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Físico regresa a Brasil luego de 22 años para trabajar en políticas públicas

DANIEL BUENOEn 2008, a los 41 años, Eduardo do Couto e Silva era vicecoordinador de un equipo integrado por 38 personas en el Laboratorio Nacional del Departamento de Energía (Slac), administrado por la Universidad de Stanford, y había sido uno de los líderes de la construcción del telescopio espacial Fermi, tarea en la que participaron centros de investigación de cinco países (Estados Unidos, Japón, Suecia, Italia y Francia). “Aprendí que para trabajar en proyectos visionarios, no hay que tenerle miedo a arriesgarse y hay que creer que algo bueno siempre puede aparecer”, dijo. Cuando el telescopio se aquietó en el espacio, Couto e Silva se presentó ante la directora del laboratorio y le dijo que quería abocarse a un reto mayor. “Ella y otros directores confiaron en mi capacidad y me apoyaron. Una vez más elegí el camino más difícil, la construcción de un instrumento sofisticado para operar en un laboratorio subterráneo para la detección de la materia escura, y no contábamos con financiamiento.”

Couto e Silva ya había elegido el camino más difícil al llegar a Estados Unidos en 1989, para hacer su posgrado, luego de cursar física en la Universidad de Brasilia (UnB). Su plan consistía en seguir en el área de materia condensada en la Universidad de Indiana, Estados Unidos; pero una conferencia sobre física de partículas, un campo que le era enteramente nuevo, lo atrajo a punto tal de llevarlo a inscribirse en un programa de doctorado ligado al acelerador de partículas de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (Cern), en Suiza. “En el Cern, además de ser investigador, yo trabajaba como voluntario en el museo, especialmente con niños, y me invitaban a participar en reuniones con autoridades de Estados Unidos para demostrar que aquel trabajo de investigación en el Cern estaba saliendo bien.”

Permaneció allí hasta 1999 y luego regresó a Estados Unidos para trabajar en astrofísica de altas energías. En 2012, para asombro de sus colegas de Stanford, Couto e Silva resolvió regresar a Brasil. “Veía una institucionalidad emergente en Brasil en el área de ciencia y tecnología y me pareció que podría colaborar mucho con la experiencia que yo había adquirido en el exterior”, dijo.

Couto e Silva en un laboratorio subterráneo en 2009

Archivo PersonalCouto e Silva en un laboratorio subterráneo en 2009Archivo Personal

Renunció sin aún tener ninguna propuesta de empleo, pero enseguida empezó a trabajar como investigador visitante en el Centro de Gestión y Estudios Estratégicos (CGEE), en Brasilia, y se vinculó a la UnB como profesor colaborador. Para reflexionar sobre la situación de los científicos brasileños en el exterior, él y la socióloga Elizabeth Balbachevsky, de la Universidad de São Paulo (USP), escribieron el artículo intitulado “La diáspora científica brasileña: perspectivas para su articulación en pro de la ciencia brasileña”, publicado en 2011 en Parcerias Estratégicas. “Debemos atraer a otros brasileños que trabajan en otros países, y al mismo tiempo, ayudar a los que están afuera a ver que pueden colaborar con el país.”

Luego de trabajar en un proyecto a pedido de la Sociedad Brasileña de Física (SBF) para impulsar el diálogo entre empresarios y físicos y fomentar el desarrollo de proyectos conjuntos y la oferta de trabajo para físicos (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 193, de marzo de 2012), ahora integra el grupo que apoya la expansión estratégica del Instituto Tecnológico de Aeronáutica (ITA). La perspectiva de un acuerdo con el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y el ITA lo ha hecho viajar a menudo a Estados Unidos. Ahora, dice, “ya sabiendo cómo piensan, pero posicionándome como brasileño, es sumamente gratificante para mí”.

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