Cien años después, la Semana de Arte Moderno, celebrada en febrero de 1922 en el Teatro Municipal de São Paulo, sigue erigiéndose como un reto para los estudiosos empeñados en comprender su impacto en la transformación del arte y la literatura en Brasil. Las corrientes de análisis predominantes son dos. Una de ellas es la investigación de los aspectos desconocidos de autores y obras consagradas vinculadas a este acontecimiento, ampliamente estudiadas durante el siglo transcurrido. La otra observa críticamente la historiografía del movimiento, tratando de relativizar el legado de la Semana. Ambas vertientes son complementarias y se disputan el espacio en la reconstrucción de la memoria referente al Modernismo.
Como manifestación colectiva que pretendía estimular el desarrollo de nuevos ideales estéticos en las artes y la literatura, la Semana de Arte Moderno buscó romper con las tradiciones culturales asociadas a la enseñanza de la Escuela de Bellas Artes de Río de Janeiro y a corrientes tales como el simbolismo y el parnasianismo, que se caracterizaban por el uso de la métrica, el lenguaje culto y los temas históricos. El evento movilizó alrededor de un centenar de obras de arte, e incluyó la realización de veladas literarias y musicales. Bajo la influencia de las vanguardias europeas, entre sus participantes se encontraban intelectuales como la pintora Anita Malfatti (1889-1964), el escultor Victor Brecheret (1894-1955), los escritores Mário de Andrade (1893-1945), Oswald de Andrade (1890-1954) y José Pereira da Graça Aranha (1868-1931), quien también era diplomático. “Si bien la Semana fue un acontecimiento ubicado en tiempo y espacio, lo que llega hasta nuestros días es, sobre todo, su mito, es decir, la narración del origen o eclosión de un movimiento cultural. En este sentido, podemos decir que la Semana, como hecho histórico y como un hito mítico, rebosa de significados como cualquier obra de arte que se precie, generando permanentemente nuevos intentos de comprensión”, analiza Eduardo Sterzi, docente de teoría literaria de la Universidad de Campinas (Unicamp).
El filósofo Luiz Armando Bagolin, del Instituto de Estudios Brasileños de la Universidad de São Paulo (IEB-USP), recuerda que la idea de que la Semana de Arte Moderno dio origen al modernismo en Brasil se gestó entre 1937 y 1945, a la par de la instauración del Estado Novo de Getúlio Vargas (1882-1954). “El gobierno vislumbró que algunas de las pautas modernistas, como la exaltación de la identidad nacional, eran útiles para la retórica estatal. Es por eso que una de las políticas varguistas consistió en cooptar intelectuales para que colaboraran con el gobierno”, dice Bagolin. El investigador afirma que, en 1953, Vargas dirigió un pronunciamiento a la nación no solo elogiando al movimiento, sino también relacionándolo con el anhelo de modernización de la sociedad y con la necesidad del país de alcanzar el progreso material e industrial. “Así fue que se cristalizó una historia del modernismo brasileño en singular, desde una perspectiva positiva”, sostiene. Según él, esta fue la óptica dominante en los primeros estudios académicos sobre el movimiento, elaborados a partir de los años 1970, cuando el gobierno del estado de São Paulo adquirió la colección de Mário de Andrade y su archivo fue donado por la familia al IEB. “Hasta la década de 1990, un común denominador de los trabajos elaborados en teoría literaria y en las ciencias sociales era el tratamiento de los modernistas como un grupo único y homogéneo, con una tónica enaltecedora”, describe el filósofo.
La investigadora de la literatura Telê Ancona Lopez, de la USP, referente en los estudios sobre Mário de Andrade, explica que, pese a esa tendencia, en las áreas de la teoría literaria y de la literatura brasileña de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas (FFLCH) de la USP ya se habían elaborado tesis y tesinas que identificaban diferentes proyectos inherentes al modernismo. Ella también considera que la década de 1970 marcó un hito en cuanto a la reflexión académica sobre el modernismo. Esto se debe a que, además del IEB, hubo otras instituciones que a partir de este período comenzaron a organizar los archivos de los autores modernistas, entre ellas el Centro de Documentación Cultural Alexandre Eulalio (Cedae), de la Unicamp, y la Fundación Casa de Rui Barbosa. En la década siguiente, la crítica genética, difundida en Brasil por Philippe Léon Marie Ghislain Willemart, también de la USP, hizo que las ediciones de los manuscritos comenzaran a elaborarse con mayor rigurosidad. La crítica genética es un campo teórico-metodológico que busca reconstruir el proceso de elaboración de una obra a partir del análisis de los manuscritos que la precedieron. “En la década de 2000, las investigaciones literarias brasileñas se caracterizaron por la búsqueda de datos en las fuentes primarias. Fue un cambio de conducta que le agregó valor a la construcción historiográfica y a la edición de textos, que procuran retratar de manera fiel el proyecto del autor. Esa es una enseñanza que nos legó el sociólogo y crítico literario Antonio Candido (1918-2017)”, dice Ancona Lopez.
Como parte de este movimiento, la investigadora coordinó entre 2006 y 2011, con el apoyo de la FAPESP, un proyecto dedicado al análisis del proceso de creación de Mário de Andrade. La investigación se desarrolló a partir de los manuscritos hallados en el archivo del escritor, que reúne su correspondencia. “En el marco de la investigación pudimos conocer, por ejemplo, el diálogo entablado por el autor con el parnasianismo, pese a la distancia que el modernismo intentó tomar de ese movimiento literario”, informa. En el año 2000, el IEB y la Edusp lanzaron la colección Correspondencia de Mário de Andrade, un proyecto editorial que desde entonces ha venido publicando sus cartas. “La iniciativa marcó un hito editorial al hacer posible, en este diálogo epistolar, la presentación del modernismo por sí mismo”. Para 2022, está prevista la publicación del volumen intitulado Correspondência Mário de Andrade & Oswald de Andrade, organizado por Gênese Andrade, investigadora literaria y docente de la Fundación Armando Álvares Penteado (Faap).
Los estudios de los manuscritos de la época han sacado a la luz aspectos hasta ahora desconocidos de los autores modernistas. El libro intitulado Oswald de Andrade: Obra incompleta (Edusp/Archivos), publicado a finales de 2021 y organizado por Jorge Schwartz, profesor jubilado de literatura hispanoamericana de la USP, es el resultado de un proyecto iniciado en 1985. La publicación, que contó con financiación de la FAPESP, reúne poesía, ficción, discursos críticos y manifiestos del autor, además de reproducir manuscritos inéditos que muestran los entretelones de la producción literaria. “La edición del libro incluyó la búsqueda de documentos entre expertos, herederos, familiares, coleccionistas y en los archivos del IEB, donde la colección de De Andrade se conservó durante años hasta su traslado al Cedae, de la Unicamp”, comenta Schwartz. “La forma dispersa, fragmentaria y casi caótica de lo que quedó del patrimonio documental de Oswald de Andrade revela una personalidad intelectual reacia a la metodología de gabinete o a la preservación sistemática de las distintas etapas de su propio proceso productivo […]. Una actitud propia del desprendimiento, la espontaneidad y la ingenuidad de un autor que nunca sospechó que se convertiría en una de nuestras personalidades literarias más extraordinarias, el más radical de los modernistas, un revolucionario de carácter permanente”, escribe Schwartz en la introducción de la obra, que cuenta con dos tomos y más de 1.600 páginas.
A cargo de la investigación, revisión y confección de las notas del libro, Gênese Andrade también se ocupó de catalogar y analizar los manuscritos de la poesía de Oswald de Andrade. Al cabo, descubrió, por ejemplo, que el poema O santeiro do Mangue comenzó a elaborarlo en 1936 y lo reescribió al menos 16 veces hasta concluirlo, finalmente, en 1950. “La poesía del autor transmite una sensación de espontaneidad, pero sus manuscritos revelan un enorme esfuerzo para perfeccionarlo hasta obtener un resultado aparentemente simple”, resalta Andrade. A su juicio, el estudio de esos documentos permite repensar el papel de Oswald en el panorama literario de su época. Según ella, los críticos suelen ver a Mário de Andrade como un autor “centrado y estudioso”. Mientras que Oswald ha sido relegado al rol de un intelectual poco serio. “Sin embargo, cuando pudimos acceder a sus manuscritos, comprobamos que eso no era verdad”, sostiene. Con base en uno de los resultados de las investigaciones que llevó a cabo hace más de 20 años, Gênese Andrade también está a punto de concluir el libro Arte do centenário (1920-1922) – Oswald de Andrade, que será lanzado en 2022 por la editorial de la Universidade Estadual Paulista (Unesp). La obra contiene 19 textos publicados en la prensa por Oswald de Andrade, entre 1920 y 1922, de los cuales 10 son inéditos en formato de libro.
Otra tendencia de las investigaciones recientes acerca del modernismo abarca los estudios desde una perspectiva biográfica. En esta clave se enrolan las biografías de Tarsila do Amaral (1886-1973), elaborada en 1997 por Nadia Battella Gotlib, profesora jubilada de la USP, y de Mário de Andrade, obra del periodista Jason Tércio, en 2019. “La publicación de la historia de vida de los grandes intelectuales es una señal de madurez del ambiente cultural. Las biografías confiables constituyen herramientas importantes para la reflexión crítica, porque ayudan a los lectores a ubicar las obras en el tiempo con mayor exactitud”, pondera Sterzi, de la Unicamp.
El análisis de los archivos permite conocer el detrás de escena de los acontecimientos importantes de la historia del modernismo. En un diario, por ejemplo, Anita Malfatti relata que de camino a su primera exposición individual, organizada en 1914 en el centro de São Paulo, compró unos zapatos nuevos sin probárselos. El calzado le quedó chico y finalmente ingresó descalza al salón. La artista también relata en su diario que, en 1917, en una exposición individual que organizó luego de pasar un tiempo en Estados Unidos, Mário de Andrade fue uno de los primeros en asistir. Llegó empapado por la lluvia, se detuvo frente a las obras y soltó una carcajada. Días más tarde, el escritor volvió a la exposición, se presentó como poeta y anunció su intención de adquirir el cuadro O homem amarelo [El hombre amarillo].
El diario de la pintora, que forma parte de la colección del IEB, se encuentra expuesto por primera vez al público en la muestra denominada Era uma vez o moderno (1910-1944) [Érase una vez lo moderno (1910-1944)], organizada por Bagolin a partir de la investigación que realizó durante un año y medio y que contó con la colaboración del historiador Fabrício Reiner como curador independiente. Mediante una asociación entre el Centro Cultural de la Federación de Industrias del Estado de São Paulo (Fiesp), que oficia como sede del evento, y el IEB, la exposición reúne más de 300 obras y documentos, entre los cuales se incluyen cartas, manuscritos, fotografías y pinturas de los intelectuales que formaron parte de las iniciativas vinculadas al modernismo brasileño entre 1910 y 1944, que incluyen a los paulistas Mário y Oswald de Andrade y Tarsila do Amaral, al poeta pernambucano Manuel Bandeira (1886-1968) y a los pintores Cícero Dias (1907-2003), también de Penambuco, al paraense Ismael Nery (1900-1934) y al fluminense Di Cavalcanti (1897-1976). La propuesta de la exposición, que estará en cartelera hasta el mes de mayo, es, según explica Bagolin, consiste en dar cuenta de la dimensión humana de los intelectuales que participaron del debate acerca de la posibilidad de crear un arte moderno en Brasil.
Según Bagolin, la iniciativa del IEB propone insertar las reflexiones sobre la Semana de Arte Moderno en el contexto de un proceso histórico que comenzó antes de 1922 y tuvo desarrollos posteriores. “Pretendemos entender cómo veían los propios modernistas la historia del movimiento. Las fuentes originales muestran la existencia de diversas posturas e iniciativas que buscaban implementar un arte moderno y una literatura moderna en el país”, relata el filósofo, quien contrasta esta perspectiva con la noción de un único modernismo, compuesto por un grupo homogéneo reunido en torno a los mismos ideales.
Una de las vertientes del movimiento que ha suscitado debates críticos está relacionada con la noción de la antropofagia, un término acuñado por Oswald de Andrade y Tarsila do Amaral en 1928, como una de las derivaciones de la Semana, que proponía el desarrollo artístico a partir de una actitud de devoración y asimilación de diferentes culturas, especialmente las indígenas. Sterzi, quien lleva casi una década estudiando el tema, lo clasifica como una crítica a los momentos iniciales del modernismo, que, según él, “estaban imbuidos de entusiasmos futuristas y nacionalistas desprovistos de mayor consistencia y que, a menudo, eran meros refrendadores del punto de vista oficial”. “Con el Manifesto antropófago, Oswald de Andrade genera una división en el modernismo, proponiendo una ontología política revolucionaria moldeada en torno de la antropofagia ritual tupinambá”, analiza. Sterzi explica que en la concepción antropofágica no se invoca al indígena como se hacía en el romanticismo, es decir, como figura precursora de la nacionalidad. Según él, la transformación de un aborigen en un brasileño representaba para Oswald un proceso violento de captura, que destruía su singularidad. “Para contraponerse a esto, el escritor proponía que había que ‘volverse indio’, título de un artículo de su autoría publicado en 1946, signado por la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, es decir, por la debacle de la civilización occidental y de la fe en la modernidad”, precisa Sterzi. El investigador sostiene que si el modernismo de 1922 se desarrolló, en cierta medida, conforme a una lógica de pensar las cosas occidental, “la antropofagia vino a hacer estallar esta manera de concebir el país y su historia”.
Bagolin, del IEB, también reconoce en la antropofagia una instancia crucial para ilustrar la diversidad de concepciones e ideales estéticos en pugna cuando se analizan las repercusiones de la Semana de Arte Moderno. En este sentido, la exposición en cartelera en el Centro Cultural Fiesp incluye una carta escrita por Mário de Andrade y dirigida a Tarsila do Amaral que explica los motivos de la ruptura del poeta con Oswald de Andrade. La escisión sería el resultado de conflictos personales que aludían a comentarios de Oswald sobre la sexualidad de Mário. Según consta en la misiva, las desavenencias se acentuaron en 1927, cuando Mário comenzó a viajar por Brasil, especialmente a la Amazonia y a Rio Grande do Norte, vivencias que quedaron plasmadas en los libros Clã do Jabuti, de 1927, y Macunaíma, de 1928. “En sus cartas a Manuel Bandeira, Mário expresaba que las apropiaciones estéticas realizadas por la antropofagia eran insuficientes para dar testimonio del Brasil profundo que él estaba conociendo en sus viajes”, informa el filósofo. Desde la óptica de Bagolin, Mário estaba molesto por la utilización, en los textos de la antropofagia, de las lenguas indígenas para hacer chanzas y escandalizar a la aristocracia paulistana. “Desde esta perspectiva, podemos afirmar que Mário ya tenía un pensamiento descolonizador, aunque este sea distinto al concepto de ‘decolonialidad’, que a partir de finales de la década de 1990 comenzó a cuestionar la configuración eurocéntrica del mundo y de la producción del conocimiento”, argumenta.
Para Bagolin, otra evidencia de la diversidad de enfoques existentes entre los autores que participaron en la Semana de Arte Moderno puede comprobarse en la última carta escrita por Mário de Andrade a Manuel Bandeira, en 1944. La epístola, que el escritor nunca llegó a enviar, expresa su preocupación por el involucramiento de los intelectuales modernistas con el Estado Novo. La política cultural de Vargas incluyó, por ejemplo, el nombramiento de Manuel Bandeira como presidente del Salón Nacional de Bellas Artes, del arquitecto y urbanista Lúcio Costa (1902-1998) como director de la Escuela Nacional de Bellas Artes y la invitación al poeta Carlos Drummond de Andrade (1902-1987) para trabajar en el Ministerio de Educación (MEC). “En el manuscrito, Mário afirma que el gustaría escribir epigramas políticos criticando al gobierno, pero ya no le queda energía, y le sugiere a Bandeira que lo haga. Es una misiva conmovedora, que trasluce su amor por Brasil y, al mismo tiempo, su desencanto con los ideales modernistas”, dice. En la investigación para la organización de la exposición de ese mismo año, Bagolin también encontró un ejemplar de Macunaíma con correcciones hechas a mano por el autor, posiblemente destinadas a futuras reediciones de la obra. “Estos hallazgos demuestran que, incluso los libros y autores ampliamente estudiados merecen ser revisitados”, concluye.
Proyecto
Estudio del proceso de creación de Mário de Andrade en los manuscritos de su archivo, en su correspondencia, en sus anotaciones y en sus lecturas (nº 06/54705-1); Modalidad Proyecto Temático; Investigadora responsable Therezinha Aparecida Porto Ancona Lopez (IEB-USP); Inversión R$ 394.832,19
Libros
ANDRADE, G. Arte do centenário (1920-1922) – Oswald de Andrade. São Paulo: Editorial de la Unesp, 2022.
SCHWARTZ, J. (comp.) Oswald de Andrade: Obra incompleta (2 t.). São Paulo: Edusp/Archivos, 2021.