LÉO RAMOSLa respuesta del geógrafo bahiano Dieter Carl Ernst Heino Muehe al pedido de entrevista por parte de Pesquisa FAPESP sonó casi como una broma. “Venga a mi departamento en Niterói y conversemos. Yo ya me jubilé; voy poco y nada al Fundão”, dijo, en referencia al campus de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), en la cual es docente titular y todavía orienta a doctorandos. A los 70 años, su voz baja y aparentemente tímida por teléfono daba la impresión de que se trataba de un investigador cansado, dedicado a esa altura de la existencia solamente a criar a sus nietos.
Pero la realidad de Dieter Muehe es muy diferente que lo que su descripción deja ver. Durante la entrevista, este hijo de alemanes nacido en Maragogipe, en la zona de Bahía conocida como Recôncavo Baiano, puso sobre la mesa dos libros de suma importancia para quienes estudian la costa de Brasil o administran municipios del litoral brasileño. El primero, Erosão y progradação no litoral brasileiro, fue elaborado para el Ministerio de Medio Ambiente (MMA) y presentado durante el segundo semestre de 2007. Se trata de un estudio cuidadoso con indicaciones de dónde la línea de la costa se está retrayendo en razón de la erosión, y donde está expandiéndose, a causa de la progradación (el depósito excesivo de sedimentos). El otro salió publicado el mes pasado: Rio, próximos 100 anos – O aquecimento global e a cidade. El objetivo es brindar aportes científicos para ayudar a los administradores municipales a enfrentar las posibles consecuencias de los cambios climáticos globales en las próximas décadas.
Ambos libros contaron con la activa participación de Dieter Muehe como coordinador de los numerosos investigadores de las más diversas áreas implicadas. En la siguiente entrevista, Muehe se refiere a otros trabajos, incluso de mayor relevancia, tales como la participación activa en la reivindicación brasileña de los derechos sobre las 350 millas (650 kilómetros) a partir de la línea de la costa. También pone de relieve la importancia de monitorear el mar continuamente y metódicamente, utilizando aparatos tales como medidores de mareas y de olas, entre otros. “Solamente con más información sabremos en los próximos años qué va a cambiar efectivamente en el clima y cuáles van a ser las consecuencias de ello para las poblaciones”, advierte.
Ganador del Premio Conrado Wessel 2003 en la categoría Ciencia Aplicada al Mar, Dieter Muehe tiene una hija y dos nietos. Vive con su mujer en Niterói, cerca de la playa. Los fines de semana suele subir a la sierra de Itatiaia, donde tiene un chalet, para descansar en las montañas, lejos del mar. Lea a continuación los principales tramos de la entrevista.
Uno de los puntos más polémicos en el debate y en las investigaciones sobre los cambios climáticos globales ha girado en torno de un posible incremento del nivel mar. Como especialista de la costa marítima, ¿cuál es su opinión al respecto?
Ésa es siempre una buena cuestión, que tiene todavía pocas respuestas confiables. Hemos visto todo tipo de estudios en contra y a favor de los pronósticos del IPCC [el Painel Intergubernamental de Cambios Climáticos]. Por ejemplo, el efecto de las corrientes oceánicas para la postergación del calentamiento, la estabilidad del permafrost, es decir, la capa de suelo congelado ubicada debajo de la superficie, pero también el descubrimiento reciente de la liberación de hidrato de metano en el fondo oceánico en la Siberia, un efecto que, de ampliarse, aumentará significativamente el efecto invernadero. Lo importante en todo eso es que, por primera vez, hay un movimiento realmente planetario de preocupación con el ambiente. Con relación al mar, el único cuidado que debe tomarse es que las observaciones deben hacerse con base en el monitoreo continuo. Y éste es el gran problema en Brasil. Acá casi no tenemos monitoreo constante del comportamiento de la línea de la costa o del mar. En el área costera, estamos en el comienzo de la formación de una red destinada a relacionar los efectos de la erosión costera con los fenómenos oceanográficos. Si bien por un lado es la atmosfera la que va a provocar cambios, la respuesta es el clima de olas y la propia elevación del nivel del mar. Es decir, uno de los principales mecanismos de control de la estabilidad de la línea de costa es el mar y la manera en que éste se presenta.
¿Por qué o monitoreo sigue siendo un gran problema en Brasil?
En relación con el monitoreo de la movilidad de la línea de costa, este trabajo es generalmente llevado a cabo por grupos de investigadores de la universidad con el objetivo de desarrollar alguna tesina o alguna tesis y es interrumpido luego de la conclusión del trabajo. La propia medición de la marea, que actualmente es muy importante, era hecha teniendo como objetivo la navegación, y no la indicación de tendencias de elevación o rebajamiento. La búsqueda de la interpretación de mareogramas [los registros gráficos de los movimientos de elevación y descenso de las mareas] de largo plazo resulta en la preocupación con la elevación del nivel del mar, que es cosa reciente. Es necesario que alguien se encargue, vigile, y no hay gente para ello. Para mantener un mareógrafo o un ondógrafo [medidor de olas] hay que hacer convenios con empresas para que éstas se hagan cargo en parte del problema. Por ejemplo, los únicos mareógrafos de larga duración están en Cananéia (São Paulo) y en Ilha Fiscal (Río de Janeiro). Las mediciones mareográficas empezaron a hacerse a partir de 1781, pero de manera discontinua, cosa que no permite una definición de tendencias. A partir de 1831 se inició el primer registro continuo, en el puerto de Río, que sirvió de referencia para la delimitación de los terrenos de la Armada. Tan es así que esos terrenos se basan en el nivel medio de las mareas más altas de esos primeros registros. En general, pese a que actualmente tenemos una amplia red de mareógrafos a lo largo de la costa, son pocos aquéllos que permiten determinar la variación del nivel del mar a lo largo del tiempo, debido a fallas de registro o cambios de posición. La percepción de la necesidad de realizar las medidas no solamente para la determinación de la marea, sino también para la detección del comportamiento del nivel del mar ha cambiado, por lo tanto, se hace necesaria la obtención de registros continuos durante varias décadas – 30, 40 ó 50 años – para obtener una tendencia. Esto se debe a que existen variaciones de corto plazo, de algunos años e incluso de una o dos décadas, que, si se las proyecta a un período mayor, incurren en errores muy grandes. Éste es un problema de la información de largo plazo.
¿Eso quiere decir que la inestabilidad es precisamente lo normal?
Exactamente, y puede transformarse radicalmente en razón de un cambio en el clima. Cuando se ven nuestras planicies costeras, tenemos crestas de playa alineadas paralelamente. En las fotos de satélite se puede ver muy bien esto. De repente hay un cambio de dirección en esas crestas, cada una representando una posición de la línea de costa. ¿Qué sucede? Tenemos un registro de un pasado de algunos miles o centenas de años en que hubo un cambio en la dirección preferencial de las olas y la línea de costa cambió de dirección para adaptarse a la nueva situación. Esto representa una acumulación en un punto y erosión en el otro como respuesta morfológica a los cambios del clima. Hay que establecer locales de registro continuo. Pensando en eso, hemos terminado de hacer un trabajo pionero en América Latina, con la municipalidad de Río, con equipos de investigadores de geomorfología, oceanografía, ingeniería y salud, entre otros. El objetivo fue obtener un diagnóstico de la vulnerabilidad potencial de la ciudad. Este estudio fue patrocinado por el Instituto Municipal de Urbanismo Pereira Passos y se llama Río, los próximos 100 años – El calentamiento global y la ciudad. Un estudio similar se realizó enseguida después para todo el estado de Río a pedido de la Secretaría de Medio Ambiente. Son trabajos de evaluación de los impactos ocasionados por los cambios climáticos del nivel del mar. Uno de los problemas encontrados fue la falta de cartas topográficas de detalle para la demarcación de las áreas sujetas a inundaciones, un riesgo mucho mayor que la erosión costera debido a que afectar a una cantidad mucho mayor de personas.
¿Por qué este estudio es importante?
No es común que una municipalidad se preocupe por consultar a la academia para tener un diagnóstico sobre un problema de vulnerabilidad que solamente ocurrirá en un futuro más o menos distante. Existe algo hecho en Nueva York, en Londres, pero no de manera tan global. Hoy en día tenemos una visión completa sobre varios aspectos de los cambios climáticos que podrán venir a ocurrir y afectar a Río. Con los datos que existen ahora, de tener la previsión de inundaciones que podrán suceder dentro de 70 años y si ese escenario efectivamente se materializa sin que el poder público haya hecho nada, los habitantes podrán incluso presentarse ante la Justicia. Los alcaldes deberán asumir algunas responsabilidades, tales como evitar ocupaciones de áreas potencialmente de riesgo.
¿La erosión ayuda a causar inundaciones?
La erosión es el retroceso de la línea de costa. Normalmente, la retaguardia de la playa tiene un cordón arenoso más alto, y en muchas ocasiones hay dunas. En Brasil tuvimos dos elevaciones del nivel del mar en el pasado. Una hace 120 mil años, para un nivel del mar alrededor de 6 metros más alto, y otra con un máximo de 3 metros arriba del mar actual, poco menos de 6 mil años atrás. En cada una de esas elevaciones, el mar construyó cordones arenosos que funcionan como barreras, aprisionando lagunas a su retaguardia. Muchas de esas lagunas se llenaron de sedimentos, se transformaron en planicies costeras y están siendo ocupadas por el hombre. El problema es que están en un nivel topográfico muy cercano al nivel del mar actual. Hoy en día, cuando hay una lluvia fuerte y el nivel del mar sube, el agua no se escurre y entonces hay inundaciones. Queda mucho peor cuando se asocian inundaciones con la salida del cauce de los ríos y lluvias fuertes. Padecemos eso en Río y en otras ciudades erguidas a orillas de estuarios,
De registrarse la elevación del nivel del mar, prevista en algunos escenarios, ¿cómo quedarán las ciudades más vulnerables?
La situación tiende a empeorar. No solamente a causa de la erosión costera o de las inundaciones, sino también debido a la intensificación de los fenómenos meteorológicos extremos, tales como los vientos sumamente fuertes producto de la generación de ciclones. El océano es fundamental, incluso porque todo cambio climático mayor tiene mucho que ver con la circulación oceánica, tanto la de superficie como la de fondo. Ahora hemos comenzado a hacer un monitoreo con boyas en el mar. Existe un programa internacional llamado Goos [sigla en inglés para de sistema global de observación de los océanos] del cual Brasil forma parte y tiene, entre otros proyectos, el lanzamiento y el monitoreo de boyas oceanográficas. Otros proyectos, tales como el de la creación de una red de ondógrafos en aguas playas y la expansión de la red de monitoreo del nivel del mar están implementándose.
¿La falta de monitoreo del mar es un problema exclusivamente brasileño? ¿Los ingleses, los portugueses y los españoles, con tantos siglos de tradición en navegación, por ejemplo, monitorean el mar?
No se observaba el mar con atención porque estábamos naturalmente volcados a los recursos minerales y a la agricultura del continente. Incluso los países desarrollados eran así. He escuchado reclamos en Alemania, en los años 1970, de que el país estaría de espaldas al mar. La preocupación mayor era la geología. Había por supuesto institutos de investigación oceanográfica de renombre. Pero la tradición de investigación en el mar fue interrumpida durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día la investigación oceanográfica, en todas as sus especialidades, es ampliamente desarrollada en esos países, pero el monitoreo al cual me refiero es el costero. Es decir, el monitoreo continuo de variables oceanográficas y meteorológicas capaces de detectar cambios de patrones y la detección de tendencias.
Es una preocupación moderna…
Sin duda. Tomemos el ejemplo de las plataformas de petróleo del Mar del Norte. La energía de las olas varía en función del cuadrado de su altura. Si una ola de 1 metro tiene una energía igual a 1, una ola de 2 metros tiene el doble. Pero una ola de 4 metros tiene 16 veces más energía. Es decir, después de un pequeño escalón, el incremento es exponencial. Aumentos de 30 centímetros en las alturas máximas de las olas generan un esfuerzo que implica pensar en una estructura más fuerte para las plataformas. Eso es lo que se ha percibido con las mediciones. Ahora estamos hablando en términos operativos de gerenciamiento costero y de planificar qué hacer en caso de un cambio climático en términos de la orla costera. Para tomar una decisión necesitamos información. A la información pasada no hay manera de recuperarla, porque no existía secuenciamiento de datos. Debemos hacer eso ahora, para vislumbrar dentro de 20 ó 30 años una tendencia. En Río hubo un consenso acerca de la necesidad de crear organismos para hacer el relevamiento de datos.
¿Quién se hará cargo de las mediciones en Río?
No sabemos todavía. No hemos avanzado en esta cuestión por falta de tiempo.
¿Ese monitoreo se haría mejor si estuviera a cargo de un instituto?
En Río creemos que debería haber una institución que se hiciera cargo de la coordinación, como así también del gerenciamiento costero, que debería extenderse por toda la costa del estado. Ésta es una acción administrativa complicada. Existen órganos que ya tienen la función de hacer una serie de tareas. Para salir bien debería hacerse una costura armoniosa. Y ésa es una decisión política. Son esos organismos los que podrán generar las informaciones que necesitamos.
¿Cómo fue el trabajo con el MMA sobre uso y ocupación de la orla marítima?
Llevé a cabo un trabajo global como abordaje preliminar de delimitación de la costanera. Es una idea sumamente sencilla, que considera la declividad del fondo marino. ¿Qué sucederá con la retracción de la línea de costa cuando el mar suba tantos centímetros? Son alrededor de 30 ó 40 metros en lugares del sudeste y del sur. Para el norte y el nordeste tiende a aumentar, pues la plataforma de fondo marino es muy playa y el declive es más suave. El mar avanzaría más allí. Estas discusiones se llevaron a cabo en el MMA con la gente de gerenciamiento costero. Mi trabajo es tan sólo uno de los puntos del Proyecto Orla [costanera], que tiende a preocuparse más con lo que sucede en esa franja del litoral. Incluso tiene unos límites: a partir de 10 metros de profundidad y de 50 a 200 metros a partir del final de la playa, o a partir del final de las dunas, debe establecerse una distancia mínima de no construcción. El proyecto está implantándose en varias localidades de los estados costeros. Todo esto requiere tiempo, porque en algunos lugares es más difícil actuar. La mayoría de las municipalidades no tiene ni siquiera un equipo técnico para hacer la evaluación correcta. La postura del Estado debe ser mucho más fuerte. Volviendo al caso de la ciudad de Río: tenemos acá una línea de costa barrada. Las playas tienen muros detrás de ellas, no hay manera de ajustarse. Ahora bien, si el nivel del mar sube en un área no ocupada, sin muros, la línea de costa va a retroceder y crear una playa más atrás. No hay ningún problema. Como actualmente la ocupación ha avanzado mucho, creció la percepción de la erosión.
¿Quiénes son los investigadores que trabajan con este tipo de problema actualmente?
Es la gente del área de geología marina integrado en un Programa de Geología y Geofísica Marina. Son grupos de investigación marina costera que están prácticamente en todas las universidades federales. Estos grupos se juntaron en este programa que es a decir verdad una asociación informal de investigadores que empezó a hacer geología marina en Brasil. La primera excursión se hizo en 1969, cuando descubrieron que el Amazonas tiene un cañón en el talud continental. Había trabajos anteriores que afirmaban que en Brasil no habría un cañón. Esto demuestra que nuestra costa continental era prácticamente desconocida. En ese grupo trabajan también oceanógrafos y geógrafos, me incluyo entre ellos, desde el principio. Los oceanógrafos también empezaron a interesarse mucho en la parte de playas y no solamente en los océanos. Ese grupo empezó a hacer investigación sistemática con ayuda de la Marina, que junto con el CNPq [el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico] motivó los estudios tendientes a crear laboratorios a lo largo del litoral y cedió buques. Todos los años se hacía una reunión para definir las áreas que serían relevadas, principalmente para la recolección de sedimentos y testigos, geológica, análisis de minerales pesados, etc. Esto se volvió tan importante que resultó en la creación del Proyecto Remac – Reconocimiento de la Margen Continental Brasileña. Entraron en él Petrobras, el Departamento de Producción Mineral, la Compañía de Investigación de Recursos Minerales y la universidad, por medio del CNPq. Esa gente se dedicó full time a ello, con el buque oceanográfico de la USP y del Woods Hole, y realizó el relevamiento global de la costa, es decir, la plataforma, el talud y la elevación continental, incluyendo geofísica, geomorfología y sedimentología. El resultado fue un nuevo nivel de conocimiento de la nuestra costa continental.
¿Qué es la elevación continental?
Tenemos la plataforma continental y después el fondo abisal. La transición entre ambos planos es el talud. Muchas veces, entre el talud y la región abisal tenemos también una transición llamada elevación. Con base en estas unidades geomorfológicas, Brasil defiende la ampliación de sus límites en el mar más allá de las 200 millas, de acuerdo con las normas de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar.
¿Se refiere a las 350 millas marítimas para la explotación de recursos naturales y minerales?
Sí, incluso más, dependiendo de la situación.
¿Y esta cuestión ya se ha resuelto?
Formo parte del grupo y gran parte de lo que propusimos ha sido aceptado. Las propuestas se elevaron a la comisión de límites de la ONU y ellos creen que estamos pidiendo demasiado en algunas áreas. Creemos que podemos convencerlos de lo contrario.
¿Las 350 millas, o un poco más o menos que eso, quedarán definitivamente bajo dominio de Brasil?
Bajo dominio relativo. Brasil domina los recursos minerales del fondo marino. En la zona económica exclusiva, que va hasta las 200 millas, domina la pesca y los recursos minerales en el lecho y en el subsuelo marino. Si Brasil no tuviera capacidad de explorar las existencias de pesca, otro país tendría derecho a hacerlo. La misma regla no vale para los recursos minerales. La explotación puede incluso pasar de las 200 millas cuando la margen continental es lo suficientemente ancha como para extender la plataforma jurídica más allá de este límite. Por eso puede llegar a lo sumo a las 350 millas. La importancia de la extensión de nuestra frontera marítima surge a las claras cuando verificamos que las perforaciones para explorar petróleo se acercan actualmente a las 200 millas, es decir, al límite de nuestra Zona Económica Exclusiva.
¿Qué falta para que las Naciones Unidas acepten la reivindicación brasileña?
El límite se define a partir del pie del talud continental. El problema consiste en definir dónde está el pie del talud, lo que no siempre es muy claro. Existen también facciones geomorfológicas, tales como cadenas de montañas submarinas, que en determinadas situaciones, permiten extender el límite mar adentro. Sin embargo, esto requiere una argumentación geomorfológica y geológica fuertemente basada en datos geofísicos y topográficos. Lo que está faltando es la presentación de los resultados de nuevos relevamientos para aclarar los puntos controvertidos. Así tendremos definitivamente fijados nuestros límites marítimos.
Léo Ramos¿Usted es geógrafo, pero su trabajo abarca todos los frentes de investigación?
Sí. Dentro de la geografía existe la geografía marina. En realidad, la oceanografía nació dentro de la geografía, pero se fue distanciando a medida que aumentaba la especialización de los diversos rubros de la oceanografía. La relación que la geografía siempre tuvo con el mar fue la morfología costera. La propia geomorfología es una especialidad que se desarrolla tanto en la geografía física como en la geología y la ingeniería. ¿Qué es la geomorfología? Es la comprensión de los procesos responsables de la elaboración de las formas de relieve, no solamente su descripción. La playa es la punta de un prisma sedimentar que va hasta los 10 ó 20 metros de profundidad, dependiendo de la energía de las olas. Aquello que sucede en esa franja está completamente ligado a su morfología. Tanto es así que sugerí la profundidad de diez metros como límite oceánico de la costa.
¿Y se lo aceptaron?
Sí, la adopción de ese límite se dio en los grupos de discusión en la época de la definición del Proyecto Orla. Necesitábamos saber tanto el límite oceánico como el límite interno. Sugerí diez metros porque generalmente es la parte en la cual las olas comienzan a movilizar los sedimentos y también para impedir que en esa franja se realicen dragados que, al modificar la morfología del fondo, alteran la propagación de las olas y el balance de los sedimentos.
Una parte importante de su trabajo se refiere al cuidado con las poblaciones costeras.
La inclusión de la realidad social en los estudios de la parte física es algo complicado. Cuando la erosión de la playa llega a un lugar donde no vive nadie, no hay problemas. Sucede que el riesgo mayor del cambio climático afecta a las poblaciones. Es fundamental ver dónde éstas se ubican y cuál es su capacidad de reaccionar, cosa que disminuye con la pobreza. Cuanto mayor es la pobreza, menor las posibilidades de defenderse. Ahora estamos haciendo un estudio de vulnerabilidad física y socioeconómica de la zona costera conocida como Região dos Lagos (Río de Janeiro) que comprende la parte física y la socioeconómica. El factor socioeconómico es siempre difícil porque las estadísticas son presentadas por unidades espaciales de baja resolución. La menor unidad es el área que el censor del IBGE [el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística] puede recorrer. Pero sucede que esas células no son fijas, pueden cambiar, pero es lo más cerca que podemos llegar hasta el momento. Actualmente tengo una alumna de doctorado trabajando en eso.
El año pasado usted participó en un minucioso estudio sobre la erosión. ¿De qué se trata?
Coordiné un trabajo grande del grupo ligado al Programa de Geología y Geofísica Marina, que resultó en el libro Erosão e progradação no litoral brasileiro. Éste muestra que el litoral no tiene únicamente procesos de erosión. Hay sectores que están nítidamente avanzando. Todo empezó con la idea de hacer un estudio sobre la erosión en nuestro litoral, pero no teníamos dinero. Logré entonces la aprobación del proyecto en el comité ejecutivo del Goos. Ellos vieron que este tipo de estudio está dentro de la filosofía del programa porque aquello es una base para monitoreo. La propuesta fue elevada a la Comisión Interministerial de Recursos del Mar, en Brasilia. Al final nos otorgaron 47 mil reales, que fueron distribuidos entre los diversos grupos de acuerdo con las necesidades de cada uno. A decir verdad, y esto debe decirse, este trabajo fue el resultado de años de inversión del CNPq, de los órganos de fomento a la investigación científica de los estados e incluso de los recursos de los propios investigadores. Logramos tener en manos el estado de arte del conocimiento sobre el litoral de cada estado. Eso se tornará obsoleto rápidamente, pero es lo que sirve para definir cómo se debe obrar hoy en día. Precisamos más equipamientos, que van del sensoriamiento remoto a la geofísica, oceanografía y geofísica. Para recuperar una playa, por ejemplo, necesitamos la arena apropiada, que está en la plataforma continental. Debemos saber por qué está habiendo erosión. Hay que conocer los procesos, que son aquel conjunto de fuerzas que llevan a los sedimentos a quedarse o salir del lugar.
¿Recuperar playa significa agarrar la arena que se fue al mar y devolverla a la playa?
Sí, es eso. Pero cuesta caro. En Cuba hay playas que se rehacen todos los años, pero la cantidad de turistas que frecuentan el lugar lo vale.
¿Acá también recuperamos playas?
La playa del Leblon, en Río, ha sido recuperada varias veces. En ciertas ocasiones, la arena permanece mucho tiempo de un lado solo y puede ir a Arpoador. La solución es arrojar arena de nuevo. A veces, con las tormentas – no es solamente una cuestión de ir de un lado a otro –, la arena va a parar al océano abierto, muy lejos, y no vuelve. En ese caso hay que sacarla de otro lugar. En Copacabana la reposición salió bien en términos de ensanchamiento. Pero la calidad de la playa no es la misma que había antes. Primero porque buena parte de la arena que está allá vino de la ensenada de Botafogo, por eso no es aquella arena redondita típica de las playas oceánicas. Eso no es perceptible, pero la zona de surf se redujo. Las olas rompen más cerca de la playa. Pero se resolvió un problema mucho mayor que fue la falta de espacio para el tránsito.
Por lo expuesto en esta entrevista, a los 70 años usted sigue entonces con un montón de actividades.
Sigo haciendo lo que venía haciendo, investigación de campo con alumnos y alguna consultoría. Y no pienso parar.