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Medio ambiente

Nuevas herramientas para rastrear productos forestales

En la tentativa de detener el desmonte en la Amazonia, organismos ambientales brasileños, universidades y distintas ONG desarrollan tecnologías para determinar el origen de la madera

Árboles identificados legalmente mediante etiquetas que contienen el código del sistema DOF+ Trazabilidad, del Ibama

Gustavo Bediaga/Ibama

En 2022, la selva amazónica perdió una superficie equivalente a casi 1.600.000 canchas de fútbol, el mayor desmonte registrado en los últimos 15 años. Los 11.500 kilómetros cuadrados (km2) de bosques talados fueron el quinto récord anual consecutivo de deforestación de la región, según datos del Instituto del Hombre y el Medio Ambiente de la Amazonia (Imazon). Si se considera el acumulado entre 2019 y 2022, el desmonte asciende a 35.193 km2, un crecimiento de un 150 % en comparación con el cuatrienio anterior (2015-2018). Todo ello en un contexto en el que Brasil se ha comprometido a alcanzar la deforestación cero en 2030 y la Unión Europea ha prohibido, a partir del 1º de enero, la entrada al continente de materias primas producidas en áreas deforestadas de la Amazonia.

En un intento por revertir este panorama y asegurar la vigilancia y la preservación de las áreas forestales nacionales, especialmente en la región amazónica, organismos públicos, universidades y organizaciones de la sociedad civil han puesto en marcha diversas iniciativas. Uno de los frentes de combate más activos es el desarrollo de sistemas y tecnologías para el rastreo de la madera, ya que su extracción ilegal degrada los bosques y constituye uno de los principales motores de la deforestación. Se estima que carece de autorización alrededor de un 40 % de las extracciones de madera de la Amazonia.

Un ejemplo de este esfuerzo es el lanzamiento, a finales de 2022, de una nueva versión del Documento de Origen Forestal (DOF) denominado DOF+ Trazabilidad, una actualización del sistema que controla el transporte, la industrialización, el almacenamiento y el consumo de los productos forestales de origen autóctono en Brasil.

Similar al DOF, implementado en 2006 por el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama), el nuevo sistema exige la tramitación de licencias obligatorias para el transporte de productos forestales, así como el registro de las etapas de industrialización y consumo de estos productos. La diferencia es que también permite rastrear el origen de los productos madereros.

A partir de 2020, la agencia federal estableció la obligatoriedad del control individual de los troncos explotados a través de una evolución en el Sistema Nacional de Control del Origen de Productos Forestales (Sinaflor). “El control individual de los troncos es la base de la trazabilidad”, explica Fernanda Simões, analista ambiental y coordinadora del seguimiento del uso de la flora del Ibama. Sin embargo, no fue hasta el año pasado que el organismo puso a disposición la funcionalidad que permite que la trazabilidad se extienda a las demás etapas de la cadena productiva, que incluyen a los aserraderos, los comercios y los consumidores de productos forestales.

Ahora, cada árbol talado legalmente recibe un número identificador secuencial y único, grabado físicamente en un soporte que asegura la permanencia de la información, incluso en los troncos almacenados en los depósitos de las madereras previo a su procesamiento. Este grabado puede realizarse fijando en los troncos etiquetas con códigos de barras o código QR.

“En el DOF+ Trazabilidad, cada producto forestal está identificado mediante un código definido por el número de autorización asignado por el Sinaflor y los sistemas integrados de los estados brasileños. En el caso de los troncos, el código de rastreo también incluye el número del árbol. Este código acompaña al producto desde su origen hasta su destino final”, dice Simões.

Antes de la implementación de este sistema, un fraude habitual consistía en lo que se denomina calentamiento de la madera. Los aserraderos ilegales utilizaban documentos de origen forestal falsos para darle apariencia de legalidad a la madera extraída de áreas no autorizadas, tales como las tierras indígenas, unidades de conservación y áreas federales.

Según la coordinadora del Ibama, el DOF+ Trazabilidad también puede conducir a un cambio de paradigma entre los compradores de madera. “El nuevo sistema otorga a los compradores la libertad de elegir de qué región obtener el producto forestal. Pueden optar por maderas procedentes de una gestión forestal sostenible y conocer la reputación de la empresa que provee el producto”, dice Simões.

Rosana Clara Victoria Higa/Embrapa | Marcelo Dias Müller/Embrapa | Ronaldo Macedo da Rosa/EmbrapaDe izquierda a derecha: recolección mecanizada de eucalipto, troncos almacenados en la selva y lotes de madera listos para su exportaciónRosana Clara Victoria Higa/Embrapa | Marcelo Dias Müller/Embrapa | Ronaldo Macedo da Rosa/Embrapa

Una iniciativa prometedora
En Brasil, además de la nueva funcionalidad del sistema DOF del Ibama, se están desarrollando, implementando o están en fase de prueba otras herramientas y tecnologías para el seguimiento de la madera. Estas iniciativas incluyen sistemas para comprobar el origen de la madera mediante métodos físicos, químicos y biológicos.

“Son propuestas que se encuentran en diferentes fases de prueba y validación. No obstante, su aplicación a gran escala aún no es viable, principalmente debido a la falta de bases de datos sobre las especies de árboles comerciales de la Amazonia”, dice el ingeniero forestal Marco Lentini, del Instituto de Manejo y Certificación Forestal y Agrícola (Imaflora), una organización no gubernamental (ONG) con sede en Piracicaba (São Paulo).

Una de estas tecnologías se encuentra en desarrollo en el Centro de Energía Nuclear en la Agricultura (Cena), perteneciente a la Universidad de São Paulo (USP) y con sede en Piracicaba. Allí, el ingeniero agrónomo Luiz Antônio Martinelli coordina un grupo de 10 investigadores en un proyecto de trazabilidad de la madera mediante el análisis de isótopos estables. Esta iniciativa se está llevando adelante en colaboración con las universidades de Brasilia (UnB) y Federal Rural de la Amazonia (UFRA) y la organización no gubernamental The Nature Conservancy (TNC).

El método de rastreo a través del análisis de isótopos estables funciona del siguiente modo: la masa del núcleo de los átomos de un determinado elemento químico está compuesta por la suma de los protones y neutrones. El número de protones es característico de cada elemento: el carbono, por ejemplo, es el elemento cuyo núcleo posee seis protones. En cambio, la cantidad de neutrones varía: el carbono posee variantes que contienen seis, siete u ocho neutrones en su núcleo. Estos formatos diferentes de un mismo elemento reciben el nombre de isótopos.

A medida que los isótopos se transfieren entre los depósitos naturales, como la atmósfera, el suelo y las plantas, la proporción de isótopos del mismo elemento varía. Esta variación depende de las condiciones climáticas y ambientales características de cada región geográfica específica. Por lo tanto, una determinada proporción entre isótopos de una planta está relacionada con ciertas características ambientales del lugar en el que se desarrolló la planta, lo que genera una especie de huella dactilar isotópica de ese ambiente.

“La composición isotópica del carbono, el nitrógeno y el oxígeno depende de los parámetros característicos de una determinada región. Una madera procedente del estado de Acre tiene una composición isotópica diferente a la de otra extraída de Pará. La clave está en utilizar la composición isotópica de la madera y desandar el camino inverso. O sea, a partir de su composición isotópica y empleando modelos matemáticos, pueden determinarse las coordenadas geográficas de procedencia del árbol extraído”, explica Martinelli.

El principal reto del método radica en conseguir una muestra representativa de los árboles de un área tan vasta y de difícil acceso como la Amazonia. “Hasta ahora hemos realizado recolecciones de unos 250 árboles de 20 localizaciones, pero quisiéramos tenerlas de al menos 50 lugares de muestreo. Por otra parte, hemos delineado una metodología con recolección de material sobre el terreno, preparación de las muestras y análisis e interpretación de los resultados mediante modelos matemáticos de atribución de origen”, explica.

Para Martinelli, la monitorización de un sistema tan complejo como la Amazonia requiere una combinación de diferentes herramientas y metodologías. “La metodología isotópica tiene la ventaja de ser antifraude y complementa a otros sistemas como el DOF”, dice.

Otra iniciativa para el rastreo de la madera está siendo desarrollada por la startup GenomaA Biotech, instalada en el Parque Tecnológico de Piracicaba. El principio de esta tecnología es la identificación maderera mediante el código genético de los árboles. La empresa desarrolla herramientas para investigar y certificar el origen legal de los troncos procedentes de áreas de gestión sostenible autorizada, asegurando confiabilidad a importadores y exportadores de productos forestales.

“Con base en una pequeña muestra, es posible asociar el perfil genético de cada ejemplar de la selva y de los productos derivados de estos con su población de origen, como si realizáramos una prueba de paternidad de esa madera”, explica la ingeniera forestal Fernanda Bortolanza Pereira, responsable del área de Investigación y Desarrollo de la empresa, fundada en 2020. “La factibilidad económica de los análisis es uno de los desafíos para hacer posible la ejecución de la trazabilidad vía ADN”.

Lentini, de la ONG Imaflora, reconoce el esfuerzo realizado en Brasil para asegurar la trazabilidad de los productos forestales, pero apunta que la mayoría de los métodos existentes posibilita el rastreo de determinado producto maderero hasta su terreno forestal de origen, sin establecer necesariamente una conexión con el árbol específico que generó ese producto. “En la mayoría de los sistemas, la trazabilidad hasta el árbol se interrumpe en los aserraderos, ya que la madera que ingresa allí se procesa en lotes”, informa Lentini.

El ingeniero forestal subraya incluso que es necesario reconocer la posibilidad de que el DOF+ Trazabilidad, al igual que otras herramientas, no asegure plenamente la trazabilidad, ya que aún existen empresas y operadores del sistema que generan documentos fraudulentos. “Un comprador de determinado producto de madera nativa de la Amazonia hoy en día no puede estar completamente seguro de que la misma procede del área forestal declarada en el certificado”, sostiene Lentini, quien pone de relieve que incluso el grabado del número secuencial en los troncos puede falsificarse.

El experto dice que algunas de las prácticas de los extractores ilegales de madera de la Amazonia han sido incorporadas a las rutinas exigidas por los sistemas de control. “No puede garantizarse la legalidad de un producto de madera solamente por el hecho de que este cuente con una documentación oficial. Una de las prácticas habituales para eludir las inspecciones es lo que se denomina ‘inflado de los créditos’ de madera”, comenta. “Los estafadores consiguen autorización para explotar áreas en las que el volumen de una o más especies ha sido inflado artificialmente. Con esos créditos artificiales pueden explotarse maderas procedentes de territorio indígena y dejar a cubierto sus productos mediante un documento oficial”.

En los aserraderos, el amañado de los coeficientes de conversión, generados a partir del momento en que los troncos se convierten en productos de madera, hace posible que productos de origen ilegal de una reserva forestal, se mezclen –y se legitimen– con otros materiales procedentes de bosques autorizados. “Incluso las técnicas más avanzadas de rastreo pueden permitir el paso de madera de origen ilegal. Se trata de un problema de difícil solución y la tecnología por sí sola no va a resolverlo. Los procedimientos asociados a la trazabilidad, los procesos y su transparencia podrían marcar la diferencia”, subraya el especialista.

Raphael Alves/AFP vía Getty ImagesUn claro abierto en la Amazonia por los explotadores de madera ilegalesRaphael Alves/AFP vía Getty Images

La plantación de especies autóctonas
El biólogo Ricardo Ribeiro Rodrigues, de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz (Esalq) de la USP, en Piracicaba, destaca que las iniciativas de trazabilidad de la extracción maderera son importantes, pero hace una salvedad: “Deberíamos invertir en una política pública que estimule la plantación comercial de especies madereras nativas, fundamentalmente en las pasturas degradadas, lo que se define como silvicultura de especies autóctonas”, dice. “Esto ya se ha hecho con el plantío de especies madereras exóticas, como el pino y el eucalipto”.

La silvicultura de especies nativas, dice el experto, conlleva diversas ventajas. “Más allá de los beneficios en lo que se refiere a la mitigación del cambio climático, debido a que implica una mayor acumulación de carbono que una pastura degradada, la generación de empleo ecológico y el valor agregado de los productos madereros, también evita la degradación de los bosques remanentes debido a las talas, la causa principal de la deforestación”.

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