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Evaluación

Mucho ruido y pocas nueces

Un sesgo en la interpretación de datos pone en debate la cuestión de los actores implicados en el aumento de la producción científica brasileña

produção cientifica2brazLa producción científica de Brasil ha avanzado a una velocidad consistente desde los años 1980, pero el anuncio del crecimiento registrado el año pasado, realizado por el ministro de la Educación, Fernando Haddad, terminó por producir mucho ruido y pocas nueces. En el marco de un evento realizado en la Academia Brasileña de Ciencias, en Río de Janeiro, el pasado día 5 de mayo, Haddad informó que la cantidad de artículos indexados habría ascendido un espectacular 56% al año. “Vivimos un momento en que ha sido posible incrementar en más del 50% la producción brasileña. Esto sucedió gracias al trabajo del MEC y del Ministerio de Ciencia y Tecnología”, dijo el ministro, según el periódico Folha de S. Paulo. Las cifras, muy superiores a las registradas incluso por China, cuya producción científica es la que más crece en el planeta, causaron perplejidad -y los expertos de cienciometría, una disciplina que procurar generar información para estimular la superación de los desafíos de la ciencia, fueron los primeros en procurar entender las cifras del ministro.

A decir verdad, el incremento del 56% no reflejaba el avance de la producción, pero sí era un reflejo del crecimiento de la cantidad de publicaciones brasileñas en la base Web of Science, de la empresa Thomson Reuters. En 2006 eran 26. Esta cantidad subió a 63 en 2007 y a 103 en 2008. Un análisis en otras bases de datos, a las cuales el MEC también tiene acceso, mostró índices de crecimiento igualmente importantes, pero mucho aquende del 56%. El Science Citation Index, también perteneciente a Thomson Reuters, pero que no sufrió variaciones metodológicas significativas, apuntó un crecimiento del 15% en la cantidad de artículos científicos en 2008. En tanto, en la base de datos Scopus, competidora del Institute for Scientific Information (ISI) y solventada por editorial Elsevier, contabilizó un respetable, pero más realista 8,9%.

En artículo publicado en el día 12 de mayo en Folha de S. Paulo, el profesor de química Rogério Meneghini, coordinador científico de la biblioteca electrónica SciELO, trajo a público la génesis de la interpretación exagerada de los datos: lo que creció fue la visibilidad de la investigación brasileña, impulsada por la inclusión de periódicos científicos nacionales, cuya calidad fue reconocida por Thomson Reuters. En oposición al anuncio realizado por el ministro, Meneghini registró que ese avance se debió a un sector en el cual el gobierno federal -invierte en forma absolutamente inexpresiva-, pues tan sólo un 0,4% de los presupuestos de la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes), órgano del Ministerio de Educación, y del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), el equivalente a 10 millones de reales en 2008, se destinó a alrededor de 240 revistas nacionales. “La única iniciativa brasileña para mejorar sus revistas, además de la dedicación de los editores, es el programa SciELO”, escribió Meneghini. “SciELO ejerce en Brasil un papel similar al del ISI, el de indexar las mejores revistas brasileñas, seleccionadas por criterios de calidad, pero va más allá, pues pone a disposición los artículos con textos completos en acceso abierto. Hoy en días son 205 revistas. Es importante hacer hincapié en que de las 103 revistas brasileñas indexadas en el ISI, 81 están en la base SciELO. El presupuesto ejecutado del programa para 2009 es de 2,5 millones de reales, un 80% proveniente de la FAPESP (recursos del estado de São Paulo) y el 10% del CNPq (recursos federales)”, concluyó el profesor.

El enredo del anuncio no opaca el hecho de que la producción científica brasileña crece a un ritmo auspicioso. “El crecimiento es tan significativo que se ubicó únicamente atrás de China, que creció un 11% de 2007 a 2008. Es decir, superamos el crecimiento anual de países con un historial de fuerte expansión como la India, Corea del Sur y Taiwán”, dijo Eloisa Viggiani, gerente de productos de editorial Elsevier, responsable de la base Scopus. El SCImago Journal and Country Rank ubica a Brasil en 15º lugar en el ranking de países con mayor producción científica en 2007, en un pelotón que reúne a países con ricos historiales académicos y poblaciones muy diferentes, como Holanda y Rusia (ligeramente al frente) y Taiwán, Suiza y Suecia (enseguida atrás). El índice es un proyecto conjunto entre el grupo SCImago, formado por investigadores de cuatro universidades españolas, y Elsevier, propietaria de la base Scopus. En el ranking de la Web of Science de 2008, divulgado por el MEC, Brasil aparece en la 13ª posición, al frente de Holanda y de Rusia.

Si la confusión generada por las cifras tuvo algún mérito fue el de estimular la discusión sobre las razones del crecimiento. “Son diversos los motivos involucrados en el aumento o en la disminución de la producción científica de una nación, región, institución y/o de un individuo”, escribió la cienciometrista Jacqueline Leta, docente de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), en un artículo en que comentó los números. Citando un press release elaborado por la Capes, Jacqueline enumeró motivos tales como la inversión en recursos humanos, mediante becas, y el acceso por parte de los investigadores y programas de posgrado a periódicos internacionales. “Estas atribuciones -que no son exclusivas de la Capes- han sido fundamentales para la plena evolución de la actividad en el país y están siendo decisivas hace más de una década”, dijo.

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La contribución de São Paulo a la producción científica brasileña es un dato fundamental para el debate. El estado, que produce la mitad de los artículos científicos nacionales desde hace tres décadas, se diferencia por albergar tres grandes universidades de investigación -dos de ellas, la USP y la Unicamp, son las únicas que figuran entre las 200 mejores del mundo en rankings internacionales- por el volumen de recursos destinados a ciencia y tecnología y también por la regularidad de la inversión (vea en el recuadro). La USP, con alrededor de dos mil doctores egresados por año, y la Unicamp, con alrededor de 900, forman más doctores que individualmente cualquier universidad estadounidense. Y la Unesp no se ubica mucho más atrás: en 2008 se recibieron en ella 765 doctores.

Existe un cierto consenso en que el crecimiento del sistema de posgrado y la utilización de indicadores de productividad internacionales para evaluarlos ha sido un motor importante de este avance, pero las variables que determinan el crecimiento son multifacetadas y no se encajan en un sistema lineal. Hernan Chaimovich, docente del Instituto de Química de la USP y vicepresidente de la Academia Brasileña de Ciencias, afirma que el crecimiento reciente de las inversiones federales no tuvo todavía un impacto mensurable en la producción científica brasileña. Chaimovich comparó las curvas de crecimiento de los recursos del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FNDCT) con las de la producción científica y constató que, hasta 2003, la producción científica crecía pese a la irregularidad del FNDCT. “Ambas curvas anduvieron despegadas una de otra y recién comenzaron a subir juntas a partir de 2003”, dice Chaimovich.

El profesor llama la atención sobre otro fenómeno: el porcentual de crecimiento de la cantidad de doctores egresados ha venido perdiendo ritmo durante los últimos dos años, pero no así la producción científica. Entre mediados de los años 1990 y 2003, la tasa media anual de crecimiento de la cantidad de doctores era del 16%. De 2003 en adelante, dicha tasa pasó a crecer a un ritmo mucho menor, del 4% al año. Con todo, eso no quitó bríos a la producción científica. “Se puede afirmar que, durante un buen tiempo, el incremento de la cantidad de doctores impulsó el crecimiento, pero en el estado de São Paulo eso está llegando a un límite, además de que la productividad, ya altísima, no puede aumentar tanto”, afirma. Según él, una hipótesis probable para el sostenimiento del crecimiento, principalmente en el ejemplo paulista, es el avance en la cantidad no de dotores, sino de posdoctores -un dato nuevo en la evolución de la investigación brasileña.

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La contribución de São Paulo
Por qué el estado produce la mitad de los artículos brasileños

Datos del Science Citation Index muestran que, pese al crecimiento significativo de la producción científica nacional durante los últimos 30 años, una variable se ha mantenido estable: São Paulo ha sido responsable de la mitad de los artículos publicados por investigadores brasileños. Era así en 1980, cuando São Paulo fue responsable de 1.090 de los 2.215 artículos brasileños. Y seguía así en 2008, cuando 9.513 de los 18.783 artículos nacionales se elaboraron en São Paulo. Una serie de razones impulsa este fenómeno -pero ninguna de dichas razones da cuenta de explicarlo sin la ayuda de las otras. El dinero, sin duda, ha sido importante.

Pero en São Paulo, un 70% de la inversión pública se lleva a cabo con recursos estaduales, y solamente el 30% del dinero proviene del gobierno federal. De la misma manera, otros estados crearon sus fundaciones de apoyo a la investigación científica y se comprometieron con más ahínco en la producción del conocimiento. Así y todo, el peso proporcional de São Paulo perduró. “Hay otros elementos tanto o más importantes que el dinero, tales como las universidades estaduales, sumamente estables en São Paulo, una política de calificación en un estadio mucho más avanzado que el de las universidades federales, además de un aprecio por los valores académicos que está en la institucionalidad de las universidades e institutos de investigación paulistas”, afirma Carlos Henrique de Brito Cruz, director científico de la FAPESP.  “Y hasta los días actuales las universidades federales no tienen autonomía verdadera, a diferencia de lo que ocurre con las estaduales de São Paulo”, dice. De acuerdo con el físico Daniel Pereira, prorrector de Investigación de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp) entre 2004 y 2009, la delantera paulista se debe a una conjunción de factores, que van de la regularidad del financiamiento a la investigación desde 1962, año de la fundación de la FAPESP, a la formación de recursos humanos sumamente calificados concentrados en las  universidades del estado. “La existencia de la FAPESP es un dato fundamental”, dice, en referencia al 1% de la recaudación tributaria del estado de São Paulo invertida regularmente en investigación. “La FAPESP influye también por las decisiones de política científica que toma”, afirma el profesor, mencionando como ejemplo el reciente lanzamiento por parte del Ministerio de Ciencia y Tecnología de los Institutos Nacionales de Ciencia y Tecnología, redes de excelencia que siguen el modelo inaugurado en la década pasada, por los Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepids), de la FAPESP. “En cualquier ranking de las mayores universidades brasileñas, la USP y la Unicamp están adelante. Concentran gran cantidad de programas de posgrado y buena parte de éstos es muy bien evaluada por la Capes. Cabe registrar el incremento significativo de la productividad de la Unesp durante los últimos años”, afirma Pereira. Éste recuerda que las universidades federales de São Paulo, como la Unifesp y la UFSCar, aunque tengan una contribución de alta calidad, ostentan una producción en escala menor que las estaduales. “La más reciente de ellas, la Federal del ABC, se abasteció de docentes que, en su mayoría, se recibieron en las estaduales”, dice.

Hernan Chaimovich, profesor del Instituto de Química de la USP, destaca la situación peculiar de las universidades estaduales paulistas con relación al conjunto de las universidades federales. “Hace 20 años que la USP, la Unicamp y la Unesp se volvieron autónomas. Y tomaron la decisión de convertirse en universidades de investigación”, dice Chaimovich, recordando un episodio que marcó profundamente a la USP: la divulgación en los medios en 1988 de una lista de docente sin producción académica en el período anterior, la llamada “lista de improductivos”. “La lista tuvo un efecto importante en la universidad: la consolidación de la idea de que la USP no podía tener gente que no produjera conocimiento. Este espíritu quedó imbuido en las universidades estaduales paulistas, y a ello se sumó la presión de la evaluación de la Capes”, dice Chaimovich. El profesor advierte que no pretende despreciar la contribución federal a la ciencia paulista. “Pero solamente con ella, São Paulo nunca mantendría este ritmo de inserción”, evalúa. El profesor dice que este panorama puede cambiar. “El peso relativo de São Paulo en la investigación brasileña podrá diminuir si este tipo de ambiente se consolida en otros estados y en las universidades federales. Río de Janeiro ha aumentado significativamente su dotación de recursos para investigación. Sería excelente si esa proporción cambiase, pero, a ejemplo de lo que ocurrió en São Paulo, es necesario que la inversión sea regular para que sus efectos se sientan”, afirma.

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