Una investigación inédita, que analizó el perfil y la trayectoria de ex becarios de iniciación científica, maestría y doctorado en universidades e instituciones paulistas financiados por la FAPESP y por otros organismos de fomento entre 1995 y 2009, identificó cuatro grupos distintos de estudiantes, según sus ingresos, familia y formación. El primero de ellos se encuentra compuesto predominantemente por individuos de las clases D y E, provenientes de escuelas públicas y familias con tamaño mediano, que realizaron iniciación científica. En tanto, el segundo agrupa a personas de las clases A y B, que asistieron a escuelas privadas en el estado de São Paulo y también hicieron iniciación científica. El tercero está integrado por alumnos de clase A, provenientes del norte y del nordeste y con iniciación académica en la maestría. Y el cuarto, por individuos de las clases C y D, también con iniciación académica en su maestría y padres con baja escolaridad.
Lo encontrado constituye uno de los resultados de un proyecto de investigación financiado por la FAPESP, concluido recientemente, que analizó en profundidad tres programas de la Fundación: el de becas de iniciación científica, maestría y doctorado; el programa Biota-FAPESP, de caracterización de la biodiversidad paulista, y el programa Equipamientos Multiusuarios (EMU), que promueve la adquisición de equipamientos de alto costo para que puedan utilizarlos investigadores de varias instituciones. Los ex becarios de la FAPESP provienen predominantemente de los grupos 1, 2 y 3, explica Sergio Salles-Filho, responsable de la evaluación y coordinador del Grupo de Estudios sobre Organización de la Investigación y de la Innovación (Geopi), vinculado al Departamento de Política Científica y Tecnológica (DPCT) del Instituto de Geociencias de la Universidad de Campinas (Unicamp).
Ana Paula Campos
Los perfiles característicos de los becarios surgieron de los cuestionarios como el que respondió Carlos Alberto Moreno Chavez, de 30 años, doctorando en Geofísica por el Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas (IAG) de la Universidad de São Paulo (USP). Hijo de un obrero, siempre estudió en escuelas públicas. Desde 2006, cuando cursaba su carrera en el IAG, es becario de la FAPESP, en primera instancia, de iniciación científica, después de maestría y ahora de doctorado, bajo supervisión de la profesora Naomi Ussami. “Como siempre estudié a tiempo completo, me mantuve gracias a las becas de la FAPESP. Incluso hace poco me casé”, afirma él, quien llegó a trabajar en montaje de muebles cuando se preparaba para rendir el ingreso, e ingresó en la USP al segundo intento.
Ana Paula Campos
La gran mayoría de los ex becarios de la FAPESP se graduó en el estado de São Paulo, pero cuando se analiza el origen a partir de la escuela secundaria la región nordeste cobra importancia, una señal del flujo de estudiantes nordestinos hacia las universidades paulistas. La mayoría de los ex becarios de la FAPESP se quedaron trabajando en el estado de São Paulo luego del término de la beca. “Pero el porcentaje de radicación en el estado descendió a medida que sus títulos aumentaban, registrándose un aumento en la radicación, principalmente en los casos de doctores, en otros estados del sudeste y también del nordeste y norte del país”, dice Adriana Bin, docente de la Facultad de Ciencias Aplicadas (FCA) de la Unicamp, miembro del equipo y responsable del análisis del programa de becas de la FAPESP. Mientras el empleo actual del 89% de los ex becarios de iniciación científica tiene domicilio en São Paulo, entre los doctores esa proporción cae al 69%. “Una hipótesis refiere que eso refleja el crecimiento de la demanda de docentes en otros estados de la federación. La FAPESP puede estar ejerciendo un rol de formadora de cuadros incluso para otros estados”. Más de la mitad de los ex becarios de doctorado se desempeñan como docente en universidades públicas, mientras que los graduados y másteres trabajan en otros sectores del mercado. En las tres categorías de ex becarios se observó un porcentaje homogéneo, de alrededor del 8% del total, de individuos que se dedican a la investigación disociada de la enseñanza, tanto en empresas como en institutos de investigación, o bien, como autónomos.
Ana Paula Campos
Emprendedores
Los becarios de la FAPESP se destacan en cuanto a su actividad emprendedora. Aquéllos que interrumpieron su carrera académica ni bien concluyeron su iniciación científica se desempeñan más como empresarios y autónomos que los ex becarios de otras agencias. Pero luego de doctorarse, cuando la mayoría de los investigadores comienza trabajar como docente en las universidades públicas, esa tendencia se invierte, con mayoría de emprendedores en el grupo de control. El sueldo inicial de los ex becarios de la agencia paulista superó al de los demás ex becarios en la maestría. En tanto, la evolución del salario en la trayectoria favoreció a los de la FAPESP, tanto en la maestría como en el doctorado (vea el cuadro).
Los ex becarios de la Fundación siguieron una trayectoria académica regular, desde la iniciación científica hasta el doctorado, pasando por la maestría, con una frecuencia casi un 50% mayor que los demás. Puede parecer paradójico, pero la proporción de becarios de la FAPESP que se quedó en la iniciación científica, discontinuando su carrera académica, también fue casi tres veces mayor que la de los otros. “Como ya hemos visto, buena parte de los que hacen iniciación salen directamente hacia el mercado laboral, incluso como emprendedores”, dice Adriana Bin. “En tanto, quienes hacen maestría becados por la Fundación generalmente siguen hacia el doctorado”. El informe de evaluación comprende una lista de recomendaciones destinadas a ampliar la eficiencia del programa de becas, tales como la creación de mecanismos para atraer becarios de otros estados y aumentar la inserción de doctores en actividades de investigación y desarrollo en las empresas, más allá de reforzar las colaboraciones internacionales, que ya distinguen a los becarios de la FAPESP.
La meta del proyecto del Geopi fue el desarrollo y la aplicación de metodologías de análisis de resultados e impacto de los programas científicos, tecnológicos y de innovación. Más allá de estudiar los programas de becas, el Biota y EMU, también apuntó a crear normas y criterios de evaluación permanente para otros cuatro programas de la FAPESP evaluados previamente: Pipe, Pite, Joven Investigador y Políticas Públicas (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 147). Este frente, bajo la responsabilidad de Ana Maria Carneiro, investigadora del Núcleo de Estudios de Políticas Públicas (NEPP), también de la Unicamp, complementa el trabajo de evaluación realizado, ya que permite el monitoreo continuo de los programas. Se espera que en el futuro ocurra lo mismo con los programas de becas, Biota y EMU.
Ana Paula Campos
Biota-FAPESP
En cuanto al Programa Biota-FAPESP, un esfuerzo tendiente a identificar la biodiversidad paulista que comenzó en 1999, el saldo del análisis fue bastante positivo, tanto en cuanto a productividad científica como en su capacidad para aportar una base para nuevas políticas públicas, aunque se obtuvieron tímidos resultados en cuanto a la prospección de compuestos químicos con potencial de desarrollo de productos en segmentos tales como el farmacéutico y el de los cosméticos. Entre los aportes, se constató que el Biota logró buenos resultados en el campo de la taxonomía: sus productos identificaron a 524 taxones por proyecto, tres veces más que en el grupo de control. El programa también implicó el arraigo de más profesionales en el área de la biodiversidad. “También se notó que los investigadores del programa publican casi dos veces más artículos, incluso descontando los que presentan un carácter temático”, dijo Paula Drummond de Castro, también investigadora del grupo y encargada de la evaluación del Biota y del EMU. Otro aspecto destacado fue el desempeño relacionado con la publicación de artículos científicos, que exhibe un salto luego de transcurrido aproximadamente un año desde el comienzo de los proyectos. Los artículos generados por el Biota involucran dos veces más coautores internacionales que los proyectos del grupo de control. La difusión de los resultados del programa fuera del ámbito académico resultó significativa: el 66% de los proyectos del programa informó actos de difusión frente a un 44% del grupo de control.
El Biota-FAPESP, según revela el análisis, logró un desempeño menor al esperado en su ambición por desarrollar nuevas sustancias derivadas de la biodiversidad con potencial de mercado. Varios proyectos hallaron sustancias potencialmente activas, pero la inserción del programa en etapas más avanzadas de desarrollo tecnológico, tales como investigaciones preclínicas, clínicas y comercialización, se reveló como algo prácticamente inexistente. “La crítica procede y se aplica a todo el campo de la bioprospección en el país”, afirma Carlos Joly, coordinador del Biota-FAPESP. “Esto sucede, en parte, por la rigidez del área debido al famoso Decreto Provisorio 2.186-16, que regula el acceso a los recursos genéticos y/ o a los conocimientos tradicionales asociados”. Según Joly, pocos grupos de investigación lograron regularizar sus colecciones de sustancias bioactivas identificadas a partir de la biota nativa. “Por ende, el sector productivo no contaba con la seguridad jurídica como para utilizar estas moléculas”.
Ana Paula Campos
Equipamientos multiusuarios
La modalidad de financiación denominada Equipamientos Multiusuarios forma parte, desde 1996, del Programa de Apoyo a la Infraestructura de Investigación y tiene como objetivo la compra de instrumental caro para que puedan utilizarlo investigadores de varias instituciones. En un comienzo, los proyectos eran analizados a medida que se los presentaba, en un sistema de flujo continuo. Eso cambió en 2004, cuando se emitió el primer pliego del EMU. El análisis realizado por el Geopi no llegó a contemplar los proyectos aprobados en el segundo pliego, de 2009, que incorporó varias modificaciones para asegurar que las instituciones cumplieran los propósitos del programa. Se comparó a investigadores responsables y asociados contemplados en proyectos del EMU con otros a los que la FAPESP les denegó sus pedidos, pero que lograron adquirir equipamientos similares por medio de otras fuentes.
Los proyectos del programa EMU generaron más artículos, tesis doctorales y tesinas de maestría en números absolutos que los del grupo de control. En ambos grupos se observó un crecimiento en el promedio de artículos publicados transcurridos alrededor de cuatro años luego de la instalación del equipamiento, seguido de un pronunciado declive pasados seis años. “Existen indicios que apuntan a creer que el programa EMU fortalece a los grupos más próximos que utilizan el equipamiento, puesto que los convenios logrados fueron con colaboradores del propio proyecto”, dijo Salles-Filho. El uso del equipamiento en un plazo de cinco años tuvo al propio grupo o laboratorio del investigador responsable como principal usuario. “Este reconocimiento alienta un debate acerca del carácter multiusuario de los equipamientos”, sostiene el profesor. “Quizá sea éste el aspecto más desafiante, y posiblemente el más relevante y controversial. Relevante, porque cuestiona los objetivos que justifican la existencia del programa. Controvertido, porque los equipamientos concedidos por la FAPESP son extremadamente heterogéneos, tornando dificultoso un análisis certero de su impacto diferencial”.
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