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Buenas practicas

Sin culpas ni vigilancia

El código de conducta científica holandés propone una discusión permanente sin temor a represalias sobre la integridad en la ciencia y destaca los deberes de las instituciones de investigación

Arthur Vergani

En lugar de destacar el castigo de la mala conducta o la creación de organismos de control centralizados, el nuevo Código de Conducta para la Integridad Científica de Holanda, que entró en vigencia en octubre, valora la capacidad de las instituciones para resolver sus problemas de manera autónoma y el debate permanente en el ambiente académico sobre los errores y los comportamientos que pueden comprometer la integridad científica. “El enfoque no consiste en vigilar a los científicos, sino en alentarlos a discutir los dilemas que viven sin culpa”, escribió el epidemiólogo Lex Bouter, miembro del equipo que elaboró el código, en un artículo publicado en la revista Nature Index. El documento de 30 páginas actualizó las directrices vigentes desde 2004. “Queremos que nuestros investigadores puedan trabajar en un ambiente abierto, en el cual se sientan responsables y al mismo tiempo acompañados. La ciencia solo puede desarrollarse si las personas pueden compartir sus preocupaciones y discutir las fallas que cometen”, dijo Bouter, docente de metodología científica en la Universidad Libre de Ámsterdam.

Es cierto que el documento contiene ideas de por sí bastante difunfididas, pero a su vez genera impacto al compilar recomendaciones que ayudan a las instituciones a producir estrategias abarcadoras y sin brechas. En uno de los capítulos se enumera una lista de 61 buenas prácticas de investigación científica, tales como las de darles créditos a todos los que participaron en el trabajo, evitar resultados exagerados, nunca publicar en revistas de baja calidad y nunca manipular citas de artículos. Una novedad con respecto al código anterior la constituye una lista de 21 deberes que las universidades y las instituciones científicas deben adoptar con respecto a la capacitación y a la supervisión, la cultura de investigación, la gestión de datos, la publicación de resultados y los estándares éticos (lea en el recuadro).

La idea de que la mala conducta no es una desviación individual, sino que está influenciada por el entorno y por la cultura en la que operan los investigadores ha venido ganando terreno en el debate internacional. En 2015, la Cuarta Conferencia Mundial sobre Integridad Científica, celebrada en Río de Janeiro, adoptó este enfoque al analizar la responsabilidad de las instituciones en lo concerniente a la promoción de conductas de investigación responsables (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 233). En la sexta edición de dicha conferencia, programada para junio en Hong Kong, uno de los objetivos consistirá en formular sugerencias que den sustentación a un nuevo sistema de recompensas en la carrera de los investigadores. La intención es proponer un modelo de evaluación que no se limite al análisis de indicadores bibliométricos, como el número de artículos y citas. “El nuevo código asegura que los Países Bajos se mantendrán al día con los avances internacionales en el campo de la integridad científica”, dijo Keimpe Algra, docente de filosofía en la Universidad de Utrecht durante la presentación del documento.

Producido por representantes de organizaciones tales como la Real Academia de Artes y Ciencias del país y la Asociación de Universidades de los Países Bajos, entre otras, este código está destinado a instituciones públicas y privadas de investigación científica y educación superior y a publicaciones científicas. Los responsables del documento aclaran que, si bien puede ser útil para toda la comunidad científica, no tiene la intención de tener la fuerza de la legislación o de convertirse en una referencia para las decisiones judiciales, como en muchos países. La decisión de seguir las reglas deben tomarla voluntariamente las instituciones. Del mismo modo, el código propone que los investigadores discutan libremente equívocos y pasos en falso y se ayuden mutuamente para seguir buenas prácticas. “Lo más importante en el código es la necesidad de eliminar del sistema de recompensa académica ese tipo de incentivo que genera comportamientos perversos, como el intercambio de citas entre investigadores, y fomentar un clima abierto en el cual los científicos puedan discutir sus problemas sin temor a sufrir represalias”, dice Bouter.

En el capítulo final, el código describe de qué manera deben lidiar las instituciones ante casos probados de mala conducta. La severidad del castigo debe ser proporcional a la falta cometida. El documento distingue entre la mala conducta en la investigación que puede requerir una sanción rigurosa, incluido el despido del investigador deshonesto, y las las prácticas cuestionables y la mala conducta menor. Estas últimas pueden no merecer sanciones. Sin embargo, los investigadores deberán discutir ampliamente los casos de menor gravedad para asegurarse de que no vuelvan a ocurrir, y los directivos institucionales deben tomar medidas concretas para prevenirlos.

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