DANIEL BUENO
Entre las directrices presentadas por el Cope ‒que actualmente cuenta con más de 7.600 miembros en 80 países, incluyendo a representantes de grandes editoriales, tales como Elsevier, Springer y Wiley-Blackwell‒ se encuentra la que determina que las publicaciones deben asegurar que sus revisores trabajen de manera constructiva, respetando la confidencialidad y evitando conflictos de intereses. El comité también destaca la prohibición de utilizar información obtenida durante la revisión para beneficio personal o de terceros, o como forma de desacreditar al autor del paper.
Mediante una nota, la coordinadora del proyecto, la bióloga y editora en jefe del boletín trimestral del comité, Irene Hames, dijo que aunque actualmente se publican alrededor de 1.800.000 artículos por año, en aproximadamente 28 mil publicaciones académicas, “los revisores generalmente no cuentan con una guía de buenas prácticas para la revisión, lo cual los distancia de sus obligaciones éticas”.
La guía establece directrices específicas para cada etapa del proceso. Por ejemplo, antes de comenzar la revisión, el investigador debe declarar cualquier interés potencialmente conflictivo o convergente (personal, económico, profesional, político o religioso) que pueda interferir en su trabajo. En tal caso, el revisor debe avisarle al editor. Una de las recomendaciones apunta que el revisor no puede involucrar a subalternos en el trabajo, lo cual incluye a investigadores en el inicio de su carrera, sin obtener previamente un permiso por parte del periódico.
Los nombres de aquéllos que colaboren en el proceso deben incluirse en la respuesta al autor, para que reciban su debido crédito. En tanto, durante la etapa de elaboración del informe, la revisión debe privilegiar sugerencias destinadas a mejorar el manuscrito, evitando siempre los comentarios personales o acusaciones.
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