Mi opción por el área educativa se plasmó cuando era aún una adolescente. A los 14 años ingresé al Centro Específico de Formación y Perfeccionamiento del Magisterio [Cefam], con sede en Campinas, ciudad cercana a la localidad de Hortolândia en donde crecí, en el interior de São Paulo. Fruto de una política pública estadual, ese cursado duraba cuatro años, funcionaba a jornada completa y sus alumnos contaban con becas de estudio. Mi mamá es ama de casa y mi papá es metalúrgico. Por haber sido educada en el seno de una familia de clase trabajadora, la enseñanza media con orientación laboral se perfilaba entonces como una oportunidad segura.
Ya sea en el vecindario de mi casa, en la escuela o en el entorno laboral, me daba cuenta de que el racismo y la discriminación eran (y aún son) moneda corriente, que suelen presentarse de manera velada. Muy tempranamente entendí que era posible mejorar en lo que hace a las condiciones socioeconómicas, tal como fue el caso de mi papá, pero no así escapar de la opresión racista. Fue recién en la universidad cuando empecé a encontrarle respuestas a la profunda indignación que sentía con relación a esta injusticia.
– Ubuntu Maker
En el año 2005 ingresé a la carrera de pedagogía de la Facultad de Educación de la Unicamp [la Universidad de Campinas] en su cursado nocturno. Desde el primer año empecé a investigar sobre el racismo en la educación. En mi tesina de conclusión de carrera [TCC], investigué los mecanismos de la discriminación racial en la educación infantil. Entrevisté a docentes que, al igual que yo en aquel tiempo, trabajaban en las guarderías de la red municipal de educación de la ciudad de Paulínia [São Paulo]. Con base en el enfoque de la psicología social, procuré entender las representaciones sociales existentes en materiales didácticos tales como libros y juegos, y de qué manera esos recursos, en su carácter de elecciones pedagógicas, refuerzan mecanismos de discriminación étnica y racial.
Al concluir la carrera, en 2008, empecé a conciliar mi trabajo en la guardería con una actividad de formación docente en diversas ciudades del estado de São Paulo, con base en los resultados de la investigación de mi TCC. Ese es para mí es el verdadero sentido de una investigación: compartir los resultados del estudio más allá de mis pares académicos, algo que sigo haciendo hasta el día de hoy.
A los 22 años me recibí, e incentivada por mi directora de la TCC, la profesora Ângela Fátima Soligo, presenté un proyecto de investigación y me lo aceptaron en el programa de maestría en educación de la Unicamp, en donde empecé esa carrera de posgrado en 2010. En ese trabajo investigué las representaciones sociales que tienen las infancias negras acerca de la escuela. Entrevisté a 57 alumnos de la enseñanza fundamental con edades entre los 8 y los 9 años, de escuelas de los 19 municipios del Área Metropolitana de Campinas, a ejemplo de Hortolândia. Del decir de una de las nenas que escuché en el marco del estudio surgió el título de la tesina de maestría: “‘¡Acá hay racismo!’ Un estudio de las representaciones sociales y las identidades de las infancias negras en las escuelas”. Esta investigación terminó transformándose en un libro [en portugués] con ese mismo título [publicado por la editorial Livraria da Física en 2018], que actualmente forma parte del material de formación docente de la Secretaría de Educación del Estado de São Paulo.
En 2013, un año después de culminar la maestría, fui aprobada en un concurso para ejercer como pedagoga en el Instituto Federal de São Paulo, en su campus de Hortolândia (IFSP-HTO), y enseguida después me invitaron a hacerme cargo de la flamante dirección adjunta de desarrollo comunitario en la Prorrectoría de Extensión de dicho instituto, con sede en la capital paulista. Tuve la oportunidad de tomar parte en la elaboración de esa iniciativa, un proyecto que terminó inspirando el tema de mi doctorado, instancia que también cursé en la Unicamp y cuya defensa concreté en 2018. En la tesis procuré entender el potencial de esa propuesta con miras a promover la historia y la cultura africana y afrobrasileña.
Archivo personalEn su adolescencia, mientras estudiaba en el Centro Específico de Formación y Perfeccionamiento del Magisterio (la primera a la der.)Archivo personal
En mi paso por la Prorrectoría participé en la creación del Núcleo de Estudios Afrobrasileños e Indígenas [Neabi], que coordiné durante cinco años y que ahora en 2025 cumple 10 años. Integrado por servidores públicos, investigadores y estudiantes del IFSP, el Neabi busca nuevos caminos para la inserción efectiva de los indígenas y los afrobrasileños en todas las esferas de la sociedad, en las cuales fueron y aún siguen siendo excluidos. Todavía en los días actuales, la representatividad de los servidores públicos negros en el IFSP no llega al 20 %. Tenemos gigantescos desafíos por delante y creo que uno de los caminos en tal sentido consiste en crear repertorios basados en la cultura africana y afrobrasileña orientados hacia distintos públicos.
Pensando en ello fue que, en 2019, de regreso al campus de Hortolândia, ideé el proyecto de investigación intitulado “AfroIF: currículum, pensamiento decolonial y formación docente”. Con la participación de investigadores del Neabi y recursos de la organización no gubernamental Centro de Estudios de las Relaciones de Trabajo y las Desigualdades [Ceert], realizamos entre los años 2020 y 2022 un diagnóstico de las prácticas pedagógicas de los docentes que se desempeñan en la educación básica técnica de los 36 campus del IFSP. Posteriormente, con base en la información recabada, organizamos un ciclo formativo orientado a la reeducación de las relaciones étnico-raciales y de género.
Faltaba contemplar el eje de extensión del proyecto. Eso se concretó en 2020, cuando me convertí en directora general del campus de Hortolândia del IFSP y me aboqué la creación del laboratorio Ubuntu Maker. Equipado con impresoras 3D, el Ubuntu cuenta con la participación de alumnos y docentes del instituto. Allí elaboramos material didáctico afrorreferenciado –juegos y mapas, por ejemplo– que pueda ayudar a disminuir la desigualdad racial en la educación.
Su nombre se inspira en la filosofía africana Ubuntu, que valora la solidaridad y el trabajo colectivo. Desde el año pasado, con recursos de una enmienda parlamentaria del presupuesto federal, el Ubuntu Maker se desplegó en un programa de ciencia ciudadana y divulgación científica que contempla a 10 escuelas de la red pública del estado de São Paulo en las ciudades de Hortolândia, Sumaré y Paulínia, siempre con enfoque en la educación antirracista y antisexista.
Al frente del IFSP-HTO también pude aportar a la materialización de una colaboración con el Ceert y con la Secretaría de Educación Continua, Alfabetización de Jóvenes y Adultos, Diversidad e Inclusión [Secadi], vinculada al Ministerio de Educación de Brasil, para ejecutar un programa de formación en el área de equidad racial destinado a gestores. Entre junio y diciembre del año pasado, alrededor de 450 gestores educativos de más de 120 municipios del país participaron en esos cursos.
Sigo a cargo de la dirección del instituto hasta el año 2029. Uno de mis objetivos consiste en hacer posible la ampliación del programa Ubuntu Maker con base en la consolidación de espacios adecuados en el IFSP-HTO y en otras instituciones, a los efectos de permitir que más estudiantes tengan acceso a los proyectos. Además, pretendo hacer que nuestro campus se convierta en una referencia en educación antirracista, aunque sé que esto es algo que no depende únicamente de mí. También quiero escribir un libro sobre gestión feminista y antirracista para compartir mi experiencia y a lo mejor inspirar así a otras mujeres, especialmente a otras mujeres negras, a avanzar por la senda de la investigación y la gestión.
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