Aproximadamente 287 mil animales silvestres que viven en el Bosque Atlántico fueron recuperados de las manos de traficantes entre 1999 y 2005 en los estados de São Paulo, Río de Janeiro, Espíritu Santo, Minas Gerais y Bahía. Ese número, una pequeña muestra de lo que es retirado de nuestras selvas, está en el Diagnóstico del tráfico de animales silvestres en la Mata Atlántica, publicado por la Red Nacional de Combate al Tráfico de Animales Silvestres (Renctas). Son solamente algunos de los animales que la policía ambiental y el Ibama consiguieron aprehender e impedir que se convirtiesen animales domésticos en Brasil y en el exterior, integrasen zoológicos y colecciones particulares o fuesen usados en investigaciones volcadas para el descubrimiento de nuevos medicamentos. “La mayoría de los animales provenientes de la Selva Atlántica es enviada para Río de Janeiro y São Paulo, donde son vendidos en ferias libres o tiendas especializadas. Muchos son exportados para Estados Unidos, Europa y Japón”, escribe Raulff Lima, coordinador ejecutivo de la Renctas. Según él, la lógica del tráfico es cruel: “Cuanto más amenazada de extinción esté la especie, mayor valor ella alcanzará en el mercado ilegal”. El tráfico de animales silvestres es la tercera mayor actividad comercial ilegal del planeta, anualmente mueve entre 10 mil millones de dólares y 20 mil millones de dólares. Se estima que cada año los traficantes capturen 38 millones de animales en los diferentes ecosistemas brasileños (Amazonia, Cerrado, Caatinga y Mata Atlántica) para alimentar ese comercio.
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