Los consumidores no notarán durante los meses de marzo y abril que el etanol de algunos surtidores de combustible, todavía en pocas estaciones, no será producido con la tradicional caña de azúcar. Será fabricado a base de sorgo, una planta de la familia de las gramíneas, al igual que la caña. Ésta es la perspectiva del investigador André May, de la división Maíz y Sorgo de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), quien realiza un seguimiento de varios experimentos relativos a la introducción del sorgo en la matriz energética del país. La propia Embrapa, que desde 2007 se propuso desarrollar el cultivo del sorgo en la entrezafra de la caña, lanzará, este mismo año, tres nuevas variedades de esa gramínea para la producción de etanol.
Desconocido por gran parte de la población brasileña, el sorgo, para el hombre de campo, es un cultivo que proporciona forraje para el ganado o semillas para la crianza de aves y cerdos. Provee a los animales energía y proteínas nutritivas muy similares a las del maíz. Tan sólo en África, de donde es originaria, probablemente de Etiopía o Sudán, es de importancia para la alimentación humana, en forma de una harina hecha con sus granos.
El etanol producido a partir del sorgo llega para ocupar una laguna en la plantación de caña, cuya cosecha ocurre entre abril y noviembre. La falta de etanol entre diciembre y marzo eleva su precio durante el período entrezafra y aleja al consumidor que posee automóviles flex de ese combustible. Con un corto período de crecimiento, en un máximo de 120 días, se lo planta y se lo cosecha. El sorgo es un cultivo que puede sembrarse justamente entre noviembre y diciembre, e incluso en febrero o marzo, ocupando superficies de renovación de la tierra en la plantación de caña, que ocurre cada cinco años, o, en la adecuación de nuevas labranzas, principalmente en terrenos anteriormente dedicados a la pastura de bovinos, una situación presente en la actualidad en el noroeste paulista, en el norte del estado de Paraná, en Mato Grosso do Sul y en Goiás. En Colombia, también se están llevando a cabo experimentos con la producción de etanol a partir del sorgo, también durante la entrezafra de la caña, con buenos resultados.
Otra ventaja para el sorgo reside en que el jugo extraído de sus tallos (culmos) se adapta bien al proceso industrial de las centrales para caña donde se produce el etanol. Las modificaciones en los equipos son mínimas, con ajustes puntuales. Las máquinas para la cosecha utilizadas con la caña también sirven para cosechar el sorgo. De esa manera, las centrales reducen el período entrezafra, principalmente, entre marzo y abril.
El sorgo posee varias utilidades de acuerdo con sus variedades. Existen, el sorgo forrajero, el granífero, y el sacarino, que cuenta con mayores proporciones de azúcar en sus tallos y sirve para la producción de azúcar, aunque no se lo utiliza para ese fin, dada su baja productividad en relación con la caña. En Embrapa Maíz y Sorgo, con sede en Sete Lagoas, Minas Gerais, también se presentará en 2013 el sorgo lignocelulósico, una familia con tallos mayores, para producir mayor cantidad de biomasa que está preparándose para la futura producción de etanol de la denominada segunda generación, cuando se utilizarán enzimas para extraer el combustible directamente de la celulosa del bagazo de la planta.
“También servirá para producir energía eléctrica mediante la quema en calderas o para producir vapor para calentamiento en procesos de la industria alimenticia”, dice Robert Schaffert, investigador de Embrapa Maíz y Sorgo. “Nuestra expectativa está puesta en que el sorgo lignocelulósico produzca hasta 60 toneladas de materia seca por hectárea al año. Eso significa 2,5 veces más que la caña o el maíz”, explica. Schaffert estudia al sorgo desde hace 40 años y de fe que la idea de utilizar esa planta para la producción de etanol no es nueva. “El Proalcohol (el Programa Nacional del Alcohol) en 1976, ya preveía la producción de etanol con sorgo sacarino en microdestilerías diseminadas por el país, ya que en sus comienzos, no había manera de transportar el alcohol hacia regiones alejadas de los centros productores”.
Se lanzaron tres variedades de sorgo sacarino que hasta la actualidad se encuentran a disposición de los agricultores, aunque han sido utilizadas como forrajeras o graníferas durante todos estos años. “En 1985, la política de incentivo se enfocó en las grandes destilerías y entonces no logramos venderles la idea a las centrales. Tuvimos que acopiar el material genético (las semillas) y guardarlo en cámaras frigoríficas”.
En 2008, se retomaron las investigaciones en Embrapa, cuando muchos ingenios comprados por grandes grupos nacionales, tales como Petrobras, o internacionales, empezaron a percibir que la inversión quedaba paralizada durante algunos meses del año y encontraron en el sorgo una posible solución para aumentar la cosecha en 15 o hasta 60 días. A esa inactividad de algunos meses, se añadió la necesidad de producir más alcohol, ya que el parque automovilístico de coches flex crecía aceleradamente y en la entrezafra comenzó a escasear el combustible. Embrapa contrató entonces nuevos investigadores para la investigación con el sorgo, como fue el caso de André May y Rafael Parrella.
Empresas internacionales tales como Monsanto, Ceres y Advanta, en seguida notaron la posibilidad de ingresar en el mercado y comenzaron a seleccionar y producir semillas comerciales para esa nueva fase de la producción de etanol. Desde noviembre, tanto Embrapa como esas empresas poseen campos de producción de sorgo en áreas comerciales dentro de centrales tradicionales de caña para su cosecha y procesamiento industrial durante este mes y el de abril. En 2010, se habían plantado algunas pocas hectáreas en algunas centrales, de manera exclusivamente experimental, sin fines comerciales.
“Entre 2002 y 2004 nosotros identificamos el sorgo sacarino durante la caracterización del germoplasma [genes, semillas] de Monsanto, ya pensando en la producción de etanol”, dice el ingeniero agrícola Urubatan Klink, líder de investigación comercial del sorgo de Monsanto. “Nuestro germoplasma está formado con la adquisición de empresas en Brasil, Estados Unidos y México, por lo que parte del material que utilizamos para generar plantas híbridas es nacional y otra parte, es extranjera”. Estudiando la posibilidad de que las centrales produzcan durante más de dos meses, la empresa condujo desde 2009, experimentos con semillas híbridas que se producen a partir de cruzamientos tradicionales (no transgénicos) de especímenes con características útiles para la plantación, tales como productividad y resistencia a las enfermedades.
En 2011, Monsanto lanzó los primeros híbridos comerciales, luego de haber llevado a cabo también un amplio estudio sobre el negocio del sorgo sacarino. “Durante los últimos tres años, experimentamos con más de 800 híbridos en el campo. Esperamos evaluar otros 4 mil durante los próximos dos años”. Ésta es la oportunidad de la empresa para ingresar definitivamente en el área la producción energética del campo. En opinión de Klink, la participación de los investigadores y el know-how de Canavialis, una empresa adquirida por Monsanto en 2008, resultaron fundamentales para esa inserción. La empresa fue fundada por investigadores especializados en la mejora de variedades de la caña en 2003, luego de la conclusión del Genoma de la Caña, financiado por la FAPESP. “Eso nos ayudó a ganar conocimiento al respecto de la industria de la caña”, dice Klink.
Otra multinacional con sede en Estados Unidos, Ceres, que se está especializando en cultivos energéticos, también presentó dos híbridos durante 2001. “Somos muy optimistas. Creemos que en tres años el sorgo ocupará 500 mil hectáreas. Para los próximos tres años, contamos con la información de que al menos 1,5 millones de hectáreas de tierra estarán listas para la renovación”, dice el ingeniero agrónomo William Burnquist, gerente general de Ceres en Brasil. La empresa lo convocó cuando él trabajaba en el Centro de Tecnología Cañera (CTC), solventado por la industria sucroalcoholera, donde trabajó durante 30 años en la mejora de la caña. Burnquist dice que las semillas de sorgo de la empresa ya fueron plantadas entre noviembre y diciembre en las unidades que poseen los cinco mayores grupos cañeros del país, en los estados de São Paulo y Goiás.
“Creo que alcanzamos unas 4 mil hectáreas plantadas. Si tuviéramos más semillas, tal vez el área sería mayor. La demanda es enorme”, dice Burnquist. Tal como Monsanto, Ceres posee campos propios donde desarrolla y produce sus semillas híbridas. Ninguna de las empresas informa el monto de la inversión realizada para el desarrollo y producción de semillas de sorgo en el país.
Aunque existe cierto entusiasmo por la introducción del sorgo en la industria del etanol, que si todo sale bien constituirá un nuevo hito en la ya ejemplar historia del biocombustible en el país, todos los involucrados son unánimes en declarar que el sorgo no sustituirá a la caña ni siquiera le restará espacio. La diferencia de productividad entre ambas plantas aún es alta. Mientras que con la caña se producen 7 mil litros de etanol por hectárea al año, el sorgo alcanza 2.500 litros anuales por hectárea. Pero si depende de esa cantidad de alcohol producido, éste ocupará un espacio cautivo en las centrales. El costo de la plantación resulta atractivo para el sorgo, 2 mil reales por hectárea, frente a 5 mil reales de la caña, y el cultivo dura tan sólo cuatro meses.
“Este año es bastante decisivo para el cultivo del sorgo en la producción de etanol”, analiza André, de Embrapa. “Propietarios de ingenios y productores todavía no conocen adecuadamente a la planta ni su manejo correcto. Los gerentes de las centrales deberán tener paciencia con respecto a la gente del campo, ya que se trata de un cultivo en adaptación”, afirma. André estima que se plantarán con sorgo alrededor de 30 mil hectáreas durante esta cosecha 2011/ 2012. No existen datos oficiales sobre esta siembra. Para André, durante el próximo año, la producción se extenderá hasta las 120 mil hectáreas. En caña, Brasil tiene plantadas 8 millones de hectáreas.
Incertidumbres y posibles ajustes pueden suceder en el transcurso de las cosechas. “Los errores en el manejo de la plantación y del suelo pueden conducir a una productividad de 1.500 litros por hectárea (l/ha), lo cual no brinda rentabilidad”, expresa. Es necesario garantizar, por lo menos, 2.500 l/ha. En el proceso industrial en las centrales la compatibilidad es positiva, pero pueden aparecer problemas, tales como el exceso de almidón presente en las espigas (en la panícula, donde están las semillas) de la planta, lo que puede elevar la viscosidad del jugo en el proceso de producción del etanol.
“Ese y otros no son problemas insolubles, ya que podemos, por ejemplo, agregar enzimas para disminuir el nivel de almidón”, afirma Carlos Eduardo Rossell, director del Programa Industrial del Laboratorio nacional de Ciencia y Tecnología del Bioetanol (CTBE), de Campinas (SP). “Este año vamos a seguir más de cerca la cosecha del sorgo y realizar un diagnóstico de posibles problemas”. Otro campo que merece seguimiento son las familias de levaduras Saccharomyces cerevisiae utilizadas para la fermentación del jugo de sorgo. “Por ahora, se utilizan las mismas que con la caña”, dice el ingeniero agrónomo Henrique Amorim, socio de la empresa Fermentec.
La empresa es responsable por alrededor del 80% de las levaduras utilizadas por las centrales en todo el país. “Acompañamos desde hace dos años los experimentos con el sorgo. Hay variaciones en la composición química del jugo y hemos identificado factores que pueden afectar la fermentación. Estamos estudiando nuevas levaduras y evaluaremos el proceso de fermentación en al menos cinco centrales durante la cosecha del sorgo”, dice Amorim. “Todo comienzo conlleva problemas, y todo puede resolverse mediante la investigación”, concluye.
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