Investigadores de Brasil, Argentina y Francia trabajan juntos para definir y anunciar próximamente cuáles son las principales líneas orientadoras de los primeros proyectos de investigación que serán financiados por el Programa para el Atlántico Sur y la Antártida (Proasa), presentados públicamente a principios de abril. El primer programa de investigación de la FAPESP dedicado al mar y al continente helado se planificó en 2018 y tiene como objetivos ampliar el conocimiento científico sobre la región, fortalecer las redes de investigación nacionales e internacionales, establecer un monitoreo integrado y continuo de esta parte del Atlántico, y promover el desarrollo sostenible.
“No es posible buscar la sostenibilidad sin pensar en estos dos ambientes, su importancia, lo vulnerables que son y los vacíos de conocimiento que tenemos sobre ellos”, explica el biólogo Alexander Turra, coordinador del programa del Instituto Oceanográfico de la Universidad de São Paulo (IO-USP). “También existe un consenso internacional de que es necesario incrementar el volumen de inversiones en ciencias oceánicas y el programa apunta a colaborar en ese sentido”. El Proasa sigue los principios del Decenio de los Océanos (2021-2030), coordinado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 321).
Integrado inicialmente por la FAPESP, el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) de Francia y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina, el Proasa se propone incentivar la incorporación de otras instituciones brasileñas e internacionales que puedan producir y aplicar las informaciones provenientes de los proyectos científicos.
“Sin la investigación científica, la gobernanza del mar sería imposible”, comentó el contralmirante Ricardo Jaques Ferreira, secretario de la Comisión Interministerial de Recursos Marítimos (Cirm) de la Marina de Brasil, que apoya expediciones y desde 1982 coordina el Programa Antártico Brasileño (ProAntar). Uno de los propósitos del Proasa es reforzar la financiación de las investigaciones en la Antártida que ya están desarrollándose.
“Nuestro conocimiento sobre el océano es insuficiente para lograr soluciones sostenibles”, destacó el diplomático Peter William Thomson, enviado especial de las Naciones Unidas (ONU) para los Océano, quien participó de forma online en el lanzamiento del programa. Turra resalta: “Necesitamos compartir las informaciones”.
“La cantidad de datos disponibles sobre el Atlántico Sur es sorprendentemente escasa en comparación, por ejemplo, con el Atlántico Norte. Uno de los objetivos del Proasa es ayudar a llenar este vacío y generar nuevos aportes en todas las áreas del conocimiento, incluyendo la oceanografía física y biológica, los recursos oceánicos y su papel en la determinación del régimen de precipitaciones, así como las cuestiones económicas, las relaciones internacionales y la diplomacia científica”, afirmó Marco Antonio Zago, presidente del Consejo Superior de la FAPESP, durante la inauguración del evento, según lo informó Agência FAPESP.
De acuerdo con la oceanógrafa física Olga Sato, también del IO-USP, por más que los países de la región tengan infraestructuras informáticas con diferentes grados de evolución, deberían adoptar los mismos procedimientos para almacenar y compartir los datos de sus investigaciones. “En analogía con el lenguaje hablado, si cada uno habla un idioma diferente al expresar sus ideas, nadie se entiende. Debemos estandarizar la forma de incluir los datos en las plataformas para que el intercambio sea eficiente”, afirmó. “No necesitamos reinventar nada, sino trabajar para estandarizar los protocolos utilizados por las bases de datos.”
Sato fue la representante brasileña en la reunión de la Cooperación Atlántica para la Investigación y la Innovación Oceánica (AANChOR) ocurrida en noviembre de 2023 en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Formada por 16 países de Europa, África y América del Sur, la AANChOR es resultante de la Declaración de Belém, un acuerdo firmado en la Torre de Belém, en Lisboa, en 2017, para ampliar las investigaciones oceánicas desarrolladas en forma conjunta en el Atlántico Sur y Norte. En 2023, la Cooperación Atlántica lanzó el proyecto piloto All-Atlantic Data Enterprise 2030 (AA-Data2030), bajo la coordinación de Sato, para conectar redes regionales de información sobre el Atlántico Sur en una base transnacional abierta.
“Brasil, con un litoral que abarca la mitad del Atlántico Sur, juega un importante papel en los acuerdos de cooperación internacional”, comenta la bióloga Andrea Cancela da Cruz, coordinadora general de Ciencias para el Océano y la Antártida del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MCTI). Ella destacó que Brasil participa desde 2005 en los diálogos sobre ciencias oceánicas en el Ibas (la India, Brasil y Sudáfrica) y desde 2017 en el Grupo de Trabajo Brics (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica) sobre Ciencia y Tecnología Oceánica y Polar, cuyos miembros se reunieron por primera vez en julio de 2018, en Brasilia.
Para Maísa Edwards, especialista británico-brasileña en relaciones internacionales, “los países precisan pensar juntos cómo resolver los grandes problemas mundiales, como los cambios climáticos”. En un artículo publicado en mayo de 2023 en la revista Conflict, Security & Development y en su doctorado –defendido en junio del año pasado en el marco del acuerdo de doble titulación entre el King’s College of London y la USP– Edwards analizó la historia y la evolución de la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (Zopacas).
Basándose en documentos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil y de la ONU, sumados a entrevistas con embajadores y diplomáticos, arribó a la conclusión de que Brasil ocupa una posición de liderazgo desde la creación de esta zona de paz, establecida en 1986 por la Asamblea General de la ONU, con 22 países miembros de América del Sur y de África (posteriormente se sumaron Namibia y Sudáfrica). Las primeras reuniones tuvieron lugar en Río de Janeiro en 1988 y en Brasilia en 1994.
Una década después de lo que Edwards denominó “relativa inactividad”, se produjo una revitalización de la Zopacas: 16 de los 24 miembros se reunieron nuevamente en abril de 2023, en Cabo Verde, y la próxima reunión está prevista para 2026 en Brasil. “Zopacas es importante para promover la paz y fortalecer los vínculos entre los países miembros”, afirma la investigadora. Creada para evitar la militarización y la proliferación de armas nucleares en el Atlántico Sur durante la Guerra Fría (1947-1991) y actualmente considerada estratégica para combatir la piratería y el tráfico de armas y drogas en el Atlántico Sur, la Zopacas podrá apoyar actividades científicas, incluyendo el relevamiento y la exploración del fondo marino.
La creciente atención prestada a los llamados acuerdos sur-sur representa una reanudación de la agenda de política exterior de principios de los años 2000, después de la cual las inversiones y el diálogo internacional menguaron, según evalúa la politóloga Janina Onuki, del Departamento de Ciencia Política de la USP. “Brasil intenta recuperar al menos una parte del liderazgo perdido en los últimos años en dos áreas en las que actúa bien, la ciencia y el medio ambiente, pero el escenario internacional ha cambiado bastante en los últimos 20 años”, enfatiza. “Ahora hay competidores fuertes, como China, también interesados en el liderazgo y con más recursos para invertir”.
Esta parte del Atlántico, delimitada al norte por la línea del ecuador y al sur por la Antártida, abarca 40,2 millones de kilómetros cuadrados (km²), algo menos que el Atlántico Norte (41,3 millones de km²). Esta inmensa masa de agua salada fue decisiva para la historia de Brasil, ya que constituyó la ruta de los vientos que empujaron a las carabelas portuguesas en el siglo XVI, y ejerce una gran influencia en el clima de los continentes que la rodean. Fue una importante zona de transporte de oro, plata, madera, azúcar y negros esclavizados hasta la primera mitad del siglo XIX y aún en la actualidad forma parte de las rutas comerciales marítimas.
La cooperación con la Marina
Desde el punto de vista científico, el Atlántico Sur es el menos conocido de los océanos. “Fue el último en formarse después de la separación de América del Sur y África y está rodeado de países en desarrollo, la mayoría de los cuales con escasos recursos para invertir en ciencia”, dice el biólogo Frederico Brandini, del IO-USP. “Durante muchos años, al igual que nosotros, los investigadores argentinos dependían de los barcos de la Marina para saber dónde y cuándo podíamos hacer trabajo de campo”. En los primeros viajes del Programa Antártico Brasileño, recuerda, era necesario ser insistentes con los comandantes del buque de la Armada Barão de Teffé para que siguieran la misma ruta de los viajes anteriores, ya que ellos tenían que comparar los resultados de las recolecciones de organismos marinos realizadas en los primeros viajes.
En una de las expediciones a la Antártida, como el buque pasaría por la capital argentina, Brandini, quien por entonces se desempeñaba en la Universidad Federal de Paraná, invitó al oceanógrafo Demetrio Boltovskoy, de la Universidad de Buenos Aires (UBA), quien embarcó junto con sus alumnos. “Hicimos un gran trabajo con el plancton [organismos acuáticos generalmente microscópicos transportados por las corrientes marinas], que todavía hoy en día es bastante citado por otros investigadores”, dice Brandini. El Proasa también busca fomentar este tipo de interacción.
El oceanógrafo Alberto Piola, también de la UBA, quien colaboró en uno de los artículos, mantiene una intensa contribución con el grupo de Edmo Campos, del IO-USP, desde hace al menos 25 años. “Durante los primeros 10 años, las investigaciones abordaron el efecto del Río de la Plata en la plataforma continental de Argentina, Uruguay y el sur de Brasil. Desde 2009, nuestra colaboración aborda la circulación meridional del Océano Atlántico Sur a través del proyecto Samoc [South Atlantic Meridional Overturning Circulation] y los cambios de temperatura del agua en el fondo de la Antártida”.
En 2013, el Samoc, objeto de la primera expedición del buque oceanográfico Alpha- Crucis, (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 203), creó “una cultura que generalmente es vista como inclusiva para mujeres”, según las investigadoras de Estados Unidos, Alemania y Sudáfrica que examinaron la historia del proyecto en un artículo publicado en enero en Communications Earth & Environment .
Últimamente se han debatido nuevas posibilidades de cooperación internacional. En la reunión anual de la Asamblea General de la ONU, celebrada en septiembre de 2023 en Nueva York, los representantes de 32 países firmaron la Declaración sobre Cooperación Atlántica, para promover conjuntamente el desarrollo económico y la protección ambiental. El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, en entrevista concedida a la agencia Associated Press, destacó que el Atlántico alberga la mayor cantidad de transporte marítimo internacional y, a través de los cables submarinos, es una importante ruta para el tráfico de datos, pero está amenazado debido a los cambios climáticos, que trajeron tormentas más fuertes y devastadoras, como las que azotaron al sur de Brasil a principios de septiembre. “El Atlántico nos conecta y nos sostiene como nunca antes”, afirmó Blinken.
La National Science Foundation (NSF), una de las principales agencias de apoyo de la ciencia en Estados Unidos, financia desde 1986 los estudios de los investigadores de las universidades estadounidenses en el Atlántico Sur sobre temas tales como variaciones en el campo magnético, acidificación, corrientes marinas, biodiversidad y absorción de dióxido de carbono.
A su vez, el Reino Unido invierte en investigaciones sobre el Atlántico Sur a través de la organización no gubernamental (ONG) Instituto de Investigaciones Ambientales del Atlántico Sur (Saeri). Creado en 2012, el Saeri recibe estudiantes de posgrado y científicos de Estados Unidos y países europeos que han publicado un promedio de 13 artículos por año durante los últimos cinco años sobre biodiversidad y ambientes acuáticos y marinos.
El Saeri forma parte de una creciente red internacional de ONG que buscan trabajar con organismos gubernamentales y universidades. Para comprender el alcance de la colaboración científica en la región, un grupo de la Universidad Estadual de Santa Cruz, en el estado de Bahía, identificó 526 instituciones (entre ONG, institutos de investigación, universidades y agencias gubernamentales) que operan en el llamado Cono Sur, formado por Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay y cuatro estados de Brasil (los tres de la región sur del país –Paraná, Rio Grande do Sul y Santa Catarina− y São Paulo).
Uno de los grupos, seleccionado para un análisis más profundo, incluye a 23 organizaciones que forman parte del Foro para la Conservación del Mar Patagónico y áreas de influencia, de las cuales 12 son de Argentina, 4 de Estados Unidos, 2 de Chile, 2 de Brasil, 2 de Uruguay y 1 del Reino Unido, creadas entre 2004 y 2020. Como se describe en el artículo publicado en la edición de octubre de la revista Environmental Science & Policy, las 23 organizaciones movilizaron a 529 investigadores o instituciones, produciendo 272 artículos científicos en inglés, portugués o español, de 2004 a 2021, abarcando un promedio de seis instituciones por publicación. “Todos los países siempre deben recordar que para avanzar dependen de los demás”, reitera Janina Onuki. Mientras tanto, Piola, desde Buenos Aires, destaca las iniciativas institucionales y resalta la importancia de las relaciones personales, que son “muy importantes para generar confianza entre los grupos de investigación y fortalecer las colaboraciones”.
Artículos científicos
EDWARDS, M. When defence drives foreign policy: Brazilian military agency in the revitalisation of the Zopacas. Conflict, Security & Devolopment. v. 23, n. 2, p. 179-97. may. 2023.
GRENO, F. E. et al. NGO scientific collaboration networks for marine conservation in the southern cone: A case study. Environmental Science and Policy. v. 148, 103554. oct. 2023.
PEREZ, R. et al. Inclusive science in the South Atlantic. Communications Earth & Environment. v. 4, 11. 19 ene. 2023.