Durante décadas, el Banco do Brasil fue sinónimo de identidad nacional, de estabilidad financiera y de una perspectiva de futuro indestructible para sus empleados, integrantes de una elite envidiable de trabajadores brasileños. Pero en los años 90, con el proceso de liberalización de la economía iniciado durante el gobierno de Fernando Collor de Mello (1990-1992), e intensificado por las dos gestiones de Fernando Henrique Cardoso (1995-2002), la imagen del Banco do Brasil fue alterada de forma radical. El ápice de este cambió se dio en 1995, con un proceso de reestructuración implementado bajo la forma de un amplio Programa de Retiro Voluntario (PDV, en su sigla en portugués).
“Este programa de retiro fue como una metáfora de los cambios que experimentó el país en aquel momento”, dice Lea Carvalho Rodrigues, autora de la tesis intitulada Banco do Brasil: La Crisis de una Empresa Estatal en el Contexto de la Reformulación del Estado Brasileño, defendida en la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp). “El Banco do Brasil tenía un significado en el imaginario brasileño, como instrumento de desarrollo de la nación y de estabilidad laboral en el BB. En las palabras del entonces director de Recursos Humanos, era un valor nacional. Con esa reestructuración, tales valores fueron puestos en jaque.
“El estudio acompañó los cambios en el banco en el período 1995-2000, y registró el momento más significativo de las rupturas de la institución con su personal y con la propia sociedad brasileña, en la búsqueda de la reducción de costos y la mejora de resultados. Esa modernización habría alterado la propia misión del banco, que como toda estatal, tenía una duplicidad de roles: una actuación en los moldes de una empresa privada, volcada al lucro y a la competencia y, al mismo tiempo, otra, en su calidad de empresa pública, ligada a los intereses de los gobiernos y sujeta a imperativos para plasmar objetivos sociales.” La función del banco era promover el desarrollo del país.
Con las políticas neoliberales de los años 90, su misión pasó a ser la de contribuir al desarrollo de la nación. Es decir: contribuir significa en éste caso actuar como cualquier empresa: generar ganancias y, de esa forma, promover el desarrollo nacional”, acota Lea, que inició la investigación en el marco del proyecto temático desarrollado en la Unicamp e intitulado Cultura Empresarial Brasileña: Un Estudio Comparativo sobre Empresas Públicas, Privadas y Multinacionales, coordinado por el profesor Guilhermo Raul Ruben y financiado por la FAPESP. Ruben también dirigió su tesis de doctorado.
El cambio estratégico del Banco del Brasil tenía como meta abandonar su orientación original y secular: ser un banco estatal “a la antigua”, pasando a perfilarse por el camino de la competitividad, una de las palabras claves para entender el movimiento macroeconómico de los años 90. Esa década fue signada por la escisión con el proyecto desarrollista de otrora, en favor del capital especulativo, con la implantación de políticas de liberalización , teniendo en vista un patrón de crecimiento centrado en una nueva inserción internacional y en la redefinición del rol del Estado, combinados con la estabilidad propuesta por el Plan Real.
De esta manera, el Banco do Brasil sirvió como uno de los pilares de esta nueva política económica. Las declaraciones del presidente del banco en esa época justificaban las medidas de reestructuración de personal en el BB como un proyecto nacional, que significaba una relación diferente y mucho menos estrecha del Estado con la sociedad.”Las alteraciones en el Banco do Brasil formaban parte del programa del presidente Fernando Henrique Cardoso para contener al movimiento sindical en el sector estatal. En 1995, el gobierno federal intentaba aprobar reformas complejas, tales como la del sistema previsional, la tributaria y la administrativa, y a lo que todo indica, el romper la estabilidad laboral del personal del Banco do Brasil tenía como objetivo llevar adelante más fácilmente estas reformas, que también exigían una alteración paradigmática en culturas bastante arraigadas”, explica la investigadora.
“El Banco do Brasil fue estratégico para esa reforma del Estado”, prosigue.La reestructuración del BB formaba parte de una orientación proveniente de los organismos internacionales, para la reformulación del sector financiero, cuyo proceso se inició en el gobierno de José Sarney (1985-1989). Estas directrices apuntaban que era necesario adecuar el sistema financiero al nuevo orden mundial, con la apertura del mercado al sector externo y la privatización de bancos estaduales y federales. Con tales cambios, el sector financiero brasileño alteró completamente sus facciones. Se produjo la privatización de muchos bancos estatales y hubo una debilitación de los pequeños bancos privados, que fueron adquiridos por grandes grupos financieros, en el marco de un amplio proceso de fusiones y adquisiciones. Al mismo tiempo, esos mismos grupos empezaron a verse amenazados por el arribo al país de compañías extranjeras.
Ante la fuerza de esas instituciones extranjeras, otra antigua discusión perdió fuerza en las oficinas del poder ejecutivo: la de la privatización del Banco do Brasil. “Al final de los años 90, con el avance de los bancos españoles, parece que renació un cierto nacionalismo, y entonces la idea de la privatización perdió aire. Ahora, con el nuevo gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, la tendencia indica que este tema no tendrá ya tanta relevancia”, cree Lea. “Pero aun así, creo que la crisis de identidad del banco es seria. El BB únicamente tiene razón de ser si está vinculado a un proyecto de nación. En caso contrario, no tiene sentido que permanezca en manos del Estado”, continua la investigadora.
Déficit
La modernización de BB no implicaba apenas el despido de personal. Paralelamente al programa PDV, el banco anunció el cierre de actividades de 103 sucursales, de un total de 600 unidades deficitarias, la mayoría de éstas emplazadas en las regiones norte y nordeste del país. Este hecho provocó reacciones de insatisfacción en las comunidades locales, que accionaron a sus representantes en el Congreso para negociar las medidas. Muchos parlamentarios afirmaban que el cierre de las agencias comprometería la posibilidad de desarrollo de esas regiones pobres, en razón del tradicional carácter del banco como fomentador del desarrollo local.
El movimiento contra los despidos y el cierre de sucursales llevó al presidente de la República a manifestarse a favor de las medidas, con el argumento de que, si no fuesen efectivizadas, el BB iría a la quiebra. “En ese período, el banco contaba con una informatización precaria, y la situación era caótica en términos administrativos. La innovación tecnológica solo se dio tres años después, en 1998”, explica Léa.Uno de los argumentos para la reestructuración del BB fueron las pérdidas registradas por la institución en el período posterior al Plan Real, que ocasionó una caída del 87% en los ingresos del banco, contando solamente el segundo semestre de 1994.
Un promedio muy superior al de otros bancos. “El Banco do Brasil debía mantener operaciones en dólares en el exterior para que el gobierno pudiera cumplir con sus compromisos externos, en lugar de aplicar esos recursos en el mercado interno, ganando con la valoración cambiaria y con las altas tasas de interés vigentes a la época”, observa. Pero es cierto que el BB cerró el año 2002 con utilidades netas de 2.028 millones de reales. Ese resultado es superior un 87,4% a los beneficios de 2001. La rentabilidad sobre el patrimonio neto promedio del año fue del 22,6%. Solamente en el cuarto trimestre, las utilidades netas crecieron un 80,7% con relación al intervalo equivalente del año anterior, y sumaron 600 millones de reales. Pero el impacto para llegar a tales cifras adquirió por momentos ribetes dramáticos. La reestructuración redundó en una reducción brusca del número de clientes. En 1994 eran 20 millones; dos años después, 6 millones. Solamente al final de 2001 se llegó a los 10 millones de clientes, es decir, la mitad de los que el banco tenía seis años antes.
Estabilidad
En 1995 se registraron también 12 suicidios de empleados del banco, cuatro de éstos en plena ejecución del PDV, iniciado recién en el segundo semestre de aquel año. De acuerdo con la tesis, la estabilidad de los empleados del BB tenía importancia en su futuro laboral, con la garantía de salarios y beneficios, la posibilidad de ascender en la carrera y la adecuación de los intereses de la empresa a los de éstos, lo que ofrecía también seguridad en la vida particular.
“El banco era una extensión de la casa. Y, si bien puede decirse, por un lado, que esa estabilidad generaba tranquilidad, o en muchos casos acomodación y dificultades para la innovación, también es verdad que tales vínculos estrechos con la empresa generaban un alto grado de compromiso y dedicación”, analiza Lea.
Aun con críticas y crisis, el Programa de Retiro Voluntario (PDV) fue considerado un modelo internacional de éxito, debido a la gran adhesión que tuvo. Alcanzó al 80% de lo pretendido por la empresa. En un primer momento se desvincularon unos 13 mil empleados, y dos años después, la reducción de personal ascendía a 43 mil empleados, un 37% con relación a 1994. Para Lea Carvalho Rodrigues, los cambios en el BB son un reflejo de las alteraciones ocurridas en el propio país, bajo la égida de la volatilidad de los mercados y de la economía internacional. “Pero, pese a todas estas alteraciones, el BB sigue siendo el retrato de Brasil”, concluye la investigadora.
El Proyecto
Banco do Brasil: La Crisis de una Empresa Estatal en el Contexto de la Reformulación del Estado Brasileño (nº 97/11257-8); Modalidad Beca de doctorado; Director de tesis Guilhermo Raul Ruben – IFCH/Unicamp; Becaria Lea Carvalho Rodrigues – IFCH/Unicamp