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CARTA DE LA EDITORA | 248

Políticas públicas e investigaciones privadas

La salud de los adolescentes fue objeto de dos amplios estudios nacionales: cientos de investigadores de decenas de universidades entrevistaron a miles de chicos con edades entre 12 y 17 años. El mapeo de los hábitos alimentarios, actividades físicas, alteraciones metabólicas, indicadores de salud mental, entre otros apartados, reveló un cuadro preocupante, aunque previsible.

Uno de los estudios, enfocado en determinar la frecuencia de los riesgos cardiovasculares, detectó índices relativamente elevados de sobrepeso u obesidad (25%), tasas de colesterol total superiores a lo recomendable (20%) e hipertensión arterial (10%). Los datos que surgen sobre salud mental también llaman la atención. Uno de cada tres adolescentes presenta síntomas de algún grado de padecimiento psíquico, que afecta principalmente a las niñas: un 38,4% de ellas presentó síntomas de depresión y ansiedad, trastornos detectados en un 21,6% de los varones.

También es preocupante el estilo de vida de la mayor parte de los entrevistados en este sondeo: la mayoría (54,3%) son sedentarios y pasan dos o más horas diarias frente al televisor (66,6%), comiendo frecuentemente delante de la pantalla. Su alimentación es desequilibrada e irregular.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud, Brasil no es un punto fuera de la curva. El porcentaje de adolescentes que presentan problemas de salud es similar al de otros países. Los estudios que financia el Ministerio de Salud de Brasil (MS) aportan datos esenciales para ayudar en la elaboración de políticas públicas de salud y educación tendientes a evitar que esos adolescentes se transformen en adultos enfermos.

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Cuando se indaga dónde se produce investigación científica y tecnológica, la respuesta más frecuente apunta a universidades y empresas; pero no es la única. Los institutos privados que realizan investigación por encargo constituyen un camino menos conocido, aunque nada raro, tal como lo muestra el reportaje, que aborda 18 casos de São Paulo.

El origen de esos institutos es variado. CPqD, un antiguo centro de investigación de la extinta empresa estatal de telecomunicaciones Telebrás, es el mayor de los institutos privados paulistas en tecnología de la información. En esa área, surgieron centros a partir de la Ley de Informática, que les exige a las empresas, a cambio de ciertos beneficios, inversiones en investigación y desarrollo (I&D). Parte de esas inversiones debe realizarse en forma conjunta con instituciones de investigación y educativas nacionales, un hecho que propició la creación de instituciones sin fines de lucro. Un ejemplo de ello es Instituto Eldorado, fundado por Motorola, que, luego de la crisis de la empresa estadounidense amplió la cantidad de clientes a los cuales les ofrece sus servicios.

Los incentivos fiscales también impulsaron a los hospitales a desarrollar actividades de investigación. A partir de 2009, aquéllos que están encuadrados como entidades benéficas que brindan asistencia social en salud pueden firmar convenios con el MS que posibilitan que los montos destinados a proyectos de investigación aprobados por el ministerio puedan devengarse del impuesto a las ganancias. Entre ellos figuran los hospitales Sirio-Libanés, Albert Einstein, HCor, Samaritano y Oswaldo Cruz.

Otro grupo de institutos privados están abocados a la agricultura. CTC, que realiza investigaciones sobre la caña de azúcar, fue fundado en 1969 a partir de un emprendimiento de industriales del área empeñados en crear un polo de desarrollo tecnológico para su sector. Y CTC, que hace algunos años fue reestructurado, actualmente es una sociedad anónima concentrada en tecnologías disruptivas para la industria sucroenergética.

Este fenómeno es relativamente reciente y merece estudiarse en profundidad, no sólo porque es una vertiente alternativa a las actividades de I&D, sino también por el hecho de que la mayoría cuenta con recursos públicos para financiar sus actividades.

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