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Entrevista

Roberto Salmeron: Un físico de gran energía

El tiempo no parece tener demasiada importancia para el físico Roberto Salmeron, a juzgar por la manera en que lo ignora. Su rutina consiste en burlar cualquier agenda, ya sea que esté en Brasil o en Francia. Sus actividades más comunes incluyen conferencias, charlas y cursos, participación en comisiones oficiales, apoyo a físicos brasileños en colaboraciones internacionales, consejería a estudiantes brasileños en el exterior, interpretaciones de experiencias ajenas, análisis de la política científica brasileña, artículos y – más recientemente – planos para escribir libros. Cuando le sobra tiempo, también le gusta pintar. Quizás toda esa energía causase menos sorpresa si la persona en cuestión no tuviese 82 años y no viviese del otro lado del Atlántico, en París.

Salmeron es un paulistano [de la ciudad de São Paulo] hijo de obreros oriundos de España. Realizó el deseo de sus padres al recibirse de ingeniero en la Escuela Politécnica de la Universidad de São Paulo (USP) a finales de los años 1940, para luego abocarse a la física, tomado por una fascinación que ya lo acompañaba desde hacía años. Fue el último asistente brasileño del mítico profesor italiano Gleb Wataghin, quien forjó “y encantó” una espectacular generación de físicos brasileños.

Tras el regreso de Wataghin a Italia, Salmeron completó su formación en física en la Universidad de Brasil (actual UFRJ) en Río de Janeiro, y luego trabajó en el Centro Brasileño de Investigaciones Físicas (CBPF, sigla en portugués), en 1950. Posteriormente pasó por la Universidad de Manchester, Inglaterra, el Centro Europeo de Investigaciones Nucleares (CERN), la Universidad de Brasilia (UnB) y la Escuela Politécnica de París. En ésta última fue donde se jubiló.

Durante su estada en la UnB, Salmeron vivió un período tan fértil de ideas e innovaciones como también frustrante. El golpe militar de 1964 interrumpió una experiencia importante en la enseñanza superior en Brasil y forzó al físico a irse al exterior, pues no conseguía trabajo en el país. “Fue el período más difícil de mi vida”, recordó.

En ese periplo, Salmeron se transformó en un raro caso en el que la referencia profesional de físico respetado internacionalmente se unió a la referencia ética y política de un profesional interesado en contribuir a hacer investigación y enseñanza mejores – lo que indefectiblemente ayudará a hacer un país mejor. Radicado en París desde hace más de 30 años, en la actualidad Salmeron lleva adelante un trabajo de aproximación entre la Politécnica de París, la USP y la UFRJ, con el objetivo de colaborar con amigos y colegas que trabajan para mejorar la formación de los ingenieros brasileños.

Durante la larga entrevista que concedió, demostró preocupación con la constante falta de estructura para el financiamiento y la planificación de los proyectos científicos llevados adelante en elmarco de colaboraciones internacionales. Reveló que Brasil perdió proyectos dentro del CERN a manos de países como Paquistán, por ejemplo. Y criticó la falta de grandes programas científicos que generen impacto en el exterior. Todo ello con un enorme entusiasmo.

Usted ya se jubiló. Tiene 82 años; pero en este caso su venida a Brasil le implica una agenda repleta en varias ciudades del país. ¿Cuáles son todas esas actividades?
Vengo más a menudo a São Paulo, São Carlos, Río y Brasilia, pero siempre hay otras cosas para hacer en otros estados. Estuve hace algunos meses en Fortaleza para un congreso, e iré a Belém a dar unas charlas.

¿Esto significa que continúa en plena actividad en Brasil y en Francia?
Exactamente. Es cierto que en Francia no hago más experimentos. Paré después de que me jubilé, a los 70 años. En la parte de física sigo interesado en la interpretación de los resultados de las experiencias llevadas a cabo relacionadas con un tema en el cual trabajé durante 15 años, buscando el plasma de quark-gluón. Pese a que no hago experimentos, sé acerca de los resultados de los trabajos realizados en Europa y Estados Unidos, y me intereso en las interpretaciones. El grupo que coordinaba antes de jubilarme continúa con el experimento que yo había empezado en el CERN, y cree que ha descubierto el plasma de quark-gluón. Pero yo lo dudo.

¿Por qué?
Porque el problema del plasma es complejo. Hay que efectuar la colisión de dos núcleos de átomos, de preferencia pesados. Plomo contra plomo por ejemplo, o uranio contra uranio. Hacemos eso para dejar a las partículas en un estado de energía muy elevado. De esa colisión de núcleos, si el fenómeno existe, los protones y los neutrones deben disociarse en quarks y gluones. ¿Cómo podemos saber si existe ese fenómeno? Pues analizando las partículas que salen de la colisión. Hay ciertas partículas que, si el plasma realmente existe, deben producirse con una cierta probabilidad y deben salir con ciertas propiedades de energía. Ahora bien, ése es un proceso nuclear sumamente complejo. Supongamos entonces que estudiemos una cierta partícula denominada A. Existen otros procesos nucleares que también producen esa partícula A. No lo hace solamente el plasma. Esto quiere decir que, para saber si esta partícula fue producida por el plasma, debemos excluir todos los otros procesos posibles. Yo diseñéun modelo teórico sencillo mediante el cual demuestro que ciertas partículas que son características del plasma también son producidas con las mismas propiedades en procesos nucleares clásicos que no tienen nada que ver con el plasma. Esto quiere decir que no necesitamos del plasma para explicar su producción.

Pero, ¿por qué precisamente no cree que su antiguo grupo haya descubierto la partícula quark-gluón?
Porque hay más de una interpretación para ese fenómeno. A un fenómeno solamente puede considerárselo como nuevo si no existe ninguna otra interpretación posible. Pero si se lo explica mediante un proceso clásico, conocido, no lo necesitamos.

Usted desenvuelve esa actividad de análisis de experimentos en París. Y cuando viene acá, ¿Qué hace?
Hago cosas muy diferentes. Tal como es el caso de este viaje. El Ministerio de Ciencia y Tecnología creó una comisión para elegir al nuevo director del CBPF. Forman parte de dicha comisión Carlos Henrique de Brito Cruz, rector de la Unicamp, José Roberto Leite, director de Desarrollo Científico y Tecnológico del CNPq, Fernando Zawislak, de la UFRGS, Marco Antônio Raupp, director del Laboratorio Nacional de Computación Científica, y yo. Vine acá ahora porque tenemos cuatro candidatos y vamos a entrevistarnos con ellos.

¿De qué otros proyectos participa en Brasil?
Yo hago algo que me interesa sobremanera, que es trabajar en pro de la enseñanza. Soy un físico jubilado de la Escuela Politécnica de París, la École Polytechnique, una de las más importantes del mundo y con seguridad la más importante de Francia, junto con la École Normal Supérieure. Logré concretar un convenio entre la École Polytechnique con la USP de los campi de São Paulo y São Carlos, y con la UFRJ. De acuerdo con dicho convenio, ambas universidades brasileñas tienen derecho a mandar a la Polytechnique a estudiantes de grado. Éstos estudian dos años y medio en la Polytechnique y se reciben de ingenieros allí mismo también. Poseen así dos diplomas: uno brasileño y otro francés. Es algo excelente: del más alto nivel a nivel mundial en carreras de grado.

¿Cómo hizo para concretar esos convenios?
La Politécnica de París abrió sus puertas a muchos países. En Latinoamérica colabora ahora con Brasil, Chile y México. En Europa con Alemania, Polonia, Suecia, Rusia y Rumania. En Asia con China, Corea del Sur, Vietnam… Como soy brasileño, conversaron conmigo para saber si yo estaba interesado en ayudar en el contacto con universidades brasileñas. Como fui de la USP y mantengo contacto permanente también con la UFRJ, traté de hacer esa aproximación.

¿Y como funciona el convenio?
Los profesores brasileños seleccionan a los alumnos de ingeniería, física, matemática y química que se postulan. Eligen a unos 30 entre 70 u 80. El primer criterio selectivo es que se debe ser bueno en matemática. Luego de la selección en Brasil, viene una comisión integrada por docentes de la Polytechnique a entrevistar a esos alumnos. Y una vez más selecciona a algunos postulantes. El día 2 de abril de este año tuve un inmenso gusto porque se recibieron los alumnos de la primera promoción de la USP, que fueron allá en 2002. Fueron 11 alumnos de la Escuela Politécnica de São Paulo, de la Escuela de Ingeniería de São Carlos y de los Institutos de Física y de Matemática de ambos campi. Ahora hay otros dos grupos allá, de 14 estudiantes cada uno. Este año admitieron a 11 de la USP y a tres de la UFRJ porque en Río se presentaron pocos postulantes. Mi objetivo con ello es contribuir a elevar el nivel de la enseñanza en las escuelas de ingeniería de acá de Brasil.

¿Quién solventa la estadía en París?
La Polytechnique. Y lo lindo de Francia es que todos tienen lo mismos derechos: no hay discriminación. Los estudiantes franceses tienen una beca de alrededor de 1.300 euros por mes (más o menos 5 mil reales). Y los extranjeros también. Con ese dinero pagan el alojamiento, la cantina y los estudios, y les quedan casi 400 euros por más para ir al cine, el metro, la ropa, etc.

¿Cómo era su trabajo en la École Polytechnique de París?
De vez en cuando dictaba cursos sobre temas relacionados con mi trabajo, pero mi principal actividad consistía en investigar y dirigir grupos de investigación. Además de físico yo soy ingeniero. Me recibí antes en la Politécnica de la USP y fue durante el curso de ingeniería que empecé a interesarme en la física, pues yo daba clases de física en cursillos preparatorios para launiversidad y en colegios, tal como muchos jóvenes lo hacen hoy en día. Mi familia era pobre y yo tenía que trabajar para mantenerme, y también para ayudar a mi familia.

¿Eso no era algo tan común hace 60 ó 70 años, no es cierto? Alguien que viene de una familia humilde y logra frecuentar buenos colegios públicos, llega a la universidad y tiene una proyección como la que usted tuvo, tan fuerte dentro de la universidad.
Tuve una suerte inmensa en mi vida. Mi familia era de obreros, pero, por increíble que parezca, todos tenían intereses culturales. Todos leían mucho, eran sumamente politizados. Yo era un pibe cuando estalló la guerra en España. Leían los periódicos todos los días, y yo oía también diariamente las discusiones sobre lo que estaba pasando. Tengo en mi memoria ese tiempo con mi padre y mis tíos; eran opositores del general Franco y del fascismo, y solidarios con la República española. ¿Cómo fui a estudiar ingeniería? Es que desde chico escuchaba a mi padre, a mi abuelo ?el padre de mi madre? diciendo: “Roberto va a ser ingeniero, no va a ser obrero”. Estudiar ingeniería fue la opción obvia; nunca pensé en hacer otra cosa. Pero durante la carrera de ingeniería tuve un excelente profesor de física en la Escuela Politécnica, que se llamaba Luiz Cintra do Prado.

Fue uno de los mejores profesores de física que vi en mi vida, en todos los países donde viví. Yo tenía interés en esa carrera, me interesaba aquella lógica de la física. Después, cuando me recibí, el profesor Cintra do Prado me pidió que fuese su asistente. Eso fue lo que abrió las puertas de mi carrera universitaria. Trabajé como su asistente y, al mismo tiempo, durante un año, por una única vez en la vida trabajé como ingeniero luego de recibirme; eso en el Instituto de Electrotécnica de la USP. Pero, como a mí me gustaba la física, cuando era alumno de la Politécnica de vez en cuando presenciaba los cursos del profesor Gleb Wataghin en la Facultad de Filosofía. Un día fui a conversar con él, y así fue que empecé a trabajar con rayos cósmicos.

¿Gleb Wataghin lo admitió de inmediato?
Sí, inmediatamente. Por eso renuncié en el Instituto de Electrotécnica y acepté una beca de la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras, que era mucho menos que mi sueldo anterior. El profesor Wataghin era un hombre fantástico, de un humanismo extraordinario ¿vio? Trataba a todos de usted. A cualquier estudiante que fuese a conversar con él, por joven que fuera, él lo trataba de usted. En nuestra primera charla me preguntó: “Usted está consciente de que, como ingeniero, puede volverse un hombre muy rico en su país?”. Yo le respondí: “Sí, profesor”. A lo que él me contestó: “¿Y usted quiere ser físico?”. Yo le dije: “Voy a intentarlo”. Se quedó pensando unos minutos y dijo: “¿Usted está casado?”. Y yo: “Estoy de novio”. Él: “¿Y ella sabe eso; está de acuerdo?”. Yo: “Ella lo sabe, profesor, y acuerda”. Él conversó conmigo como si estuviera preparándome para una catástrofe. Fue muy cómico. Al final, me dijo entusiasmado: “Entonces vamos a hablar de física”.

¿Y fue así como usted ingresó al mundo de la física de partículas?
Exactamente. Los experimentos de laboratorio del profesor Wataghin eran todos hechos con contadores Geiger importados, que muchos de ellos ya llegaban rotos. Wataghin me sugirió que construyese esos contadores en gran número acá. Él se entusiasmaba mucho con los rayos cósmicos. Y me decía que en algunos años más yo iría a trabajar a Europa en rayos cósmicos, en los laboratorios de los Alpes, con un paisaje maravilloso de nieve que no existe acá en Brasil. Decía que lapuestas del sol en los Alpes era un espectáculo y que de noche vería la Vía Láctea, con millares de estrellas. Y no solamente eso: allá en Europa, decía Wataaghin, había muchas conferencias, e iba a conocer a (Albert) Einstein, a (Adrien) Dirac, a (Enrico) Fermi, a (Niels) Bohr, a (Wolfgang) Pauli… “Usted va a ver cómo piensan esos hombres; cómo se expresan, es algo maravilloso”, me decía el profesor Wataghin. Pero, de repente, paró y me dijo: “Como físico uno no gana mucho dinero, pero se divierte mucho”.

¿Y usted lo corroboró?
Sí, lo corroboré. Yo creo que durante toda mi vida me han pagado para divertirme. Desde aquella época hasta ahora hago física con el mismo placer, con la misma determinación.

¿Usted conoció a todas esas personas de las que Wataghin le habló?
No, a todos ellos no. Einstein y Fermi murieron más o menos en aquel tiempo, entre 1954 y 1955. Pero a los otros los conocí a todos.

¿Por que decidió salir de la USP e irse a Río de Janeiro?
Fui el último joven brasileño dirigido por el profesor Wataghin. Él permaneció en la USP durante 16 años, y luego decidió regresar a Italia. Cuando partió, quedó un vacío en la Facultad de Filosofía. Es decir, había físicos que eran ya eminentes en aquella época, como Mario Schenberg, Marcello Damy, Oscar Sala, Paulus Pompéia, Abrão de Moraes, todos eran excelentes. Pero se echaba de menos la personalidad de Wataghin. Decidí irme al recién fundado CBPF debido a una invitación de Cesar Lattes. Y allí permanecí durante tres años.

¿Y por qué salió del CBPF?
Yo era un joven de izquierda y todos lo sabían; no se lo ocultaba a nadie. Pero nunca me vinculé a ningún partido político y no tenía actividad política. Ni siquiera tenía tiempo para eso. Pero entonces se produjo un incidente. Los físicos del CBPF visitamos el Arsenal de la Marina en Río, donde había laboratorios de física muy bien estructurados. Pasamos allí muchas horas y almorzamos con los oficiales. El almirante Álvaro Alberto, por ese entonces presidente del CNPq, participó de la visita y, durante el almuerzo, por una de esas casualidades, me senté al lado suyo. Nos fotografiaron, y las fotos aparecieron en la revista de la Marina. Después me enteré de que el jefe de la Policía de Río le telefoneó al almirante diciéndole que yo era de izquierda. El almirante se puso furioso… conmigo. Tanto es así que nunca conseguí una beca del CNPq.

¿Llegó a postularse para alguna beca del CNPq?
Me encontré por casualidad con el profesor Costa Ribeiro, de Río de Janeiro, que era del consejo del CNPq. Le comenté que pretendía ir a Inglaterra con una beca y él me aconsejó que no solicitase nada en aquel momento. ¿Era una señal, no es verdad? Incluso puedo decir que se comportó como un amigo. Peor hubiera sido que me rechazasen una solicitud de beca.

¿El almirante se enojó entonces por el solo hecho de haber sido fotografiado junto a usted?
¿Vio? ¿No es increíble? Poco después tuve una prueba de la bronca que él me tenía. Cesar Lattes pretendía obtener un sincrotrón para Río de Janeiro, idéntico a aquél con el cual había realizado un trabajo importantísimo en Berkeley, cuando produjo el mesón pi artificialmente. Para ello fueron a la CBPF ingenieros y físicos de la Universidad de Chicago, que pasaron un tiempo en Río para proyectarel sincrotrón. En cierto momento ellos estaban en uno de los edificios del CBPF. El almirante Álvaro Alberto dio orden de impedir mi ingreso en el edificio en donde los norteamericanos trabajaban. Para mí eso era ridículo e inaceptable, y entonces decidí irme. Sería una inmoralidad conmigo mismo aceptar aquella condición. Decidí renunciar al CBPF. En la misma época supe que la Unesco estaba ofreciendo becas de estudios para ir al exterior. Solicité una y me la concedieron. Fui a hacer mi doctorado en la Universidad de Manchester, en 1953.

¿En rayos cósmicos?
Sí, en rayos cósmicos. Elegí Manchester porque sabía que allí estaba el laboratorio de rayos cósmicos más importante del mundo. Y sabía que Patrick Blackett, docente y director del laboratorio, premio Nobel de Física, era el papa del tema. Aprendí después que Blackett era también un gran líder científico, el mejor administrador de ciencia que haya conocido en mi vida. Voy a darle un ejemplo de la enorme visión que Blackett tenía. Durante la Segunda Gran Guerra, los ingleses se alistaron en las fuerzas armadas para combatir. Eso incluía a los universitarios y, naturalmente las universidades quedaron casi vacías. Blackett dijo: “No es posible continuar así, porque la guerra un día va a terminar, por eso nosotros tenemos que pensar en preparar a los jóvenes para después de la guerra”. Y recomendó que un gran número de docentes volviese a la universidad.

¿Y eso se plasmó?
Sí. Muchos universitarios fueron convocados nuevamente, pero trabajaban en lo que se llamaba defensa civil. O sea: cuando había un bombardeo ellos trabajaban como bomberos, como asistentes de enfermeros, esas cosas. Pero las clases no pararon.

¿Blackett fue quien lo postuló para el CERN?
Exactamente. Cuando estaba escribiendo mi tesis y me aprestaba a regresar a Brasil, Blackett me llamó y me preguntó si yo querría quedarme más tiempo en Europa y trabajar en el CERN. Yo ni sabía qué era el CERN, que acababa de ser creado. Me dijo que me haría bien pasar un año o dos más en Europa. Fui a Ginebra, conversé con el director del CERN y terminé siendo contratado por un año. El CERN estaba recién empezando. A decir verdad, no existía. Nosotros trabajábamos en barracones de madera cedidos por el aeropuerto de Ginebra. Cuando fui allá éramos menos de diez físicos experimentales “yo fui uno de los diez primeros físicos experimentales contratados por el CERN. No había nada”.

¿Cuánto tiempo usted permaneció allá?
Era para quedarme allí un año. Pero terminé quedándome dos, después tres, y al final me hicieron un contrato permanente. Yo podría haberme jubilado allá se quisiera. En la primera fase permanecí ocho años en Ginebra.

¿El primer acelerador estuvo listo después de cuánto tiempo?
El menor en tres años y medio — fue un récord. El otro, ya mayor, con el cual yo trabajé, demandó cinco años. Era a la época el mayor acelerador del mundo. Hoy en día está en construcción un gran acelerador de protones: el Large Hadron Collider (LHC). Sucede que los protones pasan por una asociación de aceleradores “varios de ellos” antes de llegar al LHC.

¿El LHC va a ocupar precisamente el lugar del Large Electron Position (LEP), el acelerador de electrones que fue desactivado?
Exactamente. Es el mismo túnel, de 27 kilómetros de circunferencia. Pero es otra máquina, porque las condiciones para el acelerador de electrones son muy diferentes de las condiciones para el acelerador de protones.

Usted volvió a Brasil, directamente del CERN a la UnB. ¿Quién lo llamó?
En realidad no hubo una invitación formal. Yo participaba de grupos de discusión sobre la creación de la universidad con amigos interesados en mejorar la enseñanza superior. Ahora bien, el hombre que ideó la estructura de la UnB fue Anísio Teixeira, el mayor educador que Brasil haya tenido. Teixeira ya había pensado en esa nueva estructura para la antigua Universidad de Brasil, en Río, la actual UFRJ; mucho antes de que se pensara en la UnB. Pretendía introducir esa estructura de institutos y facultades, tal como existe actualmente en todas las universidades brasileñas, cuando la Universidad de Brasil se mudase a la ciudad universitaria de Ilha do Fundão. Pero en Brasilia empezamos antes.

¿Antes de la UnB no era así?
No, no lo era. La originalidad de la UnB fue precisamente ésa. La estructura que funciona actualmente en el USP, o en la UFRJ y en todas las universidades empezó en Brasilia, en 1962. Pero ésa fue tan solo una de las innovaciones: la de hacer institutos centrales y facultades. De que hubiera un Instituto de Física, por ejemplo, donde se dictan clases para estudiantes de ingeniería, para todas las áreas de la ingeniería, física, química, matemática, medicina, biología, y así sucesivamente. Eso no existía antes de Brasilia. En 1970 se hizo la reforma universitaria y todo eso fue utilizado. Hasta 1970, la Escuela Politécnica de la USP tenía un departamento de matemática y la Facultad de Filosofía tenía otro.

Otra novedad importantísima de Brasilia consistió en que cambiamos la estructura de la carrera universitaria. Hasta aquella época existía en cada cátedra el catedrático y sus asistentes. Nosotros implantamos una carrera universitaria en la que el joven comenzaba con el título de asistente después de tener la tesis obligatoria para iniciar la carrera docente. Y el docente debía pasar por los puestos de profesor asistente, profesor asociado y profesor titular; y en cada una de ellas hay varios grados: profesor asistente de nivel 1, 2, 3, titular 1, 2, 3 y así sucesivamente. Fuimos nosotros los que acabamos con la carrera del catedrático y del asistente. Ésa fue una gran innovación. Y con la reforma universitaria, en 1970, esto fue implantado en todo Brasil.

Pero, ¿por qué perduró la imagen de que Darcy Ribeiro fue el gran mentor de la UnB?
Darcy Ribeiro tuvo una influencia enorme para que la universidad existiera; pero no fue su mentor. Él trabajaba con Anísio Teixeira, que dirigía el Instituto Nacional de Estudios Pedagógicos (Inep) del Ministerio de Educación. Con Anísio, Darcy aprendió lo que era la universidad. Anísio ideó y lanzó el proyecto en el tiempo de la construcción de Brasilia. Darcy se entusiasmó y, eso sí, trabajó mucho. Anísio se dio cuenta de que se necesitaban expertos para decir cómo debía ser la universidad dentro de cada área: en medicina, ingeniería, biología, química, etc. Y cuando planteó esta idea, Darcy se le juntó y entonces empezaron a crear grupos de consejeros.

Un día me escribieron formalizando una invitación para que yo participase en uno de los grupos como consejero. Vine varias veces desde Ginebra para esas discusiones. Al final, y luego de mucho trabajar como consejero, terminé por decidirme e ir a Brasilia, como si fuera una consecuencia natural de mi trabajo, sin haber recibido una invitación formal. Todo marchaba muy bien, pero entonces fue que sobrevinoel golpe militar. Fue dramático. Yo estaba en Brasilia desde hacía algunos meses, y no había pedido licencia en el CERN. Sencillamente renuncié, pues pensé que nunca más saldría de Brasil. Empecé a trabajar en Brasilia el día 2 de enero de 1964. Y el golpe fue el día 31 de marzo, o mejor dicho, el día 1º de abril. Entonces tuvo inicio un período muy duro; la universidad fue muy perseguida.

¿Cuánto tiempo aguantó?
Dos años, hasta el final de 1965. Ahora bien, fue un período extraordinario porque en Brasilia había un gran entusiasmo. Darcy Ribeiro fue rector de la Universidad de Brasilia por pocos meses. La universidad fue creada por Juscelino Kubistchek, pero la ley fue promulgada por João Goulart. Como Anísio organizó el sistema escolar de Brasilia y conocía todo sobre la enseñanza de la ciudad, Juscelino quería que él fuese el rector. Pero Anísio no quiso, porque su familia vivía en Río y no quería mudarse. Por eso sugirió que Darcy fuera rector. Anísio ocuparía el puesto de vice para así prestigiar a Darcy. Y éste, con su extraordinaria energía, trabajaba como loco. João Goulart terminó encantándose tanto con Darcy que convocó para ser su ministro de Educación y luego jefe de Gabinete. Anísio, que era vicerrector, ocupó entonces el cargo de rector. Eso fue en 1963. Yo llegué a la UnB en ese momento.

¿Y por que todo ese entusiasmo no fue lo suficiente como para impedir que los 223 docentes renunciasen en 1965?
Porque se había tornado imposible permanecer allí. La idea de renunciar fue madurando en cada uno de nosotros, individualmente. Cualquier cosa que ocurriese en la universidad, el servicio secreto del Ejército lo sabía un cuarto de hora después. Si hubiera una discusión de estudiantes en los pasillos, la policía sabia 15 minutos después. La cosa había llegado a ese punto. Nuestras clases eran grabadas y se las llevaban a la policía. Trabajábamos intensamente, era un entusiasmo como nunca antes se había visto en ningún otro lugar. Los docentes y los estudiantes trabajaban en condiciones tan difíciles y deficientes que a veces me daba pena. Pero los estudiantes no se quejaban, lo comprendían. Era una atmósfera muy constructiva.

Aun con el golpe.
Si, incluso después del golpe. Los docentes y los estudiantes, todos tenían consciencia de que estaban haciendo algo nuevo. En esos momentos, en Brasilia, la cuestión de la persecución militar era permanente. Si hubiera un seminario en el anfiteatro, había gente de la policía allí. Había policías inscritos como estudiantes. No es posible trabajar sabiendo que tu colega del departamento de al lado ha sido despedido o detenido, uno no puede permanecer tranquilo así. Yo tenía contacto fluido con los militares, procuraba explicarles a ellos qué se estaba haciendo. A veces me invitaban a tomar un café a la noche para quejarse de la universidad. Ése era el ambiente. Como usted puede ver, la renuncia era inevitable.

Y la solución fue regresar a Ginebra.
Cuando yo renuncié pasé cinco o seis meses desocupado; entonces era mi mujer Sonia quien mantenía a la familia como psicoanalista. El director general del CERN, Victor Weisskopf, se enteró de lo que estaba sucediendo en la UnB. Un cierto día apareció en casa un secretario de la embajada francesa diciendo que tenía una carta del profesor Weisskopf, que debía entregármela personalmente. Era un contrato firmado por el propio Weisskopf, para que yo regresase al CERN. Me quedé con la carta tres meses hasta que me decidir a irme.

¿Por qué?
Porque yo no quería irme de Brasil. Antes incluso intenté conseguir trabajo en las universidades de Río, de Minas Gerais y de Bahía, pero no hubo interés de parte de las rectorías, seguramente debido al clima político. Entonces terminé regresando a Ginebra. Psicológicamente fue el período más difícil de mi vida. Fue muy duro. En el CERN, Weisskopf me concedió el mismo puesto vitalicio que yo tenía antes, que era bastante alto. Y permanecí un año y medio más en el CERN. En esa época también recibí ofertas para ir a las universidades de Oxford, Inglaterra, de Columbia, Nueva York y de Trieste, Italia; y para ir a la Escuela Politécnica de París. Podríamos haber permanecido en Ginebra hasta que yo me jubilase. La vida allá era muy buena; la educación de nuestros hijos era de alto nivel; la universidad era excelente. Pero, después de muchas discusiones con mi mujer, llegamos a una conclusión: “Si tenemos que educar a nuestros hijos fuera de Brasil, vámonos a París, pues allá los chicos se desarrollarán en un ambiente intelectual único en el mundo”. Más allá de que la física en París es del más alto nivel internacional, fuimos a París por nuestros hijos, no por la física. Física de alto nivel yo también la encontraba en el CERN.

¿Cómo está la física en Brasil en los días actuales?
La física, como todas las ciencias, ha progresado mucho en Brasil, especialmente en los últimos 30 años. Contamos con muchos físicos muy capacitados, muy competentes. Pero son pocos los grupos que tienen impacto internacional. Esto se debe a la falta de una infraestructura que haga posible el sostenimiento de tres condiciones fundamentales para hacer investigación científica: una autoridad que defina prioridades y que sea respetada, agilidad para que la decisión al respecto de un proyecto pueda tomarse en poco tiempo y continuidad en el financiamiento de los proyectos. Están faltando también más años de experiencia de la comunidad, con espíritu crítico agudo, en el marco de un proceso de maduración, para que la gente implicada en un cierto trabajo adquiera el hábito de meterse de la manera más profunda posible en el problema específico que está estudiando, de ir hasta las últimas consecuencias y de poder imponerse.

También es pequeña la participación de Brasil en proyectos internacionales importantes, aunque contemos con personas capacitadas para formar parte en tales proyectos. Hay ciertos ramas de la física que solamente pueden desarrollarse en el marco de la colaboración internacional. Hasta en países ricos como Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania, Italia y Suecia existen ciertas ramas en las que no pueden trabajar solos. Y esto es por dos razones: la cuestión financiera y debido al tiempo de trabajo. Existen ciertas instalaciones que, con colaboración internacional, demoran ocho o diez años para ser construidas, con la participación de 10, 15 ó 20 países.

Si un país pretendiera hacerlo solo, cuando terminase el tema ya será obsoleto, o quizá ni siquiera se pudiera hacer. La colaboración internacional es indispensable. Vea dos ejemplos: el Observatorio Pierre Auger, en Argentina, y el Southern Observatory for Astrophysical Research (Soar), en Chile. Esos dos proyectos importantes fueron aprobados porque contaron con la participación decisiva de la FAPESP. Desafortunadamente, esto sucede raras veces en Brasil, porque las decisiones son tomadas por comités que tienden a distribuir escasos fondos entre varios grupos y no tienen la autoridad que tuvo la FAPESP para tomar una decisión, de asumir la responsabilidad ayudando fuertemente en la financiación de un proyecto grande. Falta la infraestructura necesaria como para plasmar colaboraciones internacionalesen Brasil, empezando por una reestructuración de las fuentes de financiamiento. Cuando existe colaboración internacional, el país asume la responsabilidad de construir las instalaciones. Esta construcción demora años, y es necesario viajar siempre para mantener contactos con todos los laboratorios que participan. Y en Brasil no existe una estructura para ello.

Cite un ejemplo concreto de esa falta de estructura.
Me referiré entonces al caso específico de la física de partículas: si un grupo brasileño pretendiera trabajar en el CERN, no existe una estructura en Brasil que pueda financiar la construcción de las instalaciones y los viajes. Para cada cosa surge una puja para conseguir fondos. Vea un caso dramático: hay casi una centena de físicos brasileños que presentaron proyectos para trabajar en los cuatro experimentos que deben efectuarse en el acelerador de partículas LHC del CERN. Estos proyectos brasileños fueron presentados hace años, y fueron aprobados en el CERN, pero aún no lo han sido en Brasil. Lo que ocurre es que, como para cada parte del proyecto existen un tiempo limitado y Brasil no se despabila, los experimentos van quedando a cargo de otros países.

Un ejemplo: para uno de estos experimentos se necesitaba una pieza grande, de un electroimán, que es una trivialidad, y que Brasil debía hacer, con la calidad que tiene nuestra industria. Que podría hacerse incluso en uno de los laboratorios de la Comisión Nacional de Energía Nuclear. El grupo brasileño lo propuso, el CERN lo aceptó y durante dos o tres años nada sucedió. Como cada pieza debe terminarse en un lapso de tiempo determinado, el proyecto quedó a cargo de Paquistán. Brasil lo ha perdido. Y otros proyectos que los brasileños querían llevar adelante también están pasando a manos de otros países.

¿Cuando Brasil acuerda estos proyectos de colaboración con el CERN, tiene que aportar también dinero?
Tiene que aportar los equipamientos, cosa que para nosotros es excelente: son todos equipamientos de vanguardia. El CERN es grande, cuesta caro, y es financiado por 20 países (los propietarios del CERN). Pero los países que toman parte en los experimentos, como es el caso Brasil, no financian al CERN, sino que participan en el financiamiento de los experimentos en los cuales intervienen. Es una partida de fondos aparte, que no tienen nada que ver con el financiamiento del CERN. Para evaluar el costo de participación en esos experimentos, se debe evaluar el gasto por físico y por año. Cuando se efectúa este cálculo, se advierte que el gasto de un experimento hecho por los brasileños en Ginebra cuesta lo mismo que hacer física de sólidos acá en São Paulo o en Río. Hay una carencia de información muy seria: esa física de partículas no es más cara que las otras físicas.

Si debemos elaborar un equipamiento con un grupo brasileño de diez físicos, eso puede costar, digamos que un millón de dólares en varios años. Brasil paga por ello, pero casi todo se hace en las industrias del propio país. Se debe pagar una parte durante el primer año, una parte en el segundo, otra el tercero, etc. Ese equipamiento se usará durante ocho o diez años. Y cuando se ponen en la balanza los años que se lo usará y cuántas personas trabajarán, por persona y por año, resulta que cuesta lo mismo que los otros proyectos. La dificultad radica en lo siguiente: ¿cómo puede ser que un comité del CNPq, con fondos limitados, apruebe un proyecto de un millón de dólares si no tiene ese dinero? Entonces lo sucede es que se requiere de una estructura especial de donde provenga ese monto. Y eso debe ser un proyecto nacional. También faltan acá grandes proyectos nacionales movilizadores prioritarios. No existe una determinación claraque estipule la línea que será prioritaria en el país yqué tendrá prioridad en el presupuesto para tener impacto internacional. No existen acá líneas de investigación creadas para tener impacto internacional.

Y eso no depende solamente de dinero.
No. Depende de dinero, pero también de estructura. También hay una parte cultural: los científicos deben aceptar que eso debe hacerse.

¿Usted cree que no existe esa mentalidad?
Existe en escasa medida. No es ni siquiera de lejos como se hace en Europa y Estados Unidos. En Francia, cuando el gobierno define una prioridad; por supuesto, eso no cae del cielo ni se hace únicamente con autoridad. Pero la cuestión es estudiada por gente competente durante mucho tiempo, por consultores extranjeros; es madurado y entonces sí, se convierte en prioridad. Luego, una vez planteada como tal, esa prioridad es aceptada por todos, nadie protesta. No existe la preocupación de “tenemos tantos científicos y tenemos tanto dinero, vamos a dividir el dinero por tanto”.

¿Y qué instancia debe ser responsable del financiamiento?
Creo que el gobierno nacional, junto a las diversas fundaciones de apoyo a la investigación existentes en el país. Contamos con personas como Sérgio Rezende, por ejemplo, que es el presidente de la Finep, y José Roberto Leite, del CNPq, que saben que debe haber una infraestructura y están trabajando para hallar una solución. Una idea que se desarrolló consiste en que, a través de los fondos sectoriales, se cree una infraestructura para entablar colaboraciones internacionales, no solamente en física, por supuesto.

¿Qué cree que va ser más importante en la física en un futuro?
Hace unos dos años un comité estadounidense difundió un informe sobre eso. Su conclusión apunta que en física habrá cinco campos importantes: la física de partículas, la cosmología y la astrofísica, la física atómica, la física en medicina y biología y la física de materiales.

¿Usted tiene fe en la ciencia, en la educación, en Brasil… Tiene fe en Dios?
No, no tengo fe. Ni siquiera la tuve cuando era chico. Mi madre era muy católica. Tanto es así que yo me llamo Roberto Aureliano Salmeron porque nací el día de San Aureliano, y mi madre y mi abuela me pusieron el nombre para honrar al santo. Mi padre no tenía religión y yo asimilé eso sin adoctrinamiento. Mi mamá quería que hiciera el catecismo. Recuerdo que yo iba al colegio Corazón de Jesús de los Campos Elíseos, en São Paulo, los domingos para ir al catecismo. Pero lo que a mi me interesaba realmente era jugar al fútbol, porque había un patio maravilloso… Por eso íbamos a jugar a la pelota en el colegio de los padres.

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