“Vivo la genética, no me imagino haciendo cualquier otra cosa”, declaró el científico gaúcho Francisco Mauro Salzano el año pasado a los 89 años, en un documental producido por la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), la institución en donde ejerció la docencia desde 1952. Salzano se convirtió en un referente internacional después de haber realizado los primeros estudios de genética de poblaciones de los pueblos indígenas brasileños desde finales de la década de 1950. Asimismo, concretó una larga y prolífica carrera colaborando con investigaciones en casi todas las áreas de la genética humana y animal, visibles en los 385 artículos científicos que escribió. En su último trabajo, publicado en agosto, participó en un estudio sobre los genes ligados a la adaptación a la vida a grandes alturas de los pueblos andinos (bit.ly/2IHIyfS). Aún implicado en varios proyectos de investigación, intercambió e-mails de trabajo con colegas antes de someterse a una cirugía de hernia el pasado 26 de septiembre. Falleció en la noche del día siguiente, a los 90 años.
“Salzano fue el gran nombre de la genética humana en Brasil durante los últimos 50 años”, afirma el médico y genetista Sérgio Danilo Pena, de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG). Pena recuerda que la genética brasileña despegó a comienzos de los años 1940, bajo la dirección del ucraniano naturalizado estadounidense Theodosius Dobzhansky (1900-1975), considerado el padre de la genética evolutiva. Dobzhansky vino a Brasil con la misión de formar investigadores en la Universidad de São Paulo (USP). Acá fue ayudado por su principal asistente en el país, el genetista paulista Crodowaldo Pavan (1919-2009).
Hasta aquel momento, la genética nacional se ceñía al estudio de vegetales y de animales invertebrados. Dirigidos por Dobzhansky, Pavan y otros tres investigadores pusieron en marcha los primeros estudios de genética humana en la USP, los cariocas Pedro Henrique Saldanha y Oswaldo Frota-Pesoa (1917-2010) y Newton Freire-Maia (Minas Gerais, 1918-2003). “Ellos conformaron la primera generación de investigadores de la genética humana brasileña”, comenta Pena. “Salzano es el gran nombre de la segunda generación, quien adquirió notoriedad a partir de finales de la década de 1950.”
El amor de Salzano por la genética se despertó cuando aún era alumno de la carrera de grado de historia natural en la UFRGS. A los 22 años, se encantó con el trabajo de criar y analizar en laboratorio sucesivas generaciones de Drosophila (la mosca de la fruta), hasta los días actuales los principales modelos animales de las investigaciones biológicas. Su tutor fue el fundador del Departamento de Genética de la UFRGS, Antonio Rodrigues Cordeiro, entonces recién llegado a Porto Alegre de sus estudios en la USP. Los contactos de Rodrigues Cordeiro llevaron a Salzano a defender su doctorado en biología genética en 1955, en la USP, bajo la dirección de tesis de Pavan.
Las expediciones a la Amazonia
Entre 1956 y 1957, Salzano realizó una pasantía posdoctoral en la Universidad de Michigan, Estados Unidos, donde inició su colaboración con el genetista estadounidense James Neel (1915-2000), con quien se especializó en el estudio de la genética de poblaciones. Neel le aconsejó a Salzano a investigar la genética de los pueblos indígenas brasileños, un área de investigación aún inexplorada. De regreso a la UFRGS, Salzano entabló contacto con poblaciones del pueblo káingang, nativo de la región sur de Brasil, y realizó estudios de los grupos sanguíneos y de proteínas que eran muy utilizadas como marcadores en estudios genéticos en esa época.
En una serie de expediciones a la Amazonia y al Brasil central, Neel y Salzano estudiaron a los xavantes y a otros pueblos indígenas. Los datos recolectados en esos estudios sirvieron de base para un modelo general que explicaba la evolución de poblaciones de pueblos cazadores y recolectores. Los investigadores postularon que las poblaciones indígenas tienden a fragmentarse en poblaciones menores en el transcurso del tiempo, que pueden más tarde fusionarse con otras sin parentesco. La constante fisión y fusión de poblaciones explicaría el patrón de la diversidad genética observada entre los pueblos cazadores-recolectores encontrados en Brasil. El éxito del modelo transformó a Salzano en un referente internacional en los estudios de genética de poblaciones.
“Cualquier científico que pretendía estudiar genética humana en Brasil lo consultaba a Salzano”, comenta Pena. “Era muy exigente, criterioso y, así y todo, de una simplicidad franciscana. Si el estudio le parecía relevante, lo dirigía y colaboraba”, añade. “Luego de trabajar con los pueblos indígenas, Salzano colaboró con estudios de otras poblaciones, como las de los afrobrasileños, y en investigaciones de genética médica, sobre enfermedades hereditarias de la sangre.”
Nacido en la localidad gaúcha de Cachoeira do Sul en el año 1928, el investigador fue también uno de los principales responsables del desarrollo del Programa de Posgrado en Genética y Biología Molecular (PPGBM) de la UFRGS. “El profesor Salzano dirigió 41 doctorados y 48 maestrías”, afirma Maria Cátira Bortolini, coordinadora del PPGBM y del Laboratorio de Evolución Humana y Molecular de la UFRGS, y colaboradora asidua del genetista.
“Era muy agradable conversar con él sobre cualquier tema: era un gran contador de historias, desde aquellas sobre indígenas hasta las relacionadas con los encuentros con científicos notables”, recuerda Bortolini. “Intentaba atender a todos los que lo iban a ver para conversar o consultarlo, y dejaba siempre entreabierta la puerta de su despacho.”
Para la genetista Tábita Hünemeier, del Instituto de Biociencias de la USP y también colaboradora de Salzano, su carrera científica constituyó una trayectoria única. “Empezó a trabajar mucho antes de que existieran las técnicas de análisis de ADN. Participó desde los primeros estudios antropológicos, conviviendo con los indios e integrando ese conocimiento con análisis proteicos de muestras de sangre y mediciones antropométricas, hasta los estudios más recientes de genómica”, testimonia. “Siempre fue un pionero y entusiasta en todo”, concluye.
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