Pertenezco a la primera promoción de la carrera de Arquitectura y Urbanismo de la Unicamp [Universidad de Campinas], donde me gradué en 2005. En aquella época ya estaba muy conectado con el arte: dibujaba, tocaba instrumentos y hacía trabajos en madera. La arquitectura fue una elección basada en mis intereses personales. Era una carrera nueva en la Unicamp, todavía en formación, y estaba bastante orientada hacia la ingeniería, pero la cohorte con la que me gradué, compuesta por 30 estudiantes, en cierto modo tenía un perfil muy vinculado al arte y al activismo social. Aproveché ese momento y también cursé asignaturas en otras áreas del conocimiento: asistí a muchas clases en el Instituto de Artes, en el Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas y en el Instituto de Geociencias. Eso me permitió, desde muy joven, desarrollar una mirada diferente a la tradicional en la práctica de la arquitectura.
Cuando todavía cursaba la carrera, me uní a un grupo de radio libre llamado Rádio Muda. Gran parte de mi formación intelectual, artística y política la atribuyo a esa experiencia, y también como arquitecto, porque tuve la oportunidad de convivir con gente de formación diversa. Por entonces, también creamos un colectivo llamado Submídia. Eran los tiempos de la expansión de internet y de los medios independientes en Brasil. Fuimos parte del programa Cultura Viva, del Ministerio de Cultura [MinC], cuando Gilberto Gil era ministro. Participamos en distintos festivales de medios de comunicación y activismo, dictamos talleres, instalamos radios por todo Brasil en los Puntos de Cultura, que eran el meollo de ese programa del MinC.
Yo ya estaba interesado en la investigación. Como no había demasiado empleo para los arquitectos, me fui a trabajar a la televisión e hice un máster en sociología en la Unicamp. A la par, en 2006 inicié una maestría en la FAU-USP [Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo]. Empecé a hacer ambas carreras de posgrado en simultáneo, pero ninguna de las dos me sedujo. La de sociología la encontré demasiado teórica, y el máster en la FAU-USP, en aquel entonces me pareció que estaba muy desconectado de las cuestiones contemporáneas que a mí me interesaban.
Al participar en un seminario en la Bienal de Arte de São Paulo, conocí el trabajo del Centro de Investigaciones en Arquitectura del Goldsmiths College – Universidad de Londres. Me di cuenta que estaba conectado con lo que ellos hacían y que ahí había espacio para los temas que yo estaba buscando desarrollar, principalmente para la comprensión de la arquitectura como instrumento de poder. Entonces, en 2006, me fui a hacer la maestría en el Centro del Goldsmiths, particularmente centrado en cuestiones políticas, culturales y las relacionadas con la defensa de los derechos humanos. Durante mis estudios, participé en la creación de una agencia llamada Forensic Architecture, que emplea herramientas de la arquitectura para la protección y el monitoreo de las violaciones de los derechos humanos.
En 2008, empecé el doctorado en el propio Goldsmiths, pero en un momento dado, cuando estaba investigando la ocupación de la Amazonia en distintos países, comprendí que tenía que volver a América del Sur. No suelo decir “volver”, digo “ir”. Tenía que ir a Sudamérica porque, en cierto sentido, no era un regreso sino una ida hacia un lugar nuevo, con todo el bagaje acumulado durante mis estudios. Me fui a vivir a Quito, Ecuador, donde pasé algunos años. Di clases en la Pontificia Universidad Católica de Ecuador y terminé mi doctorado, a distancia, en 2015. Después de eso me fui a Estados Unidos, donde pasé un semestre, también en 2015, como investigador visitante en la Universidad Princeton, y al año siguiente, otro semestre en la Universidad Cornell.
Entonces consideré que ya era hora de regresar a Brasil y me presenté para realizar un posdoctorado en la FAU-USP. En aquel momento, en 2017, la beca de la FAPESP fue muy importante, no solo porque me brindaba la posibilidad de reinsertarme en el ámbito académico brasileño, sino también porque me permitió llevar a cabo el proyecto “Memoria de la Tierra”, que ha sido fundamental en mi trayectoria como investigador. Se trata de un trabajo relacionado con los derechos humanos y los territorios, desarrollado en forma conjunta con la Asociação Xavante Bö’u, que también contó con la colaboración del Ministerio Público Federal [MPF]. Con base en información divulgada por la Comisión Nacional de la Verdad, el proyecto investiga el desplazamiento territorial forzoso del pueblo Xavante, en Mato Grosso, durante la dictadura militar.
El trabajo de campo comenzó en 2018. Tras haber identificado varias aldeas que habían sido desplazadas por el Estado brasileño, conseguimos elaborar un mapa de sus sitios arqueológicos y recientemente hemos presentado una petición al Iphan [el Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional] para que estos sitios sean reconocidos como patrimonio brasileño. El proyecto también ha dado lugar a un libro, Memória da Terra: Arqueologias da ancestralidade e da despossessão do povo Xavante de Marãiwatsédé [Memoria de la Tierra. Arqueologías de la ancestralidad y del despojo del pueblo Xavante de Marãiwatsédé], publicado por el MPF en 2020. Como era muy importante que el fruto de esta investigación retornara a las comunidades, hicimos hincapié en que el libro se distribuyera en las escuelas xavantes. En definitiva, aquella investigación que se inició a partir de la beca de la FAPESP en 2017 ha derivado en varias iniciativas que perduran aún hoy, no solo académicas, sino también con impacto social y cultural.
Este año, “Memoria de la Tierra” se expuso en la Bienal de Arquitectura de Venecia, en la que participé como autor y arquitecto. Al mismo tiempo, la bienal me cursó una invitación para hacernos cargo, junto a la arquitecta Gabriela de Matos, de la curaduría del pabellón brasileño en la muestra. No nos conocíamos, pero en seguida nos dimos cuenta de que nuestras prácticas se hallaban totalmente alineadas, aunque fueran diferentes.
Elegimos la Tierra como lema fundamental del espacio en la muestra y nuestro proyecto fue galardonado con el León de Oro a la mejor participación nacional, algo sin precedentes en la arquitectura brasileña. El pabellón abordó la cuestión de la memoria y los procesos de restitución del patrimonio, la historia y el territorio. Un debate contemporáneo, universal y que refleja el proceso de reconstrucción que Brasil está transitando actualmente, una suerte de reparación por la violencia colonial y la borradura de los pueblos originarios y afrobrasileños.
Si bien he realizado y sigo haciendo trabajos de curaduría, como para la Bienal de Arquitectura de Chicago, en 2019, no me considero un profesional del área. En este caso, la curaduría es uno de los campos en que mis actividades y mi práctica como arquitecto se manifiestan. También soy escritor, artista visual y miembro de autonoma, una organización de arquitectura y defensa de los derechos humanos y contra la violencia de Estado que fundé en 2017.
Además, hoy en día alterno mi actividad docente entre la Universidad de Brasilia [UnB] y la Universidad Columbia, en Nueva York, donde soy profesor visitante. Después de haber crecido en Campinas y vivido en distintas ciudades, entre ellas São Paulo, Londres y Quito, noto que estos desplazamientos geográficos fueron muy importantes para que adquiriera no solo una perspectiva más compleja de la geopolítica y la cultura mundial. En algunos de esos lugares desempeñaba mis actividades como docente y pude experimentar lo que es enseñar en diferentes contextos, en diversas instituciones para distintas comunidades. Esta diversidad me ayudó a estructurar mi visión sobre la arquitectura y sobre mi propia actividad como profesor e investigador.
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