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Políticas públicas

Un puente hacia la seguridad

El esfuerzo de articulación entre la academia y las organizaciones policiales impulsa la búsqueda de soluciones para los problemas de violencia relacionados con la tarea de los agentes

Juliana Russo

Para contribuir al perfeccionamiento de las políticas de seguridad pública brasileñas, pautadas por las características de combate provenientes de la cultura militar y los aspectos represivos del derecho penal, los investigadores académicos que antes se centraban en analizar la presencia de diversas manifestaciones de violencia en la sociedad ahora están comenzando a detenerse en la observación de un aspecto específico de este tema en su ámbito de trabajo: los desafíos de las organizaciones policiales. Al mismo tiempo, los profesionales en seguridad pública han apostado a sus carreras académicas como una forma de identificar soluciones para sus problemas cotidianos y los de sus corporaciones. En un contexto que se caracteriza por las dificultades para el diálogo, los profesionales de las instituciones de seguridad y de la academia han buscado en los últimos años brechas que les permitan desarrollar iniciativas de acercamiento. Las investigaciones recientes que ha suscitado este movimiento permiten proponer nuevas formas de afrontar los retos propios de la violencia urbana, la letalidad policial y la muerte de agentes.

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Diálogo estrecho

En Brasil, los primeros proyectos tendientes a fomentar innovaciones en la formación policial a través de la colaboración entre las universidades y los organismos de seguridad pública dieron comienzo hace alrededor de 20 años. El sociólogo José Vicente Tavares dos Santos, de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), relata que uno de los hitos fue la creación, en 2003, de la Red Nacional de Altos Estudios en Seguridad Pública, basada en convenios con 60 universidades para la formación de especialistas en ese campo. “Más de 10.000 policías civiles y militarizados formaron parte de esta iniciativa”, recuerda. En 2015, la red puso en marcha un proyecto para la formación de 600 másteres profesionales centrados en la seguridad ciudadana, un concepto que abarca estrategias para reducir la delincuencia y simultáneamente expresa una preocupación por calificar a la policía para lidiar con la cuestión de los derechos humanos y la diversidad. Según él, Brasil cuenta en la actualidad con cinco programas de maestría profesional en seguridad ciudadana ofrecidos por la UFRGS, la Universidad del Estado de Amazonas (UEA), la Universidad Federal de Bahía (UFBA), la Universidad Federal de Pará (UFPA) y la Universidad Estadual de Minas Gerais (UEMG).

Infografía: Alexandre Affonso

De acuerdo con el investigador, las reformas adoptadas en los años 1990 por la policía estadounidense inspiraron estas iniciativas, que se apartaban del modelo represivo que había caracterizado su trabajo en las décadas precedentes. “Los cambios apuntaban a promover el desarrollo de una fuerza policial más afín a las comunidades, buscando alternativas para combatir la delincuencia”, relata Tavares dos Santos. En Nueva York, por ejemplo, se pusieron en marcha proyectos sociales, que incluían la oferta de enseñanza de deportes y la instalación de bibliotecas en las zonas con índices elevados de violencia y delincuencia. Se reformularon los protocolos de intervención policial y se restringieron los permisos de uso de armas de fuego.

“Hoy en día tenemos dos concepciones distintas sobre lo que debe ser la labor policial, una de ellas se rige por el concepto de seguridad ciudadana. La segunda modalidad, que es la predominante en el diseño de las políticas públicas brasileñas, incluye un sesgo represivo y prevé la militarización de los procedimientos”, compara Tavares dos Santos. Otro hito, expresa el sociólogo, fue la creación, en 2003, de la Matriz Curricular Nacional, por medio de una colaboración entre investigadores académicos y la Secretaría Nacional de Seguridad Pública, vinculada al Ministerio de Justicia. La iniciativa contempla la incorporación de materias sobre los derechos humanos y la diversidad en los cursos de las academias policiales. “El reto que se le plantea a la democracia es la construcción de una seguridad ciudadana, en la cual el agente de policía también funcione como un protector de los derechos”, sostiene.

Infografía: Alexandre AffonsoCon el propósito de generar un debate sobre el proceso de formación de la identidad policial y analizar los cambios introducidos en los planes de estudio de las academias de policía de Río de Janeiro tras la puesta en marcha de la Matriz Curricular Nacional, la socióloga Paula Poncioni, docente jubilada de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y asesora del Foro Brasileño de Seguridad Pública (FBSP), publicó el libro intitulado Tornar-se policial: O processo de construção da identidade profissional do policial nas academias de polícia [Convertirse en policía. El proceso de construcción de la identidad profesional del policía en las academias policiales] (Appris Editora, 2021). La obra aborda los resultados de diversas investigaciones que se llevaron a cabo desde finales del decenio de 1990 en colaboración con instituciones tales como el Núcleo de Estudios de la Violencia de la Universidad de São Paulo (NEV-USP), el Instituto de Investigación Económica Aplicada (Ipea) y el FBSP, una organización no gubernamental sin fines de lucro dedicada a promover la cooperación técnica en la seguridad pública. Entre 2002 y 2012, Poncioni desarrolló una investigación de campo en el seno de la policía civil y militarizada, realizando un seguimiento de la trayectoria de una generación de profesionales de Río de Janeiro durante diez años. Este estudio estableció que, incluso con la mejora de los planes de estudio, los docentes de las escuelas de policía continúan reproduciendo los conocimientos tradicionales, con énfasis en las estrategias represivas y punitivas de la lucha contra el delito. “El contenido formal de los currículos no repercute en las prácticas policiales”, afirma. Pese al interés recíproco de la academia y las organizaciones policiales por estudiar los problemas y hallar soluciones, todavía queda un largo camino por recorrer hasta que esta cooperación redunde en cambios significativos en la estructura policial, analiza la investigadora.

En cuanto a la formación, el jurista y antropólogo Roberto Kant de Lima, de la Universidad Federal Fluminense (UFF), explica que para optar a un puesto como oficial de la policía militarizada es necesario ser licenciado en Derecho. “Tanto la educación militar como la jurídica son instructivas y dogmáticas, invocan el argumento de autoridad para dirimir dudas y resolver conflictos. Así pues, las atribuciones de la policía están impregnadas del carácter represivo del derecho penal, o el combatiente, del ethos militar”, sostiene. Ethos es el conjunto de las tradiciones o rasgos del comportamiento característicos de una comunidad o un pueblo.

Infografía: Alexandre Affonso

Una de las consecuencias de esta pauta represiva, de acuerdo con Kant de Lima y Poncioni, son los altos índices de violencia policial. La última edición del Anuário de segurança pública, organizado por el FBSP y publicado este último año, indica que en 2020 hubo 6.400 muertos como consecuencia de la intervención policial. Es la cifra más alta que se haya registrado en la secuencia histórica que la organización elabora desde 2013 para contabilizar los fallecimientos. El 78,9 % de las víctimas correspondió a afrodescendientes. Si se compara con las cifras de 2019, el documento también muestra que el número de muertes como resultado de operaciones de los agentes de seguridad ha aumentado en 18 de las 27 unidades que componen la federación brasileña, lo que revela una propagación de la violencia policial en el país. Al mismo tiempo, hubo nueve estados en donde las cifras respectivas registraron un descenso.

Esta violencia también se ve reflejada en la vida de los propios agentes de seguridad y en sus familias, según pudo constatar la socióloga Maria Cecilia de Souza Minayo, de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), al cabo de dos censos realizados en la policía civil y militarizada de Río de Janeiro, en 2013 y 2018. Al analizar el perfil demográfico, las condiciones de vida y de salud, Minayo verificó que los profesionales que trabajan en las zonas más violentas también son aquellos que se afrontan problemas más graves de salud mental. “Muchos padecen depresión e insomnio crónico y viven situaciones complejas con sus familias, lo que puede acentuar su agresividad. Los policías se retroalimentan de la violencia que enfrentan y la reproducen en sus propias contiendas”, sostiene Minayo. Uno de los momentos más impactantes que vivió cuando realizó sus estudios fue cuando escuchó las reflexiones de los policías al respecto de la obligación de asistir a los sepelios de sus colegas. “Me acuerdo de las palabras de un sargento que había perdido a un amigo en un enfrentamiento. Se ausentó tres días del trabajo, a riesgo de ser arrestado por desacato, pero dijo que prefería ir preso antes que tener que acompañar el féretro de su compañero”, recuerda. “La obligación de participar en los funerales de los compañeros es una de los mayores sufrimientos que deben soportar los policías, que a menudo sienten culpa o toman la experiencia como un presagio de su propia muerte”. Minayo también subraya que el policía que vive situaciones de violencia no tiene la oportunidad de procesar esa experiencia, puesto que la mayoría no recibe asistencia psicológica ni social.

Juliana RussoEn su afán por entender los efectos de las políticas de seguridad pública sobre la salud de los agentes, la teniente coronel Adriane Batista Pires Maia concluyó este año un doctorado en el Departamento de Violencia y Salud de la Fiocruz. Como cirujana bucomaxilofacial de la Secretaría Estadual de la Policía Militarizada del Estado de Río de Janeiro, llevó a cabo un estudio epidemiológico con los registros de los policías militarizados operados como consecuencia de heridas por armas de fuego en el Hospital Central de la Policía Militarizada, entre 2003 y 2017. “La mayoría de los individuos heridos por armas de fuego son soldados, cabos o sargentos durante sus primeros 10 años de carrera. Los que sobreviven lidian con secuelas durante toda su vida”, dice. En el período que contempló el estudio, se realizaron 778 cirugías y todos los pacientes eran de sexo masculino, con un promedio de 34 años. “La pérdida de fragmentos óseos fue la secuela más habitual, así como el compromiso estético facial, relatos de insomnio y dificultades para la convivencia social”, informa Pires Maia. Según surge de los datos de sus investigaciones, el 75 % de los profesionales heridos por armas de fuego quedan incapacitados para el trabajo. Los índices más altos de mortalidad policial se registran en sus días libres de servicio, cuando van armados y reaccionan a intentos de asalto contra ellos mismos u otras personas, cuestión que está asociada a la idea de que siempre es necesario intervenir. Otro estudio realizado este año por el FBSP apunta que unos 47.000 policías, bomberos y guardias municipales de todo Brasil cumplen tareas como personal de seguridad privada para complementar sus ingresos, una actividad que está prohibida por ley y puede causar muertes fuera del período de servicio oficial. “En tanto, la morbilidad, es decir, cuando los profesionales resultan heridos por armas de fuego pero no mueren, es más elevada durante el lapso en servicio. Por eso considero que la morbilidad debido a las armas de fuego es una secuela directa de los métodos de intervención policiales”, argumenta.

Más allá de los aspectos relacionados con la formación en las academias de policía, Poncioni, de la UFRJ, determinó que la construcción de la identidad profesional del policía dialoga con un imaginario según el cual él debe actuar como un héroe o un soldado. “Muchos se ven a sí mismos y son vistos como héroes y no como trabajadores con derecho a la ciudadanía laboral”, dice la socióloga. Rafael Alcadipiani da Silveira, de la Escuela de Administración de Empresas de São Paulo de la Fundación Getúlio Vargas (FGV-Eaesp), corrobora esa perspectiva: “La identidad desempeña un papel central en este segmento profesional. Los policías suelen verse a sí mismos como héroes porque eso les ayuda a interactuar con las situaciones de peligro”, sugiere.

Juliana RussoEn opinión de los investigadores consultados para la elaboración de este reportaje, la ampliación del diálogo entre los organismos policiales y el universo académico es un camino auspicioso para mejorar las políticas de seguridad pública en Brasil. Con todo, la antropóloga Susana Durão, de la Universidad de Campinas (Unicamp), apunta la existencia de obstáculos para la expansión de esta interlocución. “Hay un desconocimiento mutuo del contexto cultural de ambos. Los estudios en materia de sociología de la violencia, que abarcan diferentes perspectivas de las relaciones y estructuras sociales de la violencia y la delincuencia en Brasil, son los que predominan en el ámbito académico. Los análisis sobre las organizaciones policiales y la actuación policial, en la práctica, son menos frecuentes. Los agentes de seguridad consideran que los estudios sobre la sociología de la violencia y la violencia policial identifican los problemas, pero no aportan soluciones”, dice. Por otro lado, los investigadores sostienen que los policías no son proclives a la realización de estudios académicos. La antropóloga coordina una comisión en la Universidade Zumbi dos Palmares, que agrupa a miembros de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado de São Paulo, policías civiles y militarizados, guardias municipales y representantes de los sectores de la seguridad privada. “Creamos el comité para realizar un mapeo de la formación policial en el estado e identificar el peso de los contenidos humanistas y antirracistas en los cursos. A partir de ese diagnóstico, la idea es proponer mejoras en todo el sistema”, comenta.

Entre dos mundos
Sentado en su despacho en el 21º Batallón de la Policía Militarizada Metropolitana, en el Parque da Mooca, en São Paulo, el teniente coronel Alan Fernandes recuerda una de las situaciones más difíciles que le tocó vivir en los casi 20 años transitados en el universo policial y el universitario. En 2013, junto a las sociólogas Esther Solano y Liana de Paula, de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), participó en la organización de un seminario sobre seguridad pública en la Fundação Escola de Sociologia e Política de São Paulo (FESPSP) donde realizaba estudios de posgrado. El encuentro pretendía reunir a 30 agentes de la policía militarizada para promover debates con investigadores de la universidad. Sin embargo, ante la prohibición de ingresar armados a la institución educativa, la mayoría declinó la invitación y, finalmente, solo comparecieron ocho de ellos. “El rechazo a ir desarmados forma parte de la identidad policial. La portación de armas forma parte del ethos de la profesión”, explica. Doctor en administración pública y gestión por la FGV-Eaesp, Fernandes considera, por otra parte, que las investigaciones sobre la victimización policial que se han llevado a cabo desde 2010 han sensibilizado a los agentes en cuanto a la importancia del diálogo con el universo académico. En su doctorado concluido en 2021, investigó el desarrollo histórico de estrategias e ideologías de la corporación, así como diversos modelos de políticas de seguridad pública. En lo que tiene que ver con el impacto de la instrucción académica en el trabajo cotidiano, él señala, por ejemplo, los cambios en la forma de lidiar con lo que en Brasil se denominan pancadões en los bailes de funk. “La respuesta tradicional de la policía para estos eventos sería el uso de la fuerza y el empleo de estrategias represivas para dispersar a los participantes. El doctorado me sirvió para poder formular otras soluciones y empecé a promover actividades en las cuales los agentes intervienen como mediadores de conflictos”, relata. Con la mirada fija en un gran mapa del área de jurisdicción del batallón que comanda, enumera los temas de investigación que considera importantes para la tarea cotidiana de la corporación, entre ellos el impacto que ha tenido en los índices de delincuencia en los barrios, la instalación de videocámaras en las calles y la construcción de nuevos cuarteles.

Artículos científicos
DURÃO, S. y COELHO, M. C. Do que fala quem fala sobre polícia no Brasil? Uma revisão da literatura. Análise Social, LV (1º), n. 234, p. 72-99, 2020.
MAIA, A. B. P. et al. As marcas da violência por arma de fogo em face. Brazilian Journal of Otorhinolaryngology. v. 87(2) p. 145-51, 2021.
MAIA, A. B. P. et al. Ferimentos não fatais por arma de fogo entre policiais militares do Rio de Janeiro: A saúde como campo de emergência contra a naturalização da violência. Ciência & Saúde Coletiva, v. 26 (5), p. 1911-22, 2021.

Libros
LIMA, R. K de. A polícia da cidade do Rio de Janeiro: Seus dilemas e paradoxos. Río de Janeiro: Amazon, 2019.
PONCIONI, P. Tornar-se policial: O processo de construção da identidade profissional do policial nas academias de polícia. Curitiba: Appris Editora, 2021.
TAVARES DOS SANTOS, J. V. et al (orgs). Violência, segurança e política – Processos e figurações. Porto Alegre: Tomo Editorial, 2019.
TAVARES DOS SANTOS, J. V. Ambivalências do ensino policial: Educar ou treinar? Um estudo em sociologia da conflitualidade. In: ADORNO, S. y LIMA, R. S. (Orgs.). Violência, polícia, justiça e punição: Desafios à segurança cidadã. São Paulo: Alameda, 2019, p. 231-302.

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