Un nuevo frijol, indistinguible de la variedad carioca, la más plantada en Brasil y, por lo tanto, más frecuente en los platos brasileños, contiene una diferencia para nada trivial: resiste contra la afección conocida como mosaico dorado, capaz de diezmar plantaciones enteras. La novedad reside en una alteración genética introducida en la planta por el ingeniero agrónomo Francisco Aragão, de la estatal Embrapa Recursos Genéticos y Biotecnología (Cenargen), y el agrónomo Josias Faria, de Embrapa Arroz y Frijol. La producción de septiembre de ese poroto transgénico fue aprobada por la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CTNBio), al cabo de un detallado análisis de los estudios que evaluaron los riesgos para el medio ambiente y para la salud que la planta podría representar. Bregando porque la aprobación resista contra las protestas de los activistas y se mantenga, Aragão festeja el éxito inédito del trabajo realizado en el ámbito de una institución pública: “Hasta ahora sólo lo había logrado China; ellos cuentan con un algodón modificado y una papaya resistente a los virus”.
Al día siguiente de la aprobación, el teléfono del investigador del Cenargen no cesó de sonar, y no se trataba solamente de periodistas. “Enseguida empezaron a llamar los productores preguntando si yo les podría enviar semillas”, comenta Aragão, todavía lejos de poder distribuir su éxito. El mosaico dorado provoca daños en todos los lugares donde se cultivan frijoles en América. En Brasil, únicamente no representa un problema en Rio Grande do Sul, donde la mosca blanca transmisora no se adapta bien al frío. Según estimaciones realizadas por Embrapa Arroz y Frijol, entre 9 y 18 millones de personas llenarían sus platos de frijoles con las cosechas perdidas a causa de la enfermedad.
Para combatir el virus, los investigadores de Embrapa se valieron de una defensa natural del frijol: fragmentos del ARN, unas moléculas más simples emparentadas con el ADN. Se trata de un sistema inmunológico innato, insertado en el material genético del organismo y todavía en proceso de comprensión. La genetista Marie-Anne Van Sluys, de la Universidad de São Paulo (USP), se hallaba en una conferencia en Estados Unidos en 1988, donde el francés Hervé Vaucheret y el británico David Baulcombe sugirieron que pequeñas moléculas del ARN se movilizaban por la planta induciendo una respuesta de defensa contra los virus. “Esa idea llamó la atención en la reunión, todavía nadie lo creía”, comenta. Posteriormente, los estudios progresaron y ahora se sabe que los pequeños ARNs funcionan como reguladores de la actividad genética y como mecanismo de defensa en organismos tan diferentes como plantas, bacterias, gusanos y seres humanos. Los avances en ese campo se llevaron el Nobel de Medicina en 2006, pero los estudios pioneros con plantas quedaron fuera (lea en Pesquisa FAPESP nº 133).
La utilización de ese sistema de alta complejidad para el estudio de las funciones génicas es lo que moviliza al laboratorio de Marie-Anne. “Los diminutos ARNs aparecieron para confundirnos”, bromea. Ella explica que Aragão utilizó una función de esos ARNs – la defensa contra los virus – ya establecida en la literatura científica. De cualquier modo, la demostración de que la interferencia por ARN en frijoles transgénicos funciona contra el tipo de virus causante del mosaico dorado le rindió a la pareja de Embrapa un artículo en la revista Molecular Plant-Microbe Interaction en 2007 y otro en Nature Biotechnology en 2009.
Para el caso específico del frijol no modificado, esa defensa natural sólo se desencadena luego de que la planta es infectada, y por eso a menudo llega demasiado tarde para contrarrestar la multiplicación del virus. Lo que hicieron los investigadores fue copiar en el ADN de la planta un segmento del material genético viral con el código para los pequeños ARNs que regulan la producción de la proteína REP, esencial para la multiplicación de los invasores. Mediante esta alteración, la planta transgénica produce constantemente esos ARNs, que se doblan y enrollan en forma de ganchos y activan un mecanismo de la planta para degradarlos. De esa manera, la planta desmantela también los ARNs producidos por los virus, abortando su propagación.
Esta alteración genética solamente adelanta un proceso idéntico al que ya sucedía en el frijol, con las mismas sustancias, por eso no se esperaba que representara riesgos para la salud o para el medio ambiente. Pensando en ello, no resulta preocupante la reciente revelación, publicada en septiembre en la revista Cell Research por un grupo chino, acerca de que los ARNs de los vegetales ingeridos en mayor cantidad en aquel país permanecen presentes en la sangre y regulan la expresión de los genes de los mamíferos. Si la observación también fuera válida para el frijol, sus armas antivirales ya están instaladas en la sangre humana, con o sin transgénicos. Aparte, el grupo de Aragão verificó que el mecanismo no se encuentra demasiado activo en las semillas, sino en las partes verdes de las plantas, menos populares en la dieta brasileña.
Otras batallas
Sin embargo, para que se apruebe una planta transgénica, no alcanza con la ingeniería genética. Aragão y sus colegas se encuentran abocados al tema desde hace casi una década (lea en Pesquisa FAPESP nº 85) y estudian este transgénico desde 2005: comprobaron que no se altera nada. “Realizamos la caracterización molecular, agronómica y nutricional”, comenta el investigador. También alimentaron animales con el frijol modificado y no detectaron diferencias.
Además de reducir la mortalidad en los cultivos de frijoles, el aumento en la capacidad de la planta para combatir la enfermedad por cuenta propia reduciría mucho el uso de pesticidas en las plantaciones, utilizados en el combate contra las moscas blancas. La producción sería así menos nociva para la salud y también más económica.
Su aprobación en la CTNBio es motivo de festejo por parte de los investigadores, aunque no representa el fin del camino. “En tres años tendremos las semillas para los productores”, prevé Aragão. Eso por supuesto, si la aprobación se mantuviera. Según Walter Colli, docente del Instituto de Química de la USP y presidente de la CTNBio entre 2006 y 2009, “la Justicia cometerá una injusticia si desautoriza el frijol de Embrapa”. Colli explica que la Comisión vela por el respeto al principio de precaución: “la mayoría de sus miembros son científicos que conocen en profundidad los mecanismos genéticos y fisiológicos de los seres vivos”.
“La tecnología empleada por Aragão es limpia, bonita y original”, sentencia Colli. Para el caso de que entre efectivamente en producción, el frijol de Embrapa será la primera variedad modificada producida en Brasil, sin la participación de las grandes empresas multinacionales.
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