Imprimir Republish

LA  PINTURA ENTRE LAS GUERRAS

Modernidad intercontinental

La colección fundadora del MAC USP revela la importancia del arte moderno italiano en Brasil

Mujer y arlequín, Gino Severini 1946, óleo sobre madera

MAC USP/ divulgaciónMujer y arlequín, Gino Severini 1946, óleo sobre maderaMAC USP/ divulgación

Una de las más importantes colecciones de arte italiano de la primera mitad del siglo XX –y con seguridad la más importante existente en el continente americano– se encuentra en São Paulo. Es conocida históricamente por haber constituido uno de los núcleos fundadores del Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de São Paulo (MAC USP). Pero ahora, al exponérsela en el marco de las celebraciones de 50° aniversario de dicha institución, aparece reorganizada y revaluada, merced al trabajo de investigación intitulado Las obras italianas de las colecciones Francisco Matarazzo Sobrinho y Yolanda Penteado, de Ana Gonçalves Magalhães, docente y curadora de la División de Investigación en Arte, Teoría y Crítica del museo.

Al recuperar las huellas de la historia de la colección, este estudio arribó a conclusiones que valorizaron su representatividad a nivel internacional, con repercusiones entre investigadores de Italia. Asimismo, le aporta al público detalles acerca del ambiente del arte moderno brasileño. “Es un conjunto fascinante, no sólo por la calidad de las obras, sino también porque se habían perdido los vestigios de muchas de ellas en Italia”, dice Paolo Rusconi, historiador del arte y docente de la Universitá degli Studi di Milano (Unimi), en Italia. Rusconi fue el socio italiano en el acuerdo de cooperación entre el MAC y la Unimi para el estudio del modernismo brasileño, y, junto con Ana Magalhães, organizó un seminario sobre el tema en São Paulo en abril pasado.

La exposición Classicismo, realismo, vanguarda: pintura italiana do entreguerras, producto de esa investigación, abarca a las 71 pinturas de la colección, y a más 10 de artistas brasileños (entre ellos Candido Portinari y Alberto Guignard) que tuvieron contacto con sus contemporáneos italianos. Fue inaugurada en 31 de agosto en la nueva sede del MAC y permanecerá allí hasta julio de 2014. Entre los artistas italianos hay grandes nombres, tales como Giorgio de Chirico, Giorgio Morandi, Carlo Carrà y Amedeo Modigliani, éste último, presente con su único autorretrato conocido, una obra tan célebre que fue llevada a otra exposición en cartelera, O agora e o antes: uma síntese do acervo do MAC USP.

El proyecto original de la curadora Ana Magalhães consistía en revaluar la catalogación del conjunto de obras, para permitir entre otras cosas su publicación en ambiente virtual (en construcción en el sitio web del museo). “Pero durante la investigación”, dice Magalhães, “se volvió claro que conocíamos muy poco de la colección, a excepción de algunas obras, las más famosas.”

Maternidad, Felice Casorati, 1947, óleo sobre lienzo

MAC USP/ DivulgaciónMaternidad, Felice Casorati, 1947, óleo sobre lienzoMAC USP/ Divulgación

El principal mito que cayó por tierra fue la noción ampliamente difundida de que las colecciones Matarazzo se formaron según el gusto personal del mecenas, sin ningún criterio estético o histórico. “Fue una colección adquirida por intermediarios de Francisco [Ciccillo] Matarazzo Sobrinho en Europa, para formar el antiguo Museo de Arte Moderno, en un lapso de 10 meses, entre 1946 y 1947, durante la misma época en que se constituía también una colección francesa”, dice la investigadora. “La colección revela una atención hacia las principales tendencias de la época, con relieve para la vertiente del Novecento italiano. Es posible contar la historia del arte italiano durante la primera mitad del siglo a través de esta colección”. Al mismo tiempo, según Magalhães, el estudio mostró que el ambiente artístico brasileño no se encontraba en estado de atraso y descompás con relación a Europa.

Al contrario, lo que el equipo de la curadora encontró fue un “intenso intercambio” entre el modernismo paulista y el italiano. En ese escenario, despunta la figura del teórico y artista plástico brasileño Paulo Rossi Osir. “En el fondo, él, su obra y su biblioteca iluminan esta colección”, comenta. Osir viajaba siempre a Europa y poseía una biblioteca sobre arte moderno. Algunos de sus libros se exponen junto a la colección Matarazzo-Penteado.

Las investigaciones sobre las adquisiciones derivaron en el descubrimiento del compromiso en Europa de figuras tales como el galerista veneciano Carlo Cardazzo y Pietro Maria Bardi. Éste último sería después curador del futuro Museo de Arte de São Paulo (Masp).

Amante de Mussolini
En una historia plena de personajes fascinantes, surge la crítica de arte y la dama de la sociedad italiana Margherita Sarfatti. De ascendencia judía, Sarfatti fue desde 1912 amante del futuro dictador Benito Mussolini, y ejerció su influjo sobre la intelectualidad que apoyaba la ascensión del fascismo. Participó de la fundación, en 1922, de la estética del Novecento, el “retorno al orden” del arte italiano después de los años incendiarios del futurismo. Al recibir el apoyo de Adolf Hitler e instalar el antisemitismo como política oficial en Italia, en la década 1930, Mussolini se apartó de Sarfatti, quien terminó exiliándose entre Uruguay y Argentina.

En esa condición, recibió el encargo de los Matarazzo de coordinar las adquisiciones de arte italiano. “Uno de los intermediarios de las adquisiciones realizadas en Italia fue su yerno, el conde Livio Gaetani d’Aragona”, dice Annateresa Fabris, profesora jubilada del Departamento de Artes Plásticas de la Escuela de Comunicación y Artes de la USP. Aunque estaba exiliada, Sarfatti se mantuvo fiel a las directrices estéticas que pretendían mostrar al mundo “una nueva Italia”, según Ana Magalhães.

Puente de Zoagli,  Arturo Tosi, 1937, óleo sobre lienzo

MAC USP/ DivulgaciónPuente de Zoagli, Arturo Tosi, 1937, óleo sobre lienzoMAC USP/ Divulgación

“Era una ruptura con el futurismo, aunque algunos futuristas también hayan revisado su primera postura”, dice Fabris. “Sarfatti oponía el Novecento al futurismo y a la pintura metafísica de De Chirico, representado en la colección por obras posteriores a esta etapa”. La colección abarca un gran núcleo dedicado al Novecento, pero incluye a otros artistas que gravitaron alrededor de esta tendencia o incluso que se oponían a ella, tales como los artistas de la Scuola Romana y del grupo Corrente. Están presentes nombres que nunca comulgaron con la vertiente principal, tales como Morandi. Uno de los objetivos de la investigación de Ana Magalhåes fue cuestionar la idea de que el Novecento fue la única vertiente que orientó el montaje de la colección. “Quizá el cuadro más representativo sea el autorretrato de Modigliani”, dice Fabris. De acuerdo con la investigadora, en él, el artista trabaja los aspectos cromáticos y lineales, y se trata a sí mismo como una imagen pensada, sin por ello dejar de mantener una relación con lo concreto y lo real.

Como puede verse, el escenario del arte italiano era, durante la primera mitad del siglo, una cesta de tendencias a menudo en conflicto. “La noción de tiempo de los futuristas y la de la pintura metafísica eran casi opuestas. Los primeros eran ruidosos defensores de las máquinas y la rapidez, en tanto que los metafísicos trabajaban con el silencio, la imagen estática y la larga duración”, dice Ana Magalhães. El Novecento, a su vez, era enemigo de la postura matemática y técnica del abstraccionismo, una tendencia aún en formación en aquel momento y que, según Paolo Rusconi, es la única no representada, ni siquiera indirectamente, en la colección Matarazzo y Penteado.

Los métodos de coerción
Sin embargo, la presencia del fascismo no se manifestó en una estética oficial. “La relación entre el régimen y el ambiente artístico se dio mediante métodos de coerción ambiguos y capilares, como el uso de incentivos oficiales promovidos por Mussolini para agradar a los artistas”, dice Rusconi. Un personaje como Mario Sironi, presente en la colección del MAC con seis obras, vio como destruían la mayor parte de sus obras públicas (murales y frescos) luego de la caída del régimen, aunque las mismas no tuviesen en lo temático relación directa con los ideales fascistas.

Para Fabris, la colección refleja la orientación estética de Sarfatti, pero también el gusto de Matarazzo, “quien tenía una visión eminentemente realista del arte”. Con todo, el momento en que se adquirieron las obras señala un cambio de curso en su trayecto de coleccionador. Matarazzo se casó en 1946 con una representante de la elite paulista, Yolanda Penteado.

Gladiadores, Giorgio De Chirico, c.1935, óleo sobre lienzo

MAC USP/ divulgaciónGladiadores, Giorgio De Chirico, c.1935, óleo sobre lienzoMAC USP/ divulgación

“El casamiento lo llevó a acercarse al arte moderno”, dice Fabris, recordando que Yolanda frecuentaba los círculos de la intelectualidad modernista. “Hasta entonces, su interés recaía sobre el arte académico, pero el cambio de rumbo le permitió diferenciarse de la burguesía inmigrante que se había opuesto al modernismo”. Al mismo tiempo, se distinguía también de Assis Chateaubriand, que erigía el Masp de acuerdo con una perspectiva histórica del arte.

La fundación del MAC fue, según Annateresa Fabris, consecuencia de un “acto de fuerza” de Matarazzo. Había sido el creador y era el único responsable de subvencionar al Museo de Arte Moderno de São Paulo, y resolvió donar la colección a la USP en 1963. Además de que la colección afrontaba “problemas económicos y funcionales”, a Ciccillo le había encantado otra novedad: la Bienal de São Paulo. Las confusiones entre lo que le pertenecía y lo que formaba parte de la colección del museo siguen todavía ocasionando problemas en la catalogación de las obras.

“Aún debemos entender mejor la relación de los artistas brasileños con los futuristas, desde el punto de vista artístico”, dice Ana Magalhães. En el campo teórico, Mario de Andrade acuñó la expresión “futurismo paulista”, que, a su juicio, significa “futurismo sí; Marinetti no”, en referencia al más eminente y radical teórico del movimiento: Filippo Tommaso Marinetti. “El reflejo formal del futurismo entre nosotros es prácticamente nulo”, dice. Fabris sostiene que las relaciones entre el Novecento italiano y el arte en Brasil no transcurren tanto por influjo, sino por semejanza de principios. El modernismo brasileño, pese a ser parcialmente disruptivo, nunca dejó de lado la tradición. “Existe un interés en una sólida práctica artesanal y realista. Es una pintura moderna ‘moderada’.”

La investigación de Ana Magalhães hizo posible otros estudios, tales como el de la tesina de Renata Dias Rocco, del programa de posgrado interunidades en estética y historia del arte, del cual forma parte el MAC. Dias Rocco estudió las cuatro obras del pintor y teórico Gino Severini presentes en la colección, entre ellas Naturaleza muerta con paloma, de 1938. Severini fue un artista bastante representativo de los giros del arte italiano del período, habiendo de entrada comulgado con el futurismo. No obstante, efectuó “un cambio radical de rumbo”, hecho que Dias Rocco decidió investigar basándose en las cuatro pinturas, que forman una especie de eslabón perdido en la trayectoria del artista.

Proyecto
Margherita Sarfatti y Brasil: la colección (nº 2011/ 00757-9); Modalidad Beca en el Exterior; Becaria Ana Gonçalves Magalhães – MAC USP; Inversión R$ 9.023,90 (FAPESP).

Republicar