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Oceanografía

Un paraíso contaminado

Un canal abierto en 1855 facilitó la dispersión de metales pesados en la costa sur de São Paulo

MARÍLIA CUNHA LIGNONLa ciudad de Iguape, ubicada en el extremo sur de la costa paulista, es testigo de que no siempre es posible controlar el impacto que generan las pequeñas intervenciones en el ambiente. Enclavada en medio del más extenso tramo continuo y bien preservado de Bosque Atlántico del estado, Iguape vió surgir a partir de  1827 un canal de tan sólo cuatro kilómetros de extensión construido para acortar el camino que el arroz cultivado a orillas del río Ribeira de Iguape debía recorrer hasta el puerto de la ciudad, desde donde salía hacia otras regiones del país. Durante estos casi 200 años, la ciudad vio también los drásticos cambios ambientales que generó en la región este atajo entre el río y el brazo de mar que separa Iguape de Ilha Comprida, y que ahora han sido revelados en detalle por investigadores del Instituto Oceanográfico de la Universidad de São Paulo (IO-USP).

En su inauguración en 1855, el canal de Valo do Rocio tenía tan sólo cuatro metros de ancho y dos de profundidad. Sin embargo, en poco tiempo, las aguas desviadas del Ribeira de Iguape y la circulación de canoas y barcos profundizaron su lecho y erosionaron sus orillas. El canal, actualmente conocido como Valo Grande, tiene hasta siete metros de profundidad y casi 300 de ancho en algunos puntos. Y arroja en el llamado Mar Pequeno, el brazo de mar existente entre Iguape e Ilha Comprida, casi el 70% de las aguas del Ribeira de Iguape, que antes solamente llegaban al Atlántico 40 kilómetros al norte, en donde el río desemboca en el océano. Toda esta agua dulce alteró las características físicas, químicas y biológicas de Mar Pequeno, parte del conjunto de albuferas, estuarios, bahías, islas y canales naturales que forman el complejo estuarino-lagunar Iguape-Cananeia-Paranaguá, uno de los más importantes viveros de peces y crustáceos del Atlántico Sur.

Cuando se abrió el canal, no existía la legislación ambiental y el nivel de concientización era muy distinto, comenta el geólogo Michel Michaelovitch de Mahiques, director del IO-USP y coordinador de los estudios realizados en Iguape. No se puede negar que Valo Grande es el origen de muchos de los cambios ambientales detectados en la región.

Hace alrededor de tres años, el equipo de Mahiques reunió muestras de sedimentos en 14 puntos de Mar Pequeno. Con un aparato de sondeo, los investigadores extrajeron columnas de barro de hasta dos metros de profundidad. Este material depositado en el fondo de ríos y mares guarda indicadores orgánicos e inorgánicos que permiten estimar las condiciones ambientales del pasado. Cuanto más profunda la capa, más antigua la información almacenada.

Al analizar los sedimentos, observaron que el tenor de sales diluidas en el agua de Mar Pequeno decayó mucho después de la apertura de Valo Grande, y en muchos puntos, la salinidad actual es cero. En la ciudad de Cananeia, a 60 kilómetros al sur del canal, en períodos muy lluviosos, el agua es prácticamente dulce. Desde entonces, también se ha alterado el tipo de sedimentos que llegan a Mar Pequeno. Las aguas del Ribeira de Iguape cargan granos más finos y más materia orgánica, según informan los investigadores en un artículo publicado a finales de 2009 en el Brazilian Journal of Oceanography.

Estas alteraciones tuvieron efectos en la fauna de los bentos, organismos que viven en el fondo de ríos y mares. Por ejemplo, la diversidad de foraminíferos calcáreos, seres unicelulares sensibles a las alteraciones en la salinidad, disminuyó bastante, y en algunos períodos éstos desaparecieron. La variedad de especies aumentó recientemente, pero con una composición distinta: actualmente prevalecen las adaptadas al agua dulce.

Lo que sucede en el fondo de Mar Pequeno parece tener influjo también en la vida en sus orillas. Durante la última década, la bióloga Marília Cunha Lignon, que integraba otro equipo del Instituto Oceanográfico y actualmente trabaja en el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales, monitorea las transformaciones en la vegetación y en el paisaje de la región. Cunha Lignon notó que 70 kilómetros al sur de Valo Grande, los árboles típicos de los manglares, como el mangle blanco (Laguncularia racemosa), el mangue rojo (Rhizophora mangle) y el mangle prieto (Avicennia schaueriana), forman bosques bien conservados. En tanto, en las cercanías de Valo Grande, en donde la salinidad del agua es más baja, la vegetación de agua dulce prolifera y puede impedir la fijación de plantas de mangle. El crecimiento de los bosques de mangle parece ser diferente en ambas regiones, dice Marília.

Además de alteraciones en la salinidad del agua y en la composición orgánica de los sedimentos de Mar Pequeno, Mahiques y su equipo verificaron también una alteración química que preocupa: niveles elevados de metales pesados, en especial plomo. Sucede que este elemento químico tóxico, contaminante y de difícil degradación puede entrar en la cadena alimentaria marina, acumularse en el organismo de especies de alto valor comercial, tales como robalos, pescadas [Cynoscion], anchoas ñatas, camarones, ostras y mejillones, y llegar a las personas, ocasionando daños en el sistema nervioso central.

El sedimento extraído de las inmediaciones de Valo Grande contenía un tenor de plomo hasta 20 veces superior al de antes de la apertura del canal. A 20 kilómetros del canal, el nivel de plomo en el sedimento disminuye, pero aun así es cinco veces más elevado que antes. La concentración de plomo también varió en el tiempo. Los niveles de ese metal son más altos en el período correspondiente a la segunda mitad del siglo XX, durante la actividad de la empresa de minería Plumbum, que funcionó de 1945 a 1995 en Adrianópolis, Paraná. Residuos de ese metal llegaban al río Ribeira de Iguape y eran transportados hasta la albufera, adonde entraban por Valo Grande, afirma Mahiques. Con la extinción de Plumbum, el tenor de plomo en los sedimentos decayó, pero aún no ha retornado a los niveles previos a la actividad industrial: actualmente es en promedio cinco veces superior a lo esperado para la zona.

Es sabido que mucha gente que vivía en las cercanías de Plumbum tiene altas concentraciones de plomo en organismo. En 2003, un equipo coordinada por Bernardino Figueiredo y Eduardo de Capitani, de la Universidad Estadual de Campinas, extrajo muestras de sangre de 335 niños de edades entre 7 y 14 años que vivían en dos barrios de la periferia de Adrianópolis: en alrededor del 60% de los casos, los niveles de plomos eran superiores a los considerados seguros para la salud. Así y todo, Mahiques pretende verificar si las plantas y los animales de la región de Iguape y Cananeia no han absorbido parte del plomo que aún se encuentra en el sedimento de Mar Pequeno, lo que aumentaría el riesgo de contaminación humana. Es probable, dice Mahiques, que estemos no solamente ante un problema ambiental y geológico, sino también ante un problema de salud pública.

El proyecto
Registro geológico de la actividad antrópica en el sistema estuarino-lagunar de  Cananeia-Iguape (nº 2006/04344-2); Modalidad Auxilio Regular a Proyecto de Investigación; Coordinador Michel Michaelovitch de Mahiques IO-USP; Inversión R$ 129.948,01

Artículo científico
MAHIQUES, M. M. et al. Anthropogenic influences in a lagoonal environment: a multiproxy approach at the Valo Grande mouth, Cananeia-Iguape system (SE Brazil). Brazilian Journal of Oceanography. v. 57, p. 325-37. oct./dic. 2009.

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