De las 169 zonas con alta diversidad de rocas, estructuras geológicas y formas de relieve reconocidas mundialmente, tan solo una se encuentra en Brasil. Se trata del denominado Geoparque Araripe, que se extiende por 3.400 kilómetros cuadrados (km2) pertenecientes a seis municipios del estado de Ceará y alberga bosques petrificados y abundantes fósiles de plantas y animales de hasta 150 millones de años, que antes de la pandemia eran apreciados por unos 85.000 visitantes al año. Los parques geológicos son áreas con sitios de interés geológico o geositios, y atractivos arqueológicos, culturales y educativos. También sirven para realizar investigaciones científicas en materia de geología, geografía, arqueología, paleontología, botánica, zoología, ecología y turismo.
En Brasil, podrían existir otros espacios de este tipo. Geógrafos y geólogos que han examinado la geodiversidad del país –la variedad de rocas, formas de relieve y suelos– identificaron 36 áreas que podrían formar parte de la Red Mundial de Geoparques de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Estos lugares albergan fósiles de dinosaurios, como el municipio de Uberaba (Minas Gerais), sierras y lagunas de agua salada con vestigios de microorganismos marinos de 3.000 millones de años, en el litoral del estado de Río de Janeiro, relieves aplanados –las mesetas conocidas como chapadas en Brasil– con valles profundos cubiertos por bosques de palmas de moriche, localmente conocidas como buritis (Mauritia flexuosa) en los estados de Goiás y Mato Grosso, y los paredones rocosos de 120 metros de altura que formaron los cañones del río São Francisco, entre los estados de Sergipe y Alagoas.
“Más allá de la belleza escénica, estos sitios representan una expresión única de la escultura del paisaje”, dice el geógrafo Jurandyr Ross, de la Universidad de São Paulo (USP), uno de los autores del artículo publicado en agosto en la revista Geoheritage, que analiza esos 36 lugares. La autora principal, la geógrafa Juliana de Paula Silva, de la Universidad Estadual de Maringá, identificó los territorios con mayor geodiversidad con base en los mapeos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) y del Servicio Geológico de Brasil (SGB). A continuación, relacionó el mapa de la geodiversidad con un informe técnico de la Sociedad Brasileña de Geología (SBG), publicado en septiembre, donde figuran los 36 proyectos de los parques geológicos brasileños en diferentes etapas de desarrollo y constató que 18 de ellos presentan una geodiversidad alta o muy alta.
Al superponer el mapa de la geodiversidad con el de las unidades de protección del Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad, notó que las zonas con los mayores índices de geodiversidad coincidían con las de dos de las categorías de protección ambiental: los Refugios de Vida Silvestre y los Monumentos Naturales, en un 43 % y un 38 %, respectivamente. “La diversidad de relieve, rocas y suelo genera ambientes diferentes y propicia la adaptación de animales y plantas, lo que da lugar a una amplia biodiversidad, además de lugares de gran belleza, tales como cascadas, cuevas y mesetas”, dice.
Una de las zonas que ella estudió en su doctorado, concluido en 2012 en la USP, es la denominada Volta Grande del río Xingú, en el estado de Pará, que presenta toda una gama de vías fluviales, especies exclusivas de peces, anfibios y reptiles, y una rica diversidad cultural de pueblos indígenas y ribereños. Según ella, ese paraje, desvirtuado tras la construcción de la central hidroeléctrica de Belo Monte, era excepcional, porque allí confluían altas geo y biodiversidad. En la Amazonia, la geodiversidad es predominantemente baja.
“Los relevamientos pueden servir como referencia para realizar estudios de campo más específicos”, comenta la geóloga Maria da Glória Motta Garcia, del Instituto de Geociencias (IGc) de la USP. La alta geodiversidad y el alto valor del patrimonio geológico no siempre coinciden: “Un mismo lugar puede presentar alta geodiversidad si los índices registran una gran variedad de rocas, de estructuras geológicas, de relieve y de suelo, pero un patrimonio geológico de bajo valor si las rocas y el formato del relieve y del suelo fueran comunes, de escasa relevancia”. El Parque Geológico de Araripe, por ejemplo, presenta un índice medio de geodiversidad, aunque con un patrimonio paleontológico de gran importancia.
En 2017, Motta Garcia y su equipo registraron 142 geositios en 81 municipios del estado de São Paulo. Es una cantidad superior a los dos únicos proyectos de geoparques en São Paulo registrados en el estudio nacional y esto se debe a que un geoparque puede albergar varios geositios; el de Corumbataí, por ejemplo, posee alrededor de 100. En los últimos años, el equipo de la USP elaboró un mapa online de los geositios e identificó a 57 de ellos como de importancia geológica, los cuales fueron descritos en junio, en la revista Journal of the Geological Survey of Brazil.
Los geoparques surgieron en Francia a mediados de la década de 1990, como una forma de valorar los paisajes y las formaciones geológicas mediante un concepto que en Brasil difiere del de parques naturales o unidades de conservación. La primera diferencia es la inclusión de los pobladores locales, algo raro o incluso no deseado en las reservas ambientales. “La participación del poder público es importante, pero el compromiso de la población es esencial”, dice el geólogo Marcos Nascimento, de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte (UFRN).
La creación de un parque geológico puede llevar tiempo. En abril de 2010, junto a su equipo de la UFRN y en colaboración con el SGB, Nascimento arribó al municipio de Currais Novos (Rio Grande do Norte) para dar comienzo a la primera etapa del reconocimiento internacional, el inventario geológico del Geoparque Seridó, que ocupa 2.800 km2. “Para que la Unesco la reconozca como geoparque, la región debe contar con formaciones geológicas de valor científico internacional”, dice. En 2015, los investigadores empezaron a conversar con los residentes de la zona, divulgaron la riqueza natural del lugar en las escuelas, colaboraron en la capacitación de guías turísticos e impulsaron la creación de cooperativas de artesanos. Lanzado por la UFRN, el Geoparque Seridó es administrado por un consorcio público integrado por seis municipios que tardó dos años en conformarse, pero aún no forma parte de la red mundial.
“Un geoparque es, esencialmente, una forma de gestión territorial, que debe promover la educación, la conservación y el turismo”, dice. Puede albergar parques estaduales, federales o municipales, como las esculturas naturales de Vila Velha, en el municipio de Ponta Grossa (Paraná), que en 1966 fue transformado en parque estadual. La existencia de áreas protegidas o unidades de conservación es uno de los requisitos para poder integrarse a la red mundial de geoparques.
Seridó es uno de los cuatro parques geológicos incluidos en la categoría de aspirantes, debido a que ya se ha presentado la solicitud de reconocimiento a la Unesco. Otro que se encuentra en fase avanzada es el llamado Caminhos dos Cânions do Sul, con una superficie de 2.800 km2 repartidos en siete municipios de los estados de Santa Catarina y Rio Grande do Sul, que alberga valles profundos, cascadas, piscinas naturales y refugios excavados por animales cuya antigüedad es de 10.000 años.
Con dos parques nacionales, una reserva biológica estadual y unidades marinas de conservación, el geoparque del sur comenzó a ser articulado en 2007 por João Matos, médico y exalcalde de la ciudad catarinense de Praia Grande. En un comienzo, la superficie abarcada y el número de participantes eran mayores, hasta que se demarcaron los límites actuales y se implementó una administración, a través de un consorcio intermunicipal, según informó un grupo de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC) en un artículo que salió publicado en 2019 en la revista Caderno de Geografia.
“Incluso antes de elevar la candidatura a formar parte de la red mundial, un geoparque ya debe estar funcionando y haber implementado un sistema de gestión”, comenta el geólogo Paulo Cesar Boggiani, del IGc-USP. Ese es el caso de Uberaba, que solicita el reconocimiento de la Unesco: en junio de 2021, dos réplicas de dinosaurios que vivieron en la región, en tamaño real, esculpidas por el artista plástico Rodolfo Nogueira, se sumaron a otras que ya estaban instaladas en las plazas de la ciudad, conocida por su riqueza en fósiles.
Boggiani participó en la elaboración de la propuesta del Geoparque Bodoquena-Pantanal, en el estado de Mato Grosso do Sul. En 2011, la Unesco determinó que el lugar no estaba listo para obtener la certificación porque el área que había propuesto era demasiado grande, de 39.000 km2, y aún no disponía de una administración. “La implementación del sistema de gestión es la mayor dificultad”, dice Garcia. En la investigación de la SBG, el 74 % de los 36 proyectos no contaba con un plan de gestión, el 65 % no había escogido una comisión administrativa y el 56 % no había preparado material de divulgación.
“El tamaño del área debe estar en sintonía con las posibilidades de administrarla en forma adecuada, es decir, los geoparques demasiado grandes pueden hacer que su gestión sea demasiado trabajosa”, dijo Isabella Maria Beil, geógrafa de la USP, en un artículo publicado en 2020 en la revista Papers do NAEA. La escasez de financiación y la dificultad que plantea la integración de los municipios, la inclusión de la población y la planificación de las actividades turísticas y culturales constituyen un escollo para la proliferación de los geoparques en Brasil.
La mitad de los geoparques se concentran en Europa. Los más antiguos son los del Bosque Petrificado de Lesbos, en Grecia, la Reserva Geológica de Haute-Provence, en Francia, y el de Vulkaneifel, en Alemania, los cuatro reconocidos en 2004. En abril, la Unesco aprobó otros ocho: en Dinamarca, Finlandia, Alemania, Grecia, Indonesia, Italia (dos) y Polonia. El resto se encuentran en Asia (un 40 %), en América Latina (un 5 %) y en América del Norte y África (un 5 %).
Se desconoce cuál es el impacto económico global de los geoparques, pero un equipo de la Unesco en Bangkok (Tailandia), ha evaluado a tres de ellos en un artículo publicado en junio en la revista International Journal of Geoheritage and Parks. El de Itoigawa, en Japón, recibió 90.000 visitantes en 2019, y generó ingresos por un equivalente a 4 millones de dólares. El de la isla de Jeju, en Corea del Sur, recibió 15 millones de visitantes en 2019 y los beneficios rondaron unos 9.000 millones de dólares. El de la meseta kárstica de Dong Van, en Vietnam, recaudó alrededor de 4 millones de dólares por la venta de productos y servicios a los 980.000 visitantes que recibió en 2019.
Artículos científicos
SILVA, J. de P. et al. The geodiversity of Brazil: Quantification, distribution, and implications for conservation areas. Geoheritage. v. 13, artículo 75, p. 1-21. 3 ago. 2021.
SUNG, C. L. et al. O processo de governança na construção do Projeto de Geoparque Caminhos dos Cânions do Sul – Brasil. Caderno de Geografia. v. 29, n. 59, p. 1043-63. oct. 2019.
BEIL, I. M. Proteção da natureza e do patrimônio: uma análise sobre o conceito de geoparque. Papers do NAEA. v. 1, n. 3, p. 442-55. 2020.
RIBEIRO, L. M. de A. L. et al. The geological heritage of the state of São Paulo: potential geosites as a contribution to the Brazilian national inventory. Journal of the Geological Survey of Brazil. v. 4, n. 1, p. 45-54. jun. 2021.
LEE, Y. J. y JAYAKUMAR, R. Economic impact of Unesco Global Geoparks on local communities: Comparative analysis of three UNESCO Global Geoparks in Asia. International Journal of Geoheritage and Parks. v. 9, n. 2, p. 189-198. jun. 2021.
Informe técnico
NASCIMENTO, M. A. L. et al. Aspirantes e projetos de geoparques no Brasil em 2020. Natal: Comisión de Geoparques de la Sociedad Brasileña de Geología. sep. 2021.