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ECOLOGÍA

Una selva submarina

Los arrecifes del delta del Amazonas podrían ser mayores, más profundos y más complejos que lo previsto

Esponjas de mar y algas a 90 metros de profundidad, en la zona norte de los arrecifes de la Amazonia

Greenpeace

Recientes mapeos de relieve submarino sugieren que los arrecifes de la plataforma continental frente a la desembocadura del río Amazonas podrían ser mucho mayores, más profundos y más abundantes en especies de organismos acuáticos de lo que se pensaba a partir de las primeras mediciones que se habían efectuado en 2012 y en 2014, mediante dispositivos de sonar y dragas que realizan un barrido del lecho marino. Los arrecifes están ubicados a 110 kilómetros (km) de la costa y se extienden en un frente paralelo a las costas brasileñas que bañan los estados de Amapá a Maranhão. En esa zona, el agua barrosa del Amazonas se topa con las del Atlántico y la marea sube entre 6 y 8 metros (m) por día. Al igual que el propio Amazonas –el mayor río del mundo, cuyas costas llegan alcanzar 50 km de ancho y que vierte al mar alrededor de 200 toneladas de agua y 14 toneladas de sedimentos por segundo–, los arrecifes se están revelando monumentales. El área que ocupan los mismos podría ser seis veces mayor que los 9.500 kilómetros cuadrados (km2) estimados inicialmente: podrían llegar hasta 56 mil km2, según datos recabados por las expediciones que se realizaron en enero y febrero de 2017 y en abril y mayo de 2018 a bordo del buque Esperanza, de la organización no gubernamental Greenpeace, acompañadas por científicos de las universidades de Paraíba, de Pará, de Río de janeiro y de São Paulo. Si esos registros se confirman, esa área podría ser mayor que la del estado de Espírito Santo (46 mil km2).

En el mes de septiembre de 2017, a bordo del Alucia, un buque perteneciente al Instituto Oceanográfico Woods Hole, de Estados Unidos, un grupo de investigadores de la red Abrolhos (abrolhos.org) recorrió la región y comprobó que la profundidad de los arrecifes puede llegar a 350 m, casi tres veces más de lo que se estipuló inicialmente. “Pudimos confirmar que ese paisaje es bastante fragmentado y discontinuo, al igual que otros arrecifes de los bordes de la plataforma continental”, dice el biólogo Rodrigo Moura, docente de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y coordinador de la expedición con el Alucia y de la Rede Abrolhos.

Los dos equipos reconocen que se trata de un área compleja y de gran abundancia de vida marina. “La diversidad de ecosistemas equivale a la de las selvas, con una gran cantidad de especies en un área extensa”, dijo el biólogo Ronaldo Francini Filho, docente de la Universidad Federal de Paraíba y autor principal del artículo que salió publicado en abril de 2018 en la revista científica Frontiers in Marine Science con los resultados de las expediciones en el Esperanza. Según sostiene, “cada zona atraviesa diferentes etapas de desarrollo”, en ocasiones más jóvenes, ora más maduras, formando u ocupando claros abiertos.

El volumen de nutrientes de la desembocadura del Amazonas es un ambiente ideal para las esponjas coloridas que dominan ese paisaje

Las formaciones se diferencian  en dirección norte-sur. Según Moura, los arrecifes del litoral del estado de Amapá son más antiguos (alrededor de 14 mil años), dejaron de crecer y están constituidos principalmente por moluscos y otros invertebrados, pero no por corales. Los del estado de Maranhão son más incipientes, aún están en crecimiento y su conformación incluye corales y algas calcáreas. El biólogo Gilberto Amado, científico del Instituto de Investigaciones Jardim Botânico de Río de Janeiro, junto a otros expertos de la red Abrolhos, participó en la expedición con el Alucia y verificó que la estructura y la composición de los bancos de algas calcáreas denominados rodolitos se va tornando más compleja en dirección norte-sur, tal como se describe en un artículo que salió publicado en julio de 2018 en la revista Journal of South American Earth Sciences.

“La mayoría de los arrecifes coralinos son de aguas cálidas, limpias y poco profundas, con mucha luz y escasos nutrientes”, dice el oceanógrafo Nils Asp, docente de la Universidad Federal de Pará, quien participó en uno de los viajes a bordo del Esperanza. “Allí, en la desembocadura del río Amazonas, ocurre lo contrario. Los sedimentos que transporta el río hacen que el agua sea turbia, pero traen muchos nutrientes, que compensan la escasez de luz”. Otra particularidad es la variación de la acidez, salinidad y turbiedad del agua, como resultado del encuentro del río con el océano.

En el fondo de la plataforma frente a la desembocadura del mayor río del mundo se extienden arrecifes y rodolitos con cientos de kilómetros de extensión. Sobre esa superficie, grandes esponjas amarillas, rojas, negras y blancas dominan el paisaje. “A causa del volumen de nutrientes, ese es un ambiente ideal para las esponjas, que son organismos filtradores”, comenta Moura. Hasta la fecha, los científicos han identificado a 70 especies de peces, incluyendo a algunas raras en el litoral brasileño, como son los casos del pargo, que llega a 1 m de longitud, y el mero, que puede llegar a medir 3 m. Hasta ahora, las expediciones llevan registradas también alrededor de 80 especies de esponjas y 40 de corales, muchas de ellas similares a las encontradas en los arrecifes de los archipiélagos de Fernando de Noronha y de Abrolhos.

Un equipo de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE), coordinado por la ingeniera de pesca Sigrid Neumann Leitão identificó comunidades complejas de organismos que flotan en el agua, el zooplancton. Los científicos computaron 197 especies de zooplancton, entre las cuales predominan los crustáceos milimétricos parecidos a insectos, los copépodos, con 92 especies. Tal como se describe en un artículo elaborado por el grupo de Pernambuco, que salió publicado en marzo de 2018 en la revista Frontier in Microbiology, la densidad varió de 2,6 millones de individuos por metro cúbico (m3) en las áreas más cercanas a la desembocadura, a 107 individuos por m3 en las zonas más distantes, en función del volumen de sedimentos.

En los arrecifes habitan dos especies de peces azules a los cuales se los conoce como damiselas (Chromis spp.), comunes en el mar Caribe, a unos 2 mil km de distancia. Ese y otros datos consolidan la hipótesis de que los arrecifes podrían funcionar como un pasillo –y no como una barrera, como también se estipulaba– entre el mar del norte de América del Sur y el litoral que se extiende al sur de Maranhão. “Desde la década de 1970 en adelante se pensaba que los peces y otros organismos podrían pasar de tanto en tanto por el fondo de la desembocadura generando cierto intercambio genético entre organismos del Caribe y del litoral al sur de la desembocadura del Amazonas”, dice el biólogo Sergio Floeter, docente de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC) y coordinador de la Red Nacional de Investigación de la Biodiversidad Marina (Sisbiota-Mar). “Ahora contamos con más evidencias de esa conexión”.

Escarpas en el fondo de la desembocadura
En el lecho marino hay desniveles escarpados, similares a acantilados, con kilómetros de extensión y hasta 70 m de altura. Se creía que la arena y el fango en ese sector de la plataforma continental, acumulados en el transcurso de 10 millones de años, ya habrían cubierto todo el fondo”, dice Asp. Según él, esos declives serían consecuencia de la erosión causada por el agua del mar hace 18 mil años, cuando el nivel del océano estaba alrededor de 120 m por debajo del actual. Por ende, esos taludes marcarían el límite del nivel del Atlántico durante el último período glacial, cuando grandes extensiones del planeta estaban cubiertas por el hielo, o bien, serían la expresión de alteraciones en el cauce del río Amazonas, cuyas aguas podrían haber horadado las rocas. O también, como una tercera hipótesis, esos escalones estarían provocados por el peso de los sedimentos. En este último caso, se habría producido una especie de efecto de balanceo: el vaciamiento en algunos tramos de la desembocadura habría causado la elevación de otras áreas, como la que se ubica al este de la isla de Marajó.

“Los arrecifes del Amazonas constituyen un ecosistema único, que aún está siendo develado. Nadie se imaginaba que pudiera ser tan grande”, dice la bióloga Helena Spiritus, de Greenpeace. Esa área, enorme y de amplia diversidad, recién se está estudiando ahora porque hasta la mitad de la década de 1970 los científicos daban por cierto que el volumen de arena y lodo vertido por el río en el mar impediría que la luz penetrara y se conformara cualquier tipo de ecosistema. Poco a poco, las evidencias fueron diluyendo esa suposición.

Existe escasa información sobre la desembocadura del Amazonas desde los años 1950. En la década de 1960, el oceanógrafo John Milliman, de Woods Hole y el geólogo Henyo Barreto, de Petrobras, identificaron una estructura rocosa rica en carbonatos en la región. En 1977, dos biólogos del Museo de Historia Natural de Estados Unidos, Bruce Collette y Klaus Rützler, presentaron una lista con 45 especies de peces y 35 de esponjas, típicas de los arrecifes, recogidas a lo largo de la boca del río.

En julio de 1998, Moura, Francini y el biólogo Ivan Sazima, de la Universidad de Campinas (Unicamp) siguieron más allá del denominado Parcel de Manuel Luís, en Maranhão, hasta entonces el placer o banco de corales ubicado más al norte de Brasil, ingresando en aguas aún más septentrionales de la costa brasileña y se toparon con seis especies de corales de las cuales no se tenían datos en ese sector del litoral. “Los pescadores decían que al norte de ese afloramiento había muchos arrecifes”, recuerda Francini. La pesca del pargo y de la langosta en la región también sugería que el fondo marino debía ser sólido; y no sólo fango, pero las dificultades logísticas y financieras dificultaron la organización de expediciones. Hasta que en 2012, un equipo coordinado por Moura, de la UFRJ, recorrió el área a bordo del buque oceanográfico Atlantis, de Woods Hole.

La preocupación va a la par con el asombro por los hallazgos, porque la desembocadura del Amazonas está en la mira para la prospección de petróleo y gas natural. En 2013, mediante una licitación internacional, el gobierno federal ofertó 125 áreas, de las cuales 39 fueron adquiridas por empresas nacionales y multinacionales. Al final del mes de mayo, al regreso de la segunda expedición a la desembocadura del Amazonas, Francini envió un comunicado a la Procuraduría General de la Nación, con fotografías submarinas de los arrecifes, solicitando el bloqueo del pedido de licenciamiento ambiental presentado por una empresa petrolera interesada en explotar un área de la región.

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