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Tocadores de laptop

Un nuevo instituto virtual de música y ciencia investiga formas experimentales de composición y ejecución

Algunas veces ellos no son comprendidos, y esto se da tanto en el mundo de las artes como en el mundo de las ciencias. Parecen ser una especie de marginales, en el sentido de que su actuación se encuentra, en ciertos casos, al margen de las líneas de estudio más consagradas en las universidades. Algunos de ellos son músicos, que ven con agrado los conceptos científicos y artefactos tecnológicos, y se valen de éstos para ejecutar y componer. Muy a menudo son observados con recelo por sus pares que ostentan un perfil más clásico. Otros son científicos, que utilizan sus conocimientos en áreas tales como la física, la matemática y la biología para interactuar con los compositores e instrumentistas.

No rara vez ellos son igualmente mirados de reojo por sus colegas de academia. Así y todo, cuando estos dos polos se acercan sin prejuicios, y se fortalecen los lazos que unen a la música y la ciencia, pueden surgir creaciones maravillosas. Productos híbridos, es decir, mitad arte, mitad tecnología, como lo es programa para computadoras denominado MAX/MSP, una especie de ambiente de trabajo, de sistema operativo utilizado en todo el mundo por aquellos músicos que investigan nuevas formas de composición y presentación de sus obras.

El MAX/MSP fue creado en el Institut de Recherche et Coordination Acoustique/ Musique, más conocido por su sigla Ircam; una usina de ideas emplazada en el Centre Georges Pompidou, París, que desde hace 34 años impulsa diferentes líneas de investigación, cuyo hilo conductor común es la unión de música y ciencia, de música y tecnología, bajo la batuta del compositor francés Pierre Boulez.

Con algo de ese espíritu de vanguardia del Ircam, un grupo de investigadores de universidades paulistas -los marginales del primer párrafo, en el buen sentido- resolvió crear, con el apoyo y el financiamiento de la FAPESP, un instituto similar, pero virtual, es decir, sin sede física, para la articulación de proyectos multidisciplinarios en las áreas de música, ciencia y tecnología. Algunos de estos proyectos ya existen, y otros se pondrán en marcha con el correr del tiempo.

“Nuestra idea es juntar en un programa mayor las iniciativas actualmente dispersas en varios departamentos de música e institutos de ciencia y tecnología”, dice el investigador Silvio Ferraz, de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp) y de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-SP), principal articulador de este instituto virtual. “Con ello vamos imprimirle peso, prestigio y una dirección común a estas líneas de investigación.

Por supuesto que respetando las individualidades de cada una de éstas”, comenta José Fernando Perez, director científico de la FAPESP. Inicialmente se brindará estímulo a cuatro grandes vertientes de trabajo: el estudio de la acústica de las salas de conciertos; el análisis de obras con el auxilio de las computadoras; la promoción de composiciones y performances que utilicen microcoputadoras u otros equipamientos como si fueran instrumentos musicales en tiempo real; y el uso de técnicas de inteligencia computacional en el estudio de la cognición y la creatividad musical. A medida en que el instituto virtual vaya adquiriendo cuerpo, otros temas podrán incorporarse a su pauta.

La primera actividad impulsada por el instituto, que contará pronto con un sitio en internet para integrar a sus miembros y sus respectivos proyectos, será el evento Ircam-Brasil, que se realizará entre los días 8 y 14 de agosto en São Paulo. Durante siete días, diez investigadores del centro francés dictarán conferencias y harán conciertos, y participarán de reuniones científicas con sus pares brasileños.

A excepción de la charla del día 8, que se realizará en el Instituto de Artes de la Unicamp, en el marco del 9º Simposio Brasileño de Computación Musical, los restantes eventos se harán en el Instituto Itaú Cultural, con sede en la capital paulista, que cedió sus instalaciones para tan fin. Las presentaciones musicales se harán siempre por las noches, en el Teatro de la Alianza Francesa y en el Teatro Cultura Artística, en fechas que aún no han sido confirmadas. Las actividades del workshop, aunque hayan sido concebidas especialmente para los investigadores del área, también serán abiertas al público en general, mediante previa inscripción en el Instituto Itaú Cultural.

“Pretendemos incrementar el intercambio con las instituciones internacionales de referencia en investigación en música y ciencia”, comenta Ferraz. Eventos en los moldes del Ircam-Brasil, que cuenta también con el apoyo del consulado francés en São Paulo y del Centro Franco-Brasileño de Documentación Técnica y Científica (Cendotec), se repetirán durante los próximos años. De tal forma arribarán a Brasil investigadores del Centro de Nueva Música y Tecnologías en Audio de Berkeley (EE.UU.), y el Grupo de Música Experimental de Marsella (Gmem), por ejemplo.

Brasil no tiene una historia de peso en el fomento a las investigaciones que juntan arte y ciencia, dos formas conocimiento y de sentir e interpretar el mundo distintas, que, empero, no son incompatibles. Pero esto no significa que el instituto virtual de música y tecnología parta de cero en su misión de estrechar los lazos entre estos dos campos. Parte justamente de proyectos existentes, y que han mostrado ser instigadores.

Y, precisamente aquello que ya existe, teniendo en cuenta solamente a São Paulo, es un pequeño paraguas de ideas, capaz de servir de abrigo al cruzamiento de la investigación y la creación musical con áreas tan disímiles como las ciencias de la computación, la física, la biología y la matemática, por no mencionar los flirteos con otros campos del terreno de las artes, como la danza y el teatro.

Con 20 años de existencia casi silenciosa, al menos para aquéllos que no transitan el universo de la música y la tecnología, el Núcleo Interdisciplinario de Comunicación Sonora (Nics), de la Unicamp, hace mucho ruido en una de sus vertientes de investigación: la creación de dispositivos -interfaces, en la jerga del área- que realizan la transferencia de un modelo abstracto (como pueden serlo el movimiento en la danza, modelos matemáticos o el código genético) al agente sonoro, en general un instrumento musical digital o una computadora. Al referirse en estos términos, todo parece complicado, fuera de tono. Pero un ejemplo ayuda a entender el tipo de trabajo que se hace en el núcleo, integrado por alrededor de 30 personas entre profesores y alumnos, tanto de música como de otras áreas (matemática, ciencias de la computación e ingeniería).

En la primera imagen utilizada para ilustrar este artículo, puede observarse a una bailarina danzando, vestida con un traje oscuro, iluminada por un spot de luz ubicado a su derecha, y envuelta por grafismos que parecen salir de su cuerpo; un hermoso efecto visual creado por el fotógrafo, con base en un conjunto de luces sujeto a la vestimenta de la artista. Al fondo puede verse un teclado. Y puede creerse: esa bailarina, que es Andréia Yonashiro, está “tocando” el instrumento con sus movimientos, mediante cada una de las trayectorias descritas por su coreografía. No, no se trata de ilusión de óptica, de una ficción científica o de una visión espectral. La respuesta a este falso misterio está en la superficie oscura que tocan los pies de Andréia, que casi que no aparece en la foto: es una alfombra especial de un metro cuadrado, que está conectada al sintetizador.

Esta alfombra esta dotada de 12 sensores piezeléctricos, que, cuando son presionados, como consecuencia de los desplazamientos de la bailarina, registran pequeñas variaciones de potencial eléctrico. Con el auxilio de un conversor analógico-digital, estas alternancias eléctricas, medidas en microvoltios, se transforman en eventos del protocolo Midi (Music Instrument Digital Interface), una especie de lenguaje musical, que se vale de una tabla de números para representar la alturas de las notas musicales (do, re, mi, fa, sol, la, si…) y su intensidad.

“Estos números pueden operar cualquier instrumento electrónico compatible con el protocolo Midi, tal como es el caso de un teclado”, explica el músico y matemático Jônatas Manzolli, coordinador del núcleo, quien desarrolló la referida alfombra en el marco del programa Joven Investigador, financiado por la FAPESP. Además del piso que hace música, el equipo del Nics ha creado guantes y calzados de danza que también funcionan como interfaces sonoras. Aunque son de carácter experimental, todos estos dispositivos ya han sido usados en espectáculos artísticos concebidos por los investigadores, y presentados en eventos realizados en Brasil y en el exterior.

Un luthier digital
El Nics también ha desarrollado una serie de herramientas computacionales que pueden usarse para producir eventos sonoros simples o complejos -siempre y cuando que su usuario sea habilidoso y aprenda a emplearlos correctamente. El Rabisco (nota del tr.: ‘rabisco’: rasgueo, garabato, bosquejo en portugués), por ejemplo, es un programa que genera música a partir de rasgueos hechos libremente en una pantalla en blanco. “Somos una especie de luthier digital”, afirma Adolfo Maia Jr., profesor del departamento de Matemática Aplicada de la Unicamp y coordinador asociado del Nics. Curiosa paradoja entre el pasado y el futuro, pues la luthiería es el delicado y antiguo arte de la fabricación manual de instrumentos de cuerda con caja de resonancia, tales como violines, violonchelos y guitarras. Un proyecto inusitado del equipo de Manzolli y Maia Jr., llevado adelante en sociedad con el Instituto de Neuroinformática de la Politécnica de Zurich, Suiza, es una especie de instalación sonora que utiliza un robot para controlar un instrumento musical digital.

Entretanto, Flo Menezes trabaja en una línea de estudio distinta a la del Nics. En el Instituto de Artes de la Universidad Estadual Paulista (Unesp), Menezes es otro investigador que engrosará las filas del instituto virtual de música y ciencia. Este compositor paulistano (de la cuidad de São Paulo) se dedica a explorar las posibilidades de la llamada música electroacústica, una vertiente experimental creada al final de los años 40 en Europa (en Francia y Alemania), cuya mayor referencia histórica es el alemán Karlheinz Stockhausen. No se debe confundir la pasión y el objeto de trabajo de Menezes, que toca el piano desde los 5 años de edad, con la música electrónica, aquel sonido de martillar que anima las interminables fiestas de una buena parte de la juventud.

El artista que abraza la música electroacústica, a veces llamada música concreta o acusmática, compone obras que constituyen un elaborado montaje de sonidos, modificados por los modernos recursos de la computación. La mayor parte de los sonidos es grabada previamente, y tiene su origen en instrumentos musicales o en cualquier otra fuente de audio, como puede ser una puerta que se golpea o el sonido de una bocina. Los más malintencionados dirían que la música electroacústica es más electroacústica que música, pero tal distanciamiento se debe al carácter vanguardista de este movimiento. “Muchos colegas míos, también músicos, me ven como el científico loco de la música’, comenta Menezes, en tono de broma.

Uno de los rasgos más sobresalientes de las obras electroacústicas es la extremada preocupación con la forma de difusión espacial de las músicas ante el público en un teatro o en una casa de conciertos. No basta tener un buen sonido estéreo, con sus dos tradicionales salidas de audio. Los músicos como el investigador de la Unesp, que estudió en Alemania, Italia, Suiza y Francia (Ircam), buscan de mínima la cuadrifonía, que es la posibilidad de propalar su música en un escenario dotado de cuatro salidas independientes de audio.

Lo ideal es incluso más que eso. Para estos músicos, el movimiento del sonido que sale de los altoparlantes, el trayecto de sus collages sonoros a través de las cajas acústicas, es parte indisociable de sus obras. Tanto es así que Menezes aguarda con ansiedad la llegada de su “orquesta de altoparlantes” para construir su “teatro sonoro”, este último un término tomado a préstamo del Renacimiento Italiano. El proyecto PANaroma/ Unesp: Teatro Sonoro (Puts), financiado por la FAPESP, será una “orquesta” compuesta inicialmente de 12 altoparlantes de altísima calidad y cuatro subwoofers, un tipo de caja utilizada para reproducir exclusivamente sonidos graves. “Con este equipamiento, que puede transportarse a los locales de presentación, podremos hacer recitales electroacústicos de excelente calidad sonora”, afirma Menezes.

Simulación acústica
Y hablando de calidad sonora, el estudio de la acústica de salas de concierto -uno de los cimientos del naciente instituto virtual de música y ciencia-, es el objetivo de un proyecto temático desde el año pasado. Esta iniciativa, coordinada por Fernando Iazzetta, del departamento de música de la Escuela de Comunicación y Artes de la Universidad de São Paulo (ECA/USP), tiene como objetivo final desarrollar un software con tecnología nacional para la realización de análisis de la dispersión de sonidos en pequeños auditorios, locales con un máximo de 100 asientos en la platea. En principio la idea es desarrollar un aplicativo para lugares de dimensiones reducidas y, en un segundo momento, adaptarlo para su uso en ambientes más amplios.

“Hoy en día, existen productos importados que hacen esto, pero pueden llegar a costar hasta 40 mil dólares”, dice Iazzetta, que, en dicho proyecto, cuenta con la colaboración de investigadores de las áreas de matemática, arquitectura e ingeniería civil. “Nuestra meta es crear un programa de arquitectura abierto, que podrá copiarlo cualquier persona.”Pero, ¿cómo funciona este tipo de aplicativo? El software funciona en una laptop dotada de micrófonos especiales, que captan sonidos de frecuencias previamente conocidas, que fueron emitidos en el ambiente cuya acústica se desea estudiar.

A continuación, el programa compara la frecuencia registrada en la sala de concierto con la original del sonido; de esta forma, suministra un dictamen sobre el local. Ésta es una explicación esquemática. Obviamente, el procedimiento no es tan sencillo. A decir verdad, el software no se limitará a registrar y dar un veredicto sobre las propiedades de propagación sonora de las salas de concierto.

En un ambiente virtual, el programa funcionará también como un simulador de la acústica de cualquier lugar que se desee estudiar, siempre y cuando éste sea alimentado con las dimensiones y otras características físicas del local. “De esta forma, podremos hacer alteraciones virtuales en el plano de esta sala de concierto y prever cuáles serían las implicaciones de las mismas sobre su acústica”, explica Iazzetta. “El software puede ser un instrumento útil para plantear reparaciones en los espacios de presentación.”

Los vampiros de sonidos
Antes de iniciar el proyecto temático sobre acústica, Iazzetta participó del programa Joven Investigador junto con su colega Silvio Ferraz, el articulador del instituto virtual de música y ciencia. En dicha ocasión, ambos intentaron entender de qué manera la tecnología interfiere en el proceso de creación, y explorar nuevas formas de composición y ejecución. Cuando comenzaron sus carreras como músicos, Iazzetta estudió percusión y Ferraz trompa. Pero hoy en día ambos se definen a menudo como tocadores de laptop. Esto porque actualmente las computadoras los acompañan en casi todas sus performances, en las cuales utilizan mucho material grabado previamente y procesado en las microcomputadoras.

“En la actualidad me interesa muchísimo el desarrollo de software que componen por sí solos, de programas que picotean el sonido”, afirma Ferraz, que, en el pasado, llegó a actuar como músico en un estilo más clásico, en orquestas de los estados de São Paulo, Bahía y Paraná. “Somos vampiros de sonidos, para utilizar una expresión de mi colega Rogério Moraes Costa (de la ECA/ USP ).”

Ferraz, a quien -más allá de ser un músico adepto a las performances atravesadas por el sonido de las computadoras- le cabrá en gran medida el trabajo de hacer que el equipo del instituto virtual “toque” los proyectos que se desarrollan en el marco de esta iniciativa interdisciplinaria de manera conjunta y afinada, desarrolla también una vertiente de investigación más conceptual, más teórica.

Al echar mano de las enseñanzas de áreas tales como la semiótica (el estudio de los signos) y la cognición, procura discutir acerca de lo que es la música para la gente. “Mucha gente asocia la idea de música a la existencia de un ritmo y de una melodía”, afirma. “Pero existen cantos indígenas que no tienen estos elementos. ¿Por qué al leer un poema, algunas personas lo consideran musical, y otras, no? ¿Qué es lo que transforma a una sopa de sonidos en una música?” Estas y muchas otras indagaciones y búsquedas integrarán la pauta, la partitura que regirá la actuación del instituto.

Los Proyectos
1. Laboratorio de Interfaces Gestuales (95/08479-3); Modalidad: Programa Joven Investigador; Coordinador: Jônatas Manzolli – Nics/ Unicamp; Inversión: R$ 44.176,01
2. Proyecto y Simulación Acústica de Ambientes de Escucha Musical (02/02678-0); Modalidad: Proyecto temático; Coordinador: Fernando Iazzetta – ECA/ USP; Inversión: R$ 123.205,00
3. Aplicación de la Idea Filosófica de Ritornelo al Diseño de Interfaces Digitales, para la Creación y el Tratamiento de Audio en Tiempo Real en Improvisaciones Libres (01/12276-3); Modalidad: Línea regular de auxilio a la investigación; Coordinador: Silvio Ferraz – PUC/ SP; Inversión: R$ 47.949,68
4. PANaroma/ Unesp – PUTS Teatro Sonoro (01/12036-2); Modalidad: Línea regular de auxilio a la investigación; Coordinador: Flo Menezes – Instituto de Artes/ Unesp; Inversión: R$ 150.679,63

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