Siempre he sido una persona muchos porqués. En la escuela, prestaba bastante atención en clase, pero lo que me interesaba eran las lagunas, es decir, aquello que no entendía. Les planteaba mis dudas a los docentes. Esto me sirvió para aprender a fijar los contenidos de las materias. Soy egresada de la red de educación pública y, en mi formación escolar, me di cuenta de que a medida que buscaba nuevos conocimientos promovía un impacto positivo en el quehacer de mis docentes, estimulándolos en su labor.
Mis inquietudes se intensificaron cuando en 1990 ingresé a la carrera de química en la Unesp [la Universidade Estadual Paulista], en su campus de la localidad de Araraquara, a los 17 años. La afinidad con el área de la fisicoquímica orientó mi iniciación a la investigación científica hacia el campo de los procesos electroquímicos. Me dediqué a investigar problemas complejos y tuve la suerte de contar con un supervisor que me ofreció varias opciones de investigación. Al principio la elección fue difícil, pero con la ayuda del profesor Assis Vicente Benedetti elaboré un proyecto sobre el efecto de la solvatación en las propiedades de oxirreducción del hierro, de decir: cómo afectan las distintas composiciones de los solventes la movilidad y la transferencia de electrones entre el ion hierro y el electrodo, empleando la técnica de voltametría cíclica.
En el último año de la carrera asistí a un curso de verano en la Universidad de São Paulo [USP], en su campus de Ribeirão Preto, y conocí a investigadores y proyectos de diversos campos, especialmente en las áreas de electroquímica y monocapas. Mi idea inicial era unificar estas dos áreas en un proyecto científico. Así, durante la maestría y en parte del doctorado, realizados en la USP, pude desarrollar electrodos modificados utilizando una técnica que consiste en depositar monocapas de tensioactivos insolubles en agua y sustancias con actividad electroquímica.
Parte del doctorado lo llevé a cabo en la Universidad de Windsor, en Canadá. Mi objetivo era volver allá, tras la defensa de mi tesis, en 2001, para realizar una pasantía posdoctoral. Pero al no contar con apoyo financiero, finalmente tuve que quedarme aquí. Poco después, aprobé un proceso selectivo para una pasantía de posdoctorado en la firma brasileña Rhodia. Ahí empecé a trabajar junto a otros investigadores en el recientemente creado laboratorio de fisicoquímica de la empresa. Entonces me dediqué a estudiar el látex sintético, un producto que continúa siendo mi objeto de investigación y que, en cierta medida, me ha llevado a ganar, en 2022, el Premio Mujeres Latinoamericanas en la Química, en la categoría Líder de la Industria.
Años más tarde fui contratada como investigadora sénior por Petroflex, una empresa que poseía un amplio know-how en la coagulación del látex y su venta al mercado del caucho. Trabajé en esta empresa desde 2005 hasta 2008, período en el cual estuve a cargo del desarrollo de materiales para la producción de guantes, espumas, adhesivos y suelas de zapatos. Cuando me fui de allí, trabajé con polímeros para tuberías de petróleo. En 2010, cuando me contrató la empresa Oxiteno, volví al rubro del látex. Hace 12 años que trabajo en la empresa como investigadora, en el sector de revestimientos. Formo parte del área de investigación y desarrollo, donde me conocen como la “chica del látex”. Me dedico a desarrollar solventes para la elaboración de películas de látex y tensioactivos para la polimerización en emulsiones de látex. Tengo varias patentes propias registradas por la empresa, así como productos desarrollados para el mercado de las pinturas decorativas.
Llevo al menos 20 años identificando limitaciones y obstáculos que hay que superar en la manipulación del látex sintético. Por ello, trato de colaborar en la mejora tecnológica del látex destinado a la elaboración de pinturas que utilizan agua como base. Esto se debe a que estas pinturas presentan algunas limitaciones técnicas que acortan su durabilidad en comparación con las que utilizan un solvente como base. Este esfuerzo genera sustancias que tienden a ser más amigables con el medio ambiente. De esta manera, al buscar el desarrollo de productos que contengan materias primas renovables, nos alineamos con las nuevas demandas del siglo XXI en materia ambiental.
Oxiteno colabora con organismos públicos y privados en Brasil y en el exterior, que les agregan valor a nuestras formulaciones.
Al reflexionar sobre las frustraciones que entraña la producción científica, pienso que estamos frente a un trabajo de hormiga. Realizamos experimentos en los laboratorios, probamos diversas variables, pero llegamos más a menudo al no que al sí. En este sentido, un único acierto tiene un valor enorme. Para resumirlo, de la investigación en laboratorio al lanzamiento de un determinado producto hay muchas cabezas y manos involucradas. El premio que recibí hace poco no hubiera sido posible sin la ayuda de mis colegas, sobre todo las mujeres de la institución, absolutamente comprometidas con sus incumbencias.
Esta fuerte dedicación de los colaboradores se ha puesto de manifiesto, principalmente, en los que atañe a las patentes, que sirven tanto para proteger como para divulgar hallazgos científicos. Si un determinado tema está protegido por un registro de patente, para explotarlo se necesita solicitar previamente el derecho a utilizarlo y abonar regalías por un período estipulado. Para los investigadores del área de la innovación, la responsabilidad es inmensa, debido a la ingente inversión financiera y humana. Antes de conseguir mi primer empleo en la industria, concursé para acceder a cargos en la educación superior pública. En aquel entonces ya había discrepancias entre la cantidad de vacantes y la de postulantes. En mi pasantía posdoctoral en Rhodia pude comprobar las bondades que ofrece la ciencia aplicada. Hoy en día puedo decir que soy feliz de poder difundir el conocimiento en el segundo sector. Incluso fuera del ambiente universitario, investigo, enseño, hago mentorías y, por supuesto, aprendo, incluso con los clientes.
Los proyectos científicos en la industria apuntan a atender las necesidades tecnológicas del mercado. En general, la academia prescinde de este compromiso mercadológico. Sin embargo, ambas están comprometidas en la producción y en la difusión científica. La industria, cabe subrayarlo, no está separada de la universidad. Cuando es necesario contratamos expertos que desempeñan el papel de consultores. Análogamente a lo que sucede en la universidad, en la industria los directores y supervisores de investigación vendrían a ser nuestros gestores y clientes. Son ellos quienes imponen el formato de los proyectos y las correcciones de rumbo. En la actualidad, disponemos de herramientas tecnológicas específicas para la gestión de proyectos, pero no renuncio al cuaderno tradicional para realizar apuntes de lo más variados. Mantengo una rutina muy similar a la de una investigadora académica: reuniones semanales, producción de informes y artículos científicos, preparación de patentes y mucha lectura, además de asistir a congresos científicos.
Desafortunadamente, son pocas las empresas brasileñas que cuentan con centros de investigación. Hay científicos disponibles en el mercado laboral, pero su absorción aún es lenta. Como mujer negra, mi sensibilidad está permanentemente enfocada en el reconocimiento de las múltiples potencialidades que me rodean en el ámbito profesional. Mi talento siempre ha sido reconocido, desde la educación básica hasta con los maestros académicos. Siempre se me ha acogido y estimulado intelectualmente. En el ámbito de la industria, he convivido con personas muy comprometidas y dedicadas en las interlocuciones, que resultan decisivas para el crecimiento colectivo.
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