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Ciencia

Un golpe al orgullo humano

El secuenciamiento del genoma humano muestra semejanzas científicas entre animales, plantas y bacterias, y provee alimento a la idea de que somos apenas una especie más sobre la Tierra

Por un momento, el hombre se sintió pequeño. Exactamente ese mismo día, 12 de febrero, los dos grupos que pugnaban desde hace años por terminar más rápido el secuenciamiento de todo el genoma humano – el consorcio público internacional y la empresa privada norteamericana Celera Genomics – divulgaron, separadamente y en diferentes publicaciones, la misma sorprendente noticia: después de mapear cerca del 95% del código genético humano, estimaron que el hombre tiene alrededor de 30 mil genes, tres o cuatro veces menos que lo que imaginaban.

En medio del enmarañado de datos, análisis y opiniones que rellenaban las dos radiografías iniciales de nuestro genoma, impresas en las páginas de la británica Nature (consorcio público) y de la norteamericana Science (Celera), ese número llamó la atención de todos. ¡Solo 30 mil genes! La especie que domina el planeta, el ser capaz de hincar su bandera en la Luna y regresar a la Tierra, alberga en cada una de sus células poco más que el doble del número de genes que tienen los gusanos y las moscas. La reacción de la sociedad fue inmediata. Asombro generalizado y bromas comparando al Homo sapiens con los pequeños seres alados y rastreros. ¿Ésa sería entonces la principal conclusión de uno de los más mentados y caros programas científicos llevados adelante por la humanidad?

Más allá de esa constatación, los datos del genoma mostraron que los genes se distribuyen de manera irregular entre los 23 pares de cromosomas que forman el genoma humano. Hay cromosomas con alta incidencia de genes y otros con poquísima. También se verificó la predominancia de secuencias repetidas, el denominado ADN basura, cuja función es aún poco conocida. Por ahora, éste es interpretado como una evidencia de que nuestro código genético incorporó secuencias de otro seres (bacterias, por ejemplo) y aún no se libró de ese material de dudosa utilidad. La finalización de un gran trabajo científico puede frecuentemente generar más dudas que certezas. Eso fue lo que ocurrió con el genoma humano, diseminando un efecto aparentemente – solo aparentemente – opuesto al que inicialmente se esperaba. A medida en que se analizan las informaciones de los dos “borradores” de nuestro ADN, una serie de nuevas – y antiguas – cuestiones entra al orden del día. A continuación, mostramos algunas de ellas:

El final del comienzo aún no ha terminado
Es necesario dejarlo bien claro: el mapa del secuenciamiento, tal cual como éste ganó las páginas de Nature y de Science, es aún un esbozo (el segundo)de nuestro ADN, aunque ya exhiba contornos mucho cercanos a la forma final. Es como si la humanidad hubiera recibido una enorme biblioteca con un catálogo aún precario, que no permite saber cuántos libros existen en todos los estantes ni separar las obras importantes de las medianamente importantes y las casi sin ningún valor. Ninguno de los resultados apuntados por los estudios publicados en ambas revistas es definitivo o incuestionable. Los números son provisorios y deben ser mejor calculados, los análisis aún carecen de precisión y hay una serie de cuestiones aún en abierto. “La actual configuración del genoma, generada en programas de computadora, con ese reducido número de genes, es una excelente hipótesis acerca de cómo debe ser nuestro ADN, pero aún es una hipótesis”, evalúa Marcelo Briones, profesor de biología y evolución molecular de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp).

Estas salvedades son necesarias por una sencilla razón. En rigor, los investigadores de ambos grupos aún no le han puesto punto final al gigantesco trabajo que se propusieron: establecer el orden correcto de los 3,2 mil millones de bases nitrogenadas – adenina, citosina, guanina y timina, representadas respectivamente por las letras A, C, G e T – esparcidas por los cromosomas. En junio del año pasado, ya habían anunciado la conclusión de más del 80% del secuenciamiento del genoma humano, pero en esa ocasión no pusieron en el papel sus hallazgos. Ahora dieron un paso al frente. Perfeccionaron el boceto inicial y escribieron páginas y páginas en las dos revistas científicas más influyentes del planeta sobre lo que encontraron.

El consorcio público afirma que descifró el orden del 94% de la secuencia de bases nitrogenadas, un punto porcentual menos que Celera. Es decir que aún existen agujeros considerables en nuestro genoma; lagunas que pueden marcar la diferencia, más aún cuando se sabe que solo un 2% del material genético del hombre se diferencia del ADN del chimpancé. Además, poco más de un tercio de los genes identificados tienen funciones desconocidas. El final del principio: un juego de palabras usado por muchos científicos para decir que el secuenciamiento del genoma humano es la primera etapa – y no la última- en la búsqueda del desciframiento de nuestro ADN: definitivamente esto no ha terminado. Tanto es así que el consorcio público admite en el artículo de Nature que solo en 2003 tendrá una secuencia del genoma con menos lagunas.

Por cierto, 2003 era la fecha prevista para la divulgación del mapeamiento completo del genoma. Pero como Celera se anticipó y resolvió publicar en Science su trabajo, aunque el mismo estuviera inacabado, el consorcio público también decidió divulgar su material antes de lo programado en Nature, principal competidora de la revista estadounidense. “No podíamos dejar que una sociedad privada se llevara el rédito de un trabajo que ella no podría realizar sin apoyarse en los datos del esfuerzo público”, afirma Jean Weissenbach, director del Centro Nacional de Secuenciamiento de Francia, justificando la actitud de la iniciativa pública. Los datos del consorcio – una red integrada oficialmente por laboratorios de seis países (Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania, Japón y China), pero en la práctica abastecida también por otras naciones, como Brasil – fueron efectivamente usados por Celera.

Pero al final, ¿cuántos genes tenemos?
Los dos artículos, el de Nature y el Science, sitúan el número de genes del Homo sapiens entre los 26 mil y los 40 mil. La tan mentada cifra de 30 mil genes humanoses una especie de media de consenso, que parece haber agradado tanto a los científicos del consorcio público como a los de Celera. Antes de la publicación, se estimaba que nuestra especie tenía cerca de 100 mil genes. Algunas previsiones hablaban de hasta 120 mil ó 140 mil genes.

Entretanto, están quienes dicen que la actual previsión de 30 mil genes es tan cristalina e indiscutible como el resultado de las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos. Éstos apuestan a que – tarde o temprano – se hará un recuento. Los científicos que participan de proyectos genómicos en Brasil creen que pueden existir más genes aún no detectados por los modelos matemático -computacionales de Celera y del consorcio público. El total – dicen – podría llegar a 50 mil, si se consideran los denominados genes transcritos, que forman las moléculas de ácido ribonucleico (ARN), la base de la síntesis proteica.

Andrew Simpson, coordinador del Genoma Humano del Cáncer (GHC), proyecto financiado por la FAPESP y por el Instituto Ludwig, es uno de los que sostienen esa proyección. El año pasado, su equipo aplicó en el cromosoma 22, uno de los menores y de los primeros que fue descifrado, la técnica usada por el GHC, las ESTs o etiquetas de secuencias expresadas, que indica solo los trechos activos de la molécula de ácido desoxirribonucleico (ADN). Resultado: el grupo paulista encontró 219 nuevas regiones transcritas, que parecen corresponder a cerca de 100 genes que aún no habían sido descritos. Por su relevancia, el descubrimiento ganó las páginas de la edición del 7 de noviembre de 2000 de Proceedings of the National Academy of Sciences, de Estados Unidos. “Nuestro trabajo, si continúa siendo bien hecho, puede contribuir para determinar con precisión el número de genes del genoma humano”, comenta Simpson.

Otra indicación de que el número de genes humanos puede estar sujeto a ajustes proviene del equipo paulista del recientemente concluido genoma de la caña de azúcar, que mapeó parcialmente el ADN de esa planta y rastreó cerca de 80 mil genes (ver Pesquisa Fapesp nº 59) . Cruzando las informaciones obtenidas durante el secuenciamiento de la caña de azúcar con las disponibles en el GenBank, banco de datos sobre todos los genomas concluidos o en fase de secuenciamieto, los investigadores vinculados al proyecto de la FAPESP encontraron – quién diría – entre 200 y 1.000 genes aún no identificados en la Arabidopsis thaliana, la primera planta enteramente secuenciada al final del año pasado. Aunque el resultado de la comparación todavía puede ser sujeto a valores más precisos, éste podría aumentar en hasta un 5% el total de genes (25 mil) previstos en la Arabidopsis. Si se encontraron nuevos genes en esa planta, ¿por qué eso no podría ocurrir con el ser humano?

Determinismo genético versus factores ambientales
La hipótesis de que el ser humano tiene apenas 30 mil genes reavivó este antiguo debate. Los críticos del determinismo genético, en general científicos y otros profesionales ligados al área humanística, pero también ilustres biólogos como Richard Lewontin, de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, se vieron fortalecidos con la noticia de la supuesta escasez de genes del Homo sapiens. Con tan pocos genes, ¿cómo podemos adjudicarle al ADN todo lo que somos – apariencia física, propensión a enfermedades y gustos personales – y relegar a segundo plano el papel del ambiente? Críticos más incisivos decretaron la muerte del concepto de gen, como lo hizo el diario Folha de S. Paulo en un editorial después de la publicación de los datos del consorcio público y de Celera.

En lo que parece ser un cambio de postura, Craig Venter, titular y principal científico de Celera, ciertamente uno de los hombres que más sueñan con ganar dinero con el estudio de los genes, comenzó a proferir una serie de afirmaciones de notoria prudencia sobre el peso de las secuencias de As, Cs, Gs y Ts en nuestra existencia, tras la publicación del artículo de su compañía. “El montaje de la secuencia del genoma humano es tan solo el primero y un tímido paso de una larga y excitante tarea en dirección al entendimiento del papel del genoma en la biología humana”, dijo. U otra: “Deben evitarse dos falacias: una es el determinismo, la idea de que todas las características de un ser son dictadas por el genoma; y la otra es el reduccionismo, (creer que) ahora que conocemos totalmente la secuencia humana, entender las funciones e interacciones de los genes que darán una completa descripción causal de la variabilidad humana es apenas una cuestión de tiempo”.

Francis Collins, principal coordinador del trabajo del consorcio público del genoma humano, no siguió a Venter en el discurso moderado. Días después de la publicación del artículo de su equipo, Collins participó en la reunión anual de la Asociación Americana para el Progreso de la Ciencia, en San Francisco, Estados Unidos, e insistió en difundir la idea cliché de que el ADN es el “libro de la vida”, metáfora que Venter, también presente en el encuentro científico, se encargó de rechazar. Ambos investigadores, que siempre mantuvieron tantas divergencias – acerca del patenteamiento y de los métodos de secuenciamiento de genes -, lograron agregar un apartado más a su lista de diferencias.

Genómica comparativa
Un área que sale en ganando con la publicación de las secuencias presentes en nuestro ADN, por más que las analogías tiendan a dar por tierra con el antropocentrismo, es la genómica comparativa. Ya era sabido que el tamaño del genoma – la cantidad de pares de bases- no guarda relación con el status evolutivo de un organismo. Un protozoario, la Ameba dubia, tiene 670 mil millones de pares de bases en su genoma: es 220 veces mayor que el humano. Y no es ése el único ser que bate al Homo sapiens. Incluso el perro, nuestro mejor amigo, deja al hombre atrás: el Canis familiares tendría unos 100 millones de pares más que su dueño.

Nuestra cantidad de genes, que después de las nuevas proyecciones se redujo a 30 mil, también dejó de ser, por sí sola, motivo de orgullo para la especie. La conocida mosca de la fruta (Drosophila melanogaster) tiene más de 13 mil genes; el gusano Caenorhabditis elegans, 19 mil; y la Arabidopsis, 25 mil. Ni halar de la caña de azúcar, mapeada parcialmente en São Paulo y con cerca de 80 mil genes ya contados. Para quienes creen que el hombre es un ser único, las malas noticias brotan por todos lados. Según el consorcio público, los cromosomas del ser humano y del ratón común presentan muchas semejanzas: existen como mínimo 200 segmentos con por lo menos dos genes comunes y en el mismo orden. “Las comparaciones con el ratón van a ayudar a identificar nuevos genes humanos”, dice Sandro José de Souza, coordinador de bioinformática del Genoma Humano del Cáncer.

En la genómica comparativa, el ADN del ser humano es colocado junto al de otros organismos. Las conclusiones pueden ser sorprendentes. “Genéticamente, nos parecemos más a las plantas que a los hongos, a diferencia de la filogenia, que pone a las plantas y a los hongos juntos”, comenta Carlos Frederico Martins Menck, del Instituto de Ciencias Biomédicas (ICB) de la Universidad de São Paulo (USP). Tras analizar 120 genes de reparación de ADN – los guardianes del genoma, que arreglan los daños que se producen en esa molécula -, Menck y su equipo encontraron notables semejanzas y, al mismo tiempo, notorias diferencias entre los genomas del hombre, de los animales, las levaduras (hongos), bacterias y plantas (caña de azúcar y Arabidopsis).

Un mismo gen puede ser encontrado en diversas especies, pero las plantas, por ejemplo, pueden tener genes que solo se encuentran en el hombre o típicos de bacterias, o no tener genes indispensables para otros organismos. “Lo peor es cuando no encontramos nada en esas comparaciones del genoma. En esos casos, tenemos que buscar nuevamente hasta tener la seguridad de que no existe realmente nada en común”, comenta Valéria Rodrigues de Oliveira, del equipo de Menck. Al final del año pasado, ella encontró por primera vez un gen de reparación de bacteria en seres humanos, lo mismo que, como después se vio, funciona en cloroplastos, compartimientos de las células vegetales en los que se realiza la fotosíntesis. “El intercambio de genes entre organismos es mucho más intenso de lo que pensábamos”, afirma Menck. “Los genomas son mezclas de genomas.”

La cuestión de las razas
Las dos secuencias casi completas del genoma humano trajeron nuevas evidencias de que, por lo menos desde el punto de vista genético, no existen diferencias significativas que justifiquen la noción de raza para clasificar a los seres humanos. El genoma de una persona es igual en un 99,99% en su composición si se lo confronta con el ADN de cualquier otro individuo humano viviente sobre la faz de la Tierra, ya sea éste blanco, negro, amarillo o de origen indígena. Celera estima que las diferencias entre el genoma de dos personas se resumen a 1.250 pares de bases con “letras” distintas. El artículo de la empresa afirma que las diferencias genéticas entre personas que pertenecen a una misma etnia pueden incluso ser mayores a las existentes entre dos individuos de razas distintas.

La noticia obviamente es buena, y contribuye – es lo que se espera- para disminuir los prejuicios raciales. Pero no se puede interpretar tal información de manera errónea. Sí, somos todos extremadamente parecidos en el seno de nuestro ADN. Pero eso no quiere decir que cada grupo étnico no tenga predisposiciones genéticas específicas, cosa que puede incrementar o disminuir la emergencia de ciertas dolencias en dichas poblaciones. Por ejemplo: la anemia falciforme, causada por una modificación en la hemoglobina, producto de alteraciones en un gen, se da mayormente en la población negra. Otro tipo de anemia, la talasemia, también provocada por alteraciones genéticas beta, tiene mayor incidencia en individuos de origen mediterráneo. “En algunos casos, personas de diferentes etnias pueden tener diferentes respuestas ante una misma droga. Eso debe de ser tenido en cuenta a la hora de desarrollar medicamentos”, dice Mayana Zatz, coordinadora del Centro de Estudios del Genoma Humano e investigadora del Instituto de Biociencias de la USP.

Materia prima para las ciencias
Aunque no constituyan la versión final del genoma humano, los dos esbozos de nuestro ADN contienen datos en cantidad y calidad suficientes para impulsar investigaciones en las más variadas áreas durante muchos años. “Ahora vamos a poder construir la medicina del siglo XXI”, dice Sérgio Danilo Pena, profesor de Inmunología de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) y director del Centro de Análisis y Tipificación de Genomas del Hospital del Cáncer A.C. Camargo de São Paulo. Es una materia prima abundante también para ingenieros, especialistas en computación, matemáticos y filósofos. “En los próximos meses, vamos a comenzar a sentir el impacto del genoma, quizás de manera diluida”, vaticina Marco Antonio Zago, de la Facultad de Medicina de la USP de Ribeirão Preto. “Grupos en el mundo entero van a divulgar trabajos que utilizan las informaciones de las secuencias.”

Ni bien salieron los artículos de Science y Nature, el físico Murilo da Silva Baptista, del Instituto de Física de la USP, les telefoneó a los biólogos que conoce. No los dejó en paz hasta que consiguió de ellos la secuencia completa del cromosoma X, uno de los menores. Su plan: estudiar patrones de organización de la molécula de ADN y ciclos de repetición de codones, conjuntos de tres bases que forman los aminoácidos, componentes de las proteínas.

La comprobación de la existencia de una regla que controla la existencia de codones puede ayudar a prever cuándo uno de ellos puede aparecer nuevamente. “El genoma humano es un terreno extremadamente fértil, solo tenemos arrojar las semillas”, dice el físico, que el año pasado detectó esos patrones de repetición al analizar los genomas de la drosófila y de la bacteria Mycoplasma genitalium. Son sistemas con reglas propias, pero que, no se sabe por qué motivo, presentan características matemáticas comunes a las de oscilación de los índices económicos de las bolsas de valores y con el comportamiento de partículas atómicas cargadas eléctricamente, el llamado plasma.

La era posgenómica: transcriptoma y proteoma
Teniendo ya el trabajo de determinación del orden de los 3 mil millones de pares de bases encaminado, la nueva ola en el área genómica – o posgenómica – es el estudio del proteoma, el conjunto de proteínas de un organismo. Como es sabido, los genes producen proteínas, las moléculas que forman las células y los tejidos, cuyo exceso o falta pueden causar enfermedades. Muchas moléculas conocidas son proteínas: hemoglobina, insulina, hormonas y neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, sin mencionar las enzimas, indispensables para las reacciones químicas. Las proteínas representan cerca del 90% del peso seco de la sangre, un 80% de los músculos y el 70% de la piel .

En el hombre, el estudio de la interacción de las proteínas puede llegar a convertirse en una tarea aún más complicada que el desciframiento del genoma. Uno de los motivos: nadie tiene una idea muy clara acerca del tamaño de nuestro proteoma. Al contrario que el ADN, idéntico en cualquier parte del cuerpo, las proteínas producidas en un tipo de célula no son las mismas encontradas en otras. Como el hombre tiene cerca de 100 billones de células, esta vez será difícil llegar rápidamente a un número consensual. Desde ya, las estimaciones van de 100 mil a un millón de proteínas. Tanto el consorcio público como Celera ya han iniciado la investigación en ese campo. En Brasil existen pocos grupos especializados. Fuera de São Paulo, uno de los únicos es el Centro Brasileño de Servicios y Investigación en Proteínas de la Universidad de Brasilia (UnB).

Para algunos científicos, la carrera hacia el proteoma es inevitable, pero se está dando de una manera precipitada. “Deberíamos hacerlo de manera diferente”, afirma Simpson. Antes de se dedicarse a las proteínas, dicen, sería conveniente entender el transcriptoma, el conjunto de genes que, por estar expresados, generan moléculas de ARN, necesarias para la síntesis de proteínas. Cuando logran demostrar que una región del ADNes transcrita, los investigadores comprueban que hay allí uno o más genes. La Iniciativa para la Validación del Transcriptoma Humano, un proyecto conjunto recientemente iniciado por la FAPESP y el Instituto Ludwig, pretende hallar 4 mil genes transcritos en los próximos dos años. Treinta y un laboratorios participan de dicho proyecto, presupuestado en un millón de dólares. “Para nosotros, el hecho de que Celera y el consorcio público no hayan terminado todo el trabajo fue una excelente noticia”, afirma Anamaria Aranha Camargo, del Ludwig, una de las coordinadoras del Transcriptoma Humano. “Todavía tenemos muchos genes por encontrar y validar.”

Lógica peculiar
No siempre los mayores cromosomas contienen más genes y los menores menos

Cromosoma / Tamaño* (en millones de pares de bases) / Número de genes** / Densidad (genes por millón de pares de bases)
1 / 220 / 2.453 / 11
2 / 240 / 1816 / 7
3 / 200 / 1611 / 8
4 / 186 / 1145 / 6
5 / 182 / 1366 / 7
6 / 172 / 1467 / 8
7 / 146 / 1219 / 8
8 / 146 / 940 / 6
9 / 113 / 1018 / 8
10 / 130 / 1027 / 7
11 / 132 / 1586 / 12
12 / 134 / 1342 / 10
13 / 99 / 582 / 5
14 / 87 / 873 / 10
15 / 80 / 804 / 10
16 / 75 / 995 / 12
17 / 78 / 1210 / 15
18 / 79 / 472 / 6
19 / 58 / 1409 / 23
20 / 61 / 697 / 11
21 / 33 / 286 / 8
22 / 36 / 641 / 17
X / 128 / 992 / 7
Y / 19 / 104 / 5
Total / 2907*** / 26.383 / 9

*Estimación.
** Considerando la estimación más baja de genes humanos, en la cualse incluyen 328 genes que Celera aún no consiguió asociara ninguno de los cromosomas humanos.
*** Incluyendo los 75 millones de pares de bases que Celera aúnno consiguió asociar a ninguno de los cromosomas humanos.

Fuente: Science

Entre ciudades y desiertos
No todos se plegaron a los gráficos, tablas y extensos relatos científicos para entender el genoma humano. Bob Waterson, director del Centro de Genoma de la Universidad de Washington en St. Louis, Estados Unidos, no hesitó en valerse de metáforas con el propósito de dejar clara la irregularidad con la que los genes se distribuyen a lo largo de los cromosomas humanos. “En algunas regiones, los genes están bastante amontonados, como los edificios en las ciudades”, dijo Waterson. “Existen también grandes desiertos, donde el ADN basura puede ser encontrado, y cada región contiene informaciones únicas sobre la historia de nuestra especie”. Ese escenario contrasta profundamente con el genoma de otras especies, como la Arabidopsis, el C. elegans o la Drosophila, mucho más uniformes, esparciéndose en suburbios, con una distribución relativamente regular de genes en los cromosomas.

Los centros urbanos, densos en genes, están constituidos predominantemente por bloques de dos bases nitrogenadas, guanina y citosina, G y C. En el caso de los desiertos, el ADN basura es ricos en adeninas y timinas, A y T. En cada cromosoma, existen largos tramos de GC, unos con una densidad del 60% y otros solamente con un 30%, por ejemplo. Nunca se constituyen de modo regular y constituyen lo que Waterson denomina como vecindades, con tonalidades distintas. “Es como si las regiones de genes y el ADN basura hubieran hecho un acuerdo, de manera tal que los primeros ocupen las ciudades, y el segundo los desiertos”, dice Eric Lander, director del Centro de Investigación del Genoma del Whitehead Institute, Estados Unidos. Próximos a las ciudades existen tramos en los cuales tan solamente las bases G e C se repiten 30 mil veces o más. Son las islas CpG, poco representadas a lo largo del genoma, que ayudan a regular las funciones de los genes.

Otra peculiaridad: cada gen humano puede originar en promedio tres proteínas, más que los genes de gusanos y moscas. Esto es producto del llamado splicing alternativo, en el cual las partes de una proteína pueden reordenarse de un modo diferente -ABC, CBA o BAC, en el caso hipotético de que existan solo tres elementos-, como piezas de un juguete para armar. Ese proceso es posible porque los genes se encuentran esparcidos a lo largo del ADN y las regiones que codifican proteínas no son necesariamente continuas.

La especie humana también expandió las familias de proteínas. Se calcula que cerca del 60% de las familias de proteínas humanas contienen más elementos que en cualquier otra especie. Y la mayoría de los grupos de proteínas está asociada a funciones fisiológicas más desarrolladas en los vertebrados. El artículo de Science lista 247 genes reguladores del desarrollo o asociados al sistema nervioso, a la interacción de proteínas, a moléculas de señalización o a respuestas del sistema inmunológico en el hombre, en la Drosophila, en el C. elegans, en la levadura y en la Arabidopsis, con una impresionante ventaja a favor nuestro.

El refinamiento es evidente: solo el organismo humano, entre los estudiados, produce los genes de la interleucina, un tipo de anticuerpo. También tenemos cerca de tres veces mayor cantidad que las drosófilas y los gusanos de un cierto grupo de proteínas que regula la respuesta a las infecciones: las inmunoglobulinas, ausentes en hongos y plantas. Y tenemos por lo menos diez genes que pertenecen a cuatro familias de proteínas involucradas en la producción de mielina, el revestimiento y sostén de los nervios; las drosófilas tienen apenas uno de esos genes, y el C. elegans ninguno.

El análisis del genoma detectó la presencia de remanentes de una migración que se produjo en los primeros ancestrales vertebrados. Como tenían pocas defensas contra parásitos invasores, las bacterias podían volverse resistentes en el interior de los organismos. El resultado de esa coexistencia es que el genoma humano alberga cerca de 200 genes que parecen provenir de bacterias o de genomas intermedios de virus, aunque no se descarta enteramente la hipótesis que las bacterias puedan también haberles hurtado genes a los ancestrales vertebrados. De acuerdo con el artículo de Nature, alrededor de la mitad del genoma deriva de los llamados elementos transponibles o transposones, genes que saltan de un punto a otro del cromosoma o incluso de un cromosoma a otro y regulan la función de otros genes.

Otro punto interesante es aquel que los científicos están denominando “manía de coleccionar gangas”, en contraste con otras especies. La cantidad de basura acumulada en nuestro genoma excede a la de especies más antiguas, con excepción de la ameba. Hay repeticiones en la mitad de nuestro genoma, muchas más que en la Arabidopsis (11%), en el C. elegans (7%) y en la drosófila (3%). “Ese hecho sugiere que fuimos muy lerdos para hacer la limpieza en casa”, compara Arian Smit, bioinformático del Instituto de Biología de Sistemas. Se calcula que la drosófila limpió la casa hace cerca de 12 millones de años, mientras los mamíferos los hicieron hace 800 millones de años.

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