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Historia

Osório revisto

La biografía del militar revela las falacias de la memoria

Reproducción del libro Maldita Guerra / óleo sobre tela de Cándido López, 1891 Vista del interior de Curuzú, 20 de septiembre de 1866Reproducción del libro Maldita Guerra / óleo sobre tela de Cándido López, 1891

León Tolstoi se hallaba tristemente acertado al escribir que un pueblo feliz no tiene historia. Ello se toma en cuenta para recordar a las personas que ellas tienen motivos para hallarse infelices y que es preciso remediar el pasado. Brasil tiene una deuda histórica con Paraguay, que puede pagarse con la concesión de un trato diferencial en las relaciones entre ambos países. En el caso de la represa de Itaipú, Brasil debería pagar el precio del mercado y no el precio de costo, como prevé la cooperación la energía excedente que Paraguay no consume, afirmó, en una entrevista, el nuevo presidente paraguayo, Fernando Lugo, invocando, en nombre de cuestiones de actualidad, la antigua Guerra del Paraguay (1865-1870). El presidente Hugo Chávez recordó al presidente Lugo su admiración por la lucha histórica del pueblo paraguayo, digno heredero de la memoria del mariscal Francisco Solano López, y coincidieron en la necesidad de continuar construyendo la Unión de Naciones Sudamericanas sobre la base de la reivindicación de la lucha de esos pueblos, reitera la nota emitida por la cancillería venezolana sobre la comunicación mantenida por Chávez con el colega recién electo.

López fue un gran patriota latinoamericano, humillado por la alianza de la triple traición hacia América Latina, sus hombres y sus mujeres, declaró recientemente la presidenta argentina Cristina Kirchner, quien bautizó una unidad del Ejército argentino en homenaje a López. La tesis de la deuda histórica, es compartida también por los brasileños, como es el caso del senador Cristovam Buarque, que defiende cambios en el acuerdo sobre Itaipú: No podemos simplemente negar a Paraguay el derecho de solicitar un reajuste. Nosotros no podemos despreciar a Paraguay. Máxime porque tenemos una deuda con ése, nuestro país vecino, ya que hace 138 años matamos 300 mil de sus ciudadanos en la Guerra del Paraguay. Proporcionalmente, es como si matáramos a 9 millones de brasileños. No es de ahora que dictadores, como en el caso de Stroessner, y militantes de izquierda se unan en la condena de la Guerra del Paraguay como una masacre imperialista perpetrada por Brasil, en supuesto acuerdo con Inglaterra, que habría diezmado las posibilidades de grandeza paraguaya, o en las palabras de Lugo: Existe un reconocimiento de la deuda histórica con Paraguay. Creemos en la Justicia y Paraguay debería volver a ocupar el lugar que ocupaba: el país más desarrollado, el más unido, el que contaba con un proyecto económico diferenciado.

Asimismo, por más inusitado que pueda parecer, el presente es un excelente momento para volver a hablar de las figuras claves de un conflicto tan antiguo. Como sucede en la nueva biografía del general Osório (General Osório, Companhia Letras, 262 páginas, R$ 35,50), presentada en el bicentenario de su nacimiento, y escrita por el historiador Francisco Doratioto, autor de Maldita Guerra, uma história revisionista da Guerra do Paraguai, que echa por tierra mitos como el exterminio de la población masculina paraguaya, los ideales modernizadores de López y la victimización de Paraguay. Quien habla de traición, o está mal informado o tiene segundas intenciones. López fue el agresor, que invadió a sus vecinos. No existió la pretendida industrialización paraguaya y nunca la denominada era dorada de Paraguay. López no era un paradigma del progreso, de lucha contra el imperialismo, ni un constructor de sociedades modernas, explica. El revisionismo argentino y uruguayo es de izquierda y el paraguayo era un nacionalismo de derecha que buscaba legitimar a un dictador como Stroessner utilizando la figura de otro dictador, López. La historia no fue bien presentada, en ninguno de los casos. En Paraguay, la exaltación de López sirvió a la dictadura; en Brasil, la satanización de la guerra y del comando brasileño sirvió como mecanismo de combate a la dictadura, observó, con sabiduría, José Murilo de Carvalho.

Reproducción del libro General Osório, acervo iconografía Ejército brasileño desembarcando en territorio paraguayoReproducción del libro General Osório, acervo iconografía

La confusión acerca de la real dimensión del conflicto y de sus personajes, no obstante, no se restringe sólo a intereses comerciales u oportunismo político. El comandante del Ejército Brasileño en Paraguay, Osório, también sufrió con la reescritura parcializada de la historia. El Ejército de Caxias, como se autodenomina actualmente a la institución, fue durante un buen tiempo el Ejército de Osório y ese cambio sólo puede comprenderse, si son relacionadas ambas trayectorias, política y militar, de los dos generales dentro del contexto histórico en el que fueron adoptados como personajes paradigmáticos, avisa Doratioto. Finalmente, aunque en la actualidad ellos sean recordados como militares, también fueron políticos y, en ciertas etapas, se dedicaron más a la vida política que al Ejército. El Partido Conservador, por el cual Caxias fue elegido senador, defendía el Estado centralizado y el mantenimiento del orden social. Osório pertenecía al Partido Liberal, que priorizaba la descentralización del poder y la mayor participación de los ciudadanos en el proceso político. Caxias era el Ejército de elite, formado en la Academia, mientras que Osório era el Ejército que venía de abajo (y que, en la vejez, confesó su horror por la vida militar) y que suprimía pequeñas transgresiones, formalismos y apariencias. De ahí la razón de la joven República, realizada mediante el golpe militar, nota Doratioto, sin poseer símbolos, tener que descubrir en Osório al pre-republicano, al punto que, en el año 1894, Floriano Peixoto dirigió una manifestación popular para la inauguración de la estatua del general en Río de Janeiro, en la actual Plaza XV.

Fue el primer general brasileño en pisar el territorio paraguayo y mientras Caxias y otros militares y políticos brasileños desconfiaban del presidente argentino Mitre (el líder de la Triple Alianza contra Paraguay), afirmando que él accionaba para prolongar el conflicto porque debido a las ganancias financieras que proporcionaba a argentina, lo hacía para debilitar al Imperio, Osório fue uno de los pocos militares brasileños que no participaban de ese sentimiento, afirma Doratioto. El aventurero inglés Richard F. Burton, cónsul inglés en Santos y observador británico en el escenario de guerra, informó que los soldados admiraban a Osório y consideraban que él tenía el cuerpo cubierto y, después de los combates, sacudía el poncho para que las balas cayeran. El general era visto, por sus colegas de jerarquía, como irresponsable por la manera en que ponía su vida en riesgo durante los combates. En la Batalla de Avaí, un tiro destruyó su maxilar, pero, más tarde, cuando Caixas fue sustituido por el conde d’Eu en comando militar de las tropas, no rehuyó el deber y retornó al frente para luchar.

Durante el ataque a la fortaleza de Humaitá, principal baluarte de la defensa de López, Osório fue enviado por Caixas para averiguar el resultado del bombardeo fluvial realizado por la escuadra aliada. Enfrentando resistencias, afirmó haber recibido órdenes de Caixas (quien nunca confirmó haber impartido tal comando) para replegarse, provocando grandes pérdidas. El episodio dejó heridas, explotadas por líderes liberales, que pasaron a presentar a Osório como víctima de Caixas, porque éste lo vería como rival, observa el autor, quien recuerda como, al final del conflicto, Osório era, a excepción de Pedro II, el brasileño más popular, un hecho inconveniente para el gobierno conservador. Por ende, es fácil comprender por qué durante cuatro décadas la principal conmemoración militar brasileña ocurría durante el aniversario de la Batalla de Tuiuti, donde Osório fue el héroe del día. Más complejo es entender el degradado de la figura del general a partir de los años 1920, seguida de la elevación de Caixas, hasta entonces una figura secundaria, al título de Patrono del Ejército.

Reproducción del libro Maldita Guerra Trincheras de Tuiuti, batalla del 24 de abril de 1866Reproducción del libro Maldita Guerra

Reinvención
Como contrapunto al olvido de Caixas, existía una celebración de Osório como gran militar, un culto en buena medida espontáneo, evalúa el historiador Celso Castro, para quien las razones de ese cambio residen en la preocupación del Ejército con las agitaciones tenientistas, que derivarían en la Revolución de 1930. más que la reorganización de una institución fragmentada, ocurrió una reinvención del Ejército como institución nacional, heredera de una tradición específica y con un rol a desempeñar en la construcción de la nación brasileña, afirma Castro. Para eso, fue necesario inventar un Caixas adecuado al nuevo rol simbólico exigido. Los predicados atribuidos a Caixas como un general disciplinado y apolítico forman parte de esa imagen creada en el siglo XX, que atendía a los intereses de una República nacional conservadora que se esforzaba para contener la indisciplina militar. Esos predicados, empero, caracterizan un ser militar, que no existía en el siglo XIX?, analiza la historiadora Adriana Barreto de Souza, autora de la tesis doctoral El Duque de Caixas y la formación del Imperio Brasileño. ?Entronizado en ese panteón, y luego de 21 años de dictadura militar, el diálogo con Caxias se tornó difícil, pues él era, o tratado con admiración por los militares, o demonizado como patrono del Ejército por la oposición que se realizaba al golpe de 1964. Él se transformó en el ?duque-monumento,  observa Adriana.

Si en un comienzo, el cambio de los honores a Osório por los realizados a Caixas sirvió como forma de valorar la legalidad y el alejamiento de la política, a partir del Estado nuevo varguista, ese cambio, aunque mantenido, adquirió nuevos matices: Se pasó a resaltar las cualidades del duque como jefe militar al servicio del Estado fuerte y centralizado, tal cual como la dictadura de vargas, evalúa Doratioto. Esa instrumentación persistió hasta después de 1964, cuando los militares en el poder relevaron las características de Caixas que interesaban en la situación vigente, como la de haber sofocado movimientos revolucionarios. Ésas fueron de hecho sus características y, a excepción del principio de la centralización, también las de Osório. Con todo, los dos generales tenían aún como características la subordinación al poder civil, la aversión al caudillismo y el rechazo al militarismo, aunque éstas los ideólogos del autoritarismo no tenían interés en recordar y los demócratas fueron negligentes en recuperar. Desafortunadamente, de vez en cuando, es más conveniente olvidar la frase de Tolstoi y reemplazarla por el pragmatismo de un Bismarck: La historia es un simple trozo de papel impreso; lo principal es hacer historia, y no escribirla.

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