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Memoria

Un hombre, una convicción

Alberto Carvalho da Silva murió a los 85 años creyendo en el fortalecimiento del área de C&T en pro del desarrollo del país

Trece días antes de su muerte, el profesor Alberto Carvalho da Silva concluyó un extenso estudio sobre la historia estadística de la FAPESP. “Carvalho consolidólos datos sobre becas, auxilios y proyectos financiados hasta los días actuales y los reunió en un mismo documento”, relata el director presidente de la Fundación, Francisco Romeu Landi. Lo que aparentemente sería apenas un trabajo de investigación más, fue en realidad la última obra de uno de los más importantes actores en el escenario de la ciencia y la tecnología brasileña de los últimos 50 años.

El doctor Alberto, como era conocido entre sus pares, tenía 85 años cuando murió, el pasado 30 de junio, como consecuencia de una fibrosis pulmonar, y estaba haciendo un enorme esfuerzo para respirar y caminar. Pero incluso así, hizo hincapié en terminar aquello que se había propuesto. “Era natural que obrase así”, afirma su esposa Isa. “Él siempre se sintió como si fuera una especie de padre de la FAPESP.”

Alberto Carvalho da Silva tuvo efectivamente una relación umbilical con la Fundación. Dicho vínculo comenzó en 1956, cuando fundó la Asociación de Auxiliares de Enseñanza de la Universidad de São Paulo (USP) junto a otros investigadores, como Fernando Henrique Cardoso. Dicha entidad surgió para bregar por la valoración de las actividades de investigación y enseñanza en la universidad, y en defensa de la autonomía de profesores e investigadores.

Mas también manifestaba su preocupación con la estructuración de la FAPESP, prevista en la Constitución de 1947. Como primer presidente y representante de los libre docentes en el Consejo Universitario de la USP, el doctor Alberto le presentó al por entonces gobernador, Carvalho Pinto, a comienzos de 1959, una propuesta para la institución del régimen de trabajo de dedicación exclusiva y para la estructuración de una fundación de apoyo a la investigación. “Mucho antes de ser catedrático, él ya trabajaba para mejorar las condiciones de trabajo de los investigadores”, afirma Eduardo Krieger, director de la Unidad de Hipertensión del Instituto del Corazón (Incor) y presidente de la Academia Brasileña de Ciencias (ACM).

En el transcurso del año 1959 fueron aprobadas las dos propuestas: la de la nueva carrera universitaria y la de la creación de la FAPESP, y se formó un grupo de trabajo para elaborar la ley de implementación. Curiosamente, la discusión de la ley se llevó a cabo precisamente cuando el doctor Alberto estaba en Estados Unidos, entre octubre de 1959 y finales de 1960, en el Departamento de Fisiología de la Universidad de Chicago y en el Departamento de Nutrición del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), en Boston.

Su interés por las estrategias de desarrollo de la ciencia y la tecnología surgió en razón de su intensa actuación como investigador. El doctor Alberto era portugués -nació en Porto en 1916, y llegó a Brasil siendo niño todavía. Cursó la carrera de Medicina en la USP, en la cual se recibió en 1940, año de su naturalización. Frecuentó como aluno oyente las carreras de Filosofía y Ciencias Sociales y Química, también en la USP. Luego de egresado, hizo carrera naturalmente. Primeramente se convirtió en segundo asistente del Departamento de Fisiología. Luego fue primer asistente, libre docente, profesor adjunto y catedrático, en 1964. Siempre trabajó en el ámbito de la enseñanza y la investigación, hasta ser obligado por la dictadura militar a jubilarse de la universidad en 1969, mediante el Acto Institucional nº 5 (AI-5). Pasado ese período, el doctor Alberto se dedicó a trabajar exclusivamente en política científica.

“En los años 40 y 50, él era un investigador mejor que aquéllos que lo precedieron”, evalúa Gerhard Malnic, profesor titular del Departamento de Fisiología y Biofísica del Instituto de Ciencias Biomédicas de la USP y director del Instituto de Estudios Avanzados (IEA). “Era uno de los pocos que publicaba artículos en revistas extranjeras y fue el responsable de la significativa mejora del Departamento de Fisiología”. Malnic, quien realizó su doctorado con el doctor Alberto, dice que éste tuvo vital importancia para la enseñanza y la investigación -fue su actuación como profesor y investigador lo que le aportó el peso para sus acciones políticas. “Nadie llega a ser realmente importante políticamente sin tener bagaje científico”, cree Malnic. El clima de la época también ayudó. “La universidad empezó a producir una mayor cantidad de jóvenes interesados en investigación en la década del 40, en su mayoría formados bajo el influjo de los profesores visitantes de la Facultad de Filosofía,Ciencias y Letras”, narró el doctor Alberto en testimonios dados a los profesores Amélia Império Hamburger, Shozo Motoyama y Marilda Nagamini.

Para perfeccionarse en nutrición, su área de interés, el doctor Alberto consiguió una beca de la Fundación Rockefeller y pasó dos años (1946-47) en el Departamentode Nutrición de la Universidad Yale, Estados Unidos, adonde fue con su mujer, Isa -se habían casado con ella en 1944. Regresaron a Brasil en un buque carguero, la única manera de embarcar los equipos que compró para la Facultad de Medicina. “Trajimos también una colonia de ratones para usarlos en los laboratorios de la facultad”, cuenta Isa. “Alberto guardaba la jaula con los animales dentro del pequeño armario de ropas de nuestra cabina; usaba papel secante como protección, y lo cambiaba todos los días.” Cuando reasumió sus funciones como docente en el Departamento de Fisiología, reformuló el entonces arcaico bioterio de la facultad y empezó a producir animales (ratones comunes) con linajes conocidos, dando calidad a la investigación. También era uno de los pocos que usaban gatos como cobayos en los trabajos con nutrición.

Tras su retorno a Brasil, inició una larga cruzada en pro de la ciencia nacional. Participó en la creación de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC) en 1948, fundó la Asociación de Auxiliares de Enseñanza de la USP en 1956 y se esforzó como nadie para convencer al gobernador Carvalho Pinto para sacar del papel a la FAPESP y ponerla en pie. En 1962 fue creada la Fundación, y el doctor Alberto integrósu primer Consejo Superior. Permaneció en esa función hasta enero de 1968, cuando se convirtió en su director científico.

En abril de 1969 fue jubilado, forzado por el AI-5. El doctor Alberto nunca descubrió los motivos de su proscripción. Pero sabía que las raíces de su separación se debían más a las luchas internas dentro de la Facultad de Medicina que a los militares propiamente.”La cosa venía desde los tiempos del concurso para catedrático. Ese concurso era una cosa terrible en aquel tiempo, debido a la autoridad del catedrático”, relató Carvalho da Silva a los profesores Motoyama, Marilda y Amélia. En 1964 -año del golpe militar, y en el cual el doctor Alberto se convirtió en catedrático-, fue incluido en una lista de más de 50 “izquierdistas” que estarían “contaminando” la universidad.

El detalle terrible de esta historia es que la nómina fue preparada por una comisión de profesores de la propia universidad. Como resultado de ello, el doctor Alberto fue interrogado durante cinco horas en una Investigación Policial Militar, para luego ser liberado -los propios militares no hallaron nada en su contra. Pero en 1969, con el AI-5, no hubo tanta comprensión. Fue apartado de la USP, pero continuó como director científico de la FAPESP hasta la promulgación del AI-10, que les prohibía a las personas anteriormente condenadas por actos institucionales el ejercicio de cualquier función pública. A los 53 años, el doctor Alberto estaba desempleado, sin poder enseñar ni investigar. La solución fue golpear la puerta de la Fundación Ford, que lo integró a su cuerpo técnico en Río de Janeiro. “Como asesor de la fundación, ya no tuve más impedimentos. Viajé por todo Brasil, fui al exterior, moví cosas del gobierno y nunca nadie se opuso. No sé si fue porque contaba con la protección dela Fundación Ford, pero la cosa es que nunca opusieron reparos”, comentó.

Carvalho da Silva permaneció en la Fundación Ford desde 1969 hasta 1980, trabajando en el área de nutrición (como política social y no como investigación). En 1980 fue reincorporado a la USP como profesor de Fisiología y director de departamento en el Instituto de Ciencias Biomédicas (ICB), y en 1984 volvió a la FAPESP como director presidente, cargo en el cual permaneció hasta 1993. Fue un período importante para el futuro de la Fundación. En 1988 se aprobó en la Constitución Federal el texto que autoriza a los estados a girar recursos para ciencia y tecnología. Y en 1989, en la Constitución Estadual, Carvalho trabajó intensamente para convencer a los diputados para que aprobasen el aumento de la dotación para la FAPESP de un 0,5% a un 1% de la recaudación del estado.

“Era de una perseverancia impresionante en el cuerpo a cuerpo con los parlamentarios”, afirma Francisco Romeu Landi. Su convicción de que los estados deberían participar activamente en el financiamiento del sistema de ciencia y tecnología, siguiendo el modelo exitoso de São Paulo, lo llevó a ser uno de los fundadores del Fórum de las FAPs en 1998, cuando tenía ya 81 años. Dicha entidad reúne a las fundaciones de apoyo a la investigación de todo el país. El doctor Alberto era también presidente honorario de la SBPC y miembro de la ABC.

En el período en el que estuvo en la FAPESP, fue uno de los principales responsables por la ejecución de un importante proyecto: el Centro de Bioterismo. “En 1983, había un grupo interdisciplinario de diversas universidades que reclamaba una mejora de los bioterios de las universidades”, comenta Humberto de Araújo Rangel, profesor del Instituto de Biología de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp) y presidente de la organización no gubernamental Instituto de Investigaciones Especiales para la Sociedad (Ipes, sigla en portugués). El doctor Alberto presidió la comisión que decidiría en dónde debería invertir la FAPESP para crear bioterios de nivel internacional, y visitó todos los del estado de São Paulo, a fin de conocerlos personalmente. Luego de que la comisión decidió cuáles eran las universidades que deberían albergar a los Centros Multiinstitucionales de Bioterismo (Cemib), Carvalho da Silva mandó a traducir el estudio en inglés y lo envió a asesoría externa, para evitar acusaciones de favoritismo.

Al final, la USP, la Unicamp y la Universidad Federal de São Paulo lograron la financiación para instalar los Cemibs. El trabajo fue reconocido por el International Council for Laboratory Animals como un proyecto de gran impacto, que contribuye en la formación de equipos altamente capacitados en Ciencia y Tecnología de Animales de Laboratorio en tres instituciones del estado. “Carvalho da Silva coordinó todo el proceso de manera notable, sin ningún personalismo y sin favorecer a nadie”, dice Rangel, uno de los creadores del Cemib/ Unicamp.

En los últimos años, el doctor Alberto se dedicaba a las reuniones en el IEA, en el cual coordinaba el área de política de ciencia y tecnología. “Era cualquier cosa, menos retórico”; así lo define Carlos Vogt, presidente de la FAPESP, que participaba de las reuniones en el instituto. “Tenía mucha paciencia, hablaba siempre en un tono moderado y demostraba mucha firmeza y convicción cuando exponía sus ideas y sus posturas”. Esas características son evocadas por todos los que lo conocieron. “Pocos reflexionaron tan profundamente sobre la FAPESP”, afirma José Fernando Perez, director científico de la Fundación. “Para mí era como un guía, que nos ayudaba a encausar nuestras acciones y en la organización de la Fundación”.

Perez recuerda que el doctor Alberto tenía una percepción precisa acerca de cuál es la misión de la FAPESP en el financiamiento a la actividad de investigación y sobre la relación que debe imperar entre las diferentes instancias responsables de su conducción: el Consejo Superior y los tres directorios del Consejo Técnico Administrativo. En 1992, cuando la FAPESP cumplió 30 años, el doctor Alberto escribió un libro poco conocido en la comunidad científica. En FAPESP 30 Anos, Carvalho da Silva cuenta la historia de la institución, brinda ejemplos de proyectos importantes apoyados por la Fundación, especifica sus retornos y explica cuáles eran las líneas de investigación en actividad a la época.

Ahora, diez años después, el trabajo sobre la historia estadística de la institución, que concluyó antes de morir, también estará disponible en libro. Será una buena chance para conocer la postrera obra de una de las personalidades que más influyeron en los destinos de la C&T brasileña.

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