ZanskyLa Escuela Politécnica de la Universidad de São Paulo (Poli-USP) contempla el lanzamiento de una nueva carrera llamada Ingeniería de la Complejidad. Por ahora aprobada por el Claustro Docente, el organismo consultivo y deliberativo de la facultad, dicha carrera está siendo estructurada con investigadores del Groupe des Écoles Centrales, conformado por cinco de las principales escuelas de ingeniería de Francia, y tendrá un carácter más amplio que las otras carreras que se dictan en la Poli. “La idea es que el ingeniero de la complejidad desarrolle estrategias orientadas hacia la concepción de nuevos productos, procesos productivos y actividades de innovación y de investigación con base en abordajes multidisciplinarios”, explica Laerte Idal Sznelwar, del Departamento de Ingeniería de Producción de la Poli y coordinador del equipo responsable por la concepción de la carrera, que aún debe ser aprobada por el Consejo Universitario de la USP, el organismo colegiado de mayor poder dentro de la institución.
Como las demás ingenierías, la Ingeniería de la Complejidad de la Poli tendrá como base las ciencias físicas y matemáticas. Pero la constitución de su estructura curricular también deberá permitir la integración de conceptos de otras áreas del conocimiento, que el ingeniero deberá tener en cuenta en su actividad profesional, según Sznelwar. “Cada vez más, esos profesionales se toparán con situaciones que requerirán soluciones fundamentadas en conocimientos que no siempre dominan”, dice el ingeniero naval Bernardo Andrade, del Departamento de Ingeniería Naval y Oceánica de la Poli y miembro de la comisión ejecutiva responsable del proyecto de la nueva carrera. “Nuestra propuesta consiste en invertir en la formación de ingenieros capaces de combinar conocimientos diversos para desarrollar soluciones integradas referentes a problemas de gran amplitud.”
La carrera de Ingeniería de la Complejidad se dictará en el campus de la Poli de Baixada Santista, en el litoral paulista, cerca del puerto y del complejo industrial de Cubatão. Así se pretende confrontar a los estudiantes y a los docentes con los desafíos de las empresas de aquella zona. Los alumnos deberán desarrollar proyectos, de modo tal que puedan aplicar el conocimiento adquirido en el transcurso de la carrera para la resolución de problemas y en la concepción de proyectos en áreas tales como la planificación y la integración de acciones de movilidad urbana, recuperación y preservación ambiental, el desarrollo de centros de innovación tecnológica y los procesos de explotación de los recursos del mar.
Un área en expansión
Las ingenierías se consolidaron como una de las carreras más atractivas de los últimos años en Brasil. En el año 2000, la cantidad de profesionales graduados en el país fue de casi 18 mil. En 2014, esa cifra trepó a casi 68 mil, de acuerdo con el Censo de la Educación Superior del Instituto Nacional de Estudios e Investigaciones Educativas del Ministerio de Educación (MEC). Pese a ese aumento significativo, cuando se compara con otros países, se observa que Brasil aún enfrenta un déficit con respecto a la formación de esos profesionales.
Según datos del Instituto de Estadística de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), Rusia fue el país donde más ingenieros se graduaron en 2015, con 454.436 profesionales. Estados Unidos quedó en segundo lugar, con 237.826, e Irán fue el tercero, con 233.695. Corea del Sur, con su quinto lugar en el ranking, exhibe números impresionantes con relación a la formación de ingenieros. En la década de 1980, el país reestructuró su sistema educativo de manera tal de estimular la formación de esos profesionales. En 2015, se graduaron en ese país 147.858 ingenieros.
En Brasil, las carreras de ingeniería todavía deben vérselas con el alto índice de deserción. En 2013 fue del 28% en las carreras privadas, muy por encima del 10% registrado en el ámbito de la enseñanza pública en idéntico período, según un informe del Observatorio de Innovación y Competitividad (OIC) de la USP. “No sabemos cuáles son las causas que llevan a los alumnos a abandonar, porque no existen estudios en los que se investigue este fenómeno a fondo”, explica el profesor Mario Sergio Salerno, coordinador del Laboratorio de Gestión de la Innovación de la Poli y uno de los autores del estudio.
Un análisis posible apunta al modo en que están estructuradas las carreras. “Muchas requieren dedicación total y exigen que el alumno tenga buenas nociones en áreas tales como matemática y física, esenciales para la formación de un buen ingeniero”, explica Salerno. “Sin embargo, suele suceder que el estudiante necesite trabajar y no logre conciliar sus actividades con las obligaciones de la carrera”. En el caso de las universidades privadas, aparte de que la carrera de ingeniería es cara, muchos alumnos ingresan sin poseer un buen conocimiento de disciplinas importantes para el área. “Frente a las dificultades crecientes, muchos abandonan la facultad”, dice el ingeniero.
Otro aspecto que destaca Salerno se refiere a la relación entre la demanda de las carreras de ingeniería y el ritmo de actividad económica en Brasil. Según el investigador, esto sucede porque la ingeniería suele ser sensible a la coyuntura de las inversiones realizadas en la economía. El estudio del OIC indica que entre 2009 y 2010 hubo un crecimiento del 19% en la matrícula de ingresantes a las carreras de ingeniería en Brasil. En 2011, el crecimiento fue del 26% con relación a 2010. El período comprendido entre 2011 y 2012 registró el mayor porcentaje de crecimiento de nuevos ingresantes: un 31%. Las carreras de mayor demanda fueron las de ingeniería civil e ingeniería de la producción. En el año 2000, 5.220 personas se graduaron en ingeniería civil y 344 en ingeniería de producción. Más de una década después, en 2013, fueron 13.619 graduadas en ingeniería civil y 12.181 en ingeniería de la producción.
Con relación al mercado de trabajo, en el informe se verificó un aumento sistemático de las contrataciones de ingenieros en Brasil durante las últimas tres décadas. En 1985 había 156.584 ingenieros empleados. En 2013, esa cifra trepó a 272.110. Los picos de contratación de ingenieros se registraron en dos períodos, 2007-2008 y 2009-2010. Pese a la predominancia de los ingenieros civiles (alrededor del 30%), se observó un crecimiento de la cantidad de contrataciones también de ingenieros de la producción. En 2003, esos profesionales representaban el 10% de un alrededor de 150 mil ingenieros contratados, y en 2013, eran el 15% del total.
Los empleos en el campo de las ingenierías tienden a recuperarse más rápidamente tras períodos de desaceleración económica, y vuelven a crecer
con mayor celeridad que otras categorías, según el ingeniero electrónico y economista Carlos Américo Pacheco, exrector del Instituto Tecnológico de Aeronáutica (ITA) y actual director presidente del Consejo Técnico Administrativo de la FAPESP. “El reto ahora consiste en asegurarles una mejor perspectiva de trabajo a los ingenieros, de manera tal que el mercado sea capaz de absorber a los profesionales que se gradúan en el país”, comenta.
Las discusiones asociadas al perfil de esos profesionales, con la mejora de la calidad de la enseñanza y con la capacitación de los estudiantes para el mercado laboral han sido una constante entre docentes e investigadores del área. “No estamos formando al tipo de ingeniero que Brasil necesita”, afirma el ingeniero electrónico Edson Watanabe, director del Instituto Alberto Luiz Coimbra de Posgrado e Investigación en Ingeniería de la Universidad Federal de Río de Janeiro (Coppe-UFRJ). Watanabe se refiere a ingenieros capaces de desarrollar soluciones innovadoras en área distintas, creando nuevas tecnologías para productos y procesos, gestionando la innovación en empresas de diversas áreas, e innovando y emprendiendo.
“Aquella fase del ingeniero superespecializado está llegando a su fin”, sostiene el ingeniero electricista João Zuffo, profesor retirado de la Poli (lea en la sección Entrevista). “El ingeniero debe profundizar rápidamente en un área, tener una buena base de matemática y de física, y una formación más humanística. En el mundo del mañana no habrá lugar para un profesional puramente técnico. Debe tener una educación flexible para poder adaptarse a los cambios”, añade.
Según el ingeniero metalúrgico Ericksson Rocha e Almendra, exdirector de la Escuela Politécnica de la UFRJ, la idea de interdisciplinariedad ya no puede estar disociada del proceso de desarrollo de la ciencia, y se hace necesario estimularla también entre las ingenierías. “Resulta impensable hoy en día que un ingeniero ambiental no trabaje con sociólogos en grandes obras en áreas forestales que comprenden la expropiación de territorios pertenecientes a habitantes de la zona”, afirma. Una estrategia en tal sentido, según Pacheco, consiste en invertir en innovaciones pedagógicas. “Es importante también estar atentos a las experiencias fuera de Brasil e invertir en la internacionalización de las escuelas brasileñas”, afirma.
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