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Charles Naspitz

Charles Naspitz: Una epidemia en el aire

Especialista en alergia infantil se refiere al desafío de comprender y tratar el asma

MIGUEL BOYAYANEn marzo de 2007, el médico paulistano Charles Naspitz recibió una sorprendente carta de parte de la Academia Americana de Alergia, Asma e Inmunología, la AAAAI, entidad de mayor prestigio mundial en el área. La carta informaba que un trabajo publicado por Naspitz en 1968 era considerado como uno de los seis más importantes de los últimos 40 años — el único de un autor latinoamericano — en alergia e inmunología.

En ese estudio desarrollado durante su maestría en la Universidad McGill, en Canadá, Naspitz demostró por primera vez que los granos de polen provocan alteraciones morfológicas en los linfocitos, que son las células de defensa que identifican y ayudan a eliminar microorganismos infecciosos o sustancias extrañas al cuerpo. El descubrimiento de este fenómeno condujo a la identificación de otros mecanismos celulares en la respuesta in vitro al ragweed (polen de la planta homónima, también denominada Ambrosia), al que los pacientes se hallaban sensibilizados.

De regreso en Brasil, luego de dos años muy productivos, durante los cuales publicó un total de 17 trabajos científicos, Naspitz asumió provisoriamente la cátedra de inmunología en la Escuela Paulista de Medicina — la actual Universidad Federal de São Paulo (Unifesp) -, donde se había graduado en 1959. Después de comprobarse a sí mismo que podía realizar un trabajo relevante si contaba con las condiciones necesarias, demostró también que es posible hacer lo mismo cuando esas condiciones no existen. En la Unifesp organizó la cátedra de alergia, inmunología clínica y reumatología, ayudando a formar una generación de especialistas en el área. Publicó un total de 162 artículos científicos y cuatro libros que son referencia en el área, tres de ellos editados sólo en inglés.

Siendo padre de tres hijos — y abuelo de cinco nietos, Naspitz cumple este mes 73 años. Actualmente se lo considera uno de los más destacados especialistas en alergia e inmunología infantil del país. Oficialmente jubilado desde 2005, continúa frecuentando la universidad, aunque en forma menos asidua que durante los 54 años anteriores. A continuación, en la entrevista, habla acerca de la epidemia de alergias respiratorias que el mundo padece en general, sus posibles causas y los prejuicios que el tratamiento inadecuado acarrea para las personas y para la sociedad.

Durante las últimas décadas, los casos de alergias, principalmente respiratorias, tales como asma y rinitis, están aumentando en todo el mundo. ¿Por qué?
Durante los últimos 30 ó 40 años, en algunos países existe una epidemia que alcanzó una meseta. No se conoce la causa, pero existen algunos intentos por explicarlas. Una de ellas es la denominada hipótesis de la higiene, enunciada por el investigador inglés David Strachan en 1989. Él decía que tiene relación con el modo de vida occidental, donde el agua es clorada y las comidas esterilizadas, se utilizan antibióticos profilácticos y se construyen redes cloacales. Consecuentemente, vivimos en un ambiente de higiene como nunca antes existió. Muy probablemente, una parte del armamento inmunológico que estaba destinado a la defensa contra las agresiones del ambiente, eliminadas por la higiene, quedó liberada para combatir a los alergenos [las sustancias que inducen a la alergia], tales como el polen y algunos alimentos. La hipótesis enuncia que al eliminarse determinado número de microorganismos, se libera al sistema inmunológico para que se dedique a otras actividades.

¿Usted cree en esa hipótesis?
Puede que ella sea válida para algunos países occidentales. En América Latina y en Brasil no existe ese nivel de higiene, faltan redes cloacales, y sin embargo, la incidencia del asma es muy alta — es la segunda o tercera a nivel mundial. Tal vez la hipótesis sea de aplicación regional y no pueda cubrir todas las variantes que están ocurriendo. Es una teoría ingeniosa que abre un amplio campo de investigación. Probablemente, algunos parásitos acompañen la evolución del hombre desde sus comienzos, conviviendo muy bien con él hasta hoy. Dicen que los parásitos son la vergüenza del sistema inmunológico, porque no pueden ser eliminados por él.

Son organismos más complejos que una bacteria. 
Sí, y son extraños. El sistema inmunológico funciona dentro de la lógica del self y del non-self, es decir, de lo propio y lo no propio. Tiene la obligación de reconocer lo que no es propio y eliminarlo. Por eso los transplantes representan un problema. Cuando se transplanta un riñón de un individuo en otro, aquél es reconocido como extraño y ocurre el rechazo. Los parásitos, no obstante, encontraron un modo de vivir en los seres humanos. El cuerpo fabrica una proteína denominada IgE. Es una inmunoglobulina contra parásitos y alergenos. Los parásitos prácticamente desaparecieron en Europa, en Estados Unidos y en Australia. Se trata básicamente del mundo de cultura anglosajona. Europa del Este no se caracterizaba por su higiene, pero ahora las cosas están cambiando. La incidencia de alergias en África es baja, probablemente en función de la parasitosis generalizada que se detecta en la población.

¿Cómo funciona la IgE?
Ella apareció hace millones de años para proteger al hombre contra los parásitos. En realidad, se trata de una tentativa, porque ésta no logra destruirlos. Ante la presencia de cualquier parásito, aumenta la producción de IgE. El nivel normal de IgE en los países desarrollados es de hasta 100 kU/L (mil unidades por litro). Nuestro nivel normal es más alto que el de otros países. En Brasil poseemos alrededor de 300 a 400 kU/L como nivel normal en la población, a causa del gran número de individuos afectados por parásitos. Cuando determinamos la IgE total, no conocemos contra que ella se encuentra actuando, si contra los parásitos u otros alergenos.

Existe una propuesta para utilizar parásitos como tratamiento terapéutico ¿No podría utilizarse en éste caso?
Algunos centros han presentado esa propuesta de tratamiento. Nuestro organismo fabrica anticuerpos IgE contra el esquistosoma, el helminto causante de la esquistosomiasis, que es un problema de salud pública en Brasil. Ese parásito, de regular tamaño, se aloja en el intestino. La IgE se adhiere a las paredes del parásito y ocurren fenómenos similares a los de la eliminación de una bacteria. Sin embargo, el esquistosoma es experimentado. Cuando la IgE “golpea”, él cambia la estructura de su pared, en forma tal que el anticuerpo original ya no funciona. Se hace necesario un nuevo anticuerpo y el proceso recomienza. Lo que sucede — y nosotros lo olvidamos — es algo denominado presión evolutiva. Esa presión evolutiva también actúa sobre parásitos y bacterias, que aprenden que cuanto más parecidos se tornen respecto de nuestro organismo, menor será la posibilidad de ser rechazados. Existen teorías que pueden explicar enfermedades como la colitis ulcerosa, causada por la bacteria Escherichia coli, que no es eliminada porque crea una capa con diversos antígenos humanos, de tal modo que el organismo no la reconoce como extraña, permitiendo su proliferación. Ése es el resultado de la denominada presión evolutiva en los seres unicelulares.

¿La genética podría explicar el aumento de la incidencia de las alergias?
No. Los factores genéticos, por ejemplo, no pueden invocarse para explicarnos alteraciones ocurridas durante 30 ó 40 años. Para la genética, eso equivale a minutos. Algunos países, como en el caso de los escandinavos, poseen poblaciones prácticamente puras. Brasil, es una sopa genética sin igual en el mundo, cuenta con una mezcla de todo, de modo tal que la genética del brasileño es diferente que la de otros — diferente en cierto modo, ya que todos somos en un 99% iguales al ratón- y no hubo grandes avances. No conocemos el motivo de la epidemia, no contamos con una razón clara y transparente.

¿En qué estado se halla la incidencia de los problemas alérgicos en Brasil? 
Los últimos datos del SUS (Sistema Único de Salud) muestran que en el país ocurren anualmente 350 mil internaciones debido al asma. Es la cuarta causa de internaciones en el SUS, correspondiente al 2% a 3% del total, y ocupa el tercer lugar cuando se trata de niños y jóvenes. Durante 1996 los gastos en internaciones por asma ascendieron a 76 millones de reales, o sea, el 3% del total de gastos en internaciones. En primer lugar se hallan los partos. En realidad, nunca se supo verdaderamente la incidencia de las afecciones alérgicas hasta que surgió un estudio llamado Isaac (Internacional Study of Asthma and Allergies in Childhood). Creado en Nueva Zelanda, fue construido con base en un cuestionario patrón validado a nivel mundial. En ese estudio se estableció la incidencia de las enfermedades alérgicas en niños y adolescentes. Se realiza en dos franjas etarias: de 7 a 8 años y de 13 a 14 años. La incidencia del asma va del 3% en Albania al 30% en Inglaterra.

¿Ese cuestionario fue aplicado en Brasil?
El primer Isaac se realizó aquí hace siete años. Luego hubo un segundo. Es un relevamiento mundial, realizado por investigadores de cada país. En Brasil, por ejemplo, la prevalencia varía mucho según la región. No existen muchas explicaciones. Algunas ciudades son costeras, otras no, pero la prevalencia del asma en Brasil varía en torno del 20% al 25%, considerando a los niños y adolescentes. No contamos con datos sobre adultos.

¿No es un número muy elevado?
Sí. En primer lugar se encuentran Australia, Nueva Zelanda e Inglaterra, en segundo lugar Estados Unidos, y en tercer lugar Brasil y Perú. Eso si se considera la prevalencia del asma. La prevalencia de la rinitis alérgica ha aumentado mucho. En algunas ciudades, como Salvador, alcanza un 40%.

¿La causa puede relacionarse con factores tales como la polución? 
No se puede saberlo. En áreas rurales la prevalencia es menor que en las urbanas. Pero el asma existe desde hace más de 2 mil años, cuando no existía la polución. Hace algunos años, cuando sucedió la unión de las dos Alemanias, se produjo una oportunidad única para que los epidemiólogos estudiasen esa cuestión. Por primera vez se daba el caso de poblaciones genéticamente homogéneas que vivieran en ambientes diferentes durante más de 50 años. Alemania Occidental contaba con un alto nivel de vida y era limpia. Alemania Oriental era pura suciedad, muy contaminada. Los epidemiólogos realizaron un estudio sobre la incidencia del asma y descubrieron que en Alemania Oriental el índice era menor que en la Occidental. Por lo tanto la polución como factor aislado no explicaría la prevalencia.

En Brasil, la prevalencia es algo mayor en las zonas urbanas que en las zonas rurales y el asma afecta a las clases más pobres. ¿No podemos entrever un patrón en eso?
Fuera de Brasil, las clases sociales más altas son las más afectadas, epidemiológicamente hablando. No obstante, existe un trabajo de Antonio Carlos Pastorino, del Hospital de Clínicas de São Paulo, realizado en la capital paulista, en el cual él demuestra que la clase social no incide en la prevalencia del asma. Existe también el trabajo de Dirceu Solé, de la Unifesp, a cargo del Isaac en Brasil. En un artículo publicado en 2006, él compara las fases 1 y 3 del Isaac — son siete años de diferencia. La prevalencia del asma era del 27,7% hace siete años, actualmente es del 20%, una diferencia estadísticamente significativa. Pero el asma grave sigue igual, un 5,2%, así como la tos nocturna, con un 32%. Se concluyó entonces que Brasil tuvo una pequeña, aunque significativa reducción de la prevalencia de dos de los síntomas del asma: la sibilancia (respiración con silbidos o sibilante) y tos nocturna. Sin embargo la tendencia no fue consistente en las ciudades estudiadas, en una aumentó, en otra descendió, etc.

¿Por qué el asma sigue desafiando a la medicina?
Porque es un síndrome con decenas de causas. Algunas son conocidas, otras no. Además, cada asmático es muy diferente de otro y no todo asmático es alérgico.

¿Qué es lo que cambia de uno a otro? 
Algunos poseen una higiene normal y no conseguimos identificar ningún alergeno. Se trata del denominado asmático no atópico. No se conoce lo que origina el asma en ellos. Existe también rinitis no atópica. Se realizó un trabajo en Río Grande do Sul con una población muy pobre, altamente parasitada, en la cual la mayoría de los asmáticos era no atópico. La conclusión  fue que la parasitosis protegía contra la aparición de enfermedades alérgicas. Aunque esto no significa que las enfermedades alérgicas sean de hecho alérgicas. Ellas se denominan así de un modo general, pero muchas veces no se encuentran las causas. Por ejemplo, en el caso de las urticarias crónicas, que ocurren principalmente en mujeres, solamente el 30% cuenta con una causa diagnosticada. En el 70% de los casos no se tiene la menor idea de qué es lo que está sucediendo.

¿Cómo tratarlas?
Se tratan los síntomas. Utilizamos varios medicamentos y podemos controlar las enfermedades, pero no curarlas.

¿Existe algo en común en los casos de enfermedades alérgicas “no alérgicas”?
Existe mucho disenso entre los médicos. El proceso inflamatorio dentro del pulmón es igual, pero la causa no fue identificada. Se clasifica a un individuo como atópico, o como alérgico, cuando aquél cuenta con un test con resultado positivo para un alergeno. Se testean ácaros, pelos de perros y gatos, en fin, se realiza una batería de test y si uno de ellos fuera positivo el individuo es considerado atópico. Cuando colocamos el alergeno en la piel y la IgE provoca una reacción local. Aquella reacción local es similar a la que veríamos en las vías aéreas, o en el intestino. Pero podemos realizar 500 test en un individuo y el alergeno al cual él es sensible puede resultar una sustancia no incluida en la batería de pruebas. Ese paciente será clasificado como no atópico. Pero recientemente, en Finlandia, identificaron a un grupo de niños con test positivo para los ácaros. Sin embargo, ellos no presentan ningún síntoma y son denominados por los investigadores como “niños expuestos con respuesta positiva”. Ello no significa que sean alérgicos, pues cuentan solamente con ese indicador, pero sin ningún síntoma. Puede ser que en el futuro desarrollen alergia, aunque en aquél exacto momento no la tienen. Ellos dicen que denominar a esos individuos como alérgicos resulta demasiado. ¿Sabe usted cuál es la definición de individuo normal? Es aquél que no fue suficientemente investigado. Porque, en última instancia, no sabemos que es lo normal o qué no lo es.

¿En los últimos tiempos hubo cambios en el tratamiento del asma y de la rinitis? 
En Brasil, el 90% de la población local es tratada por el SUS, en hospitales totalmente precarios y carentes de tecnología. El asma, como toda dolencia crónica — úlcera, hipertensión -, exige lo que denominamos intercambio médico-paciente. Establecemos un vínculo, que debe cubrir también las necesidades emocionales. Mis pacientes no precisan internación por asma  desde hace muchos años. Combinamos que, tan pronto como aparecen los primeros síntomas, utilizamos medicación preventiva, impediremos llegar a la hospitalización. Pero en la mayoría de los casos eso no sucede. Cada vez que un niño o adolescente acude al SUS, luego de esperar turno, encuentra un médico diferente que, si estuviera bien dispuesto, le otorgará cinco minutos de atención. Luego ellos retornan ante una crisis y encuentran oto médico que les proporciona otra orientación. Mientras esos niños no sean tratados en el marco de una relación médico-paciente consistente, no hay cómo resolver el problema en Brasil.

MIGUEL BOYAYAN¿No existe un modelo, una alternativa dentro del sistema de salud? 
En las clínicas que atienden pacientes particulares, si. En el SUS, no. La mayoría de los médicos que atienden en la consulta lo hacen por los sistemas prepagos, que pagan, en el mejor de los casos, alrededor de 20 a 30 reales por consulta; el médico entonces necesita atender a un gran número de pacientes, lo cual no permite un tratamiento adecuado.

Esta situación trae consecuencias para la calidad de vida de las personas e incide en los gastos en el área de salud.
En todo el mundo existen 300 millones de personas con asma. En Estados Unidos, más de 16 millones de adultos y 7 millones de niños padecen asma y ocasionan 1,8 millones de visitas a urgencias y medio millón de hospitalizaciones anuales. Más de 10 millones de días de trabajo y 3 millones de días de escuela se pierden a causa del asma. Los costos directos  abarcan a médicos, fármacos, etc. Los costos indirectos son los días de trabajo perdidos y los días de clase. Si se suman ambos costos, concluimos que se gastan 20 mil millones de dólares anuales por causa del asma en Estados Unidos. La incidencia varía entre las subpoblaciones. Por ejemplo, entre los portorriqueños es del 20%, para los niños norteamericanos es del 8%, para los afro-americanos es del 13%. El riesgo para un niño afro-americano o hispano de desarrollar asma es seis veces mayor que para un niño blanco.

Usted es conocido por haber publicado bastante.
Nuestra disciplina abarca tres ramas: alergia, inmunología y reumatología. Comenzamos con alergia y sumamos las áreas afines, como la inmunología clínica y la reumatología. Las tres ramas, hasta la fecha, cuentan con 450 trabajos publicados. Yo participé en 162.

Recientemente, uno de ellos fue especialmente citado en Estados Unidos.
Ése lo realicé cuando fui pasante en la Universidad McGill, en Montreal, Canadá, entre 1965 y 1967, y trabajé mucho, como un condenado, con una beca de 5 mil dólares anuales, que no alcanzaba para nada. Fui con mi mujer y dos hijos, cuando contaba con 30 años. Publique 17 artículos durante esos dos años. Cuarenta años después, en marzo de 2007, recibí una carta de la Academia Americana de Alergia, Asma e Inmunología, la AAAAI, que me informaba que había seleccionado uno de mis trabajos y que lo consideraban uno de los más importantes presentados en aquella época. A continuación me invitaban para escribir un comentario explicando dónde se articulan mis hallazgos en la actualidad, para que fuera expuesto en un gran panel durante el congreso anual. El artículo en cuestión fue publicado en el Journal of Allergy en 1968, que posteriormente se transformó en el Journal of Allergy and Clinical Inmunology, el más respetado en el área, con un factor de impacto por encima de 8 (índice con que se mide la importancia de una publicación científica).

¿Cuál es la importancia de ese trabajo en lo referente a la inmunología?
Cuando arribé a Montreal, el jefe de división, profesor Bram Rose, me ofreció quedarme tres meses allí, escoger a alguien para trabajar y el tema por estudiar. Elegí a un investigador, Maxwell Richter, que trabajaba con una sustancia denominada fitohemaglutinina, la cual cuando se une in vitro con los linfocitos de sangre periférica, los transforma en células blásticas. Esto es, los linfocitos se des-diferencian, tornándose una célula mucho más primitiva. Teóricamente, esa célula primitiva podría compararse con una célula madre, que a su vez, originaría varias otras células. Estudiando niños con inmunodeficiencias celulares, verificamos que sus linfocitos no respondían a la fitohemaglutinina. Hasta la actualidad, ese test se utiliza para diagnosticar inmunodeficiencias. Se denomina transformación blástica con fitohemaglutinina.

¿Sirve para identificar qué enfermedad inmunológica? 
Ninguna, porque la fitohemaglutinina transforma los linfocitos de cualquier persona, excepto los de las que presentan alguna inmunodeficiencia. Pero esa era sólo una consecuencia del trabajo básico con la fitohemaglutinina. En aquel tiempo no se sabía que existían los linfocitos T o B. Sólo se los llamaba linfocitos. Creíamos que, como los linfocitos se habían des-diferenciado, se podrían diferenciar nuevamente. Realizamos centenares de cultivos y dominamos bien la técnica. Contábamos con un marcador radiactivo y el laboratorio poseía un contador de radiación. Dejábamos los tubitos en la máquina  por la noche y, a la mañana siguiente, los resultados se hallaban impresos. La Guerra Fía estaba en su auge en aquella época. Enviamos entonces el proyecto al gobierno estadounidense, al Ministerio de Aeronáutica, proponiendo extraer células de sangre de los soldados, realizar un cultivo, transformarlas en blastos y congelarlas. Si explotase una bomba atómica y ocurriese la destrucción de la médula ósea de esos soldados, ese cultivo de células primitivas sería reinsertado en el individuo y esas células se diferenciarían en células sanguíneas nuevamente. En aquel entonces solamente queríamos que ellas se diferenciasen en células de sangre periférica, para que el individuo lograra sobrevivir. El proyecto pasó por el Pentágono y ellos mandaron a un coronel para entrevistarnos en Montreal. Conversamos y él nos dijo que le gustaba el proyecto. Con todo, cada uno de nosotros debía ser evaluado. Preguntó mi nombre, dónde nací, dónde residía. Quiso saber quién estaría enterado del proyecto. Un día él regresó y dijo que el proyecto estaba prácticamente aprobado, pero que en el tercer grado de la escuela primaria yo había tenido una profesora comunista. Mi jefe dijo: “Si no recibimos el dinero por esa causa yo te mato”.

¿El proyecto fue aprobado?
Cuando todo se hallaba listo para firmarse sucedieron cambios importantes en el gobierno estadounidense y todas las ayudas para otros países fueron canceladas.

¿Y ustedes qué hicieron? 
Seguimos trabajando. Surgió la idea de que si juntásemos el alergeno (antígeno) con la sangre de individuos que fuesen sensibles a este alergeno y no solamente a la propia fito-hemaglutinina, podríamos obtener la transformación blástica, esto es, hacer que los linfocitos regresaran al estado primitivo de una célula blástica, que es una célula primordial. Estudiamos la fiebre del heno, que ocurre cuando determinada planta prolifera y produce el hongo anemófilo, que se esparce por el aire llevado por el viento, es aspirado por las personas y ocasiona problemas alérgicos y respiratorios. A la sangre de esos individuos que presentaban hay fever (fiebre del heno), juntamos el antígeno y ocurrió la transformación blástica.

¿La alergia también retrocedía?
No. Se trataba solamente de un trabajo in vitro. Pensábamos que las enfermedades alérgicas eran meras afecciones reactivas, esto quiere decir, que el alergeno ingresa al organismo y dispara la producción de IgE, que libera de mastocitos varias sustancias induciendo a una reacción alérgica. Ahí se evidenció que no, la célula presentaba un comportamiento similar al de la fitohemaglutinina. Existía una inmunidad determinada también por células.

¿Ocurrió una apertura en la inmunología con ese trabajo?
En 1966, cuando redactamos el artículo, se conocía muy poco acerca de los linfocitos T y B. No se conocía la IgE como anticuerpo contra el alergeno. El trabajo derivó en todo un detallado espectro de lo que es la respuesta inmunitaria. Contribuyó para dar a conocer que la respuesta alérgica no presentaba solamente un componente inmediato, sino que también existía un componente tardío, que era celular. En aquella época eso significaba mucho. Tal vez, el mérito del trabajo haya sido como pionero.

¿Hubo algún cambio en el método para tratar esas alergias durante los últimos años? Por ejemplo, el asma y la rinitis actualmente son vistas como enfermedades relacionadas.  
Probablemente sena una afección de las vías aéreas completas, o sea, nariz y pulmón. Actualmente tratamos los síntomas. Por ejemplo, la causa más común de los problemas respiratorios en Brasil son los ácaros del polvo domiciliario. Para tratarlos, utilizamos broncodilatadores y antiinflamatorios nasales y pulmonares, además de la inmunoterapia específica. Muchos niños presentan asma inducida por ejercicio. Durante la Olimpíada de 2004, el 20% de los atletas norteamericanos correspondía a asmáticos. La mayoría comenzó a practicar deportes para superarse y superar la propia enfermedad. El más famoso de ellos fue Mark Spitz, un asmático. Asimismo, obtuvo las siete medallas de oro en Munich, en 1972, superado ahora en Beijing por Michael Phelps.

¿El asma no cuenta con un componente psicológico también? 
Como causa primaria no, pero como un agravante sí.

¿Cómo fue el regreso a Brasil?
Conseguí una salita donde estuve solo durante cuatro o cinco años haciendo mis cosas. Atendía pacientes, testeaba mis vacunas, barría el piso, hacía todo. Durante aquellos años recolecté 400 muestras de suero de niños alérgicos, preparándome para cuando llegase el equipamiento necesario. Hasta que un lunes por la mañana llegué a la universidad y descubrí que la mucama había desconectado el tomacorriente de la heladera para pasar la enceradora durante el fin de semana y se había olvidado de reconectarlo. Todo lo que estaba guardado se perdió. Mi suerte fue que la ventana se hallaba cerrada, porque casi me tiro del noveno piso. Fue uno de los mayores golpes que sufrí en la vida.

¿Igualmente usted continuó allí?
Me quedé algunos meses más. Había una cátedra de inmunología en la Escuela Paulista de Medicina (la actual Universidad Federal de São Paulo), cuyo profesor era Otto Bier, uno de los fundadores de la escuela. Él se jubiló en 1967 y, a mi regreso a Brasil, quedé como jefe de inmunología hasta la apertura de un concurso. Era algo provisorio, pero estuve interino allí durante casi diez años. No tuve interés en convertirme en regente definitivo porque exigían dedicación exclusiva y el sueldo era muy bajo. La solución era atender en el consultorio. Mi último sueldo en la Escuela Paulista de Medicina, como profesor pleno, con toda la antigüedad, sumaba 3 mil reales, luego de 40 años. Ahora, estoy jubilado y recibo ese mismo valor por mes.

¿Cuándo creó usted el área de alergia en la Unifesp?
Organicé el Sector de Alergia, Inmunología Clínica y Reumatología en 1978.
Luego, en 1985, la congregación lo transformó en cátedra de Alergia, Inmunología Clínica y Reumatología, pasando a formar parte del currículo de los alumnos. Tardé casi 20 años para que ellos reconociesen el valor de la disciplina. Cada vez que acudía a la congregación a pedirlo, decían que era cosa de curanderos, de quien realiza ensayitos, vacunitas. Eso sucedía porque el conocimiento que se tenía en Brasil acerca de las alergias era muy pobre.

¿Cómo fue recomenzar nuevamente la investigación al regresar a Brasil?
Fue como un garrotazo en la cabeza. En Montreal, durante dos años, publiqué 17 artículos. Aquí tardamos más de diez años para publicar alguna cosa. Sin embargo, al poco tiempo, con ayuda de la FAPESP, conseguimos estructurar la investigación en el sector y fuimos trayendo más gente para trabajar. Nuestros proyectos eran aprobados, recibimos dinero, compramos equipamientos. Fue difícil, pero logramos salir adelante.

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