En un edificio ubicado en el centro de Santiago, la capital chilena, el ingreso y egreso de gente de diferentes nacionalidades se ha tornado algo rutinario. Al menos 50 emprendedores de diversos países se distribuyen por las estaciones de trabajo disponibles en la totalidad de una de sus plantas que está ocupada por Start-up Chile, un centro de innovación creado por el gobierno chileno en 2010. Desde su creación, alrededor de 1.400 nuevos negocios contaron con el apoyo del hub de emprendimientos desde su fundación. Por lo general, más de 200 startups pasan por programas de aceleración cada año, aunque solo una parte de ellas queda albergada en el edificio. Más de la mitad de esas empresas evolucionan y siguen activas, y desde 2010, han sido capaces de crear 1.500 puestos de trabajo en Chile y 5 mil en el exterior.
El objetivo principal de la aceleradora consiste en estimular el ambiente emprendedor y la generación de tecnología, en pos de ubicar al país en el mapa de los negocios globales de impacto. “Hace algunos años era raro oír hablar de startups en Chile, pero el escenario actual es muy diferente”, comenta Sebastián Díaz Mesa, director ejecutivo de la aceleradora. Start-up Chile ha facilitado mentoría y recursos a empresas de 79 países, con inversiones del orden de unos 420 millones de dólares. “Desde el principio estimulamos la creación de un ecosistema internacional, con emprendedores de varios lugares del mundo, para facilitar el flujo de nuevas ideas”.
El gobierno chileno está apuntado actualmente como uno de los que más invierten en negocios innovadores en todo el mundo. Un estudio efectuado en 2015 por Gust and Fundacity, una red social que conecta a inversores y startups, ubica a Chile como uno de los 10 países más prometedores en emprendimiento. Hace dos años, el Global Innovation Management Institute, una institución estadounidense sin fines de lucro, destacó a Start-up Chile como una de las 10 mejores aceleradoras del mundo. “Para poder competir globalmente, la estrategia pasa cada vez más por la creación de herramientas tendientes a estimular la innovación”, explica Díaz.
Alrededor del 30% del total de los recursos disponibles para los emprendedores que participan en los programas de aceleración los aporta el gobierno chileno. El resto proviene de inversores de todo el mundo interesados en promover negocios con buenas posibilidades de crecimiento. Aparte de los aportes financieros, Start-up Chile ofrece mentoría y acceso a redes de contactos que ayudan al empresario a llevar adelante su idea. La entidad colabora con más de 100 universidades y aceleradoras de todo el mundo, además de 150 desarrolladores globales, 107 corporaciones y 43 organizaciones del campo de la innovación.
Se generaron algunas facilidades para que emprendedores de otros países estén en condiciones de participar en los programas. Los extranjeros seleccionados por Start-up Chile disponen de una visa laboral especial por un año y cuentan con la ayuda de la aceleradora para abrir una cuenta bancaria a nombre de la empresa. Los criterios de participación para los que vienen de afuera son los mismos que para los chilenos.
Pueden participar en dos tipos de programa. El The S Factory, destinado a mujeres, les proporciona alrededor de 15 mil dólares a las emprendedoras seleccionadas. Uno de los prerrequisitos principales es contar con una idea innovadora, capaz de provocar impacto global. El período de asistencia es de cuatro meses. El Seed (semilla, en inglés), que tiene una duración de seis meses y donde la empresa aporta 40 mil dólares, está dirigido a iniciativas en una etapa más avanzada, que ya han desarrollado un prototipo y un plan de negocios. Hasta 2016, Start-up Chile también ofrecía un módulo para empresas en Chile, el Follow on Funds, que pasó a la órbita de otro organismo del gobierno chileno.
En 2017, 90 startups pasaron por el The S Factory y el Seed. Una de las que participaron fue la administradora de empresas pernambucana Rafaela Cavalcanti. Su historial como emprendedora arrancó hace algunos años, al acompañar de cerca las dificultades de sus padres, dueños de una tienda de ropa en Recife para obtener un crédito del sistema bancario. “Luego de sufrir algunos asaltos en donde se robaron buena parte del stock, ellos tuvieron que recurrir a prestamistas para pagar las deudas”, relata. “Muchas familias afrontan una situación similar”.
Ella cursó una carrera de posgrado en administración de empresas en Holanda y se dedicó a estudiar la incidencia de los aspectos culturales en el desarrollo de empresas innovadoras. Ahí fue que surgió la idea de fundar CloQ, una startup especializada en la concesión de microcréditos. Cavalcanti recurrió a la aceleradora chilena para dar los primeros pasos en el negocio. “Hay varios beneficios, las mentorías internacionales, la red de contactos y la posibilidad de obtener aportes financieros para comenzar con el emprendimiento”, explica. “Es asombrosa la falta de burocracia para conseguir la visa, que sale en menos de un mes, y para abrir una cuenta bancaria”. Ella comenta que los emprendedores de la aceleradora solo deben presentar el pasaporte para obtener una cuenta en el banco. “El proceso para la obtención de la visa también es sencillo”, dice. “No se necesita realizar una traducción certificada de documentos, tal como es habitual en otros países”.
CloQ captó aproximadamente 15 mil dólares durante el período de incubación. Esos recursos se utilizaron para desarrollar una aplicación que cruce datos, verifique informaciones, que van desde el domicilio registrado hasta el número de documento de identidad y el teléfono provisto, y analice el perfil del usuario. “A partir de ahí se puede prever cuan buena pagadora será una persona”. La aplicación utiliza un sistema de GPS para verificar si el domicilio informado es correcto. Un programa de identificación facial permite saber si la foto del documento de identidad publicada en la aplicación es real.
Luego de una etapa de pruebas en la cual se efectuaron algunos ajustes, la aplicación comenzó a utilizarse en octubre de este año. Se otorgan préstamos que van de 150 a 500 reales, mediante un convenio con una institución bancaria brasileña. La empresa no informa sus metas de facturación para 2019, pero afirma que existe un mercado potencial superior a los 50 millones de clientes en Brasil. “Esa es la cifra estimada de personas que no poseen una cuenta bancaria y, por lo tanto, tienen más dificultades para acceder a un crédito”, dice. “Muchas veces, el micro o el nanocrédito por valores considerados muy exiguos marca la diferencia en la vida de un individuo”. La intención es llevar el negocio a otros países de América Latina en los próximos años.
Nocofio, otra empresa fundada por un emprendedor de Ghana, en África, tiene una vocación similar. El ingeniero en computación Lovell Larbie concibió recientemente una plataforma de financiación colectiva para proveer un fondo de maniobra a pequeños propietarios rurales del país. Generalmente, se recaudan alrededor de 5 mil dólares para cada granjero al que la empresa le aprueba su solicitud de crédito. “Esa suma suele ser suficiente para que el agricultor adquiera los insumos necesarios para profesionalizar la producción”, comenta Larbie. En Ghana, gran parte de los productores rurales todavía practican una agricultura de subsistencia. “Son propiedades de tamaño reducido, pero con posibilidades reales de elevar su productividad e impulsar la economía”, explica.
El préstamo incluye un monitoreo de los progresos logrados por el productor. El objetivo es que el 40% del aporte realizado sea devuelto a los acreedores, sumando una participación sobre el lucro. “Seguimos de cerca a nuestros clientes y tratamos de proveer un monitoreo de la gestión”, dice Larbie. La empresa se queda con un porcentaje de las transacciones. Nocofio opera desde comienzos de este año y ya ha ayudado a 23 productores. Los beneficios obtenidos en los primeros ocho meses de gestión sumaron 11 mil dólares. “Podemos crecer mucho más”, sostiene su creador. “Debe destacarse que el emprendimiento posee un marcado sesgo social y está generando un impacto positivo”. Para el desarrollo de la plataforma, Nocofio obtuvo recursos por valor de aproximadamente 40 mil dólares por medio de inversores que aportaron a Start-up Chile, donde la empresa fue incubada el año pasado. “También fue importante contar con la ayuda de mentores tan competentes y poder testear la plataforma hasta hallarnos en condiciones de salir al ruedo con el negocio”, comenta. “Muchos emprendedores consideran a Start-up Chile como el canal ideal para la concreción de proyectos de alto impacto social y económico”, dice Díaz. Una de las empresas que participaron en los programas de aceleración de la incubadora es Cabify, la aplicación de car sharing fundada por un español en 2011.
Se considera a Start-up Chile como una de las mayores aceleradoras del mundo, a la par de la estadounidense MassChallenge, que cuenta con filiales en Israel, México y Suiza, y de Y Combinator, de California, una de las pioneras del sector, que ya ha invertido en alrededor de 1.400 startups. En América Latina, Wayra, una iniciativa de Telefónica fundada en Colombia en 2011, ha ayudado a más de 70 empresas brasileñas desde sus oficinas en São Paulo, con aportes de alrededor de 50 mil dólares para cada una. “Start-up Chile proporciona programas con amplios recursos y captamos emprendedores muy capacitados”, dice Sebastián Díaz.
Uno de ellos es el geólogo chileno Pablo Pérez, quien fundó Mapoteca. La startup elabora análisis topográficos a partir del análisis de imágenes obtenidas por satélites. Los principales clientes son empresas de distribución de energía. Mapoteca logra identificar elementos que pueden llegar a dañar la red eléctrica, tales como árboles a punto de caer y problemas en el tendido de cables. También pueden descubrirse focos de incendio. La empresa está desarrollando un software que realizará una calificación de riesgo. Y participó en el programa Seed, con lo cual pudo captar alrededor de 16 mil dólares para el desarrollo de los primeros módulos de análisis.
Pérez trabajó durante 10 años en una empresa de energía eléctrica en Chile y notó que había cierta demanda por tecnologías capaces de detectar fallas en la red de distribución y evitar pérdidas. Y se asoció con Cris Hernández, un amigo de los tiempos en que estudiaba en la facultad, en Santiago, quien tenía conocimientos en TI, para llevar adelante la idea. “Ser parte del sistema Start-up Chile es una especie de sello de calidad”, dice Pérez. “Ese fue uno de los motivos que nos indujo a recurrir a la aceleradora”. La red de contactos de la organización también colaboró para que el emprendimiento despegara. “Las empresas que pueden convertirse en clientes nuestros nos reciben de otra manera”, comenta Pérez.
Alrededor del 30% de los recursos disponibles para el programa corresponde a aportes del gobierno chileno
Este año, Mapoteca, que cuenta con seis empleados, espera obtener ingresos por unos 80 mil dólares. En 2019, la facturación podría ascender a 300 mil dólares. Buena parte de esos réditos serán por contratos suscriptos con nuevos clientes en Chile y Perú. Perez sostiene que hay potencial para el crecimiento del negocio en países tales como Brasil, Uruguay y Argentina. “Particularmente en Brasil, hay un mercado de energía eléctrica bastante fuerte, con buenas perspectivas de expansión”.
Con una economía abierta y estable, Chile viene atrayendo emprendedores de otros países. El país posee uno de los índices más altos del mundo en acuerdos de libre comercio –son más de 20, con 60 naciones– y las importaciones y exportaciones representan casi el 60% del PIB chileno. La tasa de interés básica se ubica en un 2,5% anual, lo cual torna atrayente al crédito. El emprendedor alemán Tilmann Heydgen tuvo en cuenta estos parámetros cuando se decidió a crear Recorrido, un sitio web de comparación de precios y venta de pasajes de ómnibus, junto con tres amigos connacionales. En 2012, ellos se fueron de vacaciones a Chile y tuvieron dificultades para adquirir pasajes vía internet. “No aceptaban tarjetas de crédito y exigían un documento de identidad chileno”, relata Tilmann.
Ellos trabajaban en bancos de inversión en Fráncfort y ya habían oído hablar de Start-up Chile. Luego de efectuar un estudio de mercado, decidieron presentarle el proyecto de Recorrido a la aceleradora. “En una primera instancia no lo aceptaron. Entonces perfeccionamos la idea hasta que finalmente la aprobaron, en 2014”, recuerda. “Sabíamos que en Chile había un buen potencial de negocios y el hub de innovación era conocido a nivel mundial”. Al cabo de dos ruedas de inversiones, Recorrido fue capaz de recaudar alrededor de 100 mil dólares para la construcción del sitio web. La empresa no revela datos de su facturación. En la actualidad, opera en Chile y en Perú. Para el año próximo se propone adaptar la plataforma para los mercados brasileño, argentino y colombiano. “Aún tenemos mucho margen de crecimiento, principalmente en Latinoamérica”, dice Tilmann. “En Santiago, la calidad de vida que tenemos es buena y hay perspectivas de desarrollo”.
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