De poder elegir dónde vivir en metrópolis como São Paulo, Río de Janeiro o incluso Porto Alegre, es mejor optar por una casa o un departamento lo más apartado posible a dos cuadras por lo menos de las calles y avenidas más agitadas. Eso será bueno para su salud y la de sus hijos. Sucede que los contaminantes que emiten los motores de los automóviles, autobuses y camiones generalmente se esparcen en un radio de hasta 150 metros desde el punto en que han sido arrojados al aire y transforman a las grandes avenidas, a ejemplo de la Paulista o la 23 de Maio en São Paulo, por donde fluyen decenas de miles de vehículos por día, en inmensas chimeneas, que lanzan sobre la ciudad toneladas de partículas y gases tóxicos.
Las consecuencias más inmediatas y moderadas de llenar los pulmones todos los días con el aire casi irrespirable de las metrópolis se sienten enseguida: irritación en los ojos y las vías respiratorias, malestar y crisis de asma. Otras más graves, que se instalan lentamente en el organismo, tales como el aumento de la presión arterial y la ocurrencia de paros cardíacos, pueden pasar desapercibidas, pues no siempre exhiben una relación tan clara y directa con ese factor ambiental.
Pero además, en los últimos tiempos se ha vuelto evidente que la contaminación del aire no afecta solamente a quienes lo respiran. Años atrás, el médico Nelson Gouveia, de la Universidad de São Paulo (USP), analizó datos de 214 mil niños nacidos en la capital paulista y arribó a la conclusión de que la exposición de las embarazadas a la contaminación, especialmente durante los primeros tres meses, lleva a una disminución del peso de los bebés al nacer, uno de los principales determinantes de la salud infantil. Ahora Gouveia ha estimado, si bien que indirectamente, otro impacto de la contaminación inhalada por las gestantes sobre los recién nacidos: el incremento del riesgo de muerte durante los primeros días después del parto.
Teniendo en cuenta el flujo de vehículos en las calles de São Paulo medido por la Compañía de Ingeniería de Tránsito (CET) en los horarios pico y la distancia a la que esas mujeres vivían de las calles y avenidas más agitadas, Gouveia y la médica Andréa Peneluppi de Medeiros, de la Universidad de Taubaté, interior de São Paulo, crearon un indicador de la exposición materna a los contaminantes del aire. Luego fueron en busca de informaciones sobre 631 niños que nacieron en hospitales de 14 barrios de la zona sur paulistana entre agosto de 2000 y enero de 2001.
Andréa y Gouveia hallaron señales de humo detrás de la historia de los 318 bebés que habían muerto durante la primera semana de vida. Claro que la contaminación no fue la causa directa de las muertes. Pero había contribuido de algún modo. Descontados otros factores que elevan el riesgo de muerte durante ese período tales como el bajo peso al nacer, la edad materna y la no realización de exámenes prenatales, entre otros, emergió el impacto de la contaminación: los bebés de mujeres que habían inhalado más gases y humo durante la gestación corrían un riesgo un 50% mayor de morir durante los primeros días después del parto. Existen factores más importantes para la muerte neonatal, pero este dato indica que los contaminantes del aire ejercen un efecto perjudicial importante sobre la salud de las gestantes y sus hijos, afirma Gouveia.
No fue necesario un tránsito intenso para que surgiera el efecto. Los hijos de mujeres que vivían en un área de unas pocas cuadras por donde pasaban entre 6 y 45 vehículos por hora durante los horarios pico es decir, una región bastante tranquila presentaron un riesgo un 46% mayor de morir durante la primera semana de vida, de acuerdo con un artículo que saldrá publicado pronto en Environmental Health Perspectives.
No es la primera vez que la contaminación aparece asociada a la mortalidad perinatal, período que incluye la gestación y la primera semana después del parto. Años atrás, el equipo del médico Paulo Hilario Saldiva, también de la USP, que desde hace casi dos décadas estudia los efectos de la contaminación sobre la salud, había demostrado que en los días más contaminados mueren más bebés aún en gestación en la capital paulista. Saldiva y el médico Luiz Amador Pereira detectaron también que el contaminante asociado a la mayor probabilidad de muerte de los fetos fue el monóxido de carbono (CO), gas incoloro e inodoro que resulta de la quema incompleta de los combustibles en los automóviles, como detallaron en 1998 en Environmental Health Perspectives.
Del trabajo de Andréa y Gouveia se desprende un alerta y dudas, al fin y al cabo, ¿cuáles serían las alteraciones que la contaminación provoca en el organismo elevando el riesgo de muerte de los bebés? Aún no existe una idea precisa acerca del mecanismo biológico inherente a este efecto, comenta Gouveia, quien recientemente constató que la contaminación es responsable del 5% de las muertes por problemas respiratorios en niños y ancianos en siete capitales (São Paulo, Río de Janeiro, Belo Horizonte, Vitória, Curitiba, Fortaleza y Porto Alegre).
La respuesta a esta cuestión parece surgir del piso inmediatamente inferior al de la sala de Gouveia en la Facultad de Medicina de la USP. En el Laboratorio de Contaminación Atmosférica Experimental, el equipo coordinado por Saldiva y por la patóloga Thais Mauad concluyó recientemente una batería de pruebas en las que fue posible comparar el impacto sobre la salud de vivir en ambientes contaminados como las calles de São Paulo con el de vivir en un lugar con aire puro y limpio.
Un laboratorio en el jardín
Un hallazgo importante es que la contaminación altera la estructura de la placenta, el órgano responsable de transportar el oxígeno y los nutrientes al feto. Thais, Saldiva y la bióloga Mariana Matera Veras mantuvieron durante meses varias generaciones de ratones en dos tipos de ambiente con calidad de aire controlada con y sin contaminantes, lo que sería prácticamente imposible con seres humanos.
Ellos instalaron en los jardines de la Facultad de Medicina, a 20 metros de la esquina de la avenida Dr. Arnaldo y calle Teodoro Sampaio, un cruzamiento de intenso tránsito durante la mayor parte del día, dos cámaras con jaulas de ratones. Una recibía el aire contaminado de las calles, el mismo que respiran quienes frecuentan los alrededores del Hospital de Clínicas, mientras que a la otra llegaba aire filtrado.
En cada cámara, los investigadores mantuvieron grupos idénticos de roedores en diversas fases del ciclo reproductivo: antes de la concepción, durante la gestación y después del nacimiento de las crías. Para aislar los efectos sufridos por los machos de los sentidos por las hembras, Saldiva y Mariana repitieron el experimento, formando parejas con los machos que habían sido criados en un ambiente con aire puro y las hembras en atmósfera contaminada y viceversa.
Al final de cada gestación, Mariana evaluó la estructura de la placenta y el peso de las crías. En la placenta de las roedoras criadas en ambiente contaminado, los canales que llevan la sangre materna al embrión eran más estrechos. Y el tejido a través del cual se produce el intercambio de oxígeno y de nutrientes, más delgado. Responsables por absorber alimento y oxígeno, los capilares del feto se distribuyeron por una superficie mayor, en una probable reacción a la dificultad de obtener nutrientes, describen los investigadores en un artículo publicado en Biology of Reproduction de septiembre. Es una indicación de que la placenta intenta adaptarse al máximo para superar esa situación adversa?, comenta Mariana.
Aun así, las crías de las hembras que respiraron aire contaminado eran menores y más livianas que las de las que recibieron aire limpio la pérdida de peso fue mayor en la prole de las roedoras expuestas a la contaminación antes y durante la gestación. No importó el período en el cual la exposición a los contaminantes se dio. El resultado fue el mismo: crías de bajo peso, lo que aumenta el riesgo de desarrollar diabetes y problemas cardiovasculares en la vida adulta, explica Mariana. Las alteraciones en la placenta indican que incluso hubo un aumento de transporte de oxígeno, pero el paso de nutrientes podía estar comprometido.
Pero los perjuicios empezaron en un estadio muy anterior del ciclo reproductivo. Las roedoras que vivían en ambiente contaminado eran menos fértiles producían 36% menos células germinativas y sufrían abortos espontáneos con mayor frecuencia que las de la cámara de aire filtrado, de acuerdo con un artículo publicado en Environmental Research. Curiosamente, el período fértil de las hembras que crecieron respirando aire contaminado duró en promedio tres veces más que el de las criadas en aire puro. Incluso esa alteración fisiológica no favoreció la reproducción. Pese a ser fértiles por más tiempo, tardaban más de lo normal para aceptar la cópula con el macho, comenta la bióloga.
De los test surgieron también evidencias experimentales de cómo la exposición prolongada a los contaminantes especialmente las partículas más finas, con diámetro inferior a 2,5 micrones perjudica el desarrollo de los pulmones. En el 15º día y en el 90º día después del nacimiento, Thais evaluó la estructura y la capacidad de los pulmones de cuatro grupos de ratones hijos de padres que habían pasado la vida en ambiente contaminado o en la cámara con aire limpio ?esos períodos corresponden respectivamente a la infancia y al comienzo de la edad adulta de los seres humanos.
Una cancha en el pecho – Las crías que crecieron en ambiente contaminado cuyos padres también habían respirado aire cargado de partículas durante toda la vida tenían pulmones menos desarrollados y una capacidad respiratoria menor que los animales que solamente tuvieron contacto con la contaminación en el interior del útero materno o después del nacimiento. Obviamente, los roedores que siempre recibieron aire puro, cuyos padres también respiraron aire filtrado, exhibieron el mejor desempeño. Aún no sabemos si los daños observados en los roedores son definitivos, comenta Thais.
De ser posible trasladar a los seres humanos estos resultados, presentados en octubre de este año en American Journal of Respiratory and Critical Care Medicine, equivaldría a decir que los paulistanos hijos de padres también paulistanos, además de y también por vivir en una ciudad con aire de calidad que dista mucho de ser la deseable, correrían más riesgos de tener una capacidad respiratoria reducida.
La mayor parte de los daños sucedió durante la formación de los alvéolos, bolsas microscópicas en cuyo interior se producen los intercambios gaseosos de la respiración el oxígeno del aire inhalado se difunde a la sangre y el gas carbónico es eliminado a la atmósfera. Lo que sucede en esta fase puede ser determinante para la capacidad respiratoria del adulto. Sucede que desde la infancia hasta el fin de la pubertad se forma el 85% de los 300 millones de alvéolos de los pulmones humanos, que suman una superficie de intercambio de gases equivalente a la de una cancha de tenis.
Como son muy delgadas, las partículas de menos de 2,5 micrones de diámetro no son retenidas por los cilios microscópicos que revisten las vías respiratorias y filtran el aire inalado. Y al llegar a los alvéolos, los dañan y alteran su desarrollo, comenta Thais. Con menos alvéolos, la superficie de intercambio de gases disminuye.
La salida para reducir los efectos de la contaminación y mejorar la calidad de vida de las personas y disminuir también los gastos públicos con internaciones y tratamientos (lea en Pesquisa FAPESP nº 129) todos saben cuál es: ampliar la malla de transporte público y mejorar su calidad; reducir el uso de automóviles; inspeccionar la emisión de contaminantes; modernizar el parque de ómnibus y camiones y mejorar la calidad del combustible comercializado en el país. Como en cualquier cuestión ambiental, estas medidas demandan la actuación del poder público y también la participación de la sociedad, dice Gouveia. Los ciudadanos no podemos ser omisos en lo que se refiere a nuestro rol en la historia.
El proyecto
Impacto de la exposición intrauterina y en las fases iniciales del desarrollo post natal a los contaminantes atmosféricos en el desarrollo de alteraciones adversas en la vida adulta (nº 03/10772-9); Modalidad Proyecto temático; Coordinador Paulo Hilario Saldiva – FMUSP; Inversión R$ 528.826,84 (FAPESP)
Artículos científicos
MEDEIROS, A.P.P. et al. Traffic-related air pollution and perinatal mortality: a case-control study. Environmental Health Perspectives. v. 116. n.12. dic. 2008.
VERAS, M.M. et al. Particulate urbana ir pollution affects the functional morphology of mouse placenta. Biology of Reproduction. v. 79. p. 578-584. sep. 2008.
MAUAD, T. et al. Chronic exposure to ambient levels of urban particles affects mouse lung development. American Journal of Respiratory and Critical Care Medicine. v.178. p. 721-728. oct. 2008.