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Entrevista

Walter Gilbert: Opiniones de un premio Nobel

Para el científico, la era de la genómica está cerca de su final y, en los próximos años, el gran esfuerzo se centrará en el proteoma

Inventor de uno de los primeros métodos de secuenciamiento de ADN, que le valió el Nobel de Química en 1980, el estadounidense Walter Gilbert fue la estrella de la BIG Conference. A los 69 años, este biólogo de Harvard, donde dirige el laboratorio de bioinformática que lleva su nombre, es inquieto y provocador. Dice que a la genómica le quedan cinco años de vida y efectúa una análisis desfavorable sobre el actual estadio de la búsqueda de genes del ser humano: “Nuestras proyecciones aún son muy malas: debe haber más de 30 mil genes humanos”. Critica a los países africanos que quieren remedios baratos para el Sida. Gilbert, fundador de Biogen, de la cual se desvinculó, y actual director de Myriad Genomics, condena la forma como Celera entró en la carrera del genoma. Sus opiniones están en esta entrevista con Marcos Pivetta.

¿Cómo compara el actual estadio de la investigación genómica con el estudio que se hacía cuándo usted comenzó en el área?
– Empecé hace 40 años y, en el inicio de los años 70, era virtualmente imposible realizar un secuenciamiento de genes. El trabajo de secuenciamiento de un fragmento de ADN, con 20 pares de bases, demoró prácticamente dos años. En 1975, casi que por accidente, descubrí un método rápido para secuenciar fragmentos de ADN, más o menos en el mismo momento en que Frederick Sanger (británico que dividió con Gilbert el Nobel de 1980) y sus colegas desarrollaron un método similar. Esos descubrimientos hicieron posible el secuenciamiento de millares de pares de bases de ADN en un día, en una tarde. Pero nadie imaginaba que se podría obtener la secuencia completa del ADN humano.

¿Era un sueño imposible?
– Trabajábamos en los primeros genes, que tenían millares de pares de bases: diez mil pares de bases. Nadie pensaba en secuenciar miles de millones de pares. Pero como los métodos de secuenciamento se esparcieron pronto por el mundo, rápidamente se produjo una acumulación de informaciones genéticas. Recuerdo que, allá por 1985, participé de la primera discusión sobre si era técnicamente posible secuenciar el genoma humano. En esa época, se pensaba que era una idea absurda, un proyecto demasiado grande para pudiera concretarse. Pero salí de la discusión convencido de que sería posible y que sería bueno para la ciencia.

¿Había mucha resistencia?
– Mucha gente no vislumbraba los beneficios que este tipo de empresa rendiría en términos de acelerar toda la investigación biológica y la búsqueda de nuevas drogas. Solo en los cinco años siguientes se hizo obvio, después de muchos encuentros y reuniones, que secuenciar el genoma humano sería muy útil. Y comenzaron a aparecer previsiones sobre cuánto costaría. En 1985, ya se hablaba de 3 milmillones de dólares, valor que, aproximadamente, acabó siendo el costo total del proyecto público, diluido a lo largo de diez ó 15 años. Oficialmente, el proyecto Genoma Humano solo comenzó en 1990, cuando los gobiernos de Estados Unidos y de Europa decidieron apoyarlo. La meta inicial era concluir el secuenciamento en 2005.

En febrero, el consorcio público y Celera publicaron sus versiones cuasi finales del genoma humano. ¿Cuándo tendremos la versión definitiva?
– Tenemos una secuencia con el 95% de las informaciones: en un año estará terminada. Es necesario aclarar una cosa: de cierto modo, después de que se descubrieron los métodos de secuenciamiento rápido, la conclusión del secuenciamiento es un ejercicio puramente técnico. Entender la secuencia es otra cuestión, totalmente diversa.

¿Allí comienza la ciencia propiamente dicha?
– Ciertamente. Entender la secuencia es entender toda la biología. Es el desafío de los próximos años. En principio, a partir de la secuencia completa, una computadora debería prever todos los genes y ver las regiones que codifican proteínas. Esto aún no es posible, pues depende de que tengamos un nivel de comprensión de las funciones de las secuencia que aún no alcanzamos. La discusión sobre el número de genes es divertida, pero vacía. El número no importa mucho: solo brinda una débil pista sobre la complejidad del organismo.

Usted dijo que la genómica tiene cinco anos de vida y después será el turno del proteoma. ¿Qué es lo que se hará hasta entonces?
– Lo que hacemos y haremos en los próximos cinco años: comparar el genoma humano con el de otros organismos, como el de la vaca, diversos ratones, el chimpancé, plantas y bacterias de todo tipo. Usaremos esas analogías para todos los genes humanos y haremos una lista. A partir de estos estudios, también podremos conocer la evolución de varias especies, ver cómo los genes de un organismo se convierten en genes de otro. Eso ayudará a dar pistas sobre las funciones – de los genes humanos – y dará ideas muy profundas sobre el origen de la vida hace 4 mil millones de años. El gran problema será aquello que llamamos proteoma: cómo identificar todas las proteínas de un organismo y ver sus interacciones. Tendremos que entender cómo se desarrolla y funciona el organismo. Hacemos cosas fantásticas con el cerebro, pero no sabemos cuáles son los genes y los productos de esos genes -proteínas- implicados en la memoria. Conocemos fragmentos del problema, otros no. Esas son las grandes cuestiones de la biología.

Los legos esperan ansiosos los resultados prácticos de la investigación genómica. ¿Cuándo llegarán efectivamente a la sociedad las nuevas formas de diagnóstico y tratamiento de enfermedades?
– Ya están llegando. Del trabajo genómico surgieron nuevas formas de diagnóstico. El área crece rápidamente. Yo mismo estoy participando en una compañía que invierte en ello, Myriad Genomics, que ya cuenta con un test para detectar mutaciones y predisposición al cáncer de mama y ovario, otro para el cáncer de colon y, al fin de año, ofrecerá un examen de predisposición al cáncer de próstata. En los próximos cinco o diez anos, surgirán más y más tests que detectan en la persona genes o defectos en genes que causan enfermedades. Todas las compañías farmacéuticas utilizan este tipo de abordaje. En los próximos dos años, el gran esfuerzo de esas empresas será en el área de proteoma: intentar entender las interacciones de proteínas que llevan a enfermedades y al desarrollo de drogas. Todo ese esfuerzo llevará a nuevas drogas a corto plazo.

¿Cuál es ese corto plazo?
– Seis años, el tiempo necesario para realizar los tests clínicos, mostrar que la droga es eficiente y segura y para que sea aprobada para su venta. Es un proceso lento, pero ya se ve una mejoría en la calidad de los tratamientos. Tomemos el caso del Sida. Fue descubierto al comienzo de los años 80 y no existía tratamiento: las primeras drogas solo surgieron al final de esa década e inicios de la del 90. Hace cinco años, surgió la segunda generación de medicamentos y hoy existe un tratamiento bastante bueno, aunque no haya cura aún.

¿Qué opina sobre hecho de que algunos países cuestionen el precio de los remedios contra el Sida?
– No veo que reclamen por el precio de los jets lanzabombas que ellos compran. Es una cuestión de prioridades. La mayoría de los países de África que se quejan gasta mucho en el sector militar.

¿Las drogas contra el Sida no son caras?
– Sí, son caras, pero, ¿el precio de un jet lanzabombas no es mucho más alto? Las drogas son caras, pero en cinco o seis años serán más baratas. Se puede argumentar que ya deberían ser más baratas. Las drogas son fruto de un proceso social, una elección de la sociedad: tenemos un sistema de patentes porque la sociedad cree que es mejor contar con drogas disponibles más rápido, aunque sean más caras por un pequeño período. Es mejor así, antes que no tener drogas de ninguna manera. Ellas no se crean solas, se debe incentivar a las personas y a las empresas a arriesgar dinero en la tentativa de desarrollarlas. Claro que existe una alternativa: el gobierno puede pagar las drogas, pagar por su desarrollo; pero en mi opinión, ésa es una manera terriblemente ineficiente de hacer las cosas. Es difícil convencer a un gobierno para invertir en la investigación de drogas, una actividad de riesgo: al final, la droga puede no funcionar.

Volviendo al genoma, ¿la entrada de Celera en el secuenciamiento fue positiva?
– No creo que haya sido correcto que la Celera exagerara la eficiencia de su método de secuenciamiento. Equivocadamente, intentó acabar con el proyecto público insinuando que era un desperdicio de dinero. A decir verdad, hizo un esfuerzo para intentar establecer un monopolio sobre las informaciones del genoma humano y convencer al Congreso americano a no destinar partidas presupuestarias para el proyecto público. Quería convertirse en una especie de Microsoft del sector. En el fondo, lo que estaba diciendo era más o menos esto: ‘La secuencia es tan valiosa que la quiero solo para mí’. No creo que haya tenido éxito en ese intento.

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