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Luiz Felipe de Alencastro

Luiz Felipe de Alencastro: Un observador de Brasil en el Atlántico Sur

Historiador plantea que la formación del país se dio fuera de su territorio, modulada por las relaciones económicas con África

Luiz Felipe de AlencastroUna historia distinta. Una visión de la formación de Brasil muy diferente de aquélla que se cuenta en la escuela y cuyos mitos cargamos de por vida. Eso es lo que emerge de la lectura de O trato dos viventes: formação do Brasil nos séculos XVI e XVII [El trato de los vivientes: la formación de Brasil durante los siglos XVI y XVII], publicado en 2000 por editorial Companhia das Letras. El punto central de esa historia es ciertamente la visión de que las raíces de esta nación no se encuentran en su propio territorio, sino en un espacio transcontinental, luso-brasileño y luso-africano, fuertemente sostenido por una zona económica formada por Brasil y Angola, que se mantiene desde el siglo XVI hasta la efectiva extinción del tráfico negrero en 1850. Por cierto, la fuerza de esa relación económica con África ya era patente para el sacerdote Antonio Vieira, quien, en una obra citada por el autor del libro mencionado, Luiz Felipe de Alencastro (p. 232), apunta que Brasil “vive y se sostiene” de Angola, “y con mucha razón se puede decir que Brasil tiene el cuerpo en América y el alma en África”.

Además de brindar en este libro – central en su trayectoria intelectual – reflexiones basadas en una abundante documentación destinada a repensar la formación de Brasil fuera de la mirada simplista de la dominación Norte-Sur y únicamente de las luchas que se entablaban en el interior de la colonia – asignándole así un nuevo peso a las expediciones luso-brasileñas que partieron desde Brasil hacia África en el siglo XVII -, Alencastro, un historiador y politólogo de 65 años, lo hace valiéndose de una narrativa excepcionalmente rica. Su dominio del campo le permite entremezclar las variables históricas de larga duración sobre las cuales se mueve recurriendo de ser necesario incluso a otras disciplinas, con hechos contados en ritmo de aventura y microhistorias individuales relatadas con pormenores estimulantes. El proyecto completo de Alencastro de repensar la formación de Brasil incluye otros dos libros que están en marcha, capaces de extender su visión hasta 1940. Al fin y al cabo, como lo  dice en la conclusión de O trato dos viventes, para aprehender la formación de Brasil – en sus prolongaciones internas y externas -, se debe considerar que “de 1550 a 1930 el mercado de trabajo está desterritorializado: el principal contingente de mano de obra nace y crece fuera del territorio colonial y nacional”.

Docente titular de la cátedra de Historia de Brasil de la Universidad de la Sorbona, en París, profesional con formación y larga vivencia en Francia, adonde fue por primera vez saliendo empujado de la Universidad de Brasilia (UnB), siendo aún estudiante de carrera de grado, debido al clima amenazante que la dictadura había instalado en Brasil en 1964, Alencastro pasó por un período de trabajo brasileño, entre 1986 y 1999. En ese ínterin fue profesor de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp) e investigador del Centro Brasileño de Análisis y Planificación (Cebrap). Actualmente viene al país una vez por año en calidad de profesor visitante de la Escuela de Economía de la Fundação Getúlio Vargas de São Paulo, y planea regresar definitivamente en 2014. Lea a continuación los principales pasajes de la entrevista que nos concedió, una cautivante narración de historias relativas a su producción y su trayectoria intelectual y personal.

Yo querría que empezase por su visión, que apunta que el país se forma fuera de su territorio.
Bueno, ¿usted quiere decir cómo llegué a eso? Estaba redactando una tesis doctoral con Frédéric Mauro, discípulo de Fernand Braudel que encabezaba un grupo de historiadores que trabajaban desde la perspectiva de una historia global, tanto en la cuestión del espacio, que era Europa en sus relaciones con los países no europeos, como también en el aspecto transdisciplinario, que abarcaba la geografía, la economía, la demografía y otras ciencias.

¿Y eso cuándo fue?
El debate sobre estas perspectivas globales era de los años 1950 y 1960. También tomaban parte en esas discusiones el historiador francés Pierre Chaunu y el portugués Vitorino Magalhães Godinho. Yo llegué a Francia a finales de los ’60 y eso me hizo la cabeza sobremanera, en el sentido de que Brasil desde esa perspectiva no quería decir grande cosa por sí solo. Incluso porque no existía Brasil al comienzo de esa historia. Existían Perú y México, en el contexto precolombino, pero Argentina, Brasil, Chile, Estados Unidos y Canadá no. En lo que sería Brasil había gente en el norte y en Río; después en el sur, pero toda esa gente mantenía escasa relación entre sí hasta mediados del siglo XVIII. Y ahí radica la cuestión de la navegación marítima, y por eso se vuelve importante aprender bien la historia marítima, que se vincula con la geografía. Frédéric Mauro trabajaba desde esa perspectiva con el Virreinato de la Nueva España, que englobaba no solamente a América Central y a México, sino también a las Filipinas, por ejemplo. Esa comprensión me dio mucha libertad para captar las relaciones que Río, Pernambuco y Bahía tenían con Luanda. Luego Bahía tendrá una relación intensa también con el antiguo Dahomey, actual Benín, en Costa de la Mina. Eso formaba un todo, mucho más que Brasil o la América portuguesa. Porque el estado de Grão-Pará y Maranhão, es decir, todo el territorio que iba desde Rio Grande do Norte hacia arriba estaba completamente aislado con relación a Pernambuco, Bahía, Río de Janeiro, etc.

A propósito, en O trato dos viventes usted deja claro cómo era difícil navegar desde esa parte de Brasil en dirección hacia aquella zona del norte.
Sí, eso mismo, la navegación se llevaba a cabo vía Lisboa. Doy varios ejemplos de esa dificultad: Raposo Tavares y los 1.200 paulistas de su expedición salen por ese interior profundo en 1648 y llegan a Belém en 1651. Es una de las más largas marchas por tierra de aquella época. Van hasta un lugar de Bolivia, después suben por los ríos, llegan a Belém, pero, para volver a São Paulo, tuvieron que ir hasta Lisboa pues no había barcos que pudiesen venir hacia abajo debido a que la corriente que va hacia el norte a partir de Rio Grande do Norte, y los vientos soplan hacia el norte o hacia el este y el oeste. De intentarlo, el navío los llevaría a Guyana. En cambio, era bastante fácil ir a Luanda y a Dahomey saliendo de la costa brasileña por debajo de Pernambuco, pues los vientos y las corrientes eran favorables, había navegación disponible y eso tuvo influencia incluso en una reorganización de las diócesis. Luego del período filipino, España presionó al papa para que no reconociera al Portugal de los Bragança, y eso se arrastro hasta 1669. Los obispos se morían y no se los renovaba; las diócesis quedaban abandonadas. En la reorganización erigieron una nueva diócesis en Maranhão, que dependía del arzobispado de Lisboa. Crearon el arzobispado de Bahía que tenía autoridad sobre la diócesis de Luanda. Los cardenales, los obispos, los monseñores, que en esa época contaban con la mayor red diplomática del mundo, conocían la realidad de los territorios y de los espacios marítimos.

Eso está muy afuera de aquello que tradicionalmente se estudia en Historia de Brasil en las escuelas.
Así es, pero es básico. Hasta la época de nuestros bisabuelos, muchos  viajaban en barco. Los inmigrantes extranjeros llegaron acá así, muchos nordestinos llegaron a Río y a São Paulo en barco, la alta burguesía iba a Europa en barco, en ese entonces imperaba el sentido de que el mar unía y no que separaba. Eso condicionaba todo y a su vez es esencial para entender las relaciones de Brasil con el exterior y de una parte a otra de la costa brasileña. Las rutas por los montes, que el oro inducirá, son del siglo XVIII. El problema es que los manuales de la escuela primaria y los de la secundaria, e incluso algunos libros de historiadores, muestran que Cabral descubrió Brasil y ya tenía las fronteras de Acre y todo, cuando que el proceso de formación es mucho más complicado.

¿En qué medida el mirar hacia Brasil desde lejos ha sido lo que le ha permitido abordar nuestra historia de otra manera?
Yo he dictado muchas conferencias en Estados Unidos, en España, en Inglaterra, y doy clases en Francia desde hace mucho tiempo. Veo que la visión de la formación extraterritorial de Brasil les suena obvia a ellos, que no tienen una idea preconcebida. Pero eso acá no es obvio, ¿por qué? Pues porque existe el peso de la historia regional, la historia singular de Brasil en América Latina, no en el sentido de que sea mejor, sino que es distinta que las de los otros, porque aquí el virreinato se mantuvo unido, mientas que los cuatro virreinatos españoles se fragmentaron en veintitantos países. La América británica, por llamarla de algún modo, también se convirtió en varios países: Canadá, Estados Unidos y todas las Antillas que se separaron. Las posesiones de Francia también se separaron, porque Francia vendió Louisiana y después se quedó con Martinica, Guadalupe y la Guayana, etc. Pero los portugueses vinieron a un lugar que se mantuvo unido. ¿Por qué?

¿Sí, por qué, desde su óptica?
Ya voy a llegar a eso. Pero antes querría decir que ese hecho de haber sido en el siglo XIX la única monarquía de las Américas, con el apoyo de la burocracia portuguesa, llevó a que en el siglo XIX se empezase a escribir una historia a pedido directo de la Corona para mostrar que Brasil estaba unido precisamente gracias a la monarquía y que siempre había habido un sentimiento de pueblo en los colonos portugueses que estaban acá, ligado a esa nación, como si ellos tuviesen la premonición de la nación. La idea que ya se sabía que Brasil existía no tiene ninguna base documental, el único documento es una frase ambigua.

¿De Pero Vaz de Caminha?
No, de Diogo Pacheco Pereira, quien, en el Esmeraldo de situ orbis [un manuscrito sobre cosmografía y marinería de 1506], se refiere a una tierra que debería descubrirse durante el tiempo del rey tal; por eso algunos argumentan  que fue antes de Cabral y ese descubrimiento fue mantenido escondido.  Pero eso tiene poca credibilidad histórica.

¿Es la antigua discusión sobre la casualidad o la intencionalidad del descubrimiento discutida en las escuelas en los años 1960?
Eso mismo. Una cosa que nadie dice es que Os lusíadas, que es de 1572, poema para el cual Camões se documentó para narrar la epopeya de los descubrimientos, como todo el mundo sabe, se refiere en sus 1.200 estrofas tan sólo cuatro veces a Brasil. Y dos de ellas de manera indirecta. Eso da una dimensión de la insignificancia que era Brasil en el siglo XVI. Importante en ese entonces era la India, el Asia portuguesa.  La historiografía brasileña, en cierto sentido, siempre frustró el narcisismo brasileño, de allí el surgimiento de historias como aquélla del siglo XIX, de que los fenicios ya habían estado en Brasil. El Instituto Histórico y Geográfico Brasileño decidió enviar [en 1839] a algunos expertos a Pedra da Gávea [un monolito de gneis a orillas del mar, en Río de Janeiro, cuya cima se ubica a 842 metros sobre el nivel del mar], para interpretar unas inscripciones en la roca [contaba la leyenda que en esa formación rocosa se hallaba la tumba de un rey fenicio que ascendió al trono en 856 a.C.].

Reproducción del libro O trato dos viventes El tráfico de esclavos hacia la América portuguesa, durante los siglos XVII y XVIII, es producto de un comercio bilateralReproducción del libro O trato dos viventes

Pero retomando: ¿cómo se interpreta desde una óptica no nacionalista la posibilidad de unificación de este gran territorio?
Escribí en 1979 un artículo sobre La trata negrera y la unidad nacional brasileña. La cosa es así: si bien Río de Janeiro ya era la capital del virreinato desde mediados del siglo XVIII, la creación efectiva de un polo administrativo se produjo cuando vino la Corte, en 1808. Y Brasil pasó a ser entonces el único lugar de América del Sur que contaba con una monarquía, lo que le deba prestigio en Europa, pues la república era vista como una amenaza. Por ende, el peso de la venida de la Corte es una de las razones atribuidas a la unidad. Lo que yo veo es que cuando Brasil se independiza es el único país que sigue practicando la trata de negros como siempre lo había hecho, con base en la relación directa que tenía con África. Inglaterra pasa a impedir frontalmente ese pillaje. Inglaterra domina los mares, cuenta con medios de presión: era un poco como la ONU, el Vaticano y Estados Unidos juntos. El gran imperio que dictaba las leyes. Pero Brasil tenía una economía agrícola de exportación vinculada a las oligarquías regionales involucradas en el comercio de africanos y en la actividad esclavista. Y el Imperio se legitimaba internamente, pues la Corona se presentaba ante las oligarquías como el mejor mandatario de este país complicado ante la diplomacia europea, en particular ante Inglaterra. Y así el Imperio de Brasil empieza a erigir este país de este tamaño, empieza a hacer acuerdos de fronteras. La propia Independencia había sido negociada en forma triangular, pues Inglaterra representaba también a Portugal. El padre era el rey de Portugal, el hijo, el emperador de Brasil, y el intermediario era Inglaterra.

¿En qué consiste esa negociación triangular?
Portugal tenía una deuda con Inglaterra, referente al costo militar de la expulsión de los franceses, y afirmaba que no tenía dinero. Inglaterra negociaba: “Brasil debe pagarle a Portugal una  indemnización por la Independencia”. Y Brasil se la pagó. ¿Con dinero que le prestó quién? Los Rothschild, los banqueros ingleses. El dinero ni siquiera salió de allá y Brasil cargó con esa deuda hasta la República. ¡Es uno de los raros países del mundo que pagó su Independencia! Como el empréstito brasileño contraído con los Rothschild se apoyaba en aval de los ingresos aduaneros de Brasil derivados de las importaciones, y fundamentalmente de las exportaciones de Río de Janeiro, Inglaterra tampoco tenía interés en que el gobierno se fragmentase. No fuera a ser que el gobierno de Río de Janeiro se empobreciese y eso haría quebrar al principal banco inglés que le había prestado dinero a Brasil. Y al fin de cuentas, la pregunta que queda es: ¿quién pagó el pato por la unidad de Brasil?

¿Y quién lo pagó?
Lo pagaron los 750 mil africanos que entraron acá luego de la prohibición legal del tráfico de esclavos en 1831. Los navíos negreros desembarcaban ilegalmente hasta 40 mil africanos por año en Río de Janeiro y nadie lo veía. Legalmente, bajo los términos de la propia legislación brasileña, era gente libre, pero se convirtieron en esclavos, tal como lo explico más adelante. Y eso fue lo que mantuvo la unidad nacional, porque el emperador se legitimaba así ante todas las oligarquías, al brindarle cobertura para esa piratería.

¿Por qué usted dice que 1850 termina siendo una fecha más decisiva para la formación de Brasil que 1808?
Ése es el tema de mi segundo libro, pero ya lo he debatido bastante. Formulé una crítica a las celebraciones del bicentenario de 1808, en un artículo que salió en el periódico Folha de S. Paulo. En esas conmemoraciones, Brasil aparecía como un país que ingresa en la modernidad debido a la mudanza de la Corte, cuando la monarquía se instaló aquí, cosa que no sucedió en ningún lugar de América. La historiografía dominante dice que 1808 fue en realidad el comienzo de la Independencia de Brasil, porque se concretó la apertura de los puertos, Inglaterra se metió en la economía acá y no salió más, y Portugal quedó medio arrinconado. Por eso 1808 y 1822 aparecen como rupturas, y que lo que viene después es nuevo. Pero no lo es.

¿Por qué?
Porque antes de 1808 el primero puerto del comercio brasileño era Lisboa y el segundo Luanda. Después de 1808 y hasta 1850 el primero pasa a ser Liverpool, pero el segundo sigue siendo Luanda. Por eso, aquello que llamo matriz espacial colonial, la matriz del Atlántico Sur, no se rompió en 1808 ni en 1822. Los pulmones de Brasil siguieron estando en África, en Angola y en la Costa de la Mina y en Mozambique.

Hasta que termina efectivamente la trata de negros.
Sí, hasta 1850. Y había gente importante, como es el caso de Bernardo Pereira de Vasconcelos (1795-1850), de Minas Gerais, padre de la patria, ministro importante durante la Regencia, senador y miembro del Consejo de Estado, que creía que todavía se podía postergar un poco eso, enfrentar a Europa y a la marina de guerra británica, pues el hecho de acabar con el tráfico negrero arruinaría a todo el mundo en Brasil. Brasil no dio resultado en el siglo XIX porque los gobernantes, porque la elite del país se subió al tren equivocado en 1822, y el precio pagado por ello fue alto.

¿Subirse al tren equivocado fue seguir apostando las fichas a la trata de esclavos, en esa relación económica con África durante casi 30 años?
Sí, lógicamente, eso permitió el desarrollo del café, pero el peso del atraso para el país, la explotación brutal de mano de obra, el hundimiento, la destrucción de buena parte de la flota mercantil brasileña por parte de los ingleses, el encarecimiento del transporte, todo eso constituyó un precio demasiado alto. Y lo principal, fueron sacrificadas las dos últimas generaciones de negros y mulatos libres ilegalmente mantenidos en la esclavitud. En efecto, cuando se extinguió legalmente la trata, en 1831, la ley decía: 1) queda prohibido el tráfico negrero, 2) los africanos que desembarquen aquí desde los barcos negreros son libres cuando pisen la playa y 3) aquéllos que mantengan a esa gente en la esclavitud son secuestradores, pues mantienen gente libre en cautiverio privado. Pero la ley no prendió. Después el emperador se fue y la Regencia quiso  hacerla cumplir. En 1848, Eusébio de Queirós asumió como ministro de Justicia, los ingleses estaban endureciendo la presión y Eusébio, que había sido jefe de policía durante 11 años y nunca había metido preso a nadie, llamó a los negreros para decirles que no se podía más. Y éstos votaron la Ley Eusébio de Queirós en una sesión secreta en el Parlamento y acabaron definitivamente con la trata. Como realmente se terminó, resulta claro que hubo allí una negociación. Una actividad que dura 300 años, clandestina desde hacía 30 años, rentable para un montón de gente y que de repente termina; eso no quiere decir que la policía pasó súbitamente a ser excelente y así también todo el mundo se hizo decente. El fin brusco de la trata en 1850 muestra que hubo una negociación intensa entre las partes involucradas, entre el bandidaje negrero, los hacendados y el gobierno.

¿Y fue una negociación en dinero efectivamente?
No, el Estado decidió que iba a construir ferrocarriles para los caficultores, que eran los más involucrados en la piratería negrera a aquella altura, y eso disminuiría el precio del transporte. Decidió también redactar una ley para atraer inmigrantes, bajando la tasa de exportación de café y haciendo una serie de arreglos. Y allí surge el principal, que está dicho, no está escrito, pero que termina haciéndose efectivo. Porque de repente había 750 mil africanos y sus hijos, y sus nietos, todos ilegalmente en manos de sedicentes propietarios. Pero ninguno de esos propietarios fue condenado por secuestro y casi todos esos individuos libres fueron mantenidos en la esclavitud. Éste es el hecho escandaloso, uno de los mayores crímenes del siglo XIX, que se perpetró en Brasil y que no se lo enseña en nuestras escuelas y en nuestras facultades: las dos últimas generaciones de esclavos de Brasil no eran esclavos y fueron ilegalmente mantenidos como propiedad de alguien, cautivos. Algunos abolicionistas fueron al tribunal: Ruy Barbosa, Joaquim Nabuco, José do Patrocínio, Luís Gama, y lograron  liberar a unos 500 individuos entre centenares de miles ilegalmente esclavizados. Eso se convirtió en un tabú en la historia de Brasil y en la actualidad poca gente sabe que la esclavitud no solamente era inmoral, sino que también y por sobre todo era ilegal. José do Patrocínio, en 1880, en la Gazeta de Notícias de Río de Janeiro, estimó cuánto que el hacendado, la viuda y hasta el albañil que tenía esclavos le debían a esa gente mantenida ilegalmente esclava. Cuando hoy en día se habla de indemnizaciones, siempre aparece aquella gente que es contraria a los cupos para negros diciendo que eso cosa importada de los negros de Estados Unidos, que a su vez copiaron el ejemplo de los judíos después de la Segunda Guerra Mundial. Pero la reivindicación en Brasil es de 1880.

EDUARDO CESARPero esos 500 fueron contemplados y…
Se olvidaron de un millón y medio de esclavos que formaban parte de los 9 millones de habitantes de Brasil en 1872. Aparte de los que murieron antes. Por eso digo que fueron ellos los que pagaron el precio de la unidad nacional.

Querría que usted explicase el carácter económico que les asigna a las expediciones mixtas de portugueses y brasileños que fueron a guerrear a África en el siglo XVII.
Ésa es precisamente otra forma de mostrar que Brasil aún no existía. Los paulistas estaban involucrados en la caza de indios en Paraguay, produciendo alimentos en São Paulo para su venta en la propia región, mientras que Río de Janeiro, Pernambuco y Bahía mantenían su conexión marítima con África y producían para exportar. Era otro sistema desde la época española, pero sobre todo a partir de 1648, con la guerra holandesa. Cuando los holandeses llegaron a Recife para controlar el azúcar, se percataron de que lo que daba dinero no era únicamente plantar caña y producir azúcar, sino también venderles africanos a los amos de ingenios. Entonces salieron desde Recife en 1641 para atacar Angola y hacerse con los polos del sistema esclavista. Cuando empezó la guerra de guerrillas en Pernambuco, salió también una expedición desde Río de Janeiro para expulsar a los holandeses de Angola, en 1648.

O sea que Río era un emporio comercial de ese gran negocio.
Sí, era un nexo comercial de ese negocio que tenía que ver con Buenos Aires. Desde Río, los portugueses se equiparon, financiaron a la flota y atacaron a los holandeses en Angola. Pero no les brindaron su ayuda a los rebeldes anti-holandeses de Pernambuco: querían hacerse con lo que era de ellos. Derrotaron a los holandeses en agosto de 1648 en Luanda, en Santo Tomé y en Benguela y los expulsaron de Angola, lo que los debilitó en Pernambuco. Desde esa época se empezó a registrar una presencia más activa, comercial, política y militar de los colonos de Brasil en Angola, al expandir el tráfico negrero y las bases de la ocupación portuguesa en la región. Resulta interesante acotar que el tráfico negrero inglés, importantísimo, mayor que el portugués hasta finales del siglo XVIII, el tráfico francés, el holandés, todos mandaban a sus agentes hasta las playas y allí se encontraban con sus intermediarios locales, pero solamente los portugueses junto con los colonos brasileños se internaron tierra adentro, pillando y expandiendo las redes de trata en África, más precisamente en Angola.

Y entraron en serio en el continente.
Ningún otro país europeo lo hizo, solamente Portugal, con el apoyo de ese colonato de Brasil y debido a la gula de ese colonato. Si no se comprende esto, no se entiende Brasil. Toda esa cuestión del ciclo del azúcar, el del oro, el del café, aparte del palo brasil, que era cosa de los indios, solamente existió movida a base de esclavos provenientes de África. Fue así como pudo crearse Minas Gerais, con base en ciudades ya existentes. La sucesión de ciclos productivos en Brasil solamente fue posible merced al gran ciclo reproductivo del tráfico negrero, gracias a la inyección constante de energía humana deportada desde África a Brasil.

Entonces ése es el capital intensivo constante en la formación del país.
Sí, y es eso lo que le otorgará ventaja a Río de Janeiro y a São Paulo por sobre el nordeste, sobre Bahía y Pernambuco, luego de la Independencia. La desigualdad regional es producto no solamente de que los primeros estados operan en el negocio del café mientras que los otros seguían con el azúcar, sino del hecho de que los negreros de Río disponían de una logística transatlántica que les suministraba más esclavos. Esto también sucedió en 1808, y casi no se tiene idea de cuánto que 1808 también fue el punto del atraso. ¿Por qué? Porque en 1807, Inglaterra, y en 1808, Estados Unidos prohibieron el tráfico negrero. Por eso toda la red de trata negrera que habían montado en los puertos africanos fue engullida por Brasil. Los negreros brasileños también se beneficiaban con las nuevas mercaderías destinadas al trueque en África, que empezaron a importarse desde Inglaterra luego de la apertura de los puertos, en 1808.

Es un comercio de armas, de bienes de capital, de víveres, de gente…
De todo eso; incluso Mozambique, que no estaba anteriormente en el circuito, será engullido por los negreros brasileños, fundamentalmente los de Río de Janeiro, después de 1808.

¿Pero por qué 1808 desde su óptica significa también el atraso?
Porque dejará a Brasil con la impronta del trabajo forzado y la de una forma de tráfico negrero, de dominación económica y social que estaba saliendo del mapa mundial. Porque transformará a Río en la mayor ciudad esclavista del mundo: solamente en el Imperio Romano se registra algo comparable: Río de Janeiro tenía 260 mil habitantes en 1849, y de ese total 110 mil eran esclavos, el 42%. ¡Eso no tiene parangón y se trata de la mayor ciudad del Hemisferio Sul de ese entonces!

En un determinado momento, en O trato dos viventes, usted dice que el estatuto de los indios se define en relación con el de los esclavos negros. ¿En qué sentido?
Sucede que no se puede entender la legislación indígena en una lógica propia, sin ver que la misma se encuentra en relación con los esclavos africanos desde el siglo XVI. La política de presión sobre las aldeas para esclavizar, reprimir y matar a los indios se modificó en 1580, porque los propios consejeros jesuitas sostenían que había que ablandar las relaciones con los indios pues éstos los defendían contra las rebeliones negras. Los misioneros nunca entraron en la pelea para saber si los africanos habían sido o no ilegalmente esclavizados, pero la esclavitud indígena fue obstaculizada por los misioneros desde un principio, y eso también es en cierta medida de interés de los negreros, es decir: lo era que la esclavitud africana predominase.

Reproducción del libro O Brasil dos viajantes Río y Salvador: fundamentales en la construcción del espacio económico colonialReproducción del libro O Brasil dos viajantes

Usted también aborda el tema de la desociabilización y de la despersonalización de los esclavos negros. ¿Puede explicar esas nociones?
Esas nociones son de Claude Meillassoux, un importante antropólogo económico, autor de Antropología de la esclavitud. Meillassoux muestra que la esclavización pasa por dos procesos: el primero es la despersonalización, y el segundo, la desociabilización, es decir, la persona es sacada de su comunidad, de su país, de su nación, de su idioma y de su religión para ser llevada a otro lugar. El esclavo es siempre un extranjero. Y en ese otro lugar, se convierte en una cosa, es despersonalizado. Se convierte en mercancía, en ganado, en el momento de la yerra. El hierro le deja la marca del impuesto pagado a la Corona. En idioma kimbundu, la lengua de Angola, a eso se le decía karimu, y de allí viene la palabra carimbo [que es sello en portugués]. En la isla de Luanda, actualmente unida al continente, los grandes barcos negreros se quedaban a cierta distancia y las canoas atravesaban la bahía para embarcar a los esclavos que estaban en los depósitos de la ciudad. Desde allí los llevaban aporreados hasta los barcos, porque entraban en pánico: creían que iban a ser devorados por los europeos y que sus huesos servirían para hacer queso y vino. La memoria popular de la isla de Luanda que capté en 2003 decía que solamente cuando iban a Brasil se convertían en esclavos. Es difícil hacerse una idea del terrible shock psicológico que sufrieron esas personas que venían de lejos, a veces viajando por el interior de África durante un año hasta llegar a Luanda y que sufrían la incesante violencia física y psicológica de los negreros africanos. Después entraban en escena los negreros portugueses y los brasileños que los transportaban hasta el otro lado del océano. Por eso llegaban sufridos, quebrados, para ser esclavizados. Y tardaban hasta hacer pie, hasta lograr sublevarse y comunicarse con los otros que habían llegado desde otras tierras africanas a Brasil.

Se trata de recomponer algunas relaciones en condiciones completamente adversas.
Sí, de recomponer las relaciones sociales, de repersonalizarse dentro de la esclavitud. En el fondo,  el gran trauma de la población negra consiste en que los individuos no saben de dónde vienen. No saben de qué país vienen.

Lo que me parece admirable en su modo de escribir de O trato dos viventes es su capacidad de intercalar en el discurso erudito tantas historias atravesadas por una intensa carga humana, por decirlo de alguna manera.
En el debate historiográfico existe una corriente que sostiene que hay que hacer microhistoria de los individuos sin querer acaparar una perspectiva global, pues, según argumentan, no se puede leer todo, como era antes. Pero no es exactamente así. Al contrario, antes era más difícil, pues había que ir a cada biblioteca en donde se encontraban los libros, los documentos, mientras que hoy en día tengo acá un disco rígido con mucha documentación de Brasil y de Angola, por ejemplo.

¿Qué tiene que ver su elaboración intelectual con los trayectos de su vida privada? He visto que dedica O trato dos viventes a tres jóvenes que fueron víctimas de la dictadura, asesinados por la represión, por ejemplo.
De los tres, Honestino Guimarães, Heleny Guariba y Paulo de Tarso Celestino, conocí mejor a Heleny Guariba y a Paulo de Tarso.

Usted salió de Brasil en la época de las persecuciones políticas, se fue a Francia, estudió en Aix-en-Provence, etc. ¿De qué modo todo eso fue moldeando su vida y su producción intelectual?
Yo estudiaba  en el Elefante Branco [el Centro de Enseñanza Media Elefante Branco – Cemeb], que cumplió 50 años ahora, y después ingresé en la UnB [la Universidad de Brasilia], en marzo de 1964. Vino el golpe, fue algo muy surrealista aquel 31 de marzo y el 1º de abril en Brasilia. De repente llegaron unos tipos de la Policía Militar de Minas Gerais, en un ómnibus urbano, con los fusiles entre las piernas, y aquello era el golpe. Todo el mundo era medio juscelinista en Brasilia, por eso se esperaba que hubiese una reacción, elecciones al año siguiente y entonces Juscelino [Kubitschek, presidente de la República entre 1956 y 1960] ganaría. Pero ese cálculo estaba equivocado. Los que dirigían la Feub (la Federación de Estudiantes de la Universidad de Brasilia) salieron con el golpe; hubo nuevas elecciones y yo estaba en la lista cuyo vicepresidente fue Paulo de Tarso Celestino. Yo era primer secretario. Nuestro sucesor, cuando salimos, fue Honestino Guimarães. De allí el vínculo. A Heleny la conocí en Aix-en-Provence

¿Usted era del Partido Comunista?
No, pero mantenía una proximidad con las posiciones del partido. En aquel momento en Brasilia sólo estaban el PC y la AP [la Acción Popular]. Las cosas empezaron a ponerse más difíciles con las IPM’s (Investigaciones Policiales Militares). Tuve que declarar en la IPM del método Paulo Freire, en la de la UNE, en varias. No éramos tratados con violencia, pero la cosa poco a poco se fue poniendo pesada. Yo era amigo de [el periodista] Fernando Pedreira, que dirigía la sucursal del periódico O Estado de S. Paulo, quien me dijo que el diario necesitaba cubrir las causas que se tramitaban en el Supremo [Tribunal Federal, STF], en donde estaban presentándose los pedidos de habeas corpus [para los perseguidos de la dictadura]. Y me propuso cubrir el Supremo por las tardes. Como tenía clases solamente a la mañana, acepté y me convertí en periodista. Después obtuve una beca de estudios del gobierno francés y me fui a Francia.

¿Cuántos años tenía?
Tenía 20 años. Fui a estudiar historia y ciencias políticas en Aix-en-Provence, me recibí y me fui a París en 1970 para hacer la maestría en etnología y el doctorado en historia.

Usted fue literalmente mantenido por el gobierno francés durante un buen tiempo.
Tuve beca francesa durante seis años. Cuando estaba en la mitad del doctorado, fui a dar clases en Vincennes, que era en esa época una universidad experimental, y luego empecé como docente en Rouen, como profesor asistente.

¿Cuándo empezó el trabajo que se transformaría en O trato dos viventes?
Empecé el doctorado antes de 1970, y en él desarrollé algunas de las ideas que aparecen en el libro. Pero fue durante mi período de trabajo en Brasil que las cosas avanzaron. Me quedé en Francia hasta 1986, cuando volví para trabajar en el Cebrap y en la Unicamp. Celso Furtado, de quien era muy amigo, y Fernando Henrique Cardoso, a quien conocía por intermedio de Celso, me habían aconsejado que volviera. También Roberto Schwarz, quien ya había regresado a Brasil, mi amigo y gurú intelectual, Violeta Arraes, la hermana de Miguel Arraes, quien era la líder de los exiliados en París; en síntesis, todo ese grupo me alentó a que volviera. Entré en el Instituto de Economía de la Unicamp, que era en ese entonces un lugar de debate. Fui a dictar clases de historia económica, hice la libre docencia y después concursé un cargo de adjunto. Fui al Cebrap también, y allí estaba muy bueno. El centro en esa época contaba con investigadores ligados al PT y al PSDB [el Partido Socialdemócrata de Brasil]: Francisco de Oliveira y Paul Singer, Giannotti y Ruth Cardoso. Fue un momento muy importante: la época de la Constituyente, que me dio vuelta la cabeza.

¿Al mismo tiempo fue coordinador de área en la FAPESP?
Luiz Henrique [Lopes dos Santos], quien era asesor adjunto para ciencia humanas de la Fundación y estaba vinculado con la gente del Cebrap, me invitó, con el apoyo de los colegas de Historia, a que asumiera como coordinador del área de historia, geografía y prehistoria; y trabajé allí entre 1989 y 1994. Pero después de la libre docencia obtuve una beca de la FAPESP para transformar mi trabajo en un libro.

¿Una beca de posdoctorado?
Sí, en la Sorbona, con Kátia Mattoso [historiadora brasileña, fallecida en París en enero de 2011]. Ella estaba en la cátedra de Historia de Brasil, de la cual fue la primera titular.

Para que quede claro: ¿su proyecto comprende tres libros vinculados con la formación do Brasil?
Sí. Mire, está esa cosa de la conexión de los africanos y los indios, que después se convierte en conexión de la esclavitud con la inmigración. Se ha estudiado la legislación de la inmigración por separado con respecto a la legislación abolicionista. Pero ambas marchan juntas: cuando se desata de un lado se tira del otro. Y es siempre el Estado. Ése es el segundo libro, que va hasta el siglo XIX y del cual ya he escrito algunos artículos, por ejemplo el que publiqué en los Annales, en 2006: Le versant bresilien de l’Atlantique-Sud: 1550-1850.

¿Hasta qué año va con los tres libros?
Hasta 1940. Discutí mucho con Celso Furtado y Roberto Schwarz en Francia y en Brasil sobre ese plan de trabajo

¿Después de 1850 qué sucede?
No hay más ligazón con África, pero la mano de obra sigue dependiendo de afuera, de la inmigración extranjera. Pero a partir del período 1927-1934 entran más migrantes nordestinos que extranjeros en São Paulo. Entonces se produce otra ruptura: el mercado de trabajo en Brasil se metaboliza: pasa a depender únicamente de la reproducción interna de la fuerza de trabajo.

¿Por qué regresó a Francia en 1999?
Tensiones y algunas indefiniciones en el trabajo, sumadas a algunos problemas personales, y además me llegó una carta del rector de la Sorbona diciéndome que había un puesto de historia de Brasil que me podía interesar. La cosa prosperó y me fui como profesor visitante para empezar a dar clases en septiembre, mientras esperaba el nuevo concurso que sería en marzo. Pasé, me convertí en docente titular y estoy allá hasta ahora.

Y su idea es volver a Brasil.
Sí, en 2014.

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