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Otavio Frias Filho

Otavio Frias Filho: Una puerta de entrada para nuevos lectores de periódicos

El director de redacción del diario Folha de S.Paulo explica por qué tiende a incrementarse el interés periodístico en la ciencia

Otavio Frias Filho tiene 46 años, es periodista desde los 17, graduado en Derecho, con posgrado en Ciencias Sociales realizado en la Universidad de São Paulo (USP). Declara modestamente ser un autor esporádico. Sin embargo, más allá de las obras de teatro que publicó –algunas de las cuales ya han sido puestas en escena– y de un libro que reúne artículos originariamente redactados para su publicación en formato de periódico lanzado hace dos años, forma parte ahora de esa producción literaria que él minimiza un libro de reportajes ensayísticos: Queda livre – ensaios de risco [Caída libre – ensayos de riesgo], de reciente edición. Este libro, por cierto, fue muy elogiado por la crítica especializada.

Pero Frias Filho, u Otavinho, como le dicen incluso para diferenciarlo de su padre, Octávio Frias de Oliveira, el empresario que compró el periódico Folha de S.Paulo en 1962, es, por encima de todo, un directivo de un diario, más específicamente, del mayor periódico brasileño. Y en calidad de tal le solicité una entrevista en julio de 2003, de gran interés para mi tesis de doctorado, sobre el lugar que ocupan la ciencia y la tecnología en el pensamiento y en las actividades prácticas de las elites brasileñas – lugar que se haría visible, entre otras fuentes, en los discursos de los medios de comunicación. Pocos meses antes, con el mismo objetivo, yo había entrevistado a Octávio Frias, su padre.

Cuando se decidió que una investigación sobre la percepción pública de la ciencia sería objeto del artículo estampado en la portada de la presente edición de Pesquisa FAPESP, entendimos que las entrevistas de los Frias podrían enriquecerla bastante, al mostrar las visiones sobre el periodismo y la ciencia provenientes de personas que, de diferentes maneras, contribuyeron y contribuyen a la difusión de los temas científicos en Brasil. Pero no había espacio para ambas entrevistas; por eso, por ahora, publicamos fragmentos de la entrevista de Otavio Frias Filho, naturalmente con su autorización, para usarla con un objetivo diverso de aquél que fuera declarado al momento en él que la concediera. En el texto que aparece a continuación, Frias Filho habla de periodismo científico, pero brinda también sus puntos de vista sobre el periodismo en general, algo que se nos presenta como información relevante para el lector de esta revista.

En nuestro mundo contemporáneo, tan marcado por los flujos de información a nivel global y por el predominio de la imagen en la formación de la opinión pública, ¿qué lugar le cabe al periodismo impreso?
—La premisa es esa misma de su pregunta y creo que esto pone en juego un problema para la gente que trabaja profesionalmente con el texto. Ésta es una civilización en la que la imagen predomina cada vez más, y todas las investigaciones muestran, de una forma u otra, a un ritmo u otro, una cierta decadencia del hábito de lectura o, al menos, de la lectura convencional de libros y periódicos. Ese problema existe. Y pienso que los diarios no deben darle la espalda a la imagen, como algunos llegaron a hacerlo durante un tiempo. Un ejemplo que me viene a la mente es el de Le Monde, que durante tantos años se rehusó a publicar fotos, e incluso a utilizar la impresión en colores, y acabó cediendo.

Acabó rindiéndose, ¿no es verdad?
—Exacto. Creo incluso que es acertada esa rendición, pues no podemos ignorar la realidad de la presencia preponderante de la imagen; pero, al mismo tiempo, creo que los periódicos deben fortalecer su contenido en términos de texto. Son medios eminentemente textuales –y esta vocación perdurará. Y existen también ciertas contradicciones, ciertas ambigüedades en la idea de que las imágenes han avanzado sobre el texto. Tomemos como ejemplo el fenómeno de Internet, tan discutido hoy en día: muchos analistas consideran que Internet está promoviendo un renacimiento del hábito de la lectura, que la gente vuelve a escribir y a leer con una frecuencia que inusual anteriormente. Pero yo acuerdo con que la tendencia general indica una preponderancia de la imagen, que no se revertirá y, por lo tanto, los periódicos deben en parte adaptarse a esa realidad; y en parte también contraponerse a ella, afirmándose como medios con una cierta densidad textual, con una cierta capacidad de elaboración. Aunque la superficialidad de los periódicos de información general sea notoria, creo que éstos responden a una cierta tradición de elaboración de la narración textual que es importante, y que debe mantenérsela viva.

Con relación a ese debatido papel de Internet en el renacimiento del hábito de la lectura y la escritura, ¿no se trata en este caso de otro tipo de lectura, distante de aquél en el que pensamos al usar esa palabra en términos más tradicionales? El texto en Internet es muy telegráfico, muy poco argumentativo.
—Estoy de acuerdo, empero, hago una salvedad que es la siguiente: Internet promueve un sinnúmero de lecturas, de tipos y modalidades de lectura. Por ejemplo, si usted desea investigar sobre [el filósofo] Martin Heidegger en Internet, podrá hacerlo durante semanas, quizá durante meses, y leerá una cantidad monumental de textos. En este caso, Internet le permite también este tipo de profundización de una manera que tal vez ningún otro medio lo permita, dada la acumulación virtualmente infinita de datos que posibilita. Con todo, de una manera general, el tipo de lectura y de redacción que un medio interactivo como Internet estimula es fragmentario, pasajero, superficial, incompleto, muy desatento con relación a la norma culta. Actualmente está haciéndose cada vez más claro que el lenguaje de los boletines online, por ejemplo, que saludados como un paso importante hacia la modernización de las comunicaciones, se asemeja en mucho al lenguaje de un medio bastante tradicional en términos de medios, que es la radio.

Entonces habría un rol que debería cumplir el periódico diario entre las instancias de articulación social y política de la sociedad. ¿Cuál es su visión de esto?
—Me referiré a ese punto, pero antes haré una consideración sobre un punto paralelo, que es el siguiente: en Folha hacemos el análisis de que, un gran contingente de personas continua y continuará demandando un panorama noticioso que refleje aquello que aconteció de esencial en las últimas 24 horas. Entendemos que ese ritmo de 24 horas, y no el soporte –que puede ser tanto el papel como la pantalla– define al diario. Consideramos que esa necesidad incluso se acentúa en la medida que existe una oferta muy grande e inasimilable de información, con niveles de credibilidad muy dispares. En Internet tenemos desde sitios muy autorizados desde el punto de vista conceptual, intelectual, etc. hasta aquellos extremadamente irresponsables. Entonces la idea de que los periódicos tradicionales, ya sea en el antiguo o en el nuevo soporte, sirven como una especie de ancla, de referencia informativa en medio a ese vocerío, esa cacofonía noticiosa, brinda incluso una oportunidad interesante que debe ser explotada por los diarios. Con relación al otro aspecto, desde el punto de vista político me parece que el periodismo ya ha tenido una influencia mucho mayor que la que tiene hoy en día. Los periódicos ha sido entes mucho más políticos, incluso mucho más partidarizados, no obstante considero que continúan desempeñando un cierto papel en términos de articulación de la política, de articulación de la economía, etc. Siguen siendo no solamente un centro de debate público que comprende a todas las elites de la sociedad, esto es, la elite empresarial, la elite intelectual, la elite sindical, la elite política, etc., sino también un medio que forma y deshace ciertos consensos.

Al hablar sobre la implicación de las elites llegamos a la cuestión de a quiénes se destina el periódico. ¿Esta cuestión no define por sí misma la diferencia del periódico con relación a otros medios? Es decir, el periódico sigue como un medio con foco en esas elites, mientras que el papel de gran medio de comunicación de masas habría quedado en manos de la televisión y la radio en los últimos 50 años.
—Coincido plenamente. Creo que es precisamente eso lo que define cada vez más la vocación de los periódicos. Esto sucede en los países desarrollados y, de una manera mucho más pronunciada, mucho más excluyente, en los países pobres como el nuestro, en donde esas elites representan un porcentaje mucho menor en el conjunto de la población. Pero, tanto en un caso como en el otro, el consumidor de la mercadería periódico es un individuo que tiene ciertas expectativas y ciertas exigencias en términos intelectuales, que se encuentran en un nivel un poco superior al de la sociedad en general. Es un hecho, no hay nada que discutir, esa distinción se cristalizó hace 50 años, entre aquél que es el medio de información de masas, es decir, la televisión, y el medio de información del conjunto de las elites, que es el periódico.

Y sobre el soporte del periódico, ¿su expectativa le indica que el papel será totalmente descartado en un futuro?
—No sabría contestar a esa pregunta. Creo que es difícil que alguien logre responderla en forma categórica, porque las cosas están sucediendo aún y no existe todavía una perspectiva nítida que permita formular una pronóstico. Mi impresión personal es de que los dos soportes probablemente convivirán durante algunos años, quizás por muchos años, y no excluyo la posibilidad de que el soporte de papel exista para siempre.

El periodismo impreso hoy, sobre todo si lo pensamos a partir de los artículos sobre la ciudad, la ciencia, las notas policiales etc., ¿no se configuraría aún y de un cierto modo como una de las narrativas más importantes de la cultura contemporánea? Al fin y al cabo, y más que Internet, este tipo de periodismo nos trae historias y enredos que se van desplegando, llenos de antes y después, con clímax y finales felices o dramáticos, y en ese sentido, va mostrando el mundo día tras día, de una manera que le es muy peculiar.
—Efectivamente, existe una importante discusión sobre el periodismo en el ambiente periodístico brasileño hoy en día. Y también dentro de Folha hay discusiones sobre los modelos de texto periodístico o noticioso. A semejanza de la gran mayoría de los periódicos de noticias de la tradición brasileña, que es una tradición que recibió mucha influencia de la prensa estadounidense, Folha adopta un texto que se plantea ser objetivo. Es decir, sabemos que no existe la objetividad en términos absolutos, la neutralidad y todo eso, pero son periódicos que se plantean tener un texto que se acerque tanto como sea posible al modelo de relato objetivo de los hechos. Por eso hay una serie de normas que circunscriben la libertad estilística del autor, hay una serie de preguntas a las que el texto periodístico necesariamente debe responder, en fin, existe toda una estructura que limita la latitud de elecciones del autor del texto, con base en la idea de que esa limitación asegurará un modelo más objetivo de relato. Folha aprecia mucho este modelo. Yo diría que Folha lo reacentuó en los años 1980, y lo ha mitigado un poco en los últimos 10 ó 15 años. Mi visión personal sobre esto es que existe un cierto movimiento pendular en la tradición de un diario. Ciertos medios enyesan de tal manera su texto que es saludable que se produzca un movimiento para flexibilizarlo, para permitir un poco más de libertad personal, pues esa rigidez excesiva termina por matar la propia creatividad. Por otra parte, creo que no se debe perder de vista un cierto modelo objetivo de texto como referencia, ya       que, debido a la influencia que los periódicos ejercen actualmente, llegando a públicos que son muy numerosos y muy heterogéneos, sería un error que pusieran en práctica una libertad tal que se acabase desfigurando un cierto discurso unitario del periódico, al menos desde el punto de vista noticioso. Pienso que estamos transitando hacia un texto más flexible, mucha gente sostiene la idea de que los periódicos, incluso para hacerles frente a los medios de información en tiempo real y a la televisión –a veces lo olvidamos, pero la televisión es un medio de información en tiempo real–, deberían implantar un modelo de texto más flexible.

¿Cuasi literario?
—Exacto, cuasi literario; algunos sugieren que éste permita una cierta profundización, una diferenciación con relación a lo que la televisión y los boletines online hacen. Admito esa idea en parte, pues considero muy importante que los periódicos no pierdan un modelo de referencia textual básico, que contenga normas tendientes a contribuir con la objetividad del relato. Mi postura sería, por así decirlo, intermedia. Existen nichos de gran libertad estilística en Folha, en los textos firmados y sobre todo en las columnas. El ejemplo más notorio de estos últimos años quizás sea el de Zé Simão, que ha creado un estilo de humorismo. Yo suelo a veces asociarlo con Juó Bananere, el cronista de la prensa paulistana del comienzos de siglo. Veo ciertas semejanzas en su uso del humor, en su coloquialismo, etc. Pues bien, existen efectivamente nichos de gran vitalidad, yo diría, de creatividad estilística. Pero soy muy escéptico con relación a algunas experiencias formales radicales de la prensa brasileña, porque creo que un texto resultará tanto mejor escrito cuanto mayores sean los obstáculos y las adversidades que éste tenga que enfrentar.

¿Desde el punto de vista del propio estilo incluso?
—Sí, incluso desde el punto de vista del estilo. Imagínese la cantidad de condicionamientos, de imposiciones e incluso de reglas íntimas, digamos, que un escritor como Flaubert le imponía a su texto. Y quizá haya consenso hoy en día en el sentido de que nadie escribía con tal refinamiento, con tal perfección literaria como Flaubert. Pero no estoy exigiendo que los periodistas seamos cada uno de nosotros un Gustave Flaubert, obviamente. Es tan solo un ejemplo de que a veces el mejor texto tiene que ver precisamente con la disciplina y sujeción a una serie de reglas, normas y constreñimientos. A propósito, yo me referí anteriormente a la prensa norteamericana, al decir que ha ejercido una influencia hegemónica sobre la prensa brasileña, al menos desde los años 1950 hasta ahora, y me olvidé de mencionar que la tradición de la prensa europea, naturalmente, es otra, con mucha mayor libertad, no solamente en la elección de los temas pautados, sino también y fundamentalmente en el tratamiento estilístico de los reportajes. De hecho existen esos dos modelos.

¿Su participación en ese proceso de definición de la política editorial de Folha se inició en los años 1980?
—Con responsabilidades ejecutivas participo desde 1984. Como participante en las discusiones desde 1976 ó 1977. En los años 1990 se hizo una corrección de rumbo y nosotros, incluso yo, terminamos arribando a la conclusión de que, aunque sean verdaderas, las ideas del periodismo como profesión normatizable y del periódico como un producto industrial tienen sus límites. Es decir, es importante dictar normas, porque esto corresponde a un desarrollo técnico de la profesión y del saber periodístico, es importante tener el periódico como un producto industrial de mercado, pero yo relativizaría todo eso, en el sentido de que este producto asocia aspectos de la fábrica con aspectos del atelier, y ambos son imposibles de erradicar de nuestra actividad.

¿Porque está ligado a un quehacer intelectual humano?
—Porque está ligado a un quehacer intelectual humano y porque no se trata de una ciencia exacta. Por eso los límites de la normatización aparecen tarde o temprano. Y ésta termina burocratizando, como sucedió en Folha; termina fosilizando los textos, como también sucedió aquí; termina por matar la creatividad y la inventividad, sobre todo en la gente más joven, en las generaciones más jóvenes que ingresan al diario. Los límites de esta política se hicieron claros y entonces se hicieron correcciones importantes.

¿Existe alguna relación entre el proyecto editorial presentado a los lectores y el desempeño comercial del periódico?
—En el caso de Folha se registró una trayectoria de crecimiento de la circulación a lo largo de los años 1980, en un nivel ascendente más o menos constante. En los años 1990 hubo un crecimiento de la circulación en escala geométrica, a partir de 1993 ó 1994, cuando Folha y otros diarios implementaron una política de promoción, es decir, de vinculación de la compra del ejemplar con otros productos: obsequios, enciclopedias, un fascículo de esto, un atlas de aquello y cosas por el estilo. Así hubo efectivamente un boom de circulación de diarios, y el apogeo se dio entre 1995 ó 1996; a partir de 1997 empezó a registrarse una merma, yo creo que porque la política de promociones se agotó, caducó, pero también porque la economía está creciendo muy poco en los últimos años, y las gente no tiene dinero. Además los periódicos están atravesando una crisis muy fuerte en su calidad de empresas de medios de comunicación, y esta crisis está determinando recortes de inversiones, la reducción de presupuestos, la aplicación de una política feroz de contención de gastos, etc. Así los medios pierden capacidad de agresión, de presencia en el mercado. Esto vale para Folha pero vale también para los otros diarios de información general de gran porte, como O Globo u O Estado de S.Paulo. En los últimos 30 años no había habido registro de una crisis tan fuerte como la actual, que afecta al sector de medios en el mundo y en Brasil.

¿Cuáles son los números actuales de circulación de los grandes periódicos brasileños?
Folha sigue siendo en julio de 2003 el diario de mayor circulación de Brasil. Tenemos una superioridad media en términos de circulación de alrededor del 30% sobre O Estado de S.Paulo, y de cerca del 25% sobre el diario O Globo. En números aproximados, estamos hoy en día en un nivel de circulación media cercano a aquél que estábamos a comienzos de los años 1990, es decir, cerca los 350 mil ejemplares diarios. Durante el boom de la política de promociones y fascículos, la circulación media del diario llegó a ser de un millón de ejemplares, y algunos domingos se alcanzaron cifras récords de un millón y medio de ejemplares. Esto quiere decir que la curva de circulación de Folha y de los grandes periódicos en general, pues todos han pasado por procesos similares, describe una parábola a lo largo de los años 1990. Pero sobre circulación hay un aspecto que creo que es importante mencionar en este contexto, que es el siguiente: normalmente la gente tiende a vincular circulación con el contenido editorial. La experiencia me ha demostrado hasta el hartazgo que el contenido editorial es uno de los aspectos de peso en la formación del fenómeno de la circulación de los diarios, pero no necesariamente el más importante. Existen otros aspectos: el precio, la calidad del servicio, la atención que el suscriptor recibe, la presencia en los medios y el marketing. Y existe un quinto aspecto, casi metafísico, que es algo así como la imagen que el diario proyecta, la identificación con alguna trayectoria de tradición que éste representa. Y hay un detalle que considero importante mencionar: en un diario como Folha, de cada diez lectores, nueve aproximadamente son suscriptores. Esto quiere decir que en los grandes diarios, básicamente diarios de suscriptores, no es necesario hacer pirotecnia en la primera página presuntamente para vender más. Pues el medio que tiene una gran masa de lectores es otro, es un medio que implica credibilidad, que implica confiabilidad.

La actual crisis de la prensa es económica, y es profunda. ¿Cuáles son sus razones?
—En los años 1990 hubo un primer ciclo, con un ambiente de expansión de la economía mundial; fueron los años dorados de Clinton, etc. Y un segundo ciclo, con un ambiente de retracción de la economía mundial. Durante el primer ciclo cundía la idea de que estaba en marcha una revolución tecnológica que afectaría muy profundamente a la sociedad en general, y específicamente al sector de medios. Por eso las empresas se abocaron a esa revolución, porque no querían perder el tren de la historia. Invirtieron mucho, diversificaron sus actividades, contrajeron créditos. Pero, ¿para qué? Para Internet, que antes no existía y hoy en día cuenta con 15 millones de internautas en Brasil. Para hacer televisión por cable, para crear nuevos títulos, periódicos populares al estilo de Extra de Río de Janeiro, revistas como Época, diarios económicos como Valor. Con la devaluación cambiaria, los precios en dólares se multiplicaron, y esto trajo aparejado un perjuicio financiero gigantesco para las empresas.

¿Vamos a hablar un poco de ciencia? ¿Cuál es su visión sobre la ciencia como objeto de la cobertura periodística?
Folha tiene historia en la cobertura de ciencia, ¿no es verdad? El diario tuvo la suerte, creo yo, de haber contado en los años 1950 y comienzos de los años 1960 con José Reis como responsable de redacción. Reis estaba en el diario desde antes, desde finales de los años 1940, pero fue director de Redacción después. Y ejerció una enorme influencia, ya sea en el ambiente científico brasileño, como usted muy bien lo sabe, como en el sentido de la constitución de ese género periodístico en Brasil, el del periodismo científico, y de llevarlo en forma pionera a las páginas de Folha. Por eso nosotros intentamos mantener siempre al diario al menos a la altura de esta tradición inaugurada por José Reis, que además de haber sido un periodista muy respetado fue un investigador de mérito, especialmente al comienzo de su carrera, antes de abocarse enteramente al periodismo científico. De una forma más general, tengo la impresión de que en nuestros días el interés periodístico en la ciencia se ha incrementado y solamente tiende a aumentar.

¿Por qué?
—Primeramente porque la ciencia ejerce una influencia –si bien que indirecta– muy grande sobre la vida de la gente, y no veo ninguna razón para que ese influjo decaiga. Al contrario, creo que va a aumentar; vivimos en una civilización técnico-científica. En segundo lugar porque la ciencia ha empezado a ser vista como una de las puertas de acceso por parte de la gente más joven al hábito de leer periódicos. Y este público es un poco el enfant gâté de los periódicos hoy en día, pues están todos muy preocupados en cómo asegurarse nuevos lectores, cómo continuar formando lectores. Entonces tiene ese aspecto de estrategia de edad, o generacional. Y en tercer lugar, yo diría que porque la comunidad científica ha empezado a darle más importancia a la divulgación mediática de sus resultados. Y esto ha empezado a funcionar incluso –en un expresión quizá un poco dura– como una especie de moneda corriente. Sabemos qué recursos e inversiones en determinadas áreas de investigación dependen del tipo de repercusión que se obtiene en los medios. El caso del enfrentamiento médico de la epidemia de Sida es un buen ejemplo de cómo los lobbies bien organizados hacen que un tema aparezca con enorme visibilidad en los medios, y cómo esa visibilidad, a su vez, justifica también la destinación de grandes cantidades de recursos para enfrentar la enfermedad. Evidentemente, no estoy criticando el hecho de que se destinen recursos a enfrentar el Sida, o para el descubrimiento de una posible vacuna contra esta enfermedad, solamente estoy apuntando hacia el hecho de que afecciones tan graves como ésta o tan epidémicas o endémicas como ésta tienen mucho menos visibilidad.

¿La malaria por ejemplo?
—Sí, la malaria es un ejemplo. Y tal vez por esa razón tiene menos recursos para la investigación. En fin, usted conoce bien, mejor que yo ciertamente, todo ese problema de la política científica y de cómo la divulgación mediática juega un rol en esta cuestión de la política científica. Pero es un tercer aspecto por el cual yo creo que el periodismo científico ha crecido en presencia y visibilidad.

Entre los periodistas existen muchas divergencias con relación a las áreas de afinidades de la cobertura en ciencia, que normalmente se encuentra en las llamadas páginas de Información General. Algunos sostienen que debería estar más ligada a la economía y otros que debería estar más ligada a la cultura. ¿Cuál es su opinión al respecto?
—Creo que requiere una cobertura muy sui generis. ¿Por qué? Porque, sobre todo en algunos momentos –y es paradigmático el caso de la oveja Dolly, por ejemplo–, suscita una curiosidad casi que universal. Al mismo tiempo, la ciencia requiere un instrumental de trabajo bastante exigente: ejercer la actividad de periodista como reportero que está cubriendo eventos en la ciudad requiere un tipo de calificación profesional menor que aquella exigida a una persona que va a hacer su trabajo como periodista de ciencia, que va a hacer periodismo científico.

Incluso para intentar traducir la jerga del área en un lenguaje del sentido común, ¿no es verdad?
—Exactamente. Y es un área donde debe tenerse mucho cuidado, a mi modo de ver las cosas, en dos sentidos: primero hay que evitar tanto como sea posible que el periodismo sea manipulado por el juego de los grandes laboratorios, de las grandes empresas, que saben que la visibilidad en los medios se traduce en ingresos. Y, al mismo tiempo, se debe tener cuidado para que dicha cautela no lleve al periodista a “pelearse con la noticia”, como le decimos en nuestra jerga. Por ejemplo, en el caso del Viagra, yo sé que todo ese aluvión de noticias ayuda mucho al fabricante. Ahora bien, es un hecho extraordinario, que no puede ser soslayado por los periódicos. Pero existe ese aspecto, en el sentido de tener cuidado para separar la paja del trigo, es decir, utilizar los métodos, criterios y jurisprudencias de nuestra profesión para intentar identificar aquello que es noticia, o en qué medida un hecho es efectivamente noticia y en qué medida está siendo manipulado por un fabricante, o por un laboratorio, etc. Esta cautela debe ser una constante en periodismo científico. Y, por supuesto, debe existir la cautela también de evitar ceder ante la tentación de un cierto sensacionalismo, porque el periodismo científico da un amplio margen para todo tipo de sensacionalismo.

Se dice que en periodismo científico es posible hacer un descubrimiento por día, pero no es así en ciencia.
—Exactamente. Y ni siquiera estoy refiriéndome a los fraudes paleontológicos, al monstruo del lago Ness, qué sé yo; pero sabemos que el sensacionalismo es un elemento que está siempre al acecho en este tipo de cobertura, y nuestro editor de ciencia se preocupa mucho precisamente con este aspecto, para evitar transmitir la falsa imagen de que por detrás de un hecho científico de proporciones más o menos limitadas puede haber un evento extraordinario, sensacional.

Mi indagación con relación a en qué páginas se debe publicar la cobertura de ciencia obedece a la siguiente cuestión: casi siempre la traducción del conocimiento científico en tecnología es lo que determina los cambios que habrá en nuestro cotidiano. Pero sucede que difícilmente la tecnología logra tener el magnetismo, la fascinación que la ciencia muestra tener a menudo. Las noticias de tecnología en general están en el ámbito de la economía, lejos de la ciencia. Si ambas estuvieran juntas, y la fascinación de la ciencia contaminase la tecnología, ¿el periodismo no le brindaría un mejor servicio de información a los lectores?
—Bueno, yo tengo la impresión de que la cobertura de ciencia está muy ajena a los aspectos económicos de la ciencia y no sé muy bien explicar por qué eso sucede. Probablemente suceda porque los aspectos que suscitan aquella curiosidad universal a la que me referí antes son más bien propiamente científicos.

¿Quizás estén más ligados al placer de conocer, al placer de descubrir?
—Exacto. Y ligados fuertemente a lo maravilloso, a lo misterioso, a lo inesperado. Al tiempo que una cobertura –por así decirlo– más tecnológica, más atenta a la realidad económica, al sustrato económico de la ciencia, tiende a interesarle a un público más restringido.

Pero, desde el punto de vista de la organización de las noticias en el diario, ¿no es un problema que la ciencia esté en un sitio y la tecnología en otro? ¿No sería posible reunirlas?
—Es cierto, y es una cuestión interesante. Quizás se debiera pensar en reunirlas.

Pensando no solamente en termos nacionales, sino también internacionalmente, ¿el periodismo científico tiende a ocupar un mayor espacio que el que ocupa actualmente dentro de los medios?
—No estoy en condiciones de juzgarlo, porque soy un editor un tanto aldeano, como diría Fernando Henrique Cardoso. Viajo poco, sigo la prensa internacional mucho menos de lo que debería, por falta de tiempo y porque, bueno, Brasil es un país continental, la realidad nacional pesa mucho en nuestro menú periodístico.

Menos mal.
—Sí, menos mal. Yo leo muy poco de la prensa internacional, nunca tuve la ocasión de vivir en el exterior, entonces no sabría opinar con base en la observación. Pero en términos intuitivos le diría que el periodismo científico no hará sino crecer en términos de espacio y de presencia dentro del periodismo. Porque creo que los temas más tradicionales del periodismo, a saber, los temas institucionales, especialmente la política y la economía, ha ido perdiendo importancia relativa en la composición temática de los periódicos.

¿Eso es perceptible?
—Sin duda. Si usted toma un diario de los años 1950 y compara el peso relativo de los diversos tipos de noticias verá que hay muchas noticias de política, aquellos largos artículos mostrando cómo había sido la sesión en el Senado de la víspera, con detalles; cómo había transcurrido la sesión en la Cámara en detalle, los actos del presidente, del ministro, etc. Era mucha cobertura política, muy poca cobertura de economía, ésta última ni siquiera estaba organizada como tal; temas tales como educación aparecían de manera muy esporádica, muy desorganizada; incluso la ciencia abarcaba un noticiario muy incipiente. El menú principal de los periódicos en los años 1950 era por lo tanto: mucha política, muchos despachos internacionales aprovechados de las agencias y un cierto noticiario desorganizado de la comunidad local. Con el tiempo, en los años 1960, 1970 y después se organizaron otros géneros, el propio periodismo cultural creció mucho en los años 1960, el periodismo de economía creció mucho en los años 1970, el periodismo de servicios, como se lo llama, surgió al menos en Brasil en los años 1970. De esa manera, en la composición relativa, la política e incluso la economía, a mi modo de ver las cosas, han perdido espacio para acomodar a otros subgéneros que existen, que tienen presencia hoy en día en la pauta de cualquier periódico. Yo creo que la ciencia va a crecer por las razones que he mencionado anteriormente.

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