Tras haber convivido por espacio de 10.000 años, los perros domésticos aprendieron a interpretar las emociones de los seres humanos, incluso de quienes no les son familiares y, en función de ellas, reaccionan de uno u otro modo. En un experimento realizado por Natalia Albuquerque y Briseida Resende en el Instituto de Psicología de la Universidad de São Paulo, en Brasil, 68 hembras y 46 machos adultos de diversas razas, cada uno por separado, observaron y luego interactuaron con dos personas desconocidas: dos actrices, siempre vestidas con el mismo atuendo, sin maquillaje ni tatuajes visibles. En silencio, una de ellas, denominada donante, siempre en estado emocional neutro, entregaba discos negros (objetos neutros) a la otra, la receptora, que reaccionaba de forma positiva (feliz), negativa (con enfado) o neutra. Luego de tres repeticiones, en la segunda fase del experimento, cada actriz sostenía un recipiente con cebo de carne en sus manos, o bien lo dejaba sobre una mesa. Entonces los perros podían interactuar con las actrices para tratar de obtener los cebos. En las condiciones positivas, los canes eligieron más veces a la receptora (feliz; el 68 % de los casos) que a la donante (neutra; el 32 %); en las condiciones negativas, a la donante (neutra; el 95 %), más que a la receptora (enfadada, el 5 %). Para las investigadoras, el experimento sugiere que los perros escogen con quién interactuar a partir de la información que captan de las posturas corporales y del semblante de las personas. “Esta capacidad les permite adaptarse al mundo humano”, comenta Albuquerque (Animal Cognition, agosto de 2021; Evolutionary Human Sciences, enero de 2023).
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