El papel pionero de Monteiro Lobato como autor de la literatura infantojuvenil brasileña es incuestionable: los investigadores que se dedican al tema resaltan su importancia, también evidente por el éxito que tuvieron sus libros entre el público. El propio autor, hábil para autopromocionarse, colaboró en la construcción de ese rol protagónico.
Pero aun siendo importantes, exponentes como Lobato no son necesariamente los primeros: hay precursores que con frecuencia son los que abren caminos. Algunas décadas antes de la publicación de A menina do narizinho arrebitado (1920), Brasil ya contaba con un mercado editorial infantil, compuesto en gran medida por traducciones de obras, y también por escritores locales.
En el reportaje de tapa de la presente edición, el editor especial Carlos Fioravanti no sólo discurre al respecto de este escasamente conocido panorama prelobatiano, sino que también presenta una obra infantil inédita, escrita hace 120 años por el educador fluminense João Köpke. El facsímil de Versos para pequeninos, que se tornó público en 2013, cuando el manuscrito fue citado en la tesis doctoral defendida por la bisnieta de Köpke, se encuentra disponible en formato de e-book, en el sitio web de Pesquisa FAPESP.
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En el mes de febrero, la Academia de Ciencias del Estado de São Paulo (Aciesp) divulgó un panorama regional de la capacidad científica de las 15 regiones administrativas paulistas. En el reportaje de la página 32 se encuentra resumido y debatido el contenido del intitulado Mapa de la ciencia, que evidencia perfiles de especialización regional que pueden contribuir a encauzar inversiones privadas y políticas públicas.
También retrata los aciertos de las políticas públicas para la construcción de capacidad científica, algunas de ellas directa e indirectamente relacionadas con los desafíos económicos y sociales del estado. En la búsqueda de soluciones agrícolas, por ejemplo, hay iniciativas que ya son centenarias: a partir de la creación del Instituto Agronómico de Campinas (IAC), hace 130 años, se concentró en torno a Campinas el 22% de los investigadores en Ciencias Agrarias del estado, aunque las localidades de la región albergan un 9,17% de la población paulista; de igual manera, la presencia de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz (Esalq), de la USP, aglutinó al 15,33% de los investigadores paulistas en Ciencias Agrarias en la región de Piracicaba, que agrupa tan sólo al 3,3% de la población del estado. El trabajo pionero y las continuas inversiones en el área de la salud en la Región Metropolitana de São Paulo, donde reside el 51,27% de la población estadual, originaron un protagonismo de esa área del conocimiento, que concentra al 54,95% de los científicos.
Las iniciativas estaduales y federales de los últimos 20 años condujeron a la creación de nuevas instituciones y a una expansión de aquéllas ya consolidadas en São Paulo. El estudio también resalta ciertas deficiencias: en tres de las 15 regiones se constata una fragilidad en términos de capacitación científica.
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Cuando se menciona al barroco brasileño, viene a la memoria el profuso arte sacro presente en iglesias y museos de los estados de Minas Gerais, Pernambuco, Bahía y Río de Janeiro. En los últimos años, grupos de investigación científica rescataron el barroco paulista no sólo en la capital, sino también en otras ciudades del interior del estado, por medio de estudios y restauraciones de templos, pinturas y esculturas. Como resultado de ello hay obras que fueron redescubiertas y salen a la luz artistas olvidados, en contraste con la percepción pobre e inexpresiva que se tenía del barroco hecho en São Paulo.
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