica. Yo, como gran usuario que fui de la FAPESP, como director de becarios de iniciación a la investigación científica, veo como un mérito enorme la exigencia de informes semestrales. El alumno le otorga mucho más peso a la rendición de cuentas externa de la agencia financiadora de la investigación, en comparación con la que le exige alguien cercano, que es su director de tesina. Eso le confiere un gran valor al sistema porque suscita alumnos e informes mejores y, como consecuencia de ello, profesionales capacitados. Sin embargo, ese sistema de evaluación genera un impacto, porque por cada informe semestral de iniciación a la investigación científica se necesita contar con un asesor que lo evalúe. El informe pasa por la Coordinación de Área y por la Coordinación Adjunta de la Dirección Científica. A lo mejor no es necesario ese trámite por la Coordinación Adjunta. Una vez que fueran concedidos, los informes de seguimiento podrían quedar exclusivamente a cargo de la Coordinación de Área. Hay que verificar si eso es procedente o no, pero son ejemplos pequeños de cómo hay diversas etapas del proceso interno que pueden mejorarse contribuyendo para una merma del volumen de trabajo. Los investigadores que están en la Coordinación Adjunta de la Dirección Científica están al límite de su producción, de su potencial, de su capacidad. Atosigarlos con una tarea que tiene mucho de burocrática no es hacer el mejor uso de esa inteligencia disponible.

Desde hace algunos años existe una exigencia mayor de la sociedad para que las inversiones en ciencia tengan un mayor impacto económico y social.
La disociación entre la academia y la sociedad es enorme en todo el mundo. El término “torre de marfil” no fue acuñado para referirse a alguna institución de excelencia en Brasil, sino en alusión a instituciones del exterior. La brecha entre la academia y la sociedad tiene razón de ser en el propio modelo de producción de la universidad. Este modelo suele implicar una actividad más reflexiva, a largo plazo, y en lo cotidiano la sociedad está más preocupada por lo que está ocurriendo ahora. Existe una diferencia entre el enfoque a corto y a largo plazo. La actividad reflexiva de la universidad tuvo un impacto ahora, en el mes de abril, con el pedido de renuncia del director general del Consejo Europeo de Investigación Científica, el italiano Mauro Ferrari. Lo que se proponía hacer Ferrari era una investigación más aplicada, referente a cómo enfrentar el covid-19, por ejemplo, mientras que la perspectiva de la comunidad europea de investigación sostiene que esa agencia no está para afrontar el corto plazo, sino para trabajar a largo plazo. Si ella empezara a dedicarse a apagar cada incendio que surge, nadie cumplirá con la función para la cual fue creada. Cito este ejemplo reciente solo para hablar de Europa, a la que, en general, se la suele tomar como referencia. Volviendo a nuestra situación particular, entiendo que la sociedad, tanto en Brasil como en el resto del mundo, y con toda la razón, está atenta a una inversión que es pública, realizada en las actividades de la universidad, y desea un retorno. El pensamiento común es: “¿Cómo impacta eso en mi realidad cotidiana?”. Creo que eso redunda en varios aspectos que apuntan a darle mayor visibilidad a lo que se hace en la universidad. Esa preocupación ha movilizado a cada vez más investigadores con blogs y páginas web.

El biólogo Átila Iamarino, exbecario de la FAPESP, cuenta con 2,5 millones de seguidores en su canal de YouTube, que está dedicado solamente a la ciencia.
Hace 10 ó 20 años no sé si existía algún caso análogo al de él, con esa capacidad de brindarle toda esa visibilidad a la ciencia. Creo que como respuesta a la demanda de la sociedad de un impacto mayor, contamos con varias derivaciones emergentes, incluyendo divulgadores activos de la ciencia como él. Por otra parte, nadie debería tener interés por matar a la ciencia más fundamental. El punto es que en la investigación básica, resulta bastante más difícil definir mérito y aspectos a largo plazo. Recientemente vi una historieta muy buena que muestra a dos o tres personas en la Edad de Piedra que hacían un esfuerzo brutal para arrastrar a un mamut que habían cazado. Estaban molestos con un fulano que estaba alejado haciendo algo inútil. En la viñeta siguiente, el que estaba haciendo algo inútil había acabado de inventar la rueda, aunque él no sabía muy bien para qué servía eso. Resulta difícil definir qué es lo que tiene sentido en la investigación básica, es mucho más fácil hacerlo con los trabajos académicos que tienen una aplicación inmediata. Pero si agencias como la FAPESP no financiaran la investigación fundamental, nadie lo haría.

Eduardo César Junto a la entonces doctoranda Simone Benassi en el Laboratorio de Neurofisiología, em 2000Eduardo César

¿De qué manera la labor en la creación del ITV, que usted dirigió, influyó en su enfoque y en la capacidad de interacción entre la iniciativa privada y las universidades en Brasil?
Ese proceso fue una experiencia única. Yo ya había participado en los procesos de creación de nuevos campus de la Unifesp. Los campus de Santos, Guarulhos, São José dos Campos y Diadema tuvieron su primer examen de ingreso cuando yo estaba al frente de la Prorrectoría de Grado. El proceso de creación, tanto en la ciencia como en las corporaciones es apasionante. Para mí es un placer enorme. El proceso de fundación del ITV y el del desarrollo del Idor, que es el Instituto de Investigación y Enseñanza de la red D’Or São Luis, brindan esa dimensión de la interacción con lo privado. La búsqueda de compatibilidades es algo indescriptible, conciliando aquello que son perspectivas disímiles. Nuevamente, eso tiene que ver con asuntos a corto y largo plazo. Por cierto, en una empresa como Vale, por ejemplo, el tema del plazo es siempre un incendio: no se puede dejar un asunto sin resolverlo y de manera urgente. Pero una empresa como esa también contempla asuntos a largo plazo, que solo podrán encauzarse mediante la generación de conocimiento. Creo que mi experiencia en la empresa me dio un sentido más práctico del mundo. Estuve nueve años trabajando en Vale. Cuando entré, me veían como un docente universitario, un académico, y eso me molestaba porque en la práctica deseaba que me vieran como uno más de los directores de la empresa. Paulatinamente, me empezaron a ver así. Es algo así como una función de embajador. Uno conoce la lengua del país extranjero en el que se encuentra, pero está representando al país originario en donde nació. Cuantos más embajadores logremos tener, mejor será, porque reduciríamos el rechazo recíproco. Lo que a mí me sumó fue la comprensión de un concepto más práctico del mundo, más enfocado en lo inmediato, por un lado. Pero incluso pensando en lo inmediato, la empresa se dio el lujo de tener una iniciativa a largo plazo. Me complace citar el trabajo de un geólogo que se convirtió en un gran amigo mío, Roberto Dall’Agnol, miembro de la Academia Brasileña de Ciencias [ABC]. Imagínense a una empresa privada que tiene en su instituto de investigaciones a un miembro de la ABC. Es algo notable. Él elaboró un trabajo cuyo título era más o menos así: “Análisis palinológico del holoceno en la Amazonia occidental”. Quien lee un título así piensa: “Es investigación básica”. Al final de cuentas, se trataba de algo referido al análisis del polen en un período geológico antiguo en una porción de la Amazonia. Solo que en este caso, el proyecto, más allá de haber generado un conocimiento fundamental que no existía, contribuyó para acelerar un proceso de licencia ambiental del mayor emprendimiento de minería del mundo entero, no solo para Vale, al menos para ese entonces, en 2014. El impacto para la empresa redundó en centenas de millones de dólares, al anticipar en seis meses una licencia. Eso solo pudo hacerse porque la empresa disponía de datos científicos, dos años de análisis del lago de la región durante la sequía, durante el período de lluvias, luego durante la siguiente sequía e informaciones físicas, químicas y biológicas actuales y del pasado. La información es fundamental y, sin ciencia, no se tiene nada. El instituto hizo ese trabajo y es un éxito, en el que participaron varios científicos. Es algo muy bueno poder contribuir, participar, colaborar en la construcción de modelos de integración en los que Brasil aún ostenta muchas carencias. Podríamos hacer mucho más.

¿Eso es algo que usted percibe como lo más interesante en cuanto a la relación empresa-universidad?
Sin duda. En la práctica, la cantidad de empresas con potencial de colaboración con la academia es enorme. Si sumamos la gestión de Perez [José Fernando Perez, el director científico entre 1993 y 2005] y la de De Brito Cruz [2005-2019] son 27 años. En ese período, la FAPESP avanzó a un ritmo ampliación creciente de colaboración con el sector privado o con el sector empresarial. Esta interacción puede optimizarse y trabajarse de otras formas. Un punto crítico reside en reducir los prejuicios y generar acuerdos: ¿qué pretende cada uno del otro para que la relación sea transparente y se concreten las entregas? Cuanto más clara sea esa relación, mejor será para todas las partes.

En el marco de la pandemia actual, disponemos de una oportunidad única para hacer que la gente entienda algunos conceptos relativos a la ciencia

A partir de la experiencia que usted narra en Vale, ¿las instituciones privadas también estarían empezando a enfocarse más en el largo plazo? ¿Se avizora un cambio en ciernes?
No tengo una perspectiva concreta al respecto de qué es lo que ya ha cambiado. Pero estoy seguro de algunas características que deben poseer las empresas para que quieran o puedan enfocarse a largo plazo. Y una de ellas es que las empresas tengan el tamaño suficiente. Hay una cuestión de masa crítica, a partir de la cual logran enfocarse a largo plazo. Si miramos hacia el exterior, hay varias empresas que tenían en vista el largo plazo desde hace tiempo. E incluso hay ejemplos que encierran frustraciones. Uno de ellos es el de Xerox, que poseía un núcleo muy famoso denominado Parc [Palo Alto Research Center], en donde se concibieron la pantalla digital y el mouse, y donde se plantearon varios otros nuevos dispositivos. ¿La empresa tenía una perspectiva a largo plazo? La tenía, pero aparentemente había una desconexión entre la cosa del día a día y esas oportunidades emergentes. Algo así como: “Eso no va a ayudarme a hacer más fotocopias o a hacerlas de mejor calidad”. La empresa no supo capitalizar y aprovechar las posibilidades de nuevos negocios e innovaciones. La visión a largo plazo y la capacidad para transformar todo eso en una oportunidad de negocio requiere, igualmente, de una intensa labor interna de la empresa. Necesitamos contar con una cantidad lo suficientemente grande de empresas que a su vez sean lo suficientemente grandes para que ese modelo comience a ser viable. Asimismo, se necesita un modelo de organización que nos habilite a obtener los beneficios que va a generar esa labor a largo plazo. Finalmente, existe otro asunto presente en varios trabajos sobre innovación. En Xerox, no se advirtió la ventaja que suponía haber desarrollado el mouse o la pantalla interactiva, pero eso no llegó a derrumbar el negocio de la empresa, que mantiene su solidez. El caso de Kodak fue diferente. Los ingenieros de Kodak fueron quienes desarrollaron el sistema de fotografía digital. El problema es que esa innovación canibalizó al resto de los negocios que manejaba la empresa, tales como la venta y revelación de películas. La compañía no supo trabajar adecuadamente esa oportunidad que tuvo en sus manos. Ese es el desafío. Por el lado de las empresas eso requiere cierta comprensión. Es fácil ser profeta del pasado, ingeniero de obras concluidas. Lo difícil es desarrollar y lanzar un producto innovador, fruto de la investigación, y que el mismo aporte beneficios al negocio.

A su juicio, ¿qué rol cumplen las pequeñas empresas?
Las empresas pequeñas son el semillero de esas soluciones innovadoras, de estas nuevas oportunidades. Ni Facebook ni Google nacieron siendo grandes. Lo cierto es que nacieron pequeñas y pronto se transformaron en gigantes. La inmensa mayoría de las empresas no viven un proceso de crecimiento como ese y, muy a menudo, cuando eso ocurre, son adquiridas por grandes empresas. Conceptualmente, las evidencias revelan que la innovación suele surgir en las empresas pequeñas y se necesita contar con un conglomerado de empresas pequeñas que puedan hacer eso. El problema reside en que no toda la innovación es el resultado de investigaciones científicas o de avances tecnológicos. En el caso de la FAPESP, el objetivo central siempre debe mantenerse en la investigación y en la tecnología. En la práctica, ese desarrollo tecnológico es un componente fundamental para nuestra actividad.

Usted ya ha mencionado que algunos segmentos de las empresas brasileñas hacen investigación y desarrollo [I&D], pero en otros, esa actividad es prácticamente inexistente. ¿Cómo debe afrontarse ese problema?
Yo creo que “la necesidad es la madre de la invención”, que es una sentencia lapidaria y tiene mucho de cierto. Si una empresa está a resguardo, con un mercado cautivo, no tiene necesidad de innovar e investigar. ¿Para qué hacer una inversión onerosa y correr el riesgo de que no salga bien? En la práctica, el mercado y la competencia famosos son muy saludables porque generan una búsqueda incesante de mejora del proceso, mediante innovaciones, actividades de investigación e investigación tecnológica que puedan contribuir para la sostenibilidad del negocio. Cuando prestamos atención a lo que es fuerte en Brasil, podemos ver que hay segmentos significativos. Nadie niega que el sector agropecuario sea pujante. Ahí hay mucha tecnología involucrada. Y cada vez se hace más agricultura de precisión, lo que significa que se emplean coordenadas geoespaciales, mediciones de humedad en el suelo, de la fotosíntesis del cultivo, etc. El clima es el límite para introducir nuevas tecnologías en el sector. El país tiene un gran potencial no solo para mejorar su industria sino también para generar tecnología emergente se exporte a otros lugares del mundo. Hay otros segmentos en los que Brasil se ha fortalecido, tales como el de cuidado personal, en el que cuenta con grandes empresas, tales como Natura y Boticário, por ejemplo. En esos casos, también puede haber mucha investigación. Cualquiera de esas organizaciones tendrá obligatoriamente que hacer investigación, porque sin ello no podrán conservar el sitial de liderazgo que alcanzaron y pondrán en riesgo su supervivencia. El punto esencial es la competencia.

Alex Reipert/ DCI-Unifesp En la promoción de un evento sobre innovación de la Embrapii, en la rectoría de la Unifesp, en 2019Alex Reipert/ DCI-Unifesp

Durante nueve años, usted hizo el trayecto sudeste-norte recorriendo los centros de investigación del ITV. ¿Qué fue lo más interesante que notó en el modo de hacer ciencia en las distintas regiones brasileñas?
Sorprendentemente, las diferencias son escasas. Teníamos personal de São Paulo, de Minas Gerais y de Río de Janeiro que iban a trabajar a Belém (Pará), donde hay una de las filiales del ITV, además de paraenses y gente de diversas otras procedencias. También tuvimos gente de todo el país trabajando en Ouro Preto (Minas Gerais). Había una base de operaciones en São Luís, en el estado de Maranhão, actividades en Mozambique, en África, y también en Canadá, donde está uno de los centros de Vale. Las diferencias son importantes cuando nos concentramos en la perspectiva de vida, en el día a día y desde el punto de vista de algunos estereotipos. En cuanto a los estereotipos, creo que podemos superarlos rápidamente. Basta que exista voluntad. A grandes rasgos, al paulista se lo tilda de soberbio y el retrato del bandeirante paulista es pésimo, porque alude a algo así como un líder religioso que lleva la palabra a los pueblos que aún están al margen de ese beneficio, en este caso, de Dios. En la práctica, la voluntad de trabajo, la disponibilidad para hacer las cosas es algo universal y la capacidad para ejecutarlo en conjunto es enorme. Las diferencias residen mucho más en la impronta que cada uno lleva consigo que en cualquier otra cosa. De hecho, en cuanto al modelo mental para el trabajo, vi pocas diferencias. Las mayores diferencias quizá pudieron verse, por ejemplo, en pequeñas cosas como el turno de trabajo. Para tomar un ejemplo actual: todos estamos atravesando este momento de la pandemia del coronavirus bajo una condición laboral absolutamente diferente, desde casa. Varios de nosotros tenemos hijos conviviendo junto a nosotros en el ámbito laboral. La dinámica es distinta. Imagínense un país donde las empleadas domésticas no existen porque la estructura social es distinta. Muchos trabajan en un horario de 9:00 a 17:00 porque deben recoger a sus hijos de la escuela y no tienen con quién quedarse. No se trata de falta de compromiso con el trabajo, sino de conciliarlo con otro conjunto de valores. No por eso el trabajo deja de hacerse. Creo que todos salen beneficiados cuando hay más universalización. Eso significa lo siguiente, volviendo al punto del bandeirante y de la vida inteligente: ¿será que solo hay vida inteligente en Brasil? Cuando nos referimos a Europa, por ejemplo, nos vienen a la mente los países de siempre, Inglaterra, Alemania, Francia… ¿Cuántas veces pensamos en Bulgaria o en Rumania? Solo los recordamos menos porque el contacto con ellos es menor, pero seguramente allá se están elaborando trabajos de calidad. Esa misma lógica puede aplicarse entonces a la metáfora que quise expresar. ¿No sería posible entablar colaboraciones de importancia con Pará, Acre o Rio Grande do Norte? ¿Será verdad que las asociaciones relevantes ocurren solo en el eje sur-sudeste? Cuando existe una empresa con potencial de acción y de atracción de talentos dentro de un conjunto más amplio de regiones o países, hay un potencial mucho mayor de que esa organización crezca. El beneficio es enorme. Si ese mismo argumento lo extrapolamos a la FAPESP, creo que cuantas más colaboraciones logremos plasmar, y no solo con grandes organizaciones, mejor será. Cuanto más colaboremos con las instituciones de vanguardia del mundo, pero también con varias otras de niveles diferentes, más provechoso será eso para la ciencia y la tecnología de nuestro estado.

Esta crisis sanitaria no tiene precedentes en las últimas décadas. La FAPESP emitió dos pliegos llamando a concurso, uno para la pequeña empresa y otro para grupos de investigación de las universidades. ¿La Fundación puede contribuir más?
Sí que puede. A mediados de abril participé como invitado en la primera reunión del Consejo Superior de la FAPESP. La preocupación de algunos consejeros por el day after, muy pertinente, ya apareció en otras instancias. ¿Qué va a ocurrir cuando una cifra suficiente de gente se haya contagiado y exista la posibilidad de volver? Hay varios asuntos que plantear, de aquí a uno, dos o tres meses. Uno a largo plazo tiene que ver con la salud psíquica y mental de la gente luego de esta crisis. Lo primero que se necesita es simular y escalonar ese retorno. ¿Debemos hacerlo barrio por barrio? ¿Por cadenas de negocio? ¿Con base en un sello vía aplicación? ¿Qué empresa comercializará esa aplicación o cuál es la criptografía que se utilizará? Ese día después depende menos de una actividad de investigación a largo plazo y más bien alude a una investigación de aplicación inmediata, acaso más dirigida a las empresas que para el sector académico, pero ocupa un espacio importante en las necesidades de la sociedad. Hay otros frentes de investigación: ¿cómo ha evolucionado esta epidemia? Hay países con experiencias diferentes. ¿Cuál es el sistema que han empleado y cómo están aprendiendo a partir de eso? Se abre un amplio abanico de posibilidades para la actividad de la Fundación.

En el marco de la crisis actual se advierte cierta recuperación del respeto por el trabajo y por la opinión de quienes se dedican a la investigación científica. ¿La ciencia emergerá de esta crisis más fortalecida y cercana a la sociedad?
Creo que tenemos que aferrarnos con uñas y dientes a esta ventana de oportunidad que se nos presentó. El coronavirus es una desgracia sin precedentes, pero de hecho la ciencia ha crecido en la consideración de la sociedad y es desde la ciencia que están viniendo las respuestas. Si tal o cual droga (A o B) funciona en determinado momento, no será porque un gobernante X u otro Y propicie una opción. Será porque habrá evidencias de cuán segura es y para cuáles pacientes es insegura. Por nuestra parte, no debemos generar falsas expectativas ni la esperanza de una “bala mágica”. Debemos aprovechar para fomentar, por ejemplo, la comprensión de la matemática. ¿A qué alude exactamente el reiterado achatamiento de la curva? ¿Qué representa el área por debajo de la curva? Hay tantos conceptos básicos que podemos inculcarle a la sociedad, aprovechando para lograr que la gente comprenda su valor. Conozco a una buena cantidad de personas que, cuando aprendían una ecuación de segundo grado se quejaban diciendo que nunca usarían eso en la vida. Creían que podrían resolver todo en su vida con las operaciones simples de suma, resta, multiplicación y división. Los logaritmos, por ende, podían quedar al margen. Hoy en día, la atribución de valor a todo eso puede materializarse. La tan mentada curva exponencial de la pandemia incluye potencia, logaritmos, etc. Disponemos de una oportunidad única para lograr que la gente comprenda algunos de los conceptos fundamentales de la ciencia y recuperar algo de su prestigio. Todo esto es importante en cuanto a lo que el científico tiene para comunicarle a la sociedad. En tanto y en cuanto el científico se aparte de una mera autopromoción, e incluso de una alianza con estrategias políticas A, B o C, y cuantos más sean los datos, la evidencia científica y el método científico los pilares, tanto más exitosos seremos en esta estrategia de recuperación de la ciencia.

Las pequeñas empresas constituyen un semillero de soluciones innovadoras, de nuevas oportunidades

¿Qué opina de la crisis de la financiación federal a la ciencia? ¿Cómo impactan las dificultades que afrontan tanto el CNPq como la Finep o el BNDES en la FAPESP?
El impacto es enorme, porque afecta la labor conjunta. Si uno encara un proyecto de investigación y puede colaborar con otro colega de cualquier unidad de la federación, aunque solo sea por lo que respecta a la cuestión geográfica y al desplazamiento espacial de las muestras, todo se hace mucho más sencillo. La actividad colaborativa era y es de suma importancia para el éxito de nuestra labor de investigación. Para nosotros representa una pérdida enorme y, para la gente que se encuentra en esas otras unidades de la federación, es un golpe mortal: el sistema está desapareciendo progresivamente. Que este panorama se revierta es una respuesta que depende de la economía del país y de cómo se estructure la inversión en ciencia y tecnología, y en este caso también en la educación. La inversión en estas tres áreas es algo que se hace a largo plazo y debería estar al margen del techo de gastos.

Usted es el primer director científico que no viene de las universidades estaduales paulistas, sino de una institución federal.
Mi pertenencia a la Unifesp es para mí un motivo de gran orgullo. No se trata solamente de una cuestión personal. En la universidad, todos se sienten victoriosos junto a mí.

¿Qué es lo que eso implica para su perspectiva del sistema paulista de ciencia y tecnología?
Creo que ese punto remite a la Revolución del ’32, que tuvo un impacto profundo en el estado de São Paulo, a partir de la creación de la USP, con la fundación de la institución que es mi alma mater, la Escuela Paulista de Medicina, en 1933. Hay una serie de derivaciones que en mayor o menor grado se asocian con aquella instancia y la creación de la FAPESP posiblemente también es fruto de ello. Así como por un lado el estado de São Paulo se integró de tal manera que pudo funcionar casi en forma autónoma, por otra parte, las inversiones federales que se hicieron aquí acabaron quedando en un segundo plano. La Universidad Federal de São Carlos [UFSCar], el ITA [Instituto Tecnológico de Aeronáutica], la Escuela Paulista de Medicina, que devino en la Universidad Federal de São Paulo y, más acá en el tiempo, la Federal del ABC, son todas contribuciones relevantes con miras a un mismo objetivo mayor. También contamos con otras instituciones, por fuera de ese costado meramente público, tales como Mackenzie, la PUC, la Fundación Getulio Vargas. El potencial de integración entre esos diversos actores es mayor al que se explota hoy en día. La FAPESP se encuentra en una posición privilegiada para catalizar la integración entre las instituciones con asiento en el estado de São Paulo. Por más eficientes y competentes que sean las universidades estaduales paulistas, hay gran potencial para un aporte más incisivo de esas otras instituciones.

Una de las preocupaciones que exteriorizó en la entrevista que le concedió al periódico Folha de S.Paulo fue lograr que la FAPESP sea más conocida. ¿Cómo puede hacerse eso?
La gente debe dirigir su mirada hacia la ciencia, desde la perspectiva de una carrera posible. La comprensión de qué es la ciencia y qué la evidencia científica es cada vez más importante en un mundo en el que las fake news se volvieron tan perturbadoras. Cuanta más gente sea educada para tener acceso al pensamiento científico y a la capacidad de vislumbrar el mundo y entenderlo desde una perspectiva más cercana a su realidad, mejor será. Para mí, ese es uno de los pilares de la FAPESP. Los alumnos que ingresan a la mejor universidad, ¿salen mejores alumnos porque ya lo eran cuando entraron o porque la universidad los hizo mejores? Eso es algo difícil de responder. El punto es que la ciencia del estado de São Paulo será tanto mejor cuanto mejor sea el conjunto de científicos ejecutando dicha ciencia. Ese conjunto de científicos tendrán antecedentes diversos, tanto en lo que se refiere a su origen social como a su perspectiva cultural. Cuan más diversa se nuestra ciencia mejor será, casi por definición.

¿Cuál es su visión del lugar actual de las ciencias sociales y las humanidades dentro del sistema de investigación científica?
El aporte que brindan esas áreas es clave en cualquier sociedad y un pilar indisociable e indispensable para una agencia como la FAPESP. Lo que nos define como humanos pasa por las artes y por cómo interactuamos en sociedad. La comprensión de cómo ocurre eso, las cuestiones éticas, morales y filosóficas de aquello que nos representa como somos es crucial. El arte es trascendental, así como varios de los campos asociados clásicamente con las humanidades. Evidentemente, la investigación en ese campo es bastante más difícil de calificar. Pero existen seguramente modelos y estándares que posiblemente ya demarcan la actividad de la FAPESP en esa área. Por más que los días actuales determinen una agenda cada vez más utilitaria, la investigación en el campo de las humanidades y de las ciencias sociales quizá constituya el mejor ejemplo de aquello que es importante, en contrapunto a las urgencias cotidianas.

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