En el mes de diciembre pasado, Brasil sumó a su patrimonio fósil una nueva especie de dinosaurio. El animal en cuestión tenía el tamaño de una gallina, era bípedo y su cuerpo estaba recubierto por una especie de hilos largos y delgados, una forma rudimentaria de pluma. Exhibía además dos pares de estructuras alargadas y rígidas que sobresalían de sus hombros en forma de V. Se estima que el Ubirajara jubatus, tal como fue bautizado, habría vivido hace unos 120 millones de años en la región que actualmente es el nordeste brasileño, alimentándose de insectos y pequeños vertebrados. La descripción de este extraño ejemplar de dinosaurio del Cretácico inferior, el período geológico que se extendió entre los 146 y 100 millones de años atrás, consta en un estudio publicado en la revista Cretaceous Research por un equipo internacional de investigadores. El hallazgo se concretó a partir del análisis de fósiles provenientes de la cuenca de Araripe, en el límite entre los estados de Ceará, Piauí y Pernambuco, una de las regiones con mayor cantidad de informes de tráfico de estos materiales en el país. El holotipo –un ejemplar único que sirve como base para la descripción de una nueva especie– se conserva en el Museo de Historia Natural de Karlsruhe, en Alemania, un hecho que les llamó la atención a los científicos brasileños, que sospechan que el fósil fue sacado del país en forma ilegal.
Esta sospecha generó una vasta campaña en las redes sociales. Decenas de científicos se movilizaron para exigir la devolución de ese material. En medio de las críticas, y a pedido de la Sociedad Brasileña de Paleontología (SBP), la revista levantó la publicación hasta que se aclaren los cuestionamientos planteados. El caso llegó al Ministerio Público Federal (MPF) de Juazeiro do Norte, en Ceará, que abrió un procedimiento para investigar la salida del fósil y solicitó a las autoridades alemanas la confiscación y repatriación del ejemplar. Uno de los autores del estudio, el paleontólogo británico David Martill, de la Universidad de Portsmouth, en el Reino Unido, se defendió de las acusaciones de tráfico internacional. “El holotipo se encuentra en el museo de Karlsruhe, donde lo vi por primera vez. Yo no lo recogí y, desde luego, no lo exporté”, declaró a Pesquisa FAPESP. “Sea como sea, no soy el responsable de verificar la procedencia de los fósiles con los cuales trabajo. Si están en un museo, asumo que se encuentran allí legítimamente”.
Para dar fe de la legalidad del holotipo ante Cretaceous Research, el paleontólogo alemán Eberhard Frey, curador del museo de Karlsruhe y autor del artículo junto con Martill, presentó un documento emitido y firmado en 1995 por José Betimar Melo Filgueira, en ese entonces jefe de la oficina regional del Departamento Nacional de Producción Mineral (DNPM), en el municipio de Crato, estado de Ceará, autorizándolo a “transportar dos cajas con muestras de roca caliza con fósiles, sin ningún valor comercial, esencialmente con el propósito de realizar estudios paleontológicos”. Empero, la paleontóloga Aline Ghilardi, de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte (UFRN), cuestiona ese documento. “En el mismo no consta taxativamente que se exportarán los materiales definitivamente fuera del país ni tampoco se especifica cuántos y cuáles fósiles contenían las cajas. Tal y como está redactado, los autores podrían seguir describiendo nuevas especies durante los próximos 20 años alegando que todos los holotipos salieron de allí”, dice. También hace hincapié en que el funcionario que expidió la autorización fue condenado en 2015 por administración deshonesta en una trama de emisión ilegal de certificados de autenticidad de piedras preciosas. “Esa ‘autorización’ es vergonzosa y delata a los propios autores del artículo, que conocen las leyes brasileñas porque han trabajado en varias ocasiones en el país”, sostiene.
El escándalo en el que está implicado el U. jubatus ha puesto nuevamente en evidencia el tráfico de fósiles en Brasil y, al mismo tiempo, revela cómo están trabajando los científicos brasileños junto al MPF para intentar repatriar ese material. En los últimos siete años, el MPF de Juazeiro do Norte abrió al menos 10 procedimientos para investigar la salida ilegal de esas piezas al exterior. “La mayoría de los casos parten de denuncias efectuadas por científicos”, comenta Rafael Rayol, fiscal de la República que está al frente de las investigaciones en Brasil. El más antiguo se refiere a la repatriación de 46 fósiles de Araripe (Ceará), entre ellos el esqueleto de un pterosaurio.
En 2014, la bióloga Taissa Rodrigues, de la Universidad Federal de Espírito Santo (Ufes), se enteró de la venta de un pterosaurio de la especie Anhanguera santanae en un sitio de subastas. La tienda en cuestión, llamada Geofossiles, que se especializa en la venta de fósiles y se encuentra en la localidad de Charleville-Mézières, en Francia, valuaba al ejemplar en casi un millón de reales. “Quedé asombrada al descubrir que el esqueleto a la venta estaba casi completo, con el cráneo, el cuello y las alas prácticamente intactos”, dice Rodrigues. Ella decidió denunciar el caso al MPF, que solicitó la colaboración de las autoridades francesas.
No se tardaron en identificar al propietario de la pieza: Eldonia, una empresa especializada en la venta de fósiles en Europa. Se ordenó una operación de requisa y confiscación, en la que la policía francesa halló al pterosaurio y otros 45 fósiles de varias especies, todos provenientes de Araripe y valuados en 2,5 millones de reales. El caso fue a parar a los tribunales. En 2019, la Corte de Lyon se expidió ordenando la repatriación de los fósiles. Sin embargo, Eldonia apeló en segunda instancia y consiguió que se revocara el fallo. “Presentamos una nueva solicitud y las autoridades francesas decretaron nuevamente la incautación de las piezas. Estamos aguardando la resolución definitiva para poder traerlas de regreso”, dice Rayol.
El biólogo Rodrigo Pêgas, quien estudia a los pterosaurios y realizó su doctorado en la Universidad Federal del ABC (UFABC), vivió una situación similar en 2020. “Estaba buscando imágenes de pterosaurios en internet para una presentación, cuando me topé con la fotografía de un Tupandactylus imperator”, relata. “Cliqué en la imagen y se abrió una página web de subastas, donde la pieza iba a rematarse al día siguiente”. La puja mínima inicial era de 23 mil euros (aproximadamente unos 147 mil reales). Pêgas hizo clic en el nombre del propietario, una empresa alemana llamada Fossil Worldwide, para ver qué otras piezas subastaban. Encontró varios fósiles, todos provenientes de la misma región del nordeste brasileño. Y denunció al sitio web en el MPF, que comenzó a tratar el caso con las autoridades alemanas. Tras identificar al responsable de la subasta, el Ministerio Público de Kaiserslautern ordenó la incautación preventiva del material, que quedará bajo custodia de las autoridades alemanas hasta que el caso sea juzgado.
A diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos y en algunos países europeos, en Brasil, los fósiles se consideran propiedad del Estado, sin importar si se los halló en tierras públicas o privadas y, por eso, no se los puede sacar del país ni comercializarlos. Lo mismo ocurre en China, Mongolia, Marruecos y Myanmar (antiguamente Birmania). La primera ley brasileña sobre el patrimonio fósil data de 1942 y establece que la extracción de esas piezas depende de la autorización del DNPM, organismo que en 2018 pasó a denominarse Agencia Nacional de Minería (ANM) y que está vinculada al Ministerio de Minería y Energía. En 1990, el antiguo Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCT) publicó una resolución donde estipulaba que los científicos extranjeros deberían solicitar su autorización para efectuar recolecciones en Brasil. Un año después, la Ley de Usurpación definió como un delito la explotación sin previa autorización de materia prima perteneciente a la Unión. Por lo tanto, según Rayol, el documento presentado por Frey no justificaría la salida del U. jubatus. “La resolución administrativa del MCT deja en claro que la recolección y exportación de material paleontológico requiere también de su autorización”. Martill aduce que desconocía la resolución de 1990. “Siempre he trabajado con el DNPM y nunca me informaron que fuera necesario consultar a otro organismo”.
El MPF invocará ese documento para reforzar el pedido de repatriación del holotipo. Simultáneamente, la SBP se contactó con el museo de Karlsruhe para plantearle la devolución del material y evitar que el caso llegue a la Justicia, lo que dilataría el trámite. “El museo está dispuesto a negociar”, dice Renato Ghilardi, presidente de la SBP y quien, pese a su apellido, no tiene ningún parentesco con la investigadora de la UFRN. “En 2016 logramos recuperar una colección de invertebrados del período Devónico [entre 416 y 359 millones de años atrás] que se hallaban en el museo de la Universidad de Cincinnati, en Estados Unidos”, comenta. En el caso del museo de Karlsruhe, se estima que hay varios otros holotipos brasileños incluidos en su colección, muchos de ellos descritos por Martill y Frey en la década de 1990. Para este reportaje se le preguntó al museo si la repatriación del U. jubatus conduciría a la devolución de otros fósiles brasileños, a lo que Frey respondió: “Este caso adquirió ribetes políticos y por ello no puedo expresarme al respecto. Pero nos mantenemos en contacto con las autoridades.
El tráfico de fósiles constituye un problema en varios países. En Brasil, tiende a concentrarse en la cuenca de Araripe. En parte porque a esa región se la conoce como una de las pocas que albergan fósiles de la fauna prehistórica con sus tejidos blandos bien conservados. En general, esas estructuras –piel, tejidos conjuntivos y órganos internos– son los primeros que se descomponen y raramente se fosilizan. En las contadas veces que se encuentran preservados, permiten realizar estudios sobre la biología y la evolución de especies extintas hace millones de años. Por estas razones, los fósiles de Araripe tienen gran valor económico y científico. “He oído decir a varios investigadores extranjeros que los fósiles de Araripe son demasiado importantes para dejarlos en Brasil”, comenta el biólogo Antônio Álamo Saraiva, del Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad Regional de Cariri (Urca). “Me encantaría que los museos extranjeros le devolvieran los fósiles a Brasil, porque así los brasileños se darían cuenta que era mejor que hayan salido de contrabando al exterior, donde se encuentran seguros”, corrobora el británico Martill.
El investigador británico es un viejo conocido de los paleontólogos brasileños y ya ha realizado varios trabajos en Araripe. También es un crítico acérrimo de las leyes brasileñas de protección de los fósiles, las cuales, en su opinión, obstaculizan la labor de los científicos y el desarrollo de la paleontología. “Hace años que el gobierno brasileño subfinancia a sus museos ¿El resultado? Varios incendios y la destrucción de objetos de importancia internacional. Menos mal que el contingente de fósiles en los museos brasileños es ínfimo en comparación con los que se encuentran en Alemania, Estados Unidos y Japón”.
Los científicos brasileños rebaten ese argumento. “Desde la década de 1980, Araripe cuenta con un museo bien organizado y dedicado a la preservación del patrimonio fósil de la región”, dice el biólogo Allysson Pontes Pinheiro, del Departamento de Ciencias Físicas y Biológicas de la Urca. El Museo de Paleontología Plácido Cidade Nuvens, ubicado en Santana do Cariri, alberga una extensa colección de fósiles, que ha contribuido a impulsar la investigación científica y la formación de nuevos científicos en todo el país. “En 2005, el gobierno de Ceará dio un paso más e inauguró el Geoparque Nacional de la Cuenca de Araripe, para intentar preservar los yacimientos fosilíferos locales”. El país también cuenta con muchas otras instituciones con estructura y mano de obra calificada para el mantenimiento y estudio de los fósiles nacionales (obsérvese el mapa abajo).