El sector eléctrico del estado de São Paulo, hoy en día controlado por grandes empresas, surgió en el siglo XIX gracias a decenas de pequeñas compañías, fundadas a menudo por empresarios ligados al cultivo del café. Según Gildo Magalhães dos Santos Filho, del Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP), este mismo proceso ocurrió en Estados Unidos. “Allá existían centenas de pequeñas compañías locales, que después se unían en grupos que atendían a más ciudades. Las pequeñas empresas optimizaban la generación destinada a más clientes y las dos o tres ciudades se convertían en cinco, y luego en 10, y las asociaciones se transformaban en compañías regionales. Fue eso precisamente lo que sucedió acá”, dice el investigador, quien coordina el proyecto temático “Electromemoria II”. “Esta semejanza fue un resultado sumamente significativo del trabajo, que ahora se encuentra en una segunda etapa”. Desde 2007, el grupo de Magalhães mapea los archivos de documentos sobre la historia de la energía eléctrica en el estado. El proyecto contará también con un banco de datos sobre el tema, que estará disponible para consulta pública.
La arquitecta Débora de Almeida Nogueira, investigadora colaboradora del Laboratorio de Emprendimientos de la Universidad de Campinas (LaborE-Unicamp) y del Electromemoria II, comenta que la primera ciudad que inauguró un sistema de iluminación pública alimentado por una central termoeléctrica fue Rio Claro, en 1885. Tres años después, el día 5 de diciembre de 1888, los paulistanos acompañaron el encendido de las lámparas en la calle Boa Vista, en el centro de la capital paulista, gracias a una termoeléctrica de carbón instalada en la calle Araújo por la empresa concesionaria Água e Luz, que cubría el triángulo formado por las calles São Bento, Direita y Quinze de Novembro, la principal área comercial de la ciudad.
Tal como explica De Almeida Nogueira, las centrales térmicas tenían un costo inicial inferior al de las hidroeléctricas, pues éstas requerían la construcción de represas. Pero a largo plazo, su operación se volvía menos ventajosa, debido al precio del carbón importado. La primera hidroeléctrica que entró en operación en el estado fue la usina de Monjolinho, en São Carlos, en 1893, seguida ese mismo año por la central Luiz de Queiroz, en Piracicaba. Hasta 1900, se construyeron otras nueve centrales hidroeléctricas, todas en la región situada entre Piracicaba y Ribeirão Preto. Para la investigadora, esa concentración indica que las utilidades del café financiaron las inversiones en energía. “De las familias de los caficultores provenían los empresarios de las nuevas industrias, los accionistas de los ferrocarriles y los concesionarios de la explotación de los servicios públicos”, dice.
Esto explicaría por qué la luz eléctrica apareció inicialmente en las ciudades del llamado Oeste Paulista, donde estaban las haciendas de café más rentables. Fue recién a partir de 1900 que la electricidad comenzó a llegar a las zonas cafeteras más antiguas, situadas en Vale do Paraíba, y se propagó por las restantes regiones del estado después de 1910 (168 de los 204 municipios paulistas contaban con este servicio en 1920). La primera central hidroeléctrica destinada a atender a la capital paulista surgió en 1903, en Santana do Paranaíba, y era de gran porte, comparada con las centrales del interior del estado.
Aunque los productores de café se encontraban al frente de muchos de esos emprendimientos, empresarios de otros segmentos también se interesaban en el sector energético. “En el estudio de caso que realizamos en São José do Rio Pardo, vimos que entre los 13 suscriptores originales, había desde inmigrantes italianos de bajo estrato, como un zapatero exitoso, hasta un hacendado del café que después compró las participaciones de los otros. El inicio de la empresa fue bastante democrático en ese sentido”, sostiene Magalhães. “Verificamos también que, más allá del conocido uso de la electricidad para la iluminación y la tracción eléctrica (tranvías y trenes), hubo desde el comienzo de la electrificación una asociación directa con la industrialización en el interior del estado de São Paulo, fundamentalmente en los sectores de hilandería, papel y alimentos.”
Aunque atraían a muchos inversores, había límites para la expansión de esas empresas. Según De Almeida Nogueira, los empresarios provenientes del café tenían capital como para hacerse cargo de la electrificación, pero no para todo el potencial de aprovechamiento, pues sólo destinaban a la energía una parte de su capital excedente, ya que el grueso de sus utilidades lo reinvertían en los cafetales. Asimismo, como los hacendados no tenían experiencia ni conocimiento tecnológico referente al sector, tuvieron que recurrir a las empresas extranjeras, que terminaron instalándose en la región y dominando el mercado.
La internacionalización
El historiador Alexandre Ricardi, dirigido en su tesis doctoral por Magalhães en la FFLCH e integrante del Electromemoria, estudió durante su maestría el principal ejemplo de la internacionalización del capital en el sector y detalló el proceso de organización de Companhia Água e Luz a partir de 1886. Ricardi explica que, pese a contar con grandes empresarios y políticos en su directorio, Água e Luz no consiguió el capital necesario como para erigir una central hidroeléctrica, lo que trabó la expansión de la empresa. “Ya eran poseedores del salto de Rasgão y de la escritura de compromiso de compra del salto del salto Pau d’Alho, en el río Tietê. Se necesitaban 13 mil contos de réis para las obras, pero el directorio obtuvo solamente un valor de 2 mil contos”, afirma. Por ese motivo, en 1909 los activos y pasivos de Água e Luz fueron definitivamente incorporados a la contabilidad de Light and Power, una empresa de capital canadiense que ya tenía desde 1900 el control accionario de la compañía paulista.
Light poseía más recursos y enseguida atrajo el apoyo de la elite paulista. “Light llegó a Brasil con la propuesta de utilizar la matriz hidroeléctrica. Como disponía de dinero para invertir, se granjeó el apoyo de políticos y de otros hombres públicos para sus proyectos, a los cuales la elite consideraba modernizantes”, comenta Ricardi. De acuerdo con Alexandre Macchione Saes, docente de la Facultad de Economía, Administración y Contabilidad (FEA) de la USP, su ascensión se produjo, no sin resistencia, tal como lo demostró en su tesis doctoral, intitulada “Los conflictos del capital: Light versus CBEE [Compahia Brasileira de Energia Elétrica] en la formación del capitalismo brasileño (1898-1927)”, defendida en el Instituto de Economía de la Unicamp en 2008. Sin embargo, la multinacional supo estructurar “un amplio sistema de alianzas y relaciones con grupos políticos locales”, en un momento de escasa presencia del gobierno federal, en el cual las concesiones de energía estaban en manos de los Concejos Municipales.
En 1927, cuando Light ya había consolidado su dominio en la capital y en la zona de Vale do Paraíba, la estadounidense American & Foreign Power (Amforp, del grupo General Electric) desembarcó en Brasil y, al cabo tres años, compró 22 concesionarias en el Oeste Paulista y en otros estados. En aquella época, las perspectivas de las dos empresas extranjeras eran bastante prometedoras: las concesiones de energía valían por un máximo de 90 años y las tarifas podían reajustarse cuando el tipo de cambio se desvaluaba.
La Revolución de 1930 generó cambios en el sector. En 1934, Getúlio Vargas instituyó el Código de Aguas, que limitó las concesiones a 30 años y modificó el cálculo de las tarifas, restringiendo la remuneración del capital de las empresas a un 10% anual. Ante ese panorama, tanto Light como Amforp redujeron drásticamente sus inversiones, y los apagones se volvieron cada vez más frecuentes. Tal como destaca Marcelo Squinca da Silva en el libro Energia elétrica – Estatização e desenvolvimento, 1956-1967 (Alameda, 2011), el estado se hizo cargo entonces de expandir la generación de energía, pero dejó la distribución –el sector más rentable– en manos del sector privado.
En 1951, el gobierno paulista empezó a construir centrales hidroeléctricas sobre el río Paranapanema. En 1955 creó Compañía Hidroeléctrica de Rio Pardo (Cherp), y en 1961, Centrales Eléctricas del Urubupungá. Este cambió fue analizado por el historiador Renato de Oliveira Diniz en su tesis, defendida en la FFLCH en 2011. “Lo que justifica un cambio de rumbo, de estatal a privado o de privado a estatal, es el tema de la financiación”, dice De Oliveira Diniz, quien dirigió la Fundación Energía y Saneamiento y trabajó en la dirección de Comunicación y Relaciones Institucionales de CPFL Energía (sucesora de Amforp), con sede en Campinas. “Al momento de la estatización se registraba una demanda creciente de energía, pero no había inversiones, debido a la falta de interés del sector privado extranjero y a la falta de recursos del sector privado nacional. Entonces el estado intervino para construir ese parque energético”. Las abultadas inversiones estatales crearon las condiciones para que São Paulo expandiese su parque industrial. “Después de que Cesp [la Compañía Energética de São Paulo] construyera las centrales de Jupiá e Ilha Solteira, São Paulo llegó a generar un 50% de la energía eléctrica de Brasil. El reflejo de esto fue la industrialización”, complementa Magalhães.
La demanda del sector público permitió la consolidación de las grandes empresas de capital nacional. Tal como explica Diniz, hasta la República Vieja (1889-1930) la construcción civil estaba dominada por empresas extranjeras: “Los proyectos de ingeniería en general se elaboraban en el exterior. Los estudios nacionales intermediaban en la contratación y luego supervisaban la ejecución. A partir de la década de 1950, las empresas nacionales empezaron a proyectar y ejecutar las obras. Dejaron entonces de ser empresas regionales y adquirieron dimensión nacional”.
Pero la información del proyecto Electromemoria no se limita a la parte económica. También se analizan los aspectos culturales de la electrificación. “La central Santa Alice, en São José do Rio Pardo, de 1907, es un museo vivo”, resalta Magalhães. “Opera con equipos de aquella época, no fue repotenciada y cuenta con un tablero que es todo de mármol de Carrara; y el reloj original, de Siemens, sigue funcionando”. Este patrimonio tiene un gran potencial de aprovechamiento turístico y museológico. “El problema es que pocos le dan valor al patrimonio industrial”, se queja. Según Magalhães, el propio Consejo de Defensa del Patrimonio Histórico, Arqueológico, Artístico y Turístico (Condephaat) es reacio a considerar a las centrales como patrimonio histórico. “La usina de Corumbataí, en Rio Claro, es la única que está así considerada por el estado. Las secretarías municipales de Cultura en general no se mueven en tal sentido.”
Magalhães igualmente llama la atención al respecto del tema ambiental. “En una buena cantidad de los lugares donde están esas centrales, los alrededores han sido devastados, reemplazados por plantaciones y pasturas, pero las áreas de las hidroeléctrica se encuentran preservadas, incluso con sus montes naturales”, dice. “Las pequeñas centrales son muy lindas. La usina Esmeril, en Patrocínio Paulista, tiene un salto de 90 metros. Se puede andar cinco minutos desde la casa de máquinas y llegar a un lago formado por la cascada: sólo se ve naturaleza alrededor”, comenta. A ese hermoso paisaje, según dice, hoy en día no lo ve casi nadie.
Proyecto
Historia de la energía eléctrica en el estado de São Paulo (1890-1960): Patrimonio industrial, paisaje y medio ambiente (nº 12/51424-2); Modalidad Proyecto Temático; Investigador responsable Gildo Magalhães dos Santos Filho (USP); Inversión R$ 682,670.72
Artículos científicos
MAGALHÃES, G. Is small really beautiful? Operating early Brazilian power plants. History of Energy (Electric Worlds). v. 8, p. 559-74, 2016.
MAGALHÃES, G. Electricity in Brazil – Part 1. IEEE Industry Applications Magazine (Print). v. 17/2, p. 8-12, 2011; Part 2, v. 17/3, p. 8-11/69, 2011.
NOGUEIRA, Débora Marques de Almeida y ARGOLLO FERRAO, André Munhoz de. Hidrelécctricas no desenvolvimento urbano e territorial de São Paulo. Labor & Engenho. v. 9, p. 19-36, 2015.
Libros
Magalhães, G. Força e luz: Eletricidade e modernização na República Velha. São Paulo, Unesp/ FAPESP, 2000, 129 p.
Magalhães, G. História e energia – Memória, informação e sociedade. São Paulo: Alameda/ FAPESP, 2012, 375 p.
Diniz, R. 100 anos de história e energia. São Paulo: Via das Artes, 2012, 142 p.