RONALDO FRANCINI-FILHO/UEPBLos científicos que estudian los arrecifes de coral del Parque Nacional Marino dos Abrolhos, la más antigua reserva natural de los mares brasileros, creían conocer muy bien el área, hasta que en 2000, los pescadores locales informaron que existían arrecifes profundos no detallados en los mapas. Fueron a investigar y encontraron nuevas tierras submarinas: el área de arrecifes conocida, en Abrolhos se duplicó y ha permitido conocer como aquél tramo del litoral se conformó en el transcurso de los últimos milenios. “Ese descubrimiento casual generó un ambicioso proyecto”, cuenta el biólogo Rodrigo Moura, coordinador del programa Marine Management Area Science de la Conservación Internacional (CI) de Brasil.
El parque, formado por cinco islotes de origen volcánico y distante 70 kilómetros de la costa al sur de Bahia, cobija algo más que las ballenas yubarta (también denominadas ballenas jorobadas o rorcual jorobado), que atraen a los turistas entre los meses de julio y noviembre. Allí se encuentran los chapeirões, que son estructuras en forma de hongo (del tipo de sombrero) cuyas cúspides a menudo se unen y forman columnatas por donde circulan barracudas, meros, morenas y pequeños peces de colores. Entre las 16 especies de coral de Abrolhos, la mitad es exclusiva de Brasil, tal como el coral-cerebro (Mussismilia braziliensis), el principal constructor de arrecifes en la región. El banco de los Abrolhos, el mayor conjunto de arrecifes coralinos del Atlántico Sur, es mayor que los 900 kilómetros cuadrados preservados. En total son 40 mil, un área similar a la del estado de Espírito Santo, que recién ahora comienza a ser investigada en profundidad.
El grupo de Moura exploró el fondo del mar a lo largo de 100 kilómetros de costa – entre la desembocadura del río Jequitinhonha, al sur de Bahia, y la del río Doce (Dulce), en el norte de Espírito Santo -, en 19 líneas que partían del litoral, mar adentro, hasta el final de la plataforma continental, donde la profundidad aumenta súbitamente. “Recorrer cada una de esas líneas demoraba dos días”, recuerda el geólogo Alex Bastos, de la Universidad Federal de Espírito Santo (Ufes), quien participó de algunas expediciones en un barco equipado con un sónar que generaba imágenes tridimensionales del fondo del océano.
El geólogo de la Ufes se sorprendió al descubrir, en profundidades de hasta 50 metros, paleo canales formados hace alrededor de 15 mil años, cuando lo que ahora se halla cubierto por el mar era tierra. “Esos canales indican el cauce de los ríos en aquella época”, explica. Al hallarse preservados, sugieren que el nivel del mar subió rápidamente en la región.
El grupo seleccionó puntos destacados en las imágenes del sónar y regresó con un robot capaz de filmar lugares en los que un buzo encontraría dificultades para descender. Las imágenes obtenidas revelaron corales negros, típicos de las aguas profundas, registrados por primera vez en la región, y algas calcáreas, con un esqueleto de carbonato de calcio, similares a guijarros. En septiembre, los investigadores pretenden utilizar el robot para investigar otras áreas de los arrecifes y sumergirse a 90 metros, con el propósito de verificar si existen corales allí. Paulo Sumida, oceanógrafo de la Universidad de São Paulo (USP) quien coordina el análisis de los datos biológicos, instalará cámaras en los arrecifes que registrarán automáticamente una imagen por hora, con el objetivo de estudiar la dinámica de la vida marina allí.
Aunque el relevamiento ecológico recién comienza, Rodrigo Moura y el biólogo Ronaldo Francini-Filho, de la Universidad Estadual de Paraíba (UEPB), constataron que los arrecifes profundos albergan una biomasa de peces con un valor comercial 30 veces mayor que el de los planos. En un artículo que será publicado en la revista Aquatic Conservation: Marine and Freshwater Ecosystems, ellos compararon la población de peces de arrecifes profundos y planos – algunos protegidos y otros con acceso libre para los pescadores. Verificaron que las áreas con restricción para la pesca presentan mayor abundancia de peces carnívoros de gran porte, tal como el mero, en general, los primeros que desaparecen en las áreas de pesca, y que demoran hasta 40 años para alcanzar la adultez. Cuando se produce escasez de los grandes carnívoros, los pescadores comienzan a capturar a los herbívoros, como es el caso de los budiones o pez doncella. El problema es, que sin budiones, las algas cubren los arrecifes y los corales mueren.
Actualmente, menos del 1% del área de Abrolhos se encuentra protegida y no existen proyectos para proteger a los arrecifes profundos. Según Francini-Filho, sería necesario preservar un 20% de cada zona para mantener la biodiversidad. Las reservas marinas nos benefician a todos. Como los límites sólo cuentan para las personas, la población de peces aumenta rápidamente y muchos migran hasta 1.200 metros fuera de las reservas, de acuerdo con lo publicado en la versión on-line de la revista Fisheries Research.
Asimismo, en áreas protegidas, buena parte de los corales de Abrolhos se encuentra amenazada. Francini-Filho constató que una bacteria – probablemente del género Vibrio, que llegó a Abrolhos en 2005 – está matando, sobre todo, al coral-cerebro. Los científicos estiman que, si no se toman medidas, en cien años sólo quedará el 40% de los corales de esa especie en Abrolhos. Se trata de un cálculo optimista. Si la temperatura del agua subiera 1º C por causa del calentamiento global, bastarán entre 50 y 70 años para extinguir la totalidad de los corales de Abrolhos. Con mayor calor las bacterias proliferan más rápidamente y aparecen otros problemas como el blanqueamiento, como consecuencia de la muerte de las microalgas que viven en el interior de los corales. Refrenar el calentamiento global requiere de la acción de todos los países, pero es posible reducir el nivel de bacterias con la recolección y el tratamiento de los desagües de las ciudades costeras.
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