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Meteorología

Un río que fluye por el aire

Los vientos de la región norte aumentan la humedad en el sudeste y el sur del país

Rio voadorMARGI MOSS/BRASIL DAS ÁGUASDurante algunos días del año, un río con dimensiones similares al Amazonas atraviesa los cielos de Brasil. Nace sobre el Océano Atlántico, cerca de la línea del Ecuador, toma cuerpo sobre la Selva Amazónica y continúa hacia el oeste, hasta los Andes, donde el encuentro con la imponente muralla rocosa lo hace desviarse hacia el sur. Desde allí, ese inmenso volumen de agua fluctúa sobre Bolivia, Paraguay y los estados brasileños de Mato Grosso, Mato Grosso do Sul, Minas Gerais y São Paulo. A veces alcanza Paraná, Santa Catarina y Río Grande do Sul antes de regresar al océano. Pese a su extensión, nadie lo ve. Resulta que ese río no tiene orillas ni peces. Se trata de un río metafórico -aunque no inexistente- formado por una columna de vapor de agua de alrededor de 3 kilómetros de altura, algunos centenares de kilómetros de ancho y miles de extensión.

Los expertos en meteorología e hidrología ya sabían acerca de ese río volador -que son en realidad, corrientes de vientos húmedos que reciben el nombre técnico de chorros de bajo nivel- desde comienzos de los años 1960, pero sólo recientemente han comienzado a comprender mejor el origen de sus aguas y la forma en que interactúa con la superficie terrestre o cómo ayuda en la formación de nubes gigantes que se elevan a 15 kilómetros por encima del suelo.

Los primeros datos del proyecto Ríos Voladores, divulgados el día 19 de marzo en São Paulo, confirman las alteraciones en la composición que sufre esa corriente de vientos húmedos durante su largo recorrido sobre Brasil. La mayor parte del vapor de agua proviene del océano, transportada hacia el continente por los vientos alisios, que soplan en dirección este-oeste -una pequeña porción de esa humedad se condensa en nubes y precipita en forma de lluvia sobre la Amazonia. Pero buena parte del vapor que conforma ese río invisible proviene de la propia selva. Sucede que, al pasar sobre la mayor selva tropical del planeta, incorpora el agua que evapora directamente del suelo y también aquélla extraída de la tierra por la vegetación y despedida hacia la atmósfera en forma de vapor. Una parte del agua de la Amazonia alcanza el sur del país y posiblemente se convierte en lluvia.

Para identificar de dónde proviene el agua de este río volador, uno de los muchos que cortan los cielos brasileños, se necesitó de una cooperación poco común en el mundo científico, que reunió a investigadores con conocimiento teórico sobre los fenómenos hidrológicos y atmosféricos, y un ingeniero-explorador, habituado a vivenciarlos en sus vuelos alrededor del mundo. Patrocinado por Petrobras, Gérard Moss, el ingeniero, realizó desde 2007 hasta comienzos de este año, 12 vuelos sobre diferentes regiones del país planificados en colaboración con equipos de la Universidad de São Paulo (USP), del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), del Laboratorio Nacional de Computación Científica (LNCC), de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (Uerj) y de la Fundación Brasileña para el Desarrollo Sostenible (FBDS).

En cada viaje, Moss, un suizo naturalizado brasileño, y su compañero de vuelos, Tiago Iatesta, recolectaban a bordo de un avión monomotor muestras de vapor de agua que se condensaban en un tubo refrigerado con hielo seco. En uno de esos vuelos, bajo condiciones atmosféricas extremadamente favorables, Moss siguió el curso del río volador desde la Amazonia hasta São Paulo y calculó que, en determinado tramo, la cantidad de agua que fluía en esa corriente era de 3.200 metros cúbicos por segundo, algo mayor que el caudal del río São Francisco. Toda el agua movilizada por esa corriente de aire en 24 horas equivaldría a 115 días del consumo de São Paulo, una metrópolis con 11 millones de habitantes.

Firma química
En algo menos de dos años, Iatesta y Moss colectaron alrededor de 500 muestras de agua obtenidas desde los 500 hasta 2 mil metros de altitud y que están siendo examinadas en el Laboratorio de Ecología Isotópica de la USP en Piracicaba por el equipo de Reynaldo Victoria. El análisis de una especie de firma química (la proporción de átomos de hidrógeno y oxígeno radiactivos) de las muestras de agua y la comparación de esa firma con la de otras muestras de aguas pluviales y fluviales de todo el país permitirán a los investigadores conocer cómo se altera la composición de esa masa de aire a medida que ella avanza por el continente. También deben aclarar cómo colabora la humedad evaporada de la Amazonia en las lluvias ocurrentes en el sur y el sudeste.

“Estos datos rellenan una laguna importante en el conocimiento de esas corrientes húmedas y permiten verificar la validez de los modelos climáticos desarrollados para el país”, afirma Pedro Leite da Silva Dias, investigador del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas (IAG) de la USP y director del LNCC, e integrante del proyecto.

Hace algunos años, grupos del IAG y del Inpe habían participado de un estudio realizado por el climatólogo José Marengo, del Inpe (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 114) en colaboración con Bolivia, Paraguay y Argentina, que midió con ayuda de equipos a bordo de globos, la temperatura, humedad, presión y velocidad de esas corrientes de aire húmedo apodadas como ríos voladores. “En la época, un avión recolectó muestras de vapor de agua sólo en esos países porque no conseguimos autorización para volar en Brasil”, cuenta Dias.

Se necesitarán años para analizar los datos recabados recientemente. Pero una evaluación inicial indica que no es nada desdeñable la contribución de la Amazonia a la humedad que llega al sudeste y sur del país. En el Inpe, Demerval Moreira y Wagner Soares utilizaron modelos matemáticos de pronóstico del tiempo para realizar una estimativa de cuánta agua de la Amazonia llevan esas corrientes hacia otras regiones. Concluyeron que en los días en que ese río volador pasa sobre la Amazonia -eso sucede solamente alrededor de 35 días al año- llega mayor humedad al centro-oeste, al sudeste y al sur, aumentando las probabilidades de lluvias.

“Cuando esos vientos pasan sobre la Amazonia elevan en promedio 20% a 30% la humedad del aire en Ribeirão Preto, por ejemplo, aumentando el potencial de lluvias”, comenta Dias. En algunas ocasiones, este incremento puede alcanzar un 60%. “Actualmente estamos intentando calcular cuánto de esa humedad proveniente de la Amazonia precipita efectivamente en forma de lluvia”, explica.

Moss está preocupado por el ritmo de desmonte que observa desde su avión -y que puede modificar el clima de la Amazonia, con efectos capaces de afectar al resto del país. “La selva funciona como un tapón: las plantas y el suelo retienen el agua de lluvia, que luego penetra en el suelo y queda almacenada antes de evaporarse”, explica Dias. Sin la selva, los vientos húmedos provenientes del océano que penetran en el continente pueden alcanzar más rápidamente, en dos o tres días, el sur del país, aumentando el riesgo de tempestades. “El retroceso de la selva haría disminuir entre un 15% y un 30% las lluvias en la Amazonia, según varios modelos climáticos, y haría aumentar las lluvias en el sur y en la cuenca del Plata”, cuenta Dias.

“Los informes disponibles actualmente en Brasil son más que suficientes como para adoptar políticas de reducción de las talas e iniciar la reforestación”, explica Eneas Salati, creador del Laboratorio de Ecología de Isótopos en la USP de Piracicaba, y uno de los ideólogos de ese proyecto.

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