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Farmacolog

Por esas blancas pistas

Un compuesto inhibe el efecto de la cocaína y ayuda a dilucidar su acción en el cerebro

Experimentos recientes llevados a cabo en Brasil y en Alemania señalan una posible aplicación para el compuesto sintético conocido por la sigla SR142801. Desarrollado por el laboratorio francés Sanofi-Aventis, la tercera industria de medicamentos del mundo en importancia, el compuesto permaneció por casi diez años sin un uso medicinal definido. Ahora, una serie de pruebas con ratones y monos sugieren que el SR142801 “que actúa sobre el sistema nervioso central e interrumpe una forma específica de comunicación entre las células nerviosas” puede ser eficaz en el tratamiento de la excitación extrema y el estado de alerta exagerado causados por el consumo de cocaína.

En la Universidad de Dusseldorf, Alemania, el equipo de Joseph Huston administró esa sustancia en ratones antes de inocularles cocaína. Los roedores que recibieron el compuesto no caminaban de un lado a otro sin un objetivo específico ni realizaban movimientos repetitivos para inspeccionar el ambiente como si alguna amenaza próxima, comportamiento presentado por los animales que sólo habían recibido la cocaína, droga que un millón de brasileños de más de 12 años ya ha probado, según estimaciones del Centro Brasileño de Información sobre Drogas Psicotrópicas. En ensayos similares realizados con monos, Carlos Tomaz, de la Universidad de Brasilia (UnB), obtuvo resultados parecidos. “En todo el mundo se buscan compuestos que impidan la llegada de la cocaína al sistema nervioso central o bloqueen su acción sobre el cerebro”, dice Arthur Guerra de Andrade, coordinador del Grupo Interdisciplinario de Estudios sobre Alcohol y las Drogas de la Universidad de São Paulo.

A pesar de bloquear la agitación y el alerta provocados por el uso de la cocaína, el SR142801 probablemente no sea el tan esperado medicamento para combatir la dependencia, capaz de transformar bienestar y euforia en la búsqueda compulsiva por más y más droga, responsable por desestructurar la vida del consumidor y la de su familia. “No creo que el SR142801 tenga potencial para tratar la dependencia de la cocaína, siendo que esa molécula bloquea solamente el movimiento excesivo, pero no interfiere en el mecanismo de recompensa asociado con el consumo de la droga”, afirma Huston, uno de los coordinadores de la investigación.

Y es justamente ese mecanismo de recompensa el que causa la dependencia y vuelve el abandono de la droga un desafío casi insuperable para buena parte de los adictos. Segundos después de ser inhalada, la cocaína disuelta en la sangre alcanza el sistema nervioso central y aumenta los niveles de dopamina, un mensajero químico que activa las neuronas en regiones del cerebro asociadas a la sensación de placer y bienestar. Es entonces cuando la persona comienza a hablar sin parar y queda con un ánimo que parece inagotable. Pero, casi tan rápido como surgen, esos efectos desaparecen minutos después, dando lugar a la ansiedad y la depresión, lo que lleva a la persona a consumir más droga en la procura de más placer.

Hasta hace poco tiempo atrás se creía que los efectos de ese alcaloide extraído de las hojas oblongas de la coca (Erythroxylum coca), arbusto común en Bolivia, Perú y Ecuador, se debían solamente a su interferencia en el mecanismo de acción de la dopamina, una de las moléculas naturalmente producidas por el organismo y responsable de la comunicación entre las células nerviosas (neuronas). Aquella alegría que surge con un aumento de sueldo largo tiempo esperado, por ejemplo; es, en gran parte un efecto de la descarga de dopamina en el cerebro. El logro dispara una tempestad química en el sistema nervioso central, en el que la percepción afectiva de la información se encuentra asociada a la liberación de dopamina, que transmite la información de una célula a otra. Tanto la liberación de dopamina como su recepción ocurren por medio de transportadores localizados en la membrana de las neuronas que la produjeron.

Pero, al alcanzar el cerebro, la cocaína ocasiona un cortocircuito. Como una compuerta que obstruye el curso de un río y hace que las aguas desborden, la cocaína impide la recuperación de la dopamina liberada y provoca una especie de inundación cerebral. Mientras dura el efecto, sucede como si el cerebro sufriese una sobrecarga de dopamina por recibir una buena noticia, seguida de otra, y otra más, hasta que el efecto de la droga se desvanece.

Laberinto
En la última década se descubrió que la cocaína también afecta la acción de otros neurotransmisores, como la serotonina y la noradrenalina — mensajeros químicos de la familia de las monoaminas, sustancias derivadas del amoníaco con un único átomo de nitrógeno en su composición. Pero recientemente, en el Instituto de Psicología Fisiológica de la Universidad de Dusseldorf, el equipo de Huston y de la farmacóloga brasileña Maria Angélica de Souza Silva demostró que la cocaína interfiere también en la acción de un cuarto grupo de neurotransmisores: las neurocininas, de acción aún poco conocida. Huston y Maria Angélica sospecharon de esa interacción cuando encontraron determinado tipo de receptor de neurocininas en regiones relacionadas con el procesamiento de la cocaína en el cerebro de ratones. “Hasta hace poco tiempo no se investigaba la acción de las neurocininas porque no se imaginaba que existían receptores para esas moléculas en el cerebro humano”, relata Maria Angélica.

Al conocer que el Sanofi desarrollará una molécula que se relaciona con esos receptores de neurocinina, impidiendo la acción del neurotransmisor, el equipo de Dusseldorf decidió probarla en sus ratones. En una serie de experimentos, Maria Angélica y Huston administraron tres dosis diferentes de SR142801 a ratones, media hora antes de que recibieran una inyección de cocaína. Publicados en la edición de septiembre de este año, del European Journal of Neuroscience, los resultados muestran que el compuesto eliminó la excitación excesiva asociada al consumo de la coca, pero no alteró el bienestar experimentado. Estaba claro que, al menos en roedores, la cocaína alteraba también la acción de las neurocininas. Restaba descubrir si lo mismo acontecía con los simios, animales evolutivamente más próximos a los seres humanos.

Fue entonces que los neurocientíficos Carlos Tomaz y Marilia Barros, y el biólogo Eldon Mello Júnior, de la UnB, repitieron estos experimentos con ocho tití de pinceles negro (Callithrix penicillata), de 20 centímetros con mechones negros en la orejas, originario de la sabana. Nuevamente el SR1428 inhibió la agitación y el estado de alerta causados por el consumo de cocaína. Pero los investigadores de la UnB verificaron algo inesperado. Cuando suministraron a los animales otro compuesto conocido como senktide, que debería amplificar los efectos de la cocaína y dejar a los titíes aún más excitados, observaron que nada se alteró en los monitos, como describen en la revista Peptides de septiembre. Ese resultado inesperado indica, según Marilia, que la interacción de la cocaína con las neurocininas sería más compleja de lo que se imaginaba. Ante efectos tan variados, será difícil lograr un medicamento capaz de combatir con eficiencia la dependencia de la cocaína.

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