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Entrevista

Roberto Luís de Melo Monte-Mor: Un observador de las ciudades

El arquitecto coordina desde hace 10 años el equipo que planifica la Región Metropolitana de Belo Horizonte en la Universidad Federal de Minas Gerais

Léo Ramos ChavesEn 1973, al llegar a la Amazonia por primera vez para un trabajo de planificación urbana en el interior de Rondônia, el arquitecto Roberto Luís Monte-Mor, originario del estado de Minas Gerais, descubrió que lo que había estudiado no le alcanzaba para explicar lo que veía: la imposibilidad de establecer distinciones entre el espacio urbano y el rural, que parecían fundirse. De allí salió uno de sus principales aportes teóricos: el concepto de urbanización extensiva, que implica la prolongación del tejido urbano hacia el campo, formando espacios híbridos, detectable durante las últimas décadas en todo Brasil.

Docente de la Facultad de Ciencias Económicas y de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), Monte-Mor coordina desde 2009 el equipo de la UFMG que participa en la planificación metropolitana de Belo Horizonte, trabajando en la definición de prioridades de inversiones. En una de sus asignaturas en la Escuela de Arquitectura, los estudiantes visitan municipios y ayudan a implementar acciones definidas en el plan director. Monte-Mor ha traído de Francia, y ha incorporado y ampliado el concepto de malla verde y azul, que implica la valoración e integración de áreas verdes y cursos de agua en las ciudades, y que se lo ha usado en la reformulación de la Región Metropolitana de Belo Horizonte.

Natural de la localidad de Conselheiro Lafayete, descendiente de portugueses e indígenas, cantó, con voz de bajo, en el coro Ars Nova, de la UFMG, y luego en el Glee Club, coro masculino de la Universidad de California en Los Ángeles, Estados Unidos (Ucla), mientras cursaba su doctorado. Monte-Mor tiene un hijo, el psicólogo Diogo, y un nieto, que viven en Portugal. Y conversó con Pesquisa FAPESP en junio, en la UFMG.

Edad 72 años
Especialidad
Planificación urbana
Institución
Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG)
Estudios
Graduado en arquitectura (1970) por la UFMG, máster en planificación urbana y regional (1980) por la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y doctorado (2004) por la Universidad de California, Los Angeles (Ucla)
Producción científica
35 artículos

¿Cómo participa la universidad en la elaboración de la planificación metropolitana de Belo Horizonte?
El plan metropolitano empezó a ser discutido en la década de 1990, pero fue en 2008 que comenzaron las tratativas para implementarlo. El gobierno del estado aprobó la primera parte, el Plan Director de Desarrollo Integrado de la Región Metropolitana de Belo Horizonte, en 2011. Del lado de la universidad, el trabajo comprendió a 57 docentes de 14 áreas, 80 estudiantes de grado y posgrado y 20 técnicos. Combinamos dos abordajes: la visión amplia, como se pedía, con la planificación estratégica, que determina metas a corto, mediano y largo plazo. Resultado: las 28 grandes políticas públicas se desmiembran en 96 programas, cada uno con un conjunto de tareas, los agentes y las normas legales involucradas. De 2013 a 2015 hicimos la macrozonificación  metropolitana, que era uno de los programas del plan director. En esa época no había directrices federales, porque no se había hecho en Brasil ningún otro trabajo como ese. Con la Agencia Metropolitana, establecimos que la macrozonificación tendría Zonas de Interés Metropolitano, definidas con los municipios y con límites geográficos claros, y las Áreas de Interés Metropolitano, sin límites claros, que definen los espacios para la implementación de políticas prioritarias, como las de viviendas. Ahora, de 2016 a 2019, estamos trabajando en la revisión de los planes metropolitanos de 11 de los 34 municipios de la región metropolitana que adhirieron a las condiciones que propusimos.

¿Qué condiciones?
Los municipios tendrían que crear un grupo de seguimiento, formalizado por un decreto del alcalde, y el espacio del plan, para que cualquier persona pueda seguir lo que se está haciendo. Cada grupo tiene de 12 a 16 personas y es paritario: la mitad de la alcaldía y del Concejo, la mitad de la sociedad civil. A veces los conflictos surgen dentro del grupo, por ejemplo, entre alcaldías vinculadas al sector inmobiliario y la parte del grupo preocupada por cuestiones ambientales. Seguimos trabajando con los grupos por medio de una asignatura que creé hace unos cuatro años en la Escuela de Arquitectura llamada Lumes.

¿Qué asignatura es esa?
Es una experiencia que nació de un programa de implementación y expansión del plan director llamado Lumes, Lugares de Urbanidad Metropolitana, que forma parte de la política de democratización de los espacios metropolitanos. Ese programa se inspiró en la propuesta de Gilberto Gil [ministro de Cultura de 2003 a 2008] y de Célio Turino [secretario del Ministerio de Cultura de 2004 a 2010] sobre puntos de cultura, que podrían activar el cuerpo social brasileño. Esa materia se dicta los sábados y es abierta a estudiantes de cualquier carrera. En enero, una colega y yo conversamos con los grupos de seguimiento. Después volvemos a los municipios con los alumnos, que discuten con la población qué se puede hacer. Estamos trabajando en tres municipios. Uno es Matosinhos, para implantar un parque. Los chicos de arquitectura están diseñando aparatos de gimnasia de bajo costo, áreas de picnic, senderos y entradas. El otro es Nova União, que tiene una comunidad joven muy articulada con la alcaldía, donde desarrollamos actualmente un proyecto de reciclado. El tercero el Vespasiano, cerca del aeropuerto, con una invasión muy grande de nuevos habitantes. Allí usamos una biblioteca púbica para reunir a los habitantes y promover la apropiación de los espacios de cultura. El equipo de arquitectura está trabajando además en otra ciudad, Raposos, en la recuperación de un conjunto arquitectónico cercano a la una iglesia. Un líder comunitario pidió para participar en el Lumes, y el cura de la ciudad abrió su casa para que los estudiantes pudieran parar allí. Es un trabajo de largo plazo, que contribuye para la formación de los alumnos, pero las limitaciones son grandes. En Ribeirão das Neves, ayudamos en la apropiación de un edificio, con una gente del hip hop; cambió el alcalde y se acabó todo. Pero algunos de los chicos que participaron en los debates hicieron el examen de ingreso a la universidad y entraron a la UFMG.

¿Cómo fue que la universidad consiguió un espacio en la planificación metropolitana de Belo Horizonte?
El profesor José Abílio Belo Pereira era miembro de un organismo del gobierno del estado responsable del plan metropolitano y también del Consejo Metropolitano, que incluía representantes de universidades. En septiembre de 2009, él nos invitó a conversar con la gente de la Secretaría de Desarrollo Regional y Política Urbana para ver si la universidad tendría interés en colaborar. Pusimos algunas restricciones. No interesaba simplemente hacer un plan. Para nosotros, ese trabajo siempre fue un conjunto de estudios para la planificación que veíamos como permanente. Queríamos que el resultado le sirviera al gobierno, a la sociedad civil y a las empresas.

¿Qué problemas detectaron?
La Región Metropolitana de Belo Horizonte tiene aproximadamente 5,5 millones de habitantes, de los cuales 2,5 millones están en la capital. Algunos municipios industriales de las afueras de la ciudad, como Contagem y Betim, además de otros formados sobre todo por casas de campo y condominios, como Nova Lima y Lagoa Santa, han crecido mucho. Pero había una diferencia grande de calidad de vida: Belo Horizonte concentraba los servicios y la periferia era frágil, no se desarrollaba bien, tal como ocurre en Río de Janeiro y en otras regiones metropolitanas; São Paulo es el modelo opuesto, con una periferia fuerte. Teníamos que invertir las prioridades, buscar el equilibrio y llevar más inversiones a la periferia. El Ministerio de Ciudades establecía la participación intensa de la población como uno de los supuestos de la elaboración de los planes metropolitanos. Añadimos elementos de la teoría de la planificación, particularmente de un profesor mío del doctorado, John Friedmann [1926-2017], de la Ucla. Cuando yo estaba allá, él publicó un libro, Planning in the public domain: From knowledge to action [Princeton University Press, 1987], sobre las grandes corrientes de la planificación urbana. La dominante es la que él denomina reforma social, centrada en el Estado, de arriba abajo. Él mapea además otras dos corrientes: la movilización social, de origen marxista y anarquista, que ve al Estado como enemigo; y el aprendizaje social, que adoptamos directamente, según la cual la planificación sale exclusivamente del Estado y pasa parcialmente a la población. En ese abordaje, asumimos que el conocimiento tecnocientífico equivale al conocimiento generado en la vida cotidiana. El planificador aprende con el ciudadano y viceversa. Lo que proponíamos, con el respaldo del Estatuto de la Ciudad, era construir la planificación de abajo arriba y transformar a los ciudadanos en los sujetos de la planificación, en lugar de objetos.

Queríamos que la planificación les sirviera a todos: al gobierno, a la sociedad civil y a las empresas

¿Resultó?
Dentro de las limitaciones, sí. El proceso participativo fue intenso, pero también hubo reacciones. En 2009, en la primera presentación que hice del plan, una constructor, que era miembro del Colegiado Metropolitano, preguntó: “¿Ustedes quieren construir un plan solo para los pobres? Si no fuera por el Cedeplar [el Centro de Desarrollo y Planificación Regional de la Facultad de Ciencias Económicas de la UFMG], responsable de esto, yo estaría muy preocupado”. La interacción con las empresas, particularmente con las mineras, fue muy difícil. Las mineras no participan en los debates, a pesar del impacto de la minería del hierro. Son más de 40 embalses en la región metropolitana.

¿Qué cambios propusieron?
Crear una región metropolitana policéntrica compacta, dejando de lado la visión inicial de una región monocéntrica dispersa. Belo Horizonte se mantiene como centro principal, pero propusimos tres centros metropolitanos, uno en Betim, otro en el norte, cerca del aeropuerto, y el tercero en el sur, en la salida hacia Río de Janeiro. Hay asimismo ocho subcentros metropolitanos, que se han convertido en zonas de interés metropolitano, centros microrregionales, de apoyo a la actividad rural, y ejes de desarrollo a lo largo de las carreteras federales y del estado. Tratamos de reducir el perímetro urbano al máximo, para evitar la extensión de la urbanización y la sobrevalorización de la tierra, que empuja a la población pobre más hacia la periferia. En los planes municipales, creamos las zonas de transición de lo rural a lo urbano. Siguen siendo zonas rurales, pero ya están aprobadas como pasibles de transformarse en urbanas. Es una solución conciliadora entre los intereses inmobiliarios y los de los municipios. Los dueños de las tierras tienen que pagar el otorgamiento de cambio de uso del suelo, pero será más sencillo que si tuvieran que aprobar el cambio del plan director en la Agencia Metropolitana. En este caso, ya está aprobado previamente en el plan director. En Baldim, Vespaziano y Nova União esta idea ya está completamente aprobada; en otros sitios generó peleas en el grupo de seguimiento que fueron a parar al Ministerio Público.

¿Cómo surgió el concepto de trama verde y azul?
En 2008, el gobierno de Minas Gerais hizo un acuerdo con el gobierno regional de Nord Pas-de-Calais, una región de minería de carbón del norte de Francia. En década de 1990, el gobierno francés cerró la producción de carbón mineral y quedaron pilas inmensas de residuos de minería que parecen pirámides, transformadas en atracción turística. La región logró rehacerse y actualmente existe allí una nueva estación ferroviaria, Lille-Europa, con trenes rápidos, que conecta a Inglaterra a otros países de Europa, al lado de la antigua, Lille-Flandres. Después del convenio entre los gobiernos, la UFMG hizo un acuerdo de cooperación con la Universidad de Lille y empezamos a interactuar. Fui hasta allá varias veces y conocí el proceso de trama verde, después incorporaron el azul y se convirtió en trame vert et blue, que usaron para crear recorrido turísticos. En 2011 incorporamos ese concepto, que es la puesta en valor de las áreas verdes y los cursos de agua, y le dimos una dimensión que llamo lefebvriana [del sociólogo francés Henri Lefebvre, 1901-1991], que tiene a lo urbano como espacio de la fiesta y del encuentro. En el plano metropolitano, la trama verde y azul identifica las unidades de conservación y parques estaduales, municipales y federales, implantados o previstos, la red de hidrografía, los puntos culturales, iglesias, grutas, cascadas, todavía con un grado de abstracción importante. En el plano municipal, cada municipio tiene un mapa de la trama verde y azul, que incluye las áreas de conservación, las vías de peatones y de ciclistas, las propuestas de parques lineales y los espacios de encuentros. Con base en ese concepto, implementamos corredores ecológicos, uniendo los parques de la ciudad, en las áreas de interés metropolitano. El apoyo de la población fue fuertísimo y la trama se convirtió en una bandera de la planificación metropolitana. Las propuestas están ahora en los municipios, deben transformarse en proyectos de ley, pero solo van a avanzar si la población, el poder público y las empresas compran la idea y participan de la implantación. Tenemos de ampliar al máximo esa participación. Existen conceptos y aplicaciones similares en los corredores ecológicos de Campinas y de São José dos Campos, en el interior paulista. En la ciudad de Rio Branco, en Acre, se hizo un parque lineal de 6 kilómetros y se está planificando otro, del aeropuerto hasta la ciudad.

¿Cómo llegó a la idea de urbanización extensiva?
Yo era asistente en la Fundación João Pinheiro y trabajaba con el profesor y sociólogo Teodoro Lamounier [1939-2018]. En 1972, él me dijo que se estaba armando el primer curso de planificación urbana de Brasil con el propósito de formar gente para trabajar en los planes metropolitanos. Él me preguntó si yo quería hacer el curso, con la condición de que volviera y trabajara con ellos después. El curso se dictó en la UFRJ [Universidad Federal de Río de Janeiro] y estuvo excelente, con estudiantes y docentes del mundo entero. Cuando volví, un año y medio después, el plan metropolitano había pasado a otro organismo y la fundación empezó a venderle servicios al gobierno federal, sobre todo para la frontera agrícola de la Amazonia. Y me mandaron a hacer la planificación de un poblado del entonces territorio de Rondônia llamado Vila Rondônia, actual Ji-Paraná. Ellos creían que tenía 6 mil habitantes y descubrí que eran 14 mil. Descubrí que todos esos habitantes se habían trasladado hacia allí por las tierras, aunque nadie quería salir dela ciudad, perder el acceso a la educación y la urbanidad. Los colonos recibían una subvención para construir las casas, hasta que empezaran a producir, pero tenían que deforestar el área y plantar arroz, con caminos sumamente precarios y distancias inmensas. Me cansé de ver gente cargando bolsas de arroz para pagar el pasaje del autobús y llevar al hijo al médico en la ciudad. La economía agrícola era frágil. La gente en realidad sacaba su sustento de las actividades urbanas: la mujer que lavaba ropa en la casa del personal del gobierno y se quedaba en la ciudad porque quería a sus hijos en la escuela. Después de cuatro meses volví con la cabeza completamente dada vuelta. El gobierno federal había creado la CNPU [la Comisión Nacional de Política Urbana] para regionalizar la planificación urbana y me contrataron para planificar Rondônia, que dejaría de ser territorio y se convertiría en estado de la federación. En 1976 y 1977, visité todo Rondônia para hacer ese trabajo. En 1979, tuve que escribir mi tesina de maestría en tres meses para dar clases en el Cedeplar, donde me habían contratado. Hice una reflexión sobre ese proceso y mostré que el personal de frontera no podría prescindir de una base urbana. Me quedó claro que había un movimiento de expansión del espacio urbano que atravesaba toda la frontera. Nadie circulaba sin vehículos motorizados, por lo cual la red de servicios de vehículos y motores era inmensa.

Rodrigo Lima/ Wikimedia Commons Belo Horizonte con dos destacados: la laguna de Pampulha y el gimnasio MineirinhoRodrigo Lima/ Wikimedia Commons

¿Cuáles son las implicaciones de ese concepto?
Es un proceso de urbanización que se impone mucho más allá de las ciudades, integrando espacios rurales y regionales al espacio urbano e industrial, mediante la expansión de los servicios y la infraestructura. Es como si la ciudad extendiera sus tentáculos sobre el campo, porque todos quieren tener energía eléctrica y acceso a internet. Como resultado se forma un espacio híbrido, que no es ni ciudad ni campo. La expansión del tejido urbano consolida las formas capitalistas de producción, porque los habitantes del campo tendrán que trabajar para comprarse un celular, y conlleva también el germen de la polis, de la política, y el de la civitas, de la ciudadanía. Quienes están fuera de la ciudad quieren, además de confort, legislación, salario mínimo, previsión social, en fin, ciudadanía. Los indígenas, los sin tierra, los afectados por represas, las mujeres que cascan cocos, los trabajadores informales mineros y del caucho, todos se han politizado, están organizados en movimientos sociales y cubren todo el territorio. En los últimos 30 años, la urbanización extensiva alcanzó a prácticamente todo el país, a partir de las regiones metropolitanas, articulando los centros industriales, fuentes de materias primas, red de transportes, energía y comunicaciones. Hacia fines del siglo XX, la producción del espacio en las fronteras de la Amazonia y de la región centro-oeste ya se daba a partir de una base urbano-industrial que emanaba de los centros metropolitanos y de sus despliegues sobre las regiones agrarias articuladas a la base agroindustrial del país.

¿Cuándo consolidó ese abordaje?
Durante mi doctorado, en la Ucla. Mi director de tesis era el geógrafo Edward Soja [1940-2015]. A pesar de mi recorrido aparentemente típico de arquitecto, con especialización en urbanismo, maestría y doctorado en planificación urbana, tuve una formación transdisciplinaria: en la especialización me acerqué a la sociología, en la maestría me sedujo la economía –mi director y los examinadores eran economistas– y en el doctorado me metí con la geografía, por mi director y la mesa examinadora formada por geógrafos. Soja empezaba a leer Lefebvre, que yo ya conocía. Fue al principio de mi doctorado cuando surgió la expresión urbanización extensiva, que presenté en un encuentro de geógrafos en 1987, en Baltimore, Estados Unidos, y al año siguiente en un congreso en Puerto Rico. Mis primeros interlocutores fueron los integrantes de un grupo de estudios de la Amazonia aquí en el Cedeplar liderado por Donald Sawyer. Ellos me preguntaban si yo estaba hablando de urbanización precaria, de los suburbios, no habían leído bien a Lefebvre, no entendían…

La expansión del tejido urbano hacia el campo conlleva también el germen de la polis, de la política, y el de la civitas, de la ciudadanía

¿Ese concepto está en las obras de Lefebvre?
No de esa forma. En el libro El derecho a la ciudad, de 1968, él dice: “Está naciendo una práctica política en las ciudades que nadie está viendo y que transformará todo”; es la lucha por la ciudad, en detrimento de la lucha por la vivienda. Él dice que la invención de la idea de la vivienda como algo separado de la ciudad es un estrategia de la clase burguesa para sacar a la clase trabajadora del espacio de poder, de la fiesta, de la riqueza colectiva, que son las funciones que él les atribuye a las ciudades. En La revolución urbana, de 1970, describe el proceso de explosión e implosión urbanas. Lo industrial transforma a la ciudad en una unidad productora; en consecuencia, lo que era la antigua ciudad implosiona y se verticaliza, como ocurrió en Manhattan, la expresión máxima de ese proceso. El resto explota en algo que es básicamente para reproducir la fuerza de trabajo, que no es la ciudad porque no es el espacio de la fiesta, de la riqueza y del poder, sino simplemente de la vivienda y la reproducción. Según Lefebvre, ese tejido urbano que sucede a la ciudad industrial y se extiende al campo y a todo el espacio social es virtualmente planetario, va alcanzar al mundo entero.

¿Está usted de acuerdo con eso?
Estoy de acuerdo. En mayo visité a un colega en India y conocí el estado de Querala, con 30 millones de habitantes, con calidad de vida equivalente a la de Europa y una economía basada en la agricultura, servicios, turismo, medicina ayurvédica, donde lo rural y lo urbano ya se han mezclado completamente. Mucha gente está discutiendo esos fenómenos. Un profesor de Harvard, Neil Brenner, pidió de traducir y publicar dos textos míos en una recopilación que lanzó en 2014, Implosions/explosions: Toward a study of planetary urbanization, y le dio gran visibilidad a ese debate. Uno de los textos había salido en 1994 en un libro compilado por el geógrafo Milton Santos [1926-2001], Território, globalização e fragmentação. Ese trabajo mío de 1994 fue el primero de mayor difusión, en el que yo decía que a la urbanización extensiva necesariamente correspondería una naturalización extensiva. Es el encuentro de la ciudad con la naturaleza o lo urbano natural. Después del libro hice una presentación en un seminario de la USP que organizó Milton Santos. Quien me debatía era un geógrafo famoso, Pedro Geiger. Él dijo: “Ese tema suena muy raro, no tiene sentido”. Milton fue quien me apoyó: “No te preocupes con las críticas, tienes que osar al pensar”. En esa época las personas no entendían de qué hablaba, pero hoy entienden más. Un amigo que vive en Londres me contó que va a la casa de las personas y no hay más lugar para sentarse, solo hay plantas. Los jóvenes viven en apartamentos y tienen hasta lombricarios.

Archivo personal En Machadinho do Oeste, estado de Rondônia, en 2010, sosteniendo un fruto de erizo de Caracas [Apeiba tibourbou]Archivo personal

Después del trabajo en Rondônia, ¿volvió a la Amazonia?
Nunca dejé de ir. Durante el doctorado iba siempre, para examinar los procesos de urbanización en Rondônia, norte de Mato Grosso, sur de Pará y norte de Tocantins. Visité la localidad de Machadinho do Oeste, en Rondônia, por primera vez en 1984, en un proyecto con colegas del Naea [el Núcleo de Altos Estudios Amazónicos de la Universidad Federal de Pará]. Acompañamos la entrada de los colonos en reservas colectivas, que después se convirtieron en reservas extractivas. Cada mes de julio yo llevaba de 15 a 20 alumnos y nos pasábamos allá todo el mes, entrevistando a todo el mundo. Luego volví en 2005, 2007 y 2010.

¿Qué cambió por allá?
Hoy en día Machadinho es una ciudad. La economía está consolidada, con producción de café, cacao y ganado. En 2010, un paranaense me dijo: “Cuando me vine acá me daba miedo el bosque, quería talar todo esto; ahora vuelvo a Paraná y me da pena ver como es aquello y me doy cuenta de que nuestra riqueza aquí es el bosque”. Están aprendiendo a plantar debajo de los árboles del bosque. En otra investigación, examiné la naturaleza de lo urbano en tres reservas extractivas: una en tierra firme, en el estado de Acre; una ribereña, cerca de Santarém, en Pará; y las reservas marinas de la costa de Pará. Estuve una semana en cada lugar. La forma como los habitantes ven lo urbano depende de su posición relativa. Si están cerca de la ciudad, solo quieren escuela, dispensario y apoyo para la producción; no quieren los servicios urbanos porque dicen que junto con ellos viene el bulixo, que es como llaman al bar [en un juego de palabras con la palabra lixo, que quiere decir basura], y las balas. Si están más lejos, controlan mejor esa interacción.

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