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Modelos recreados

La configuración actual de las instituciones brasileñas de educación superior refleja la incorporación de ordenamientos universitarios de distintos países

Elisa Carareto

La red privada de instituciones de enseñanza superior (IES), responsable del 75% de las matrículas en las carreras de grado brasileñas en 2017, según consta en el último Censo de la Educación Superior divulgado por el Instituto Nacional de Estudios e Investigaciones Educativas Anísio Teixeira (Inep), se expandió a partir de 1969, con la reforma universitaria realizada durante la dictadura militar (1964-1985). Según el filósofo Reginaldo Moraes, docente del Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad de Campinas (IFCH-Unicamp), dicha reforma flexibilizó las reglas para la apertura de instituciones particulares, basándose en el modelo universitario estadounidense que, entre otras características, se organiza mediante un sistema de créditos educativos.

“La reforma alteró la lógica de estructuración de los currículos universitarios tanto en las instituciones públicas como en las privadas, que empezaron a ofrecer un núcleo común y la posibilidad para los estudiantes de cursar créditos optativos durante el transcurso de su trayectoria académica”, dice el investigador, quien coordinó un proyecto de investigación para comparar la educación superior de cuatro países: Alemania, Brasil, Francia y Estados Unidos.

La profesora Helena Sampaio, docente del Departamento de Ciencias Sociales en la Educación de la Facultad de Educación (FE) de la Unicamp, relata que las primeras instituciones privadas de educación superior se instalaron en el país a finales del siglo XIX. “La primera Constitución de la República, de 1891, permitía la oferta de enseñanza superior en el sector privado”, recuerda. Según ella, para 1900, las escuelas de enseñanza superior, públicas y privadas, eran 24, una cifra que trepó a 133 en 1930.

Según explica Moraes, a partir de la reforma –que se aprobó en 1968 y se puso en práctica desde 1969– el Ministerio de Educación (MEC) flexibilizó las reglas para la apertura de establecimientos privados. “La expansión de la red pública exigía inversiones mayores, ya que involucraba actividades de posgrado e investigación, aparte de las propias carreras de grado”, informa el investigador. Asimismo, el modelo vigente en Estados Unidos contempla la organización de las universidades en departamentos, y no en cátedras vitalicias, a ejemplo de lo que ocurría en Francia, una directriz que también impulsó nuevas configuraciones en las universidades brasileñas.

Moraes también especifica que la reforma de 1969 hizo posible multiplicar 10 veces la cantidad de alumnos inscritos desde la década de 1960 hasta mediados de la década de 1990. “En la época de la reforma eran alrededor de 100 mil los estudiantes que cursaban la educación superior en el país y estaban concentrados en Río de Janeiro y en São Paulo”, dice. En los años 1970, el 50% de las matrículas de la enseñanza superior se ubicaba en la red privada, un porcentaje que, a partir de 1995, sobrepasó el 60%.

El sociólogo y politólogo Simon Schwartzman, investigador del Instituto de Estudios del Trabajo y Sociedad en Río de Janeiro, nota diferencias entre el panorama estadounidense y el brasileño, donde actualmente el 50% de los alumnos de las carreras de grado están matriculados en instituciones que pertenecen a una de las tres grandes corporaciones presentes en el país: Kroton, Estácio y Ser. Para el investigador, la reforma generó un modelo universitario elitista y cerrado, con la enseñanza superior asemejándose al modelo estadounidense con relación a las instituciones públicas que poseen actividades de posgrado e investigación. “En el sector privado brasileño predominan las instituciones con fines de lucro, que ofrecen fundamentalmente enseñanza nocturna en áreas sociales, para estudiantes de mayor edad y con menor poder adquisitivo, que no pudieron ingresar a las instituciones públicas. En Estados Unidos, por otra parte, las universidades privadas, cuyo modelo copió Brasil en la década de 1960, son fundaciones sin fines de lucro y altamente selectivas”, explica.

La expansión de las facultades privadas en Brasil cobró nuevo impulso durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso (1995-2003), con la aprobación de leyes que permitieron la apertura de instituciones con fines de lucro, dice Gladys Beatriz Barreyro, docente del Programa de Posgrado en Educación de la Escuela de Artes, Ciencias y Humanidades de la Universidad de São Paulo (EACH-USP). En la década de 1960, la red privada estaba constituida principalmente por escuelas sin fines de lucro de origen religioso, católicas, anglicanas o metodistas.

La caracterización de una IES como universidad no es una elección de su patrocinador y depende de una resolución del MEC. No obstante, Sampaio recuerda que la Constitución de 1988 estableció el principio de autonomía para las universidades. “Con esa base, las instituciones obtuvieron posteriormente autorización para transformarse en universidades, pudiendo abrir y cerrar carreras y aumentar o reducir la cantidad de vacantes sin solicitar autorización previa al Consejo Nacional de la Educación (en esa época era el Consejo Federal). Ese dispositivo constitucional estimuló la creación de universidades privadas por medio de procesos fusión entre escuelas aisladas”, dice la investigadora. Pese a la autonomía universitaria para abrir y cerrar carreras, el MEC puede, a posteriori, vetar la aprobación de las mismas.

Si bien desde 1945 las instituciones privadas recibían incentivos fiscales, fue a partir de 1995, resalta Moraes, que el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) comenzó a ofrecer líneas de crédito destinadas a financiar la construcción e instalación de esas facultades, por medio del Programa de Recuperación y Ampliación de Medios Físicos de las Instituciones de Educación Superior. La iniciativa privada, de orientación laica, ya estaba presente en el país desde la década de 1970, pero después de los años 1990 el segmento dejó de estar dominado por instituciones confesionales sin fines de lucro y pasó a involucrar a grupos empresarios.

Asimismo, en 2004, el MEC comenzó a invertir en la expansión de las instituciones federales, con el objetivo de ampliar la oferta de carreras de grado fuera de las capitales y en las regiones norte y nordeste del país. El presupuesto total de las instituciones federales de educación superior, que en aquel año era de alrededor de 12 mil millones de reales, con la creación de 18 nuevas universidades y la instalación de 173 campus de instituciones federales en el interior del país, una década después superó los 40 mil millones de reales. Las matrículas en las regiones norte y nordeste crecieron entre 2003 y 2013 un 76% y un 94%, respectivamente.

Barreyro explica que después de 2009 el panorama de las instituciones privadas de educación superior sufrió una nueva alteración, con el ingreso de capitales extranjeros. “De este modo, si bien hay cierta influencia del modelo estadounidense en la constitución del sector, el ingreso de capital extranjero y el alto número de matrículas en facultades que pertenecen a grandes grupos educativos hacen de Brasil un caso único”, analiza la investigadora. A partir de 2009, las empresas extranjeras también pasaron a invertir en la educación superior privada.

En Estados Unidos, subraya Moraes, hay alrededor de 100 universidades volcadas a la investigación: dos tercios de ellas son públicas y un tercio privadas. A diferencia del caso brasileño, ninguna de esas instituciones tiene fines de lucro, pero todas las instituciones cobran una cuota anual y, en las públicas, ese monto es inferior al de las particulares. Simon Schwartzman, del Instituto de Estudios del Trabajo y Sociedad en Río de Janeiro, explica que en Estados Unidos las posibilidades de continuar con los estudios una vez finalizada la educación básica son dos. La primera de ellas se ofrece en las escuelas mediante carreras de corta duración, los denominados community colleges, que prevén dos años de formación general, incluyendo asignaturas en áreas tales como negocios, salud, arte e idiomas. Al cabo de esos dos años, el estudiante obtiene lo que se denomina el associate degree. Luego, puede aprovechar ese crédito para ingresar en una universidad o facultad, obteniendo la licenciatura y prosiguiendo con los estudios de maestría y doctorado.

“En Brasil, hemos importado esa experiencia solamente a pequeña escala, por medio de las carreras de tecnólogos e ingenieros operativos, que suelen durar tres años, en las Facultades de Tecnología [Fatec] de São Paulo, por ejemplo”, dice Schwartzman.

El legado europeo
Pese a que la referencia más reciente es la estadounidense, la enseñanza superior brasileña también refleja la incorporación de modelos que surgieron en Francia y Alemania. Las experiencias alemana y francesa sirvieron como base para las primeras instituciones, a comienzos del siglo XX. Este análisis figura en el libro intitulado Modelos internacionais de educação superior – Estados Unidos, Alemanha e França (editorial Unesp), obra de Moraes, Maitá de Paula e Silva y Luiza Carnicero de Castro, que propone reflexiones sobre la educación superior en esos países.

Moraes explica que el modelo francés, ideado por el emperador Napoleón Bonaparte (1769-1821), incluía principalmente la enseñanza de ciencias aplicadas para formar burócratas aptos para desempeñar funciones administrativas de Estado, mediante la implementación de facultades que trabajaban en forma aislada. En tanto, el modelo alemán toma como base el proyecto universitario de Wilhelm von Humboldt (1767-1835), lingüista y fundador de la Universidad de Berlín, en 1810, quien abogaba por la fusión de las actividades educativas y de investigación y la oferta de carreras integrados, además de la autonomía en relación con el gobierno central.

En el exterior, la creación de las primeras universidades comenzó en el siglo XII, en el ámbito de la iglesia católica, que priorizaba la formación en áreas tales como filosofía y teología. “En el siglo XIX surgen modelos universitarios contrapuestos a la enseñanza católica medieval, incluyendo tanto el modelo humboldtiano alemán como el napoleónico francés. Ambos signaron la constitución de la universidad brasileña”, sintetiza Carlos Eduardo Vieira, docente de historia de la educación en la Universidad Federal de Paraná (UFPR).

Maria de Fátima Costa de Paula, del programa de posgrado en Educación de la Universidad Federal Fluminense (UFF) y coordinadora del Núcleo de Estudios e Investigaciones en Educación Superior, recuerda que antes de la creación de las primeras universidades en Brasil –la Universidad de Paraná, actual Universidad Federal de Paraná, en 1912, la Universidad de Río de Janeiro, en 1920 (que devino en la Universidad de Brasil en 1937 y finalmente en la Universidad Federal de Río de Janeiro en 1965), y la USP, en 1934– existían escuelas de enseñanza superior aisladas, que incluían facultades de derecho, politécnicas y de medicina, en Bahía, en Río, en Recife y en São Paulo. “Esas escuelas reflejaban ciertas características del modelo napoleónico francés, inicialmente enfocado en la enseñanza profesional”, explica. “A su vez, la USP, al concebir a la investigación como una de sus actividades primordiales, incorporó influencias del modelo alemán”, dice Costa de Paula. A pesar de que el interés inicial del modelo napoleónico fue la profesionalización, algunas instituciones fomentaban actividades de investigación ya desde antes de sumarse a la universidad. A lo largo del Imperio, la Facultad de Derecho de la USP, por ejemplo, dividía la carrera en “ciencias jurídicas” y “ciencias sociales” y ya concedía el título de doctor mediante la presentación de una tesis, si bien en una forma muy distinta a la producción científica actual.

Bruno Bontempi Junior, del Departamento de Filosofía de la Educación y Ciencias de la Educación de la Facultad de la Educación de la USP, apunta en la misma dirección al recordar que la institución surgió después de la Revolución Constitucionalista de 1932, con la pretensión de instaurar una reforma en el sistema universitario brasileño. “Pese a que ese proyecto incluyó el arribo de docentes franceses e italianos a la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras, en la institución prevaleció el modelo alemán”. Por otra parte, Bontempi Junior explica que la Universidad de Brasil, creada antes del Estado Novo (1937-1945), tuvo una concepción nacionalista y uniformadora, con pretensiones de fomentar actividades académicas tendientes al desarrollo de la nación y a la conformación de élites políticas y empresariales, además de formar docentes para la enseñanza básica.

En la actualidad hay un predominio del modelo estadounidense en la educación superior del país, dice Costa de Paula, pero la diversidad de instituciones también refleja la pluralidad de las matrices europeas. “En Brasil hay instituciones que están más volcadas a la investigación, que pueden considerarse un legado del modelo alemán, mientras que otras se centran mayormente en la educación profesional, alineadas con el modelo francés”, finaliza.

Proyecto
Educación superior, políticas de investigación e innovación, procesos de desarrollo – Estudio comparado de cuatro países: Alemania, Brasil, Francia y Estados Unidos (2014-2016) (nº 13/26999-4); Modalidad Ayuda a la Investigación – Regular; Investigador responsable Reginaldo Moraes (Unicamp); Inversión R$ 98.213,62

Libro
MORAES, R. C., SILVA, M. P. y CASTRO, L. C. Modelos internacionais de educação superior – Estados Unidos, Alemanha e França. São Paulo: Editorial Unesp, 2017, 116 p.

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